Reflexiones
Intempestivas
Sobre el
Frente Amplio y
la unidad de la Izquierda revolucionaria
24 de febrero de 2017
24 de febrero de 2017
Por Iker Cruz (Revista Nuestra América)
Hasta que el Frente Amplio finalmente nació. Fue un sueño de años…
quimera de muchos grupos, partidos, movimientos y colectividades de izquierda
(y no tanto) durante mucho tiempo, específicamente de quienes -a la usanza de la Unidad Popular , del
Podemos o del homónimo uruguayo- pretendían tener su propia versión para
enfrentar la coyuntura y el porvenir. De alguna manera, todos quienes militamos
en la izquierda revolucionaria o en el anticapitalista franco, apostamos a la
unidad de nuestros esfuerzos en algún frente
social o político común. Esto
es evidente pues -como dicen incansablemente los elenos colombianos- “la unidad no solo suma,
sino que multiplica”.
Los esfuerzos
en el campo revolucionario por unir voluntades e ideas son prácticamente
incontables. La mayoría -lo decimos con la propiedad que nos da el haber sido
parte de varios intentos- han sido esfuerzos patéticos, incluso rozando lo
caricaturesco. Lejos de la unidad real, se ha invocado el concepto decenas y
decenas de veces sin conseguir buenos resultados. En el centro de cada intento
unitario fallido hay -por supuesto- infinitas razones que explican cada
fracaso. Poco sentido tiene, ante tanto intento, hacer un ejercicio
“recopilatorio” de cada uno de estos (a menos que seamos ***
Hoy el Frente Amplio ha resuelto un camino propio de construcción. Reuniendo distintas fuerzas políticas lograron constituirse como una “alternativa” concreta para un importante sector de la sociedad civil. Podemos criticarlos y gritarles coléricos que son el “viejo reformismo”, que “no solucionarán nada”, que le “darán agua al régimen político en crisis”, etc., etc. Pero en ningún caso podremos decirles que no están avanzando (a su manera) por un camino que sin duda les traerá réditos políticos importantes: acumulación de fuerza propia y multiplicación de su influencia social y política en todo el país, por lo bajo y al corto plazo.
Sabemos que la unidad de los amplistas es formal y contingente, incluso oportunista. ¿Qué motivo podría juntar en un único espacio común a liberales y “libertarios”, capitalistas y “anticapitalistas”? Los asiduos a las teorías conspirativas, arrimados a la mentalidad dogmática y obtusa de siempre, afirmarán que (con grave e histérico tono de por medio, por favor) “¡en el fondo son lo mismo: un instrumento más de la Concertación para distraer las luchas populares que se multiplican por todo el país, en medio de crisis política y económica sin solución ni precedente, y el ascenso del proletariado que lucha violentamente por nacer en medio de este constreñido régimen que detiene cada embate mediante la violenta represión estatal!”. Entonces Boric, Cuevas, Sharp y los demás, obviamente estarían -simplemente- recibiendo órdenes desde el “segundo piso” de La Moneda, quizás incluso son agentes pagados por la CIA o el Mossad. Este discurso, pese a lo patético (y en el fondo conformista-fatalista) intenta esconder lo obvio: la falta de autocrítica y la ausencia de propuesta real desde el campo de los revolucionarios. Nuestra crisis, ¡camaradas catastrofistas!, es más grande y profunda que cualquier crisis capitalista actual. Por favor no sigamos haciendo el ridículo y admitamos lo obvio de buena vez (incluso es psicológicamente recomendable, se dice).
El amplismo está unido bajo una motivación: convertirse en una alternativa (electoral) a
Pero la izquierda revolucionaria, patética, marginal, aferrada a sus dogmas cuasi-religiosos, fundamentalista, necia, vacua, estrecha y estólida (pero de la cual somos orgullosamente parte) observa atenta, soberbia, ensimismada, y piensa (para sus “adentros”) que la clase desvariada -más temprano que tarde- se dará cuenta del fracaso electorero y reformista… y por supuesto: ¡Correrán los proletarios a nuestras filas!, ¡engrosando la lucha revolucionaria!, ¡multiplicando la resistencia!, ¡haciendo temblar a los poderosos!, quienes impávidos se ocultarán bajo sus escritorios, mientras ruegan no correr la misma suerte que los pobres Romanov o el último de los Somoza.
Pero las conciencias a veces no avanzan frente al fracaso y
La explotación, la miseria, la alienación, producen muchas cosas, pero no necesariamente consciencia de clase. Si fuera así de mecánico y automático, si existiera realmente esa infalible dialéctica entre la “estructura y la super-estructura”, la historia entera de la humanidad sería completamente distinta. ¿O nos insertamos audaces y raudos en medio de las luchas reales de nuestro pueblo o nos pudrimos en nuestra propia mierda? En lo segundo hay muchos (siempre caben más, no se preocupe si desea un lugar), mientras en lo primero casi nadie.
Las tareas de la izquierda revolucionaria están claramente definidas (más o menos desde la época de
Se abren tiempos aún más complejos para la izquierda revolucionaria. Habíamos vivido un importante “resurgir” posterior a las movilizaciones del 2011, muchas organizaciones crecieron (crecimos) en número e influencia. ¡Incluso, cual Cristo en el tercer día, viejas siglas que yacían enterradas revivieron frescas y prestas al combate clasista! El campo revolucionario (nos referimos a todo el “zoológico”, como también a los curiosos y simpáticos personajes que éste contiene) logró avanzar decididamente desde la marginalidad absoluta a la marginalidad relativa (suena ridículo, pero es un gran logro nuestro, ¡sintamos el ardiente orgullo recorrer nuestras venas camaradas!).
Pero no nos perdamos. El Frente Amplio, con toda su maquinaria política, electoral y económica, más la esperanza de intelectuales de “izquierda” y viejos renegados de la revolución y la socialdemocracia, viene a instalarse con fuerza al interior del movimiento de masas, diputando en efecto nuestra noble marginalidad relativa.
Sabemos que los amplistas no son la gran cosa, como también sabemos que el esfuerzo central estará ubicado en la cuestión electoral, pero así y todo su capacidad de producción e influencia política (“rostros bonitos” y uso magistral del tweet y la cuña televisiva) frente a una izquierda revolucionaria fragmentada y atomizada (pero fuertemente sujeta y enamorada a su marginalidad relativa), resulta actualmente mucho más contundente que cualquier esfuerzo propio; salvo si estos se dan de manera unitaria.
Somos conscientes que el “horno no está para bueyes”. La izquierda
por sus propios procesos y dinámicas últimas encuentra su voluntad mellada,
lesionada, herida (además de la persistencia celosa de caudillos que protegen
apasionados sus micro-feudos). También hay desconfianza y duda razonable, bien
sabemos. No obstante debemos aunar voluntades e ideas en un frente de lucha común que nos empuje a resolver -en medio de
lo real y concreto- nuestras diferencias, matices y contradicciones. Quizás el
ejercicio se deba dar en dos planos a la vez. Una (a) mesa política que agrupe a las
disposiciones y consciencias francas que
nos permita intercambiar de manera permanente experiencias, análisis, visiones
y perspectivas de trabajo de camino a una coordinación
revolucionaria más permanente
y regular, a la vez que levantamos (b) instancias de la propia clase que agrupen dirigentes, personalidades
y bases sociales activas en la lucha reivindicativa (una cosa potencia la otra,
eso sí es dialéctica). Un
espacio de unidad práctica de
los trabajadores y los pueblos -articulando
las demandas reivindicativas que hoy se dan parcialmente- se hace absolutamente
pertinente y necesario. Si no damos pasos certeros hoy, la propia dinámica
política irá consumiendo nuestros esfuerzos y capacidades, las peleas
sectoriales se irán diluyendo en sus propias demandas o acabarán absorbidas en
la novel esperanza amplista. La unidad práctica de los revolucionarios no es un
problema de ingeniería política o de ideas abstractas de “revolución”, es un
problema única y sencillamente moral.
Debemos avanzar en este camino porque debemos avanzar, y punto.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223327
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223327
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