Las contradicciones del capital y los
cuidados
21 de febrero de 2017
Por Nancy Fraser
New Left review 100 septiembre - octubre 2016
La
«crisis de los cuidados» es en este momento uno de los principales temas de
debate público1 . A menudo relacionado con ideas como «pobreza de
tiempo», «equilibrio familia-trabajo» y «vaciamiento social», hace referencia a
las presiones que desde diversos puntos están actualmente exprimiendo un
conjunto clave de capacidades sociales: las disponibles para tener y criar
niños, cuidar de amigos y familiares, mantener hogares y comunidades más
amplias, y sostener relaciones más en general2 . Históricamente, estos procesos
de «reproducción social» han estado considerados trabajo de mujeres, aunque los
hombres siempre han realizado también parte de los mismos. Los cuidados, que
comprenden tanto trabajo afectivo como material y a menudo se realizan sin
remuneración, son indispensables para la sociedad. Sin ellos
no podría haber cultura, ni economía, ni organización política. Ninguna
sociedad que sistemáticamente debilite su reproducción social logra perdurar
mucho. Hoy en día, sin embargo, una nueva forma de sociedad capitalista está
haciendo exactamente eso. El resultado es una enorme crisis, no sólo de los
cuidados, sino también de la reproducción social en su sentido más amplio.
Entiendo esta crisis como uno de los componentes de una «crisis general», que
incluye también vectores económicos, ecológicos y políticos, que se entrecruzan
y exacerban mutuamente. El aspecto de la reproducción social forma una
dimensión importante de esta crisis general, pero a menudo queda olvidado en
los actuales debates, que se centran principalmente en los peligros económicos
o ecológicos. Este «separatismo crítico» es problemático; el aspecto social es
tan fundamental en la crisis en general que ninguno de los otros puede
entenderse adecuadamente haciendo abstracción de él. Sin embargo, también puede
afrmarse lo contrario. La crisis de la reproducción social no es un elemento
independiente y no puede entenderse adecuadamente por sí sola. ¿Cómo deberíamos
interpretarla, entonces? Yo sostengo que la «crisis de los cuidados» es mejor
interpretarla como una expresión más o menos aguda de las contradicciones
socioreproductivas del capitalismo fnanciarizado. Esta formulación sugiere dos
ideas. En primer lugar, las actuales tensiones a las que están sometidos los
cuidados no son accidentales, sino que tienen unas profundas raíces sistémicas
en la estructura de nuestro orden social, que yo denomino aquí capitalismo
fnanciarizado. No obstante, y éste es el segundo punto, la actual crisis de la
reproducción social indica que hay algo podrido no sólo en la actual forma
fnanciarizada del capitalismo, sino en la sociedad capitalista per se.
Sostengo
que toda forma de sociedad capitalista alberga una contradicción o «tendencia a
la crisis» socioreproductiva profundamente asentada: por una parte, la
reproducción social es una de las condiciones que posibilitan la acumulación
sostenida de capital; por otra, la orientación del capitalismo a la acumulación
ilimitada tiende a desestabilizar los procesos mismos de reproducción social
sobre los cuales se asienta. Esta contradicción socioreproductiva del
capitalismo se sitúa en la base de la denominada crisis de los cuidados. Aunque
inherente al capitalismo como tal, asume una forma diferente y distintiva en
cada forma históricamente específca de la sociedad capitalista: en el
capitalismo liberal competitivo del siglo xix; en el capitalismo gestionado por
el Estado de posguerra; y en el capitalismo neoliberal fnanciarizado de nuestro
tiempo. Los défcits de cuidados que experimentamos hoy son la forma que esta
contradicción adopta en esta tercera fase, la más reciente, del desarrollo
capitalista. Para desarrollar esta tesis, propongo explicar primero la
contradicción social del capitalismo como tal, en su forma general. En segundo
lugar, esbozo su evolución histórica en las dos fases anteriores del desarrollo
capitalista. Por último, sugiero interpretar los «défcits de los cuidados» de
hoy en día como expresiones de la contradicción social del capitalismo en su
actual fase fnanciarizada.
Aprovechándose del mundo de vida
La
mayoría de los estudiosos de la crisis contemporánea se centran en las
contradicciones internas del sistema económico capitalista. En el núcleo de
este, afirman, radica una tendencia innata a la autodesestabilización, que se
expresa periódicamente mediante crisis económicas. Este punto de vista es
acertado hasta cierto punto, pero no aporta una imagen completa de las
tendencias inherentes del capitalismo a la crisis. Al adoptar una
perspectiva economicista, interpreta el capitalismo de manera excesivamente
restrictiva como un sistema económico simpliciter. Por el contrario, asumiré
una interpretación ampliada del capitalismo, que abarca tanto su economía oficial
como las condiciones contextuales «no económicas» de la misma. Dicho punto de
vista nos permite conceptualizar y criticar toda la gama de tendencias del
capitalismo a la crisis, incluidas las que afectan a la reproducción social. Mi
argumento es que el subsistema económico del capitalismo depende de actividades
de reproducción social externas a él, que constituyen una de las condiciones
primordiales que posibilitan su existencia. Otras condiciones primordiales son
las funciones de gobernanza desempeñadas por los poderes públicos y la
disponibilidad de la naturaleza como fuente de «insumos productivos» y como
«sumidero» de los residuos de la producción . Aquí me centraré, sin embargo,
en el modo en el que la economía capitalista depende –podría decirse que se
aprovecha sin coste alguno– de actividades de reposición, prestación de
cuidados e interacción que producen y sostienen vínculos sociales, aunque no
les asigna valor monetario y los trata como si fuesen gratuitos. Denominada de
diversas formas («cuidados», «trabajo afectivo» o «subjetivación»), dicha actividad
forma los sujetos humanos del capitalismo, sosteniéndolos como seres naturales
personifcados, al tiempo que los constituye como seres sociales, formando sus
habitus y el ethos cultural en los que se mueven. El trabajo de traer al mundo
y socializar a los niños es fundamental para este proceso, al igual que cuidar
a los ancianos, mantener los hogares, construir comunidades y sostener los
signifcados, las disposiciones afectivas y los horizontes de valor compartidos
que apuntalan la cooperación social. En las sociedades capitalistas, buena
parte de esta actividad, aunque no toda, se efectúa al margen del mercado: en
viviendas, barrios, asociaciones de la sociedad civil, redes informales e
instituciones públicas tales como los colegios; y una parte relativamente
pequeña de la misma adopta la forma de trabajo asalariado. La actividad de
reproducción social no asalariada es necesaria para la existencia del trabajo
asalariado, para la acumulación de plusvalor y para el funcionamiento del
capitalismo como tal. Ninguna de estas cosas podría existir en ausencia del
trabajo doméstico, la crianza de niños, la enseñanza, los cuidados afectivos y
toda una serie de actividades que sirven para producir nuevas generaciones de
trabajadores y reponer las existentes, así como para mantener los vínculos
sociales y las mentalidades compartidas. La reproducción social es una
condición de fondo indispensable para la posibilidad de la producción económica
en una sociedad capitalista4 . Al menos desde la era industrial, sin embargo,
las sociedades capitalistas han separado el trabajo de reproducción social del
trabajo de reproducción económica. Asociando el primero con las mujeres y el
segundo con los hombres, han remunerado las actividades «reproductivas» con la
moneda del «amor» y la «virtud», al tiempo que compensaban el «trabajo
productivo» con dinero. De este modo, las sociedades capitalistas crearon una
base institucional para formas nuevas y modernas de subordinación de las
mujeres. Separando el trabajo reproductivo del universo de las actividades
humanas en general, en el que antes el trabajo de las mujeres ocupaba un lugar
reconocido, lo relegaron a una «esfera doméstica» de nueva
institucionalización, en la que la importancia social de dicho trabajo quedó
oscurecida. Y en este mundo nuevo, en el que el dinero se convirtió en el
principal medio de poder, el hecho de no estar remunerado selló la cuestión:
quienes efectúan dicho trabajo están estructuralmente subordinadas a aquellos
que reciben salarios en metá- lico, aunque su trabajo proporcione una
precondición necesaria para el trabajo asalariado, e incluso mientras está
siendo también saturado de nuevos y falseados ideales domésticos de feminidad.
En general, por lo tanto, las sociedades capitalistas separan la reproducción
social de la producción económica, asociando la primera con las mujeres, y
oscureciendo su importancia y su valor. Paradójicamente, sin embargo, hacen
depender sus economías ofciales de los mismísimos procesos de reproducción
social cuyo valor rechazan. Esta peculiar relación de
separación-dependencia-rechazo es una fuente inherente de inestabilidad: por un
lado, la producción económica capitalista no es autosufciente, sino que depende
de la reproducción social; por otro, su tendencia a la acumulación ilimitada
amenaza con desestabilizar los mismísimos procesos y capacidades reproductivas
que el capital necesita (y también el resto de nosotros). Con el tiempo la
consecuencia puede ser, como veremos, la de hacer peligrar las condiciones
sociales necesarias para la economía capitalista. Se trata, en efecto, de una
«contradicción social» inherente en la estructura profunda de la sociedad
capitalista. Como las contradicciones económicas resaltadas por los marxistas,
también esta cimienta una tendencia a las crisis.
En este caso, sin embargo, la
contradicción no se sitúa «dentro» de la economía capitalista, sino en la
frontera que simultáneamente separa y conecta producción y reproducción. Ni
intraeconómica ni intradoméstica, es una contradicción entre dos elementos
constituyentes de la sociedad capitalista. A menudo, por supuesto, esta
contradicción es silenciada, y la tendencia correspondiente a las crisis
permanece oculta. Se agudiza, sin embargo, cuando la tendencia del capital a
ampliar la acumulación se desancla de sus bases sociales y se vuelve contra
ellas. En dicho caso, la lógica de la producción económica se antepone a la de
la reproducción social, desestabilizando los mismísimos procesos de los que
depende el capital, y haciendo peligrar las capacidades sociales, tanto
domésticas como públicas, necesarias para sostener la acumulación a largo
plazo. Destruyendo las propias condiciones de posibilidad, la dinámica de
acumulación del capital se muerde de hecho su propia cola.
Realizaciones históricas (...)
Fuente:
http://www.rebelion.org/docs/223186.pdf
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