Falleció Fabián Tomasi,
emblema de la lucha
contra los agrotóxicos
7 de septiembre de 2018
Esta mañana en la
ciudad de Basavilbaso, falleció el ex fumigador Fabián Amaranto Tomasi, tras no
haber resistido su última internación. Tomasi fue el exponente de las graves
consecuencias que generan el uso de agrotóxicos, cuyos venenos le provocaron
una serie de padecimientos a su salud que le ocasionaron su muerte.
Por ANRed
Esta
mañana en el hospital de Basavilbaso falleció Fabián Tomasi, considerado icono
mundial de la lucha contra los agrotóxicos. Fabián venia peleando desde hace
mucho tiempo contra el uso de agrotóxicos poniendo su cuerpo como evidencia,
exponiendo las graves consecuencias de este mundo contaminado por la rapiña del
agronegocio. Su lucha, incansable se apaga, pero nos ha dejado “la gesta de
alguien predestinado a la tarea de abrirnos los ojos, devolvernos a lo humano”.
Compartimos una carta escrita por Fabián publicada en marzo de 2018,
en la Garganta
Poderosa
Desde
muy joven, durante muchos años, trabajé en el campo guiando avionetas, en
contacto directo con agrotóxicos. Y yo soy de Basavilbaso, Entre Ríos, donde la
gente aprendió a pasar por encima de la frustración sobre las carrozas de los
carnavales. Pero lamentablemente, detrás de sus coloridas luces o debajo de sus
majestuosos escenarios, hoy sólo puedo ver la cara de Antonella González, una
nena que murió de leucemia en el Hospital Garrahan, hace apenas 4 meses. Había
nacido en Gualeguaychú, hace apenas 9 años. Y falleció, víctima de los
agroquímicos. Los médicos lo sabían, todos lo sabíamos. Como también sabemos
que un 55% de los internados en el Garrahan por cáncer, provienen de nuestra
provincia…
La
más fumigada del país, una de las más envenenadas del mundo.
Nunca
participé de ninguna fiesta. Ni antes, porque jamás me alcanzó el dinero, ni
ahora, porque hace mucho tiempo me diagnosticaron polineuropatía tóxica severa,
con 80% de gravedad: afecta todo mi sistema nervioso y me mantiene recluido en
mi casa. Mis primeros síntomas fueron dolores en los dedos, agravados por ser
diabético, insulinodependiente. Luego, el veneno afectó mi capacidad pulmonar,
se me lastimaron los codos y me salían líquidos blancos de las rodillas.
Actualmente tengo el cuerpo consumido, lleno de costras, casi sin movilidad y
por las noches me cuesta dormir, por el temor a no despertar.
Tengo
miedo de morir. Quiero vivir.
Tal
vez, ese miedo me pueda servir de escudo, una especie de anticuerpo, como el
humor. O como tanta gente que me ayuda para que pueda estar escribiendo, en vez
de largarme a llorar, porque la enfermedad me hizo adelgazar 50 kilos y he
visto mucha gente fallecer por consecuencia de las fumigaciones, pero nadie se
anima a hablar. Mi hermano Roberto, sin ir más lejos, fue otra víctima más de
las lluvias ácidas que arrojan sus avionetas: el cáncer de hígado no lo
perdonó. Jamás voy a olvidar su agonía, escuchándolo gritar toda una noche de
dolor. Mi papá falleció así, con esa tortura en la mente y tragándose
silenciosamente la impotencia de verme así. Ahogado, de rabia y de temor.
Yo
no quiero ahogar mis palabras. Quiero gritar.
Muchas
provincias del litoral son arrasadas por el glifosato y el resto de sus
químicos, como si desconocieran que los seres humanos tenemos un 70% de
similitud genética con las plantas. ¿Cómo esperaban que sus venenos aprendieran
a distinguirnos? No lo hacen. Por eso, cuando se fumiga, sólo un 20% queda en
los vegetales y el resto sale a cazar por el aire que respiramos. ¿Entienden?
No todo es brillantina y diversión en lugares como San Salvador, el “Pueblo del
Cáncer”, donde la mitad de las muertes derivan
de la misma causa. Allí, el carnaval nunca llega… Y sí, recibí muchas amenazas
por visibilizar lo que nos hacen comer, respirar y beber a diario. Pero ya no
basta con decir “Fuera Monsanto”, porque las cadenas de maldad hoy se extienden
al resto de las compañías multimillonarias y se enredan con el silencio. Pues
no hay enfermedad sin veneno y no hay veneno sin esa connivencia criminal entre
las empresas multinacionales, la industria de la salud, los gobiernos y la Justicia. Hoy más
que nunca, necesitamos que paren y para eso debemos luchar, aun en el peor de
los escenarios, porque nuestro enemigo se volvió demasiado fuerte…
No
son empresarios, son operarios de la muerte.
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Fuente: http://www.anred.org/?p=103162
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