martes, 21 de febrero de 2017

Pensemos "en el modo en el que la economía capitalista depende –podría decirse que se aprovecha sin coste alguno– de actividades de reposición, prestación de cuidados e interacción que producen y sostienen vínculos sociales, aunque no les asigna valor monetario y los trata como si fuesen gratuitos".

Las contradicciones del capital y los cuidados

21 de febrero de 2017
Por Nancy Fraser

New Left review 100 septiembre - octubre 2016
La «crisis de los cuidados» es en este momento uno de los principales temas de debate público1 . A menudo relacionado con ideas como «pobreza de tiempo», «equilibrio familia-trabajo» y «vaciamiento social», hace referencia a las presiones que desde diversos puntos están actualmente exprimiendo un conjunto clave de capacidades sociales: las disponibles para tener y criar niños, cuidar de amigos y familiares, mantener hogares y comunidades más amplias, y sostener relaciones más en general2 . Históricamente, estos procesos de «reproducción social» han estado considerados trabajo de mujeres, aunque los hombres siempre han realizado también parte de los mismos. Los cuidados, que comprenden tanto trabajo afectivo como material y a menudo se realizan sin remuneración, son indispensables para la sociedad. Sin ellos no podría haber cultura, ni economía, ni organización política. Ninguna sociedad que sistemáticamente debilite su reproducción social logra perdurar mucho. Hoy en día, sin embargo, una nueva forma de sociedad capitalista está haciendo exactamente eso. El resultado es una enorme crisis, no sólo de los cuidados, sino también de la reproducción social en su sentido más amplio. Entiendo esta crisis como uno de los componentes de una «crisis general», que incluye también vectores económicos, ecológicos y políticos, que se entrecruzan y exacerban mutuamente. El aspecto de la reproducción social forma una dimensión importante de esta crisis general, pero a menudo queda olvidado en los actuales debates, que se centran principalmente en los peligros económicos o ecológicos. Este «separatismo crítico» es problemático; el aspecto social es tan fundamental en la crisis en general que ninguno de los otros puede entenderse adecuadamente haciendo abstracción de él. Sin embargo, también puede afrmarse lo contrario. La crisis de la reproducción social no es un elemento independiente y no puede entenderse adecuadamente por sí sola. ¿Cómo deberíamos interpretarla, entonces? Yo sostengo que la «crisis de los cuidados» es mejor interpretarla como una expresión más o menos aguda de las contradicciones socioreproductivas del capitalismo fnanciarizado. Esta formulación sugiere dos ideas. En primer lugar, las actuales tensiones a las que están sometidos los cuidados no son accidentales, sino que tienen unas profundas raíces sistémicas en la estructura de nuestro orden social, que yo denomino aquí capitalismo fnanciarizado. No obstante, y éste es el segundo punto, la actual crisis de la reproducción social indica que hay algo podrido no sólo en la actual forma fnanciarizada del capitalismo, sino en la sociedad capitalista per se. 

Sostengo que toda forma de sociedad capitalista alberga una contradicción o «tendencia a la crisis» socioreproductiva profundamente asentada: por una parte, la reproducción social es una de las condiciones que posibilitan la acumulación sostenida de capital; por otra, la orientación del capitalismo a la acumulación ilimitada tiende a desestabilizar los procesos mismos de reproducción social sobre los cuales se asienta. Esta contradicción socioreproductiva del capitalismo se sitúa en la base de la denominada crisis de los cuidados. Aunque inherente al capitalismo como tal, asume una forma diferente y distintiva en cada forma históricamente específca de la sociedad capitalista: en el capitalismo liberal competitivo del siglo xix; en el capitalismo gestionado por el Estado de posguerra; y en el capitalismo neoliberal fnanciarizado de nuestro tiempo. Los défcits de cuidados que experimentamos hoy son la forma que esta contradicción adopta en esta tercera fase, la más reciente, del desarrollo capitalista. Para desarrollar esta tesis, propongo explicar primero la contradicción social del capitalismo como tal, en su forma general. En segundo lugar, esbozo su evolución histórica en las dos fases anteriores del desarrollo capitalista. Por último, sugiero interpretar los «défcits de los cuidados» de hoy en día como expresiones de la contradicción social del capitalismo en su actual fase fnanciarizada.

Aprovechándose del mundo de vida
La mayoría de los estudiosos de la crisis contemporánea se centran en las contradicciones internas del sistema económico capitalista. En el núcleo de este, afirman, radica una tendencia innata a la autodesestabilización, que se expresa periódicamente mediante crisis económicas. Este punto de vista es acertado hasta cierto punto, pero no aporta una imagen completa de las tendencias inherentes del capitalismo a la crisis. Al adoptar una perspectiva economicista, interpreta el capitalismo de manera excesivamente restrictiva como un sistema económico simpliciter. Por el contrario, asumiré una interpretación ampliada del capitalismo, que abarca tanto su economía oficial como las condiciones contextuales «no económicas» de la misma. Dicho punto de vista nos permite conceptualizar y criticar toda la gama de tendencias del capitalismo a la crisis, incluidas las que afectan a la reproducción social. Mi argumento es que el subsistema económico del capitalismo depende de actividades de reproducción social externas a él, que constituyen una de las condiciones primordiales que posibilitan su existencia. Otras condiciones primordiales son las funciones de gobernanza desempeñadas por los poderes públicos y la disponibilidad de la naturaleza como fuente de «insumos productivos» y como «sumidero» de los residuos de la producción . Aquí me centraré, sin embargo, en el modo en el que la economía capitalista depende –podría decirse que se aprovecha sin coste alguno– de actividades de reposición, prestación de cuidados e interacción que producen y sostienen vínculos sociales, aunque no les asigna valor monetario y los trata como si fuesen gratuitos. Denominada de diversas formas («cuidados», «trabajo afectivo» o «subjetivación»), dicha actividad forma los sujetos humanos del capitalismo, sosteniéndolos como seres naturales personifcados, al tiempo que los constituye como seres sociales, formando sus habitus y el ethos cultural en los que se mueven. El trabajo de traer al mundo y socializar a los niños es fundamental para este proceso, al igual que cuidar a los ancianos, mantener los hogares, construir comunidades y sostener los signifcados, las disposiciones afectivas y los horizontes de valor compartidos que apuntalan la cooperación social. En las sociedades capitalistas, buena parte de esta actividad, aunque no toda, se efectúa al margen del mercado: en viviendas, barrios, asociaciones de la sociedad civil, redes informales e instituciones públicas tales como los colegios; y una parte relativamente pequeña de la misma adopta la forma de trabajo asalariado. La actividad de reproducción social no asalariada es necesaria para la existencia del trabajo asalariado, para la acumulación de plusvalor y para el funcionamiento del capitalismo como tal. Ninguna de estas cosas podría existir en ausencia del trabajo doméstico, la crianza de niños, la enseñanza, los cuidados afectivos y toda una serie de actividades que sirven para producir nuevas generaciones de trabajadores y reponer las existentes, así como para mantener los vínculos sociales y las mentalidades compartidas. La reproducción social es una condición de fondo indispensable para la posibilidad de la producción económica en una sociedad capitalista4 . Al menos desde la era industrial, sin embargo, las sociedades capitalistas han separado el trabajo de reproducción social del trabajo de reproducción económica. Asociando el primero con las mujeres y el segundo con los hombres, han remunerado las actividades «reproductivas» con la moneda del «amor» y la «virtud», al tiempo que compensaban el «trabajo productivo» con dinero. De este modo, las sociedades capitalistas crearon una base institucional para formas nuevas y modernas de subordinación de las mujeres. Separando el trabajo reproductivo del universo de las actividades humanas en general, en el que antes el trabajo de las mujeres ocupaba un lugar reconocido, lo relegaron a una «esfera doméstica» de nueva institucionalización, en la que la importancia social de dicho trabajo quedó oscurecida. Y en este mundo nuevo, en el que el dinero se convirtió en el principal medio de poder, el hecho de no estar remunerado selló la cuestión: quienes efectúan dicho trabajo están estructuralmente subordinadas a aquellos que reciben salarios en metá- lico, aunque su trabajo proporcione una precondición necesaria para el trabajo asalariado, e incluso mientras está siendo también saturado de nuevos y falseados ideales domésticos de feminidad. En general, por lo tanto, las sociedades capitalistas separan la reproducción social de la producción económica, asociando la primera con las mujeres, y oscureciendo su importancia y su valor. Paradójicamente, sin embargo, hacen depender sus economías ofciales de los mismísimos procesos de reproducción social cuyo valor rechazan. Esta peculiar relación de separación-dependencia-rechazo es una fuente inherente de inestabilidad: por un lado, la producción económica capitalista no es autosufciente, sino que depende de la reproducción social; por otro, su tendencia a la acumulación ilimitada amenaza con desestabilizar los mismísimos procesos y capacidades reproductivas que el capital necesita (y también el resto de nosotros). Con el tiempo la consecuencia puede ser, como veremos, la de hacer peligrar las condiciones sociales necesarias para la economía capitalista. Se trata, en efecto, de una «contradicción social» inherente en la estructura profunda de la sociedad capitalista. Como las contradicciones económicas resaltadas por los marxistas, también esta cimienta una tendencia a las crisis. 

En este caso, sin embargo, la contradicción no se sitúa «dentro» de la economía capitalista, sino en la frontera que simultáneamente separa y conecta producción y reproducción. Ni intraeconómica ni intradoméstica, es una contradicción entre dos elementos constituyentes de la sociedad capitalista. A menudo, por supuesto, esta contradicción es silenciada, y la tendencia correspondiente a las crisis permanece oculta. Se agudiza, sin embargo, cuando la tendencia del capital a ampliar la acumulación se desancla de sus bases sociales y se vuelve contra ellas. En dicho caso, la lógica de la producción económica se antepone a la de la reproducción social, desestabilizando los mismísimos procesos de los que depende el capital, y haciendo peligrar las capacidades sociales, tanto domésticas como públicas, necesarias para sostener la acumulación a largo plazo. Destruyendo las propias condiciones de posibilidad, la dinámica de acumulación del capital se muerde de hecho su propia cola.
Realizaciones históricas (...)

Fuente: http://www.rebelion.org/docs/223186.pdf

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