27 de febrero de 2017
Por Arturo D. Villanueva Imaña (Rebelión)
El 21 de Febrero (21F ), se ha convertido en una
fecha emblemática para Bolivia. Marca al mismo tiempo el triunfo y la derrota. Triunfo
de una mayoría nacional que decidió rechazar y negar en referéndum la
pretensión oficialista de modificar la Constitución Política
del Estado para prorrogarse en el gobierno y conservar el poder a toda costa. Y
derrota, porque se trata del revés electoral y político más importante que ha
sufrido el gobierno de Evo Morales, acostumbrado a tener un respaldo social
importante.
El asunto no es menor, porque al margen de marcar un quiebre en su
popularidad (que además ha contraído la agudización de una severa crisis
interna que ya se estaba fermentando por anteriores decisiones cuestionadas),
también coincide con las sucesivas derrotas y contrapies electorales que han
sufrido otros gobiernos sudamericanos, llamados progresistas, que han sido
sucedidos por regímenes claramente derechistas y hasta reaccionarios. Es decir,
una coincidencia que ha dado pie para que se sustente la idea del fin de ciclo de
los gobiernos populistas en la región.
Ante la obsesiva como tozuda insistencia gubernamental de
conservar y prorrogarse en el poder, a pesar de haber perdido un referéndum
nacional expresamente convocado y constitucionalmente vinculante que ya dijo NO
el año 2016; el 21F
reciente en Bolivia (que por medio de las manifestaciones y movilizaciones
oficialistas y opositoras que salieron masivamente a las calles, permitió
comparar ambas fuerzas), viene a constituirse en una especie de instrumento de
pronóstico y termómetro de lo que podría suceder el año 2019, cuando se
realicen las elecciones nacionales.
Más allá de las apreciaciones, siempre subjetivas, acerca de
quiénes tuvieron mayor convocatoria (en una pulseta desigual entre una
autoconvocatoria ciudadana diversa como espontánea y totalmente voluntaria,
frente a un despliegue obligado que utilizó todos los medios
y recursos del aparato estatal para movilizar a su gente); hay que señalar que
la misma respondió a la obstinada como recurrente actitud gubernamental, que
busca polarizar y tensionar la sociedad en su vano intento por inducir el falso
criterio de que fueron unas mentiras (dice que propiciadas por el imperio y
algunos periodistas independientes), las que ayudaron a distorsionar el voto
del pueblo y elegir equivocadamente. En respuesta a semejante artimaña, las
manifestaciones ciudadanas que se produjeron en varias capitales, mostraron
nuevamente en las calles la misma fuerza que ya se había expresado hace un año
en las urnas. Es decir, se volvió a ratificar multitudinariamente, lo que ya se
había decidido un año antes en el referéndum.
De esta situación pueden extraerse algunas consecuencias y
conclusiones. La primera, que muy en contrario del efecto tan expresa como
ansiosamente buscado por el oficialismo en forma sistemática, para polarizar la
sociedad en dos fracciones francamente contrapuestas (lo que de paso les
beneficiaría de partida porque lo mostraría como si tuviese un respaldo de al
menos un 50% de la población); resulta que ha sido muy claramente anulado y
desmentido, en vista del surgimiento espontáneo de una tercera fuerza,
independiente, que expresa y explícitamente se ha pronunciado en contra de Evo
Morales y el oficialismo, como al mismo tiempo de los partidos y sus jefes
tradicionales de derecha, cuyos gobiernos neoliberales ya fueron expulsados
hace años. Es decir, y aun cuando hasta los medios
de comunicación (haciendo coro al propósito masista), se esfuerzan por mostrar
como si existiese una sola oposición; en la práctica y a decir de las
innumerables voces, colectivos, plataformas y movimientos sociales que
acudieron a expresar su voz en las calles este 21F , se puede comprobar que
aquella polarización únicamente entre dos fuerzas, no existe.
Esa primera constatación que anula el enfrentamiento entre una
supuesta “izquierda” (que mañosamente quiere autoatriburse el oficialismo),
frente a una oposición de derecha (representada por los partidos tradicionales
y sus jefes), nos lleva a establecer una segunda conclusión y consecuencia: el
surgimiento de una tercera fuerza independiente que se contrapone y rechaza
ambas dos fuerzas que pugnan por encaramarse y reproducirse en el poder.
A pesar de la diversidad y multiformidad de tendencias que
componen y circunstancialmente coinciden en esta tercera fuerza social que se
ha expresado tan ruidosamente el 21F ,
su importancia radica en la cantidad y la masa crítica que la compone. Volveremos
más adelante para señalar algo respecto de su potencia política.
La tercera consecuencia que se ha podido evidenciar como resultado
del conjunto de hechos que han confluido en la configuración del 21F en Bolivia, es que el
gobierno y una buena parte de sus principales representantes (incluidos
dirigentes de sectores sociales afines), se han visto forzados a cerrar filas
en torno al Presidente, inclusive viéndose en la ridícula, como absurda tarea
de defender lo indefendible. Es el caso, por ejemplo, del intento por explicar
y justificar aquella burda idea de que unas mentiras habrían torcido el
criterio del pueblo en el referéndum nacional, o que ya desde el año 2005 la
derecha (por encargo del imperio y los recursos de un empresario neoliberal),
ya había visualizado y se había encargado de preparar el descrédito de quién
sería presidente del Estado Plurinacional (que aún no se instalaba). Una
increíble trama, digna de las más afiebradas imaginaciones futuristas.
Al margen de lo penoso y ridículo de la situación a la que fueron
forzados en su afán de defender la pretensión prorroguista y la conservación
del poder a toda costa, dicha situación marca el endurecimiento y
radicalización de una tendencia autoritaria y obcecada dentro del gobierno; que
por las expresiones y duras actitudes que ha tomado, debería prevenirnos
respecto de lo que puede esperarse a futuro, dada su incapacidad autocrítica,
como de la rigidez de sus actos y declaraciones. Ello al margen de las
indudables tensiones internas que provocará está radicalización autoritaria al
interior del gobierno y sus seguidores.
Ahora bien, retomando las reflexiones previas y siendo que lo
principal radica en prefigurar y construir los pasos que siguen hasta el 2019
cuando se producirán las nuevas elecciones nacionales; sea conveniente precisar
algunas cosas.
La exitosa como multitudinaria y contundente manifestación
ciudadana, ha estado cargada principalmente por la indignación, la bronca y el
desencanto que se expresaron en un franco rechazo contra el gobierno de Evo
Morales, su intención prorroguista y los innumerables casos de corrupción,
despilfarro, vulneración de derechos y la explotación desmedida de los recursos
naturales. También, como se dijo, se expresó un duro rechazo contra el
oportunismo derechista que afanosamente busca apropiarse del malestar
ciudadano, en la perspectiva de volver a ser gobierno y repetir los ejemplos y
políticas neoliberales (tal como ha sucedido en Argentina y Brasil por
ejemplo). Sin embargo, sería una grave equivocación concluir que identificado
el mal, se resolverán los problemas. Peor aún si, reconociendo como un hito
fundamental haber logrado ese exitoso como multitudinario y contundente
rechazo, se llega a la conclusión de que el pueblo, así unido, no solo pude
derrotar a Evo Morales, sino que triunfará eventualmente en las próximas
elecciones.
Y se trata de una apreciación (y deseo) desacertado, porque
confunde al enemigo y lo identifica equivocadamente. La derrota electoral de
Evo Morales en las próximas elecciones no resolverá el problema de fondo, que
no es este candidato (por más respaldo social del que quiera ufanarse, y por
tanto querer derrotar), sino el modelo económico salvajemente extractivista y
desarrollista que representa y favorece la reproducción del sistema capitalista
que lo sostiene.
Quienes defienden y propugnan la idea de
derrotar a Evo Morales como objetivo principal, en el ánimo de recuperar y
restituir la democracia, el estado de derecho, la institucionalidad, etc.; no
solo olvidan la diversidad y diferencias que existen al interior de esa tercera
fuerza ciudadana emergente, que no necesariamente se expresará unánimemente,
sino que desprecian, ignoran y relegan la verdadera potencia social acumulada
en los movimientos sociales que cotidianamente luchan, interpelan y enfrentan
las medidas y despropósitos gubernamentales que están convirtiendo al país en un
cascarón muy parecido al cerro de Potosí. Es más, le hacen el mejor de los
favores a esa derecha oportunista que, a pesar del explícito desprecio popular
y ciudadano, continúa en su pretensión de volver al gobierno para repetir sus
políticas neoliberales, comprobadamente nefastas.
A poco menos de 3 años de las próximas
elecciones, los bolivianos tenemos la gran oportunidad de no repetir lo
sucedido en Argentina y Brasil (sólo para nombrar los ejemplos más
emblemáticos). Es decir, para construir y efectivizar una verdadera
articulación ciudadano-popular que haga posible la realización del proyecto
nacional alternativo, abandonado y traicionado por el gobierno de Evo Morales.
Evo Morales no es el enemigo principal, sino su modelo económico antinacional,
entreguista y depredador.
Si no se quiere reproducir la insufrible
experiencia de volcarse a las urnas nada más que con la fe y esperanza de
derrotar la candidatura oficialista y/o verse en la penosa tarea de protestar
frente a eventuales dudosos cómputos electorales que finalmente podrían
favorecer a aquella derecha despreciada y oportunista, sólo queda la
alternativa de construir una real alternativa de izquierda y popular.
Arturo D. Villanueva Imaña, Sociólogo, boliviano.
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223404
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