El capitaloceno
27 de febrero de 2017
27 de febrero de 2017
Por Renan Vega Cantor
(...)Mientras es evidente la sequía, la gran industria agrícola consume el 80% del agua disponible, siendo ese estado el primer productor agrícola de los Estados Unidos: “Para poner un poco de esta producción en perspectiva, se necesitan700 galones de agua
para producir suficiente alfalfa para que las vacas produzcan un solo galón de
leche y 425 galones
de agua para producir sólo 4
onzas de carne de res. La producción de una sola
almendra requiere por lo menos un galón de agua”18.
Will Steffen, el científico antes mencionado, sin
nombrar el capitalismo –porque parece que su nombre quema– sostiene que el
actual "sistema económico que nos está llevando de cabeza hacia un futuro
insostenible y en el que a cada generación le será más difícil sobrevivir […]
La historia nos demuestra que hay civilizaciones que surgieron y colapsaron
porque no fueron capaces de cambiar a tiempo: en ese punto es donde estamos hoy
en día"28. En definitiva, Antropoceno es un apelativo muy
benigno porque en lugar de indicar la responsabilidad del capitalismo, se
centra en culpabilizarnos a todos por igual de la destrucción ambiental del
planeta y del vuelco climático en marcha. Por eso, no resulta extraño que hasta
un órgano ideológico y propagandístico del capitalismo mundial, como la revista The Economist ,
haya publicado un dossier especial con título “Bienvenidos al Antropoceno”. continúa
(...)Mientras es evidente la sequía, la gran industria agrícola consume el 80% del agua disponible, siendo ese estado el primer productor agrícola de los Estados Unidos: “Para poner un poco de esta producción en perspectiva, se necesitan
Para completar, en la región se ha venido impulsado el
fracking, el cual despilfarró 42 billones de galones para extraer gas y
petróleo. Con esa cantidad se podría abastecer a la ciudad de San Francisco
durante tres años. -Chile: Incendio en los bosques neoliberalizados: En las
primeras semanas de 2017 se han presentado los peores incendios en la historia
de Chile que afectan a unas 250 mil hectáreas. Los incendios se desarrollan en
las plantaciones de árboles importados, principalmente pino y eucalipto, que
han sido sembrados como parte de un negocio de grandes empresas forestales. Ese
negocio despegó en plena dictadura de Pinochet en 1974 y ha consistido en
arrasar con las especies nativas y con los cultivos agrícolas, lo que ha
reducido la biodiversidad de la
región. Para sustituir las especies nativas se sembraron
miles de hectáreas con las dos especies mencionadas, con el fin de producir
madera y celulosa. Tanto el pino como el eucalipto almacenan en sus hojas
aceites inflamables y “mientras la forma del eucalipto fomenta la entrada de
vientos, el pino suelta un colchón de acículas tan preciso para prender fuego
como el papel periódico”19.
Son los típicos bosques neoliberales, cuyas pocas especies
de árboles son todas idénticas, en las que no se encuentran ni un caballo ni
una vaca, no se escucha el sonido de un pájaro, son bosques muertos que cubren
miles de hectáreas. Han arrasado con la biodiversidad, secan los suelos y las
aguas subterráneas. Con mayor sequedad en el suelo, más posibilidades para que
haya incendios y se propaguen rápida y fácilmente. Por supuesto, cuando sembrar
árboles se convierte en un negocio de grandes empresarios que genera pingues
ganancias, solo importa la rentabilidad económica y no los desastres
ambientales que se originen a mediano plazo. En la pequeña localidad de Santa
Olga, mil familias perdieron sus viviendas, que fueron arrasadas por el fuego.
Doce personas habían muerto a comienzos de febrero y cinco mil personas estaban
directamente afectadas. La llamada Isla Grande de Chiloe, localizada en el
archipiélago de Chiloe, en el centro-sur de Chile, ha sido destruida por los
incendios en cerca de dos tercios. De un total de 8.394 kilómetros
cuadrados (km²) de superficie durante las dos primeras semanas de los incendiso
fueron arrasados 5.471 km². A las razones antes mencionadas, que no tienen nada
de naturales, debe agregarse que al mismo tiempo en Chile se han presentado
elevadas temperaturas, como resultado del vuelco climático, lo que ha
facilitado la propagación de los incendios. En conclusión, “los incendios
desatados por doquier no son casualidad, existe una estructura gubernamental
que creó ésta gran caja de fósforos; secando territorios cultivables, acabando
con bosques endémicos y todas sus manifestaciones de vida, o casi todas, pues
en las alturas calurosas de Peralillo se ven jotes al acecho de carne putrefacta”20.
O, como lo dijo una de las personas afectadas directamente por los incendios,
“esto es como el infierno de Dante”. Como quien dice, el paraíso neoliberal que
presume ser Chile se convirtió en un desierto forestal, una gigante caja de
fósforos, que ha devastado una parte de su territorio, afectando en forma
directa a los más pobres y a los animales.
Homo Sapiens
catalogado como responsable genérico y la pretendida emergencia del Antropoceno
La información presentada en el primer parágrafo puede aparecer
como un registro caótico de hechos inconexos y sin explicación lógica, pero el
trasfondo del asunto se llama capitalismo. Esta cuestión de fondo la retomamos en la tercera parte
de este ensayo. Por ahora, es necesario referirse a la tendencia dominante que
asegura que la destrucción de la naturaleza y las aceleradas modificaciones
climáticas son culpa del hombre en general, del homo sapiens. Esa postura liberal le echa la culpa a todos para no
inculpar a nadie y mucho menos al sistema capitalista. Esta
interpretación no sólo es dominante en los medios
de desinformación, sino entre círculos científicos (de las ciencias naturales y
de las ciencias sociales). Connotados investigadores (biólogos, geólogos,
climatólogos, antropólogos, geógrafos...) responsabilizan al homo sapiens como
un todo y señalan que nosotros hemos sido destructivos desde que existimos.
Citemos dos autorizadas afirmaciones al respecto. El célebre biólogo
estadounidense Edward Wilson dice: “…la humanidad ha iniciado la sexta gran
convulsión de extinción, haciendo que una gran fracción de las especies con las
que compartimos la tierra se apresuren a entrar en la eternidad en una sola
generación”21. El paleontólogo Richard Leakey y el antropólogo y
bioquímico Roger Lewin sostienen en el mismo sentido: “El homo sapiens está
maduro para ser el destructor más colosal de la historia, sólo superado por el
asteroide gigante que chocó con la tierra hace sesenta y cinco millones de
años, barriendo en un instante geológico la mitad de las especies de entonces”22.
En los dos libros mencionados, no se nombra ni una vez al capitalismo como si
este no existiese. Eso demuestra que el terreno dominante de la investigación
científica parece ser cierta la afirmación de Frederick Jamenson de que es más
fácil imaginar el fin del mundo, que el fin del capitalismo. Puede pensarse que esta ausencia u ocultamiento se debe al
“analfabetismo político” de los científicos, o al hecho de no atreverse a
romper con los marcos dominantes de la lógica del conocimiento imperante en el
mundo occidental. Pese a efectuar notables investigaciones, la ciencia
dominante, como la representada por los autores mencionados, pareciera vivir en
un territorio aséptico políticamente. Las referencias que hemos señalado, a
modo de ejemplo, indican una manera dominante de afrontar los problemas
ambientales, cuya característica principal se sustenta en la utilización de un
equívoco e impreciso lenguaje de tipo genérico, con la finalidad de
responsabilizarnos a todos por igual y sostener que en todas las épocas
históricas ha habido destrucción de especies y ecosistemas, siendo homo sapiens
el directo responsable.
Con esa lógica se acuñó el término Antropoceno, por Paul Creutzen, un químico
holandés y Premio Nobel. Este vocablo proviene del griego antropos, hombre, y
de kainos, nuevo, y querría decir algo así como la “nueva época del hombre”. Se
plantea como un sustituto del holoceno, actual época del periodo cuaternario en
la historia de la tierra.
El holoceno comenzó hace 11.700 años antes del presente y se
caracteriza por tener un clima estable, luego de la última glaciación.
Terminaría con la irrupción del Antropoceno, vocablo que indica que las
acciones humanas tienen una incidencia directa sobre el planeta tierra, hasta
el punto que podría considerarse como una nueva era geológica. Los que utilizan
el término Antropoceno no están de acuerdo con su fecha de origen. Para Paul
Creutzen comenzó con la revolución industrial, es decir, hacia 1750. Para otros
se inició en1945, con la invención y utilización de la bomba atómica, cuyos
residuos radiactivos se han expandido a lo largo y ancho del planeta. Para Jan
Zalasiewicz, presidente del Grupo de Trabajo del Antropoceno "la
importancia del Antropoceno radica en el hecho de que fija una trayectoria
diferente para el sistema terrestre integrado por los humanos". Para Colin
Waters, geólogo jefe del Instituto Geológico del Reino Unido y secretario del
Grupo de Trabajo, “poder identificar ese intervalo de tiempo nos indica hasta
qué punto las actividades humanas tienen un impacto sobre nuestro planeta:
"La noción del Antropoceno consigue englobar todas las ideas relativas al
cambio climático". Para Chris Rapley, experto en cambio climático ex
director del Museo de Ciencia de Londres "el Antropoceno define un nuevo
periodo en el que las actividades de los humanos dominan el funcionamiento del
planeta"23.
Siempre referencias etéreas, en las que no se hace ninguna
alusión a un determinado modo de producción caracterizado por cierto tipo de
relaciones sociales y tampoco al modo de vida que se deriva de dicho modo de
producción. Desde luego, en una especie de disonancia cognitiva resulta fácil
mirar para otro lado, no ver al capitalismo, y centrar la atención en el homo
sapiens, como si las responsabilidades en la destrucción del planeta tierra
fueran simétricas, como si no existiese desigualdad social y económica, tanto
entre países, como dentro de cada uno de ellos, que conduce a que sea una
minoría insignificante de la población mundial (el 1 por ciento) la que se
beneficia en forma directa de la expoliación de la naturaleza.
Ahora bien, incluso a muchos “científicos puros” les preocupa que
se emplee el término Antropoceno por varias razones. Sus dudas se refieren, en primer
lugar, a una percepción temporal, hasta cierto punto lógica, que se apoya en
dudar de la importancia geológica que pudiera tener un breve periodo de tiempo
(de doscientos años o un poco más) si se le compara con los millones de años de
duración de las eras geológicas. En ese mismo sentido, se cuestiona que se dé
por concluido el Holoceno, tan sólo 11.700 años después de su inicio, lo que es
en términos geológicos una bicoca de tiempo. En segundo lugar, los geólogos se
centran en los registros estratigráficos y la mayor parte de ellos duda que las
acciones humanas de hoy pudieran dejar huella fósil. Estos
cuestionamientos tienen poco sustento, porque es evidente que el capitalismo
significa un cambio histórico sin precedentes, hasta el punto que tiene
impactos que quedan en el registro fósil, tales como el uso de las armas
nucleares, la producción de plásticos que pueden durar miles de años en
degradarse, o la generación de altos niveles de nitrógeno y de fosfato en los
suelos, que proceden de la utilización intensiva de abonos artificiales.
Existen dos tipos de argumentación para
achacar al homo sapiens la responsabilidad en la destrucción de la naturaleza.
Por un lado, el señalar
que siempre ha habido esa destrucción y, por otro, indicar que ha habido
sociedades que han colapsado en diversos momentos del pasado. En cuanto al
primer argumento, quienes señalan con el dedo acusador al homo sapiens indican
que desde nuestra aparición hemos arrasado la naturaleza y hemos contribuido a
la desaparición de especies vegetales y animales, como sucedió con la megafauna
hace varios miles de años. Se sostiene que, en este sentido, no habrían
diferencias entre lo que sucede hoy y lo que sucedió en sociedades anteriores:
todas serían igualmente destructivas y ecocidas. Elizabeth Kolbert afirma al respecto:
Suele decirse que el Antropoceno comenzó con la revolución industrial, o
incluso más tarde con el crecimiento explosivo de la población que siguió a la
segunda guerra mundial. Según esta visión, los humanos sólo nos hemos
convertido en fuerzas capaces de alterar el mundo gracias a la introducción de
las modernas tecnologías, como las turbinas, los ferrocarriles y las
motosierras. Pero la extinción de la megafauna sugiere que no es así. Antes de
que los humanos aparecieran en escena, ser grande y reproducirse lentamente era
una estrategia de gran éxito, y los animales de enorme tamaño dominaban el
planeta. […] Aunque sea bonito imaginar que hubo un tiempo en que el hombre
vivía en armonía con la naturaleza, no está claro que eso haya pasado nunca24.
Este tipo de argumentación es bastante discutible, por la
sencilla razón que la destrucción de la naturaleza, la extinción de especies,
la alteración de ecosistemas que se dieron en otros momentos de la historia
humana no tuvieron, de ninguna manera, el alcance, impacto, escala y velocidad
de lo que produce el capitalismo. Su alcance fue limitado a casos puntuales, y aunque se
hayan aniquilado especies animales y vegetales, nunca se pusieron en riesgo
miles de especies o se redujo la biodiversidad en forma brutal como ahora. Su
impacto fue limitado en términos espaciales, sin cobijar al mundo entero y a
todo tipo de ecosistemas. Su escala en términos cuantitativos y cualitativos es
reducida si se compara con lo que acontece en la actualidad, cuando confluyen
un sinnúmero de factores negativos a nivel del mundo (extinción masiva de
especies, acidificación de los océanos, reducción de la biodiversidad, aumento
de la temperatura, deshielo del Ártico, incremento en los gases de efecto
invernadero, destrucción de los corales, contaminación….). Su velocidad fue muy
lenta, puesto que, para señalar solo un aspecto, el grado de extinción de
especies en épocas anteriores no tiene ni punto de comparación con lo que
sucede en la
actualidad. Edward Wilson lo reconoce en forma explícita
cuando precisa que “la tasa de extinción probablemente sea hoy cincuenta o
quinientas veces mayor que en los tiempos anteriores al hombre. Casi con
seguridad, esa tasa aumentará y alcanzará un orden de magnitud de mil o diez
mil si las especies que están en peligro en la actualidad desaparecen y se
destruyen los últimos vestigios de algunos ecosistemas, lo que acarreará la
destrucción total de las especies que son exclusivas de ellos”25..
Sobre este asunto sostiene el científico Will Steffen, director del Instituto
de Cambio Climático de la Universidad Nacional de Australia: "Estamos
llevando al planeta a unas condiciones que no han existido en el pasado para la
especie humana y nos estamos acercando a unos puntos críticos que será mejor no
atravesar. En el pasado, se han rebasado varias veces estos límites a nivel
local. La diferencia estriba en que ahora estamos rebasando los límites
planetarios a escala global"26.
En cuanto al segundo argumento, el del colapso, se sostiene que a
lo largo de la historia humana han desaparecido diversas sociedades, y se trae
a colación el caso de los mayas (Mesoamérica), los habitantes de la Isla de
Pascua (Océano Pacífico), los Anasazi (Sudeste de los actuales Estados Unidos)…
El principal representante de esta interpretación es Jared Diamond, quien nunca nombra al
capitalismo (ni una vez, en un voluminoso libro de 750 páginas) y cuya base
explicativa se basa en sostener que unas sociedades buscan el éxito y otras el
fracaso, como si existiese una elección social al margen de los contextos,
limitaciones y características de los modos de producción y las formas de
organización social. Su análisis apunta a que en el mundo actual, si se toma
conciencia de los colapsos de otras épocas, algunas empresas pueden ser ecológicamente
responsables y no contaminar ni destruir y los Estados Unidos son presentados
como el lugar en donde la agricultura es la más eficiente, lo que no considera
su costo energético, que la hace la más ineficiente de todas las que han
existido en la historia de la humanidad. Además , no se destaca lo suficiente
que el colapso de anteriores sociedades fue localizado, y producto en la mayor
parte de los casos de factores exógenos, como colonización y conquista,
mientras que el probable colapso de la civilización capitalista tendrá un
impacto mundial y se debe a la lógica interna de funcionamiento del capitalismo
y a sus diversas contradicciones, que se desprenden de la sed de ganancias,
crecimiento ilimitado y explotación intensiva de seres humanos27.
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