martes, 28 de febrero de 2017

III. "Nos encontramos en la Era Catastrozoica, del Período “Cabernario”, Época del capitaloceno y el nuevo meteorito que destruye nuestro planeta no viene del espacio exterior, El meteorito de nuestro tiempo se llama capitalismo y resulta inútil tratar de cambiarle el nombre".

El capitaloceno


27 de febrero de 2017


Por Renan Vega Cantor

(...)Mientras es evidente la sequía, la gran industria agrícola consume el 80% del agua disponible, siendo ese estado el primer productor agrícola de los Estados Unidos: “Para poner un poco de esta producción en perspectiva, se necesitan 700 galones de agua para producir suficiente alfalfa para que las vacas produzcan un solo galón de leche y 425 galones de agua para producir sólo 4 onzas de carne de res. La producción de una sola almendra requiere por lo menos un galón de agua”18.

Para completar, en la región se ha venido impulsado el fracking, el cual despilfarró 42 billones de galones para extraer gas y petróleo. Con esa cantidad se podría abastecer a la ciudad de San Francisco durante tres años. -Chile: Incendio en los bosques neoliberalizados: En las primeras semanas de 2017 se han presentado los peores incendios en la historia de Chile que afectan a unas 250 mil hectáreas. Los incendios se desarrollan en las plantaciones de árboles importados, principalmente pino y eucalipto, que han sido sembrados como parte de un negocio de grandes empresas forestales. Ese negocio despegó en plena dictadura de Pinochet en 1974 y ha consistido en arrasar con las especies nativas y con los cultivos agrícolas, lo que ha reducido la biodiversidad de la región. Para sustituir las especies nativas se sembraron miles de hectáreas con las dos especies mencionadas, con el fin de producir madera y celulosa. Tanto el pino como el eucalipto almacenan en sus hojas aceites inflamables y “mientras la forma del eucalipto fomenta la entrada de vientos, el pino suelta un colchón de acículas tan preciso para prender fuego como el papel periódico”19.

Son los típicos bosques neoliberales, cuyas pocas especies de árboles son todas idénticas, en las que no se encuentran ni un caballo ni una vaca, no se escucha el sonido de un pájaro, son bosques muertos que cubren miles de hectáreas. Han arrasado con la biodiversidad, secan los suelos y las aguas subterráneas. Con mayor sequedad en el suelo, más posibilidades para que haya incendios y se propaguen rápida y fácilmente. Por supuesto, cuando sembrar árboles se convierte en un negocio de grandes empresarios que genera pingues ganancias, solo importa la rentabilidad económica y no los desastres ambientales que se originen a mediano plazo. En la pequeña localidad de Santa Olga, mil familias perdieron sus viviendas, que fueron arrasadas por el fuego. Doce personas habían muerto a comienzos de febrero y cinco mil personas estaban directamente afectadas. La llamada Isla Grande de Chiloe, localizada en el archipiélago de Chiloe, en el centro-sur de Chile, ha sido destruida por los incendios en cerca de dos tercios. De un total de 8.394 kilómetros cuadrados (km²) de superficie durante las dos primeras semanas de los incendiso fueron arrasados 5.471 km². A las razones antes mencionadas, que no tienen nada de naturales, debe agregarse que al mismo tiempo en Chile se han presentado elevadas temperaturas, como resultado del vuelco climático, lo que ha facilitado la propagación de los incendios. En conclusión, “los incendios desatados por doquier no son casualidad, existe una estructura gubernamental que creó ésta gran caja de fósforos; secando territorios cultivables, acabando con bosques endémicos y todas sus manifestaciones de vida, o casi todas, pues en las alturas calurosas de Peralillo se ven jotes al acecho de carne putrefacta”20. O, como lo dijo una de las personas afectadas directamente por los incendios, “esto es como el infierno de Dante”. Como quien dice, el paraíso neoliberal que presume ser Chile se convirtió en un desierto forestal, una gigante caja de fósforos, que ha devastado una parte de su territorio, afectando en forma directa a los más pobres y a los animales.


Homo Sapiens catalogado como responsable genérico y la pretendida emergencia del Antropoceno
La información presentada en el primer parágrafo puede aparecer como un registro caótico de hechos inconexos y sin explicación lógica, pero el trasfondo del asunto se llama capitalismo. Esta cuestión de fondo la retomamos en la tercera parte de este ensayo. Por ahora, es necesario referirse a la tendencia dominante que asegura que la destrucción de la naturaleza y las aceleradas modificaciones climáticas son culpa del hombre en general, del homo sapiens. Esa postura liberal le echa la culpa a todos para no inculpar a nadie y mucho menos al sistema capitalista. Esta interpretación no sólo es dominante en los medios de desinformación, sino entre círculos científicos (de las ciencias naturales y de las ciencias sociales). Connotados investigadores (biólogos, geólogos, climatólogos, antropólogos, geógrafos...) responsabilizan al homo sapiens como un todo y señalan que nosotros hemos sido destructivos desde que existimos. Citemos dos autorizadas afirmaciones al respecto. El célebre biólogo estadounidense Edward Wilson dice: “…la humanidad ha iniciado la sexta gran convulsión de extinción, haciendo que una gran fracción de las especies con las que compartimos la tierra se apresuren a entrar en la eternidad en una sola generación”21. El paleontólogo Richard Leakey y el antropólogo y bioquímico Roger Lewin sostienen en el mismo sentido: “El homo sapiens está maduro para ser el destructor más colosal de la historia, sólo superado por el asteroide gigante que chocó con la tierra hace sesenta y cinco millones de años, barriendo en un instante geológico la mitad de las especies de entonces”22. En los dos libros mencionados, no se nombra ni una vez al capitalismo como si este no existiese. Eso demuestra que el terreno dominante de la investigación científica parece ser cierta la afirmación de Frederick Jamenson de que es más fácil imaginar el fin del mundo, que el fin del capitalismo. Puede pensarse que esta ausencia u ocultamiento se debe al “analfabetismo político” de los científicos, o al hecho de no atreverse a romper con los marcos dominantes de la lógica del conocimiento imperante en el mundo occidental. Pese a efectuar notables investigaciones, la ciencia dominante, como la representada por los autores mencionados, pareciera vivir en un territorio aséptico políticamente. Las referencias que hemos señalado, a modo de ejemplo, indican una manera dominante de afrontar los problemas ambientales, cuya característica principal se sustenta en la utilización de un equívoco e impreciso lenguaje de tipo genérico, con la finalidad de responsabilizarnos a todos por igual y sostener que en todas las épocas históricas ha habido destrucción de especies y ecosistemas, siendo homo sapiens el directo responsable.

Con esa lógica se acuñó el término Antropoceno, por Paul Creutzen, un químico holandés y Premio Nobel. Este vocablo proviene del griego antropos, hombre, y de kainos, nuevo, y querría decir algo así como la “nueva época del hombre”. Se plantea como un sustituto del holoceno, actual época del periodo cuaternario en la historia de la tierra. El holoceno comenzó hace 11.700 años antes del presente y se caracteriza por tener un clima estable, luego de la última glaciación. Terminaría con la irrupción del Antropoceno, vocablo que indica que las acciones humanas tienen una incidencia directa sobre el planeta tierra, hasta el punto que podría considerarse como una nueva era geológica. Los que utilizan el término Antropoceno no están de acuerdo con su fecha de origen. Para Paul Creutzen comenzó con la revolución industrial, es decir, hacia 1750. Para otros se inició en1945, con la invención y utilización de la bomba atómica, cuyos residuos radiactivos se han expandido a lo largo y ancho del planeta. Para Jan Zalasiewicz, presidente del Grupo de Trabajo del Antropoceno "la importancia del Antropoceno radica en el hecho de que fija una trayectoria diferente para el sistema terrestre integrado por los humanos". Para Colin Waters, geólogo jefe del Instituto Geológico del Reino Unido y secretario del Grupo de Trabajo, “poder identificar ese intervalo de tiempo nos indica hasta qué punto las actividades humanas tienen un impacto sobre nuestro planeta: "La noción del Antropoceno consigue englobar todas las ideas relativas al cambio climático". Para Chris Rapley, experto en cambio climático ex director del Museo de Ciencia de Londres "el Antropoceno define un nuevo periodo en el que las actividades de los humanos dominan el funcionamiento del planeta"23.

Siempre referencias etéreas, en las que no se hace ninguna alusión a un determinado modo de producción caracterizado por cierto tipo de relaciones sociales y tampoco al modo de vida que se deriva de dicho modo de producción. Desde luego, en una especie de disonancia cognitiva resulta fácil mirar para otro lado, no ver al capitalismo, y centrar la atención en el homo sapiens, como si las responsabilidades en la destrucción del planeta tierra fueran simétricas, como si no existiese desigualdad social y económica, tanto entre países, como dentro de cada uno de ellos, que conduce a que sea una minoría insignificante de la población mundial (el 1 por ciento) la que se beneficia en forma directa de la expoliación de la naturaleza.

Ahora bien, incluso a muchos “científicos puros” les preocupa que se emplee el término Antropoceno por varias razones. Sus dudas se refieren, en primer lugar, a una percepción temporal, hasta cierto punto lógica, que se apoya en dudar de la importancia geológica que pudiera tener un breve periodo de tiempo (de doscientos años o un poco más) si se le compara con los millones de años de duración de las eras geológicas. En ese mismo sentido, se cuestiona que se dé por concluido el Holoceno, tan sólo 11.700 años después de su inicio, lo que es en términos geológicos una bicoca de tiempo. En segundo lugar, los geólogos se centran en los registros estratigráficos y la mayor parte de ellos duda que las acciones humanas de hoy pudieran dejar huella fósil. Estos cuestionamientos tienen poco sustento, porque es evidente que el capitalismo significa un cambio histórico sin precedentes, hasta el punto que tiene impactos que quedan en el registro fósil, tales como el uso de las armas nucleares, la producción de plásticos que pueden durar miles de años en degradarse, o la generación de altos niveles de nitrógeno y de fosfato en los suelos, que proceden de la utilización intensiva de abonos artificiales.

Existen dos tipos de argumentación para achacar al homo sapiens la responsabilidad en la destrucción de la naturaleza. Por un lado, el señalar que siempre ha habido esa destrucción y, por otro, indicar que ha habido sociedades que han colapsado en diversos momentos del pasado. En cuanto al primer argumento, quienes señalan con el dedo acusador al homo sapiens indican que desde nuestra aparición hemos arrasado la naturaleza y hemos contribuido a la desaparición de especies vegetales y animales, como sucedió con la megafauna hace varios miles de años. Se sostiene que, en este sentido, no habrían diferencias entre lo que sucede hoy y lo que sucedió en sociedades anteriores: todas serían igualmente destructivas y ecocidas. Elizabeth Kolbert afirma al respecto: Suele decirse que el Antropoceno comenzó con la revolución industrial, o incluso más tarde con el crecimiento explosivo de la población que siguió a la segunda guerra mundial. Según esta visión, los humanos sólo nos hemos convertido en fuerzas capaces de alterar el mundo gracias a la introducción de las modernas tecnologías, como las turbinas, los ferrocarriles y las motosierras. Pero la extinción de la megafauna sugiere que no es así. Antes de que los humanos aparecieran en escena, ser grande y reproducirse lentamente era una estrategia de gran éxito, y los animales de enorme tamaño dominaban el planeta. […] Aunque sea bonito imaginar que hubo un tiempo en que el hombre vivía en armonía con la naturaleza, no está claro que eso haya pasado nunca24.

Este tipo de argumentación es bastante discutible, por la sencilla razón que la destrucción de la naturaleza, la extinción de especies, la alteración de ecosistemas que se dieron en otros momentos de la historia humana no tuvieron, de ninguna manera, el alcance, impacto, escala y velocidad de lo que produce el capitalismo. Su alcance fue limitado a casos puntuales, y aunque se hayan aniquilado especies animales y vegetales, nunca se pusieron en riesgo miles de especies o se redujo la biodiversidad en forma brutal como ahora. Su impacto fue limitado en términos espaciales, sin cobijar al mundo entero y a todo tipo de ecosistemas. Su escala en términos cuantitativos y cualitativos es reducida si se compara con lo que acontece en la actualidad, cuando confluyen un sinnúmero de factores negativos a nivel del mundo (extinción masiva de especies, acidificación de los océanos, reducción de la biodiversidad, aumento de la temperatura, deshielo del Ártico, incremento en los gases de efecto invernadero, destrucción de los corales, contaminación….). Su velocidad fue muy lenta, puesto que, para señalar solo un aspecto, el grado de extinción de especies en épocas anteriores no tiene ni punto de comparación con lo que sucede en la actualidad. Edward Wilson lo reconoce en forma explícita cuando precisa que “la tasa de extinción probablemente sea hoy cincuenta o quinientas veces mayor que en los tiempos anteriores al hombre. Casi con seguridad, esa tasa aumentará y alcanzará un orden de magnitud de mil o diez mil si las especies que están en peligro en la actualidad desaparecen y se destruyen los últimos vestigios de algunos ecosistemas, lo que acarreará la destrucción total de las especies que son exclusivas de ellos”25.. Sobre este asunto sostiene el científico Will Steffen, director del Instituto de Cambio Climático de la Universidad Nacional de Australia: "Estamos llevando al planeta a unas condiciones que no han existido en el pasado para la especie humana y nos estamos acercando a unos puntos críticos que será mejor no atravesar. En el pasado, se han rebasado varias veces estos límites a nivel local. La diferencia estriba en que ahora estamos rebasando los límites planetarios a escala global"26.

En cuanto al segundo argumento, el del colapso, se sostiene que a lo largo de la historia humana han desaparecido diversas sociedades, y se trae a colación el caso de los mayas (Mesoamérica), los habitantes de la Isla de Pascua (Océano Pacífico), los Anasazi (Sudeste de los actuales Estados Unidos)… El principal representante de esta interpretación es Jared Diamond, quien nunca nombra al capitalismo (ni una vez, en un voluminoso libro de 750 páginas) y cuya base explicativa se basa en sostener que unas sociedades buscan el éxito y otras el fracaso, como si existiese una elección social al margen de los contextos, limitaciones y características de los modos de producción y las formas de organización social. Su análisis apunta a que en el mundo actual, si se toma conciencia de los colapsos de otras épocas, algunas empresas pueden ser ecológicamente responsables y no contaminar ni destruir y los Estados Unidos son presentados como el lugar en donde la agricultura es la más eficiente, lo que no considera su costo energético, que la hace la más ineficiente de todas las que han existido en la historia de la humanidad. Además, no se destaca lo suficiente que el colapso de anteriores sociedades fue localizado, y producto en la mayor parte de los casos de factores exógenos, como colonización y conquista, mientras que el probable colapso de la civilización capitalista tendrá un impacto mundial y se debe a la lógica interna de funcionamiento del capitalismo y a sus diversas contradicciones, que se desprenden de la sed de ganancias, crecimiento ilimitado y explotación intensiva de seres humanos27.

Will Steffen, el científico antes mencionado, sin nombrar el capitalismo –porque parece que su nombre quema– sostiene que el actual "sistema económico que nos está llevando de cabeza hacia un futuro insostenible y en el que a cada generación le será más difícil sobrevivir […] La historia nos demuestra que hay civilizaciones que surgieron y colapsaron porque no fueron capaces de cambiar a tiempo: en ese punto es donde estamos hoy en día"28. En definitiva, Antropoceno es un apelativo muy benigno porque en lugar de indicar la responsabilidad del capitalismo, se centra en culpabilizarnos a todos por igual de la destrucción ambiental del planeta y del vuelco climático en marcha. Por eso, no resulta extraño que hasta un órgano ideológico y propagandístico del capitalismo mundial, como la revista The Economist, haya publicado un dossier especial con título “Bienvenidos al Antropoceno”. continúa 

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