sábado, 4 de febrero de 2017

Leamos: "la historia del capitalismo y del colonialismo moderno como la implementación de los mecanismos que hacen posible la apropiación y saqueo de los bienes comunes de los pueblos del mundo periférico, entre los que sobresalen las comunidades indígenas.(...)De esa forma, se aniquilan tanto los ecosistemas como a los habitantes que los han humanizado, un proceso destructivo que en las últimas décadas, en lugar de atenuarse, se ha acentuado como resultado directo de la expansión mundial del capital hasta el último rincón del planeta tierra".


Geopolítica del Despojo

Biopiratería, genocidio y militarización

4 de febrero de 2017
Por Felipe Martín Novoa /Renán Vega Cantor

Presentación
“La nueva fase de desposesión o despojo tiene como blanco prioritario territorios ricos en recursos naturales y materias primas, donde están asentados pueblos originarios y existen proyectos de resistencia contrahegemónicos y autonómicos”. Carlos Fazio, “Geopolítica y despojo”, La Jornada, octubre 26 de 2015

Este volumen, junto con las infografías que lo acompañan, se fue construyendo durante varios años. Al principio el texto se concibió como un complemento a los mapas, pero con el tiempo, por la cantidad y calidad de la información manejada, se fue ampliando hasta constituir un libro. Y resultó así, porque la cartografía crítica requiere de explicaciones cualitativas que le ayuden al lector a develar y a entender lo que aparece representado y simbolizado en los mapas que tiene ante sus ojos. La información que se fue acopiando y que se procesó pacientemente, revela, tal y como se muestra en esta investigación, unos mecanismos característicos de la geopolítica del despojo, generalizados en Colombia, América Latina y el mundo periférico, que se repiten como si fueran gotas de agua. El despojo como práctica constante de la acumulación de capital, de la expansión imperialista y de las viejas y nuevas formas de dominación colonial, tiene como objetivo -para los poderes imperialistas y sus súbditos locales en cada país- apropiarse de la tierra (y todo lo que allí se encuentra, como los minerales), el agua y la biodiversidad, porque requieren controlar las fuentes de materia y energía que hacen posible el funcionamiento del capitalismo. 

Por ello, la historia del capitalismo y del colonialismo moderno deben leerse como la implementación de los mecanismos que hacen posible la apropiación y saqueo de los bienes comunes de los pueblos del mundo periférico, entre los que sobresalen las comunidades indígenas. Este hecho tiene una impronta de índole geopolítica, puesto que los intereses de una minoría de la población mundial han determinado, durante más de quinientos años, el flujo de la riqueza natural que se encuentra en el sur del mundo hacia los centros de dominación imperialistas. De esa forma, se aniquilan tanto los ecosistemas como a los habitantes que los han humanizado, un proceso destructivo que en las últimas décadas, en lugar de atenuarse, se ha acentuado como resultado directo de la expansión mundial del capital hasta el último rincón del planeta tierra. Los territorios culturales de nuestra América y de Colombia poseen una extraordinaria riqueza natural, acompañada de una horrorosa miseria social, que nos coloca como una región vital para que pueda reproducirse el metabolismo ecocida del capitalismo mundial. En consecuencia, los ojos del nuevo imperialismo están puestos en este lugar del mundo, como bien lo indicó hace unos cuantos años Collin Powell, Secretario de Estado durante el gobierno de George Bush I, cuando manifestó sin hipocresía: América Latina es un gigantesco mercado para las empresas estadounidenses, un lugar que ofrece grandes oportunidades de inversión con fabulosas expectativas de rentabilidad, gracias al control político que viene ejerciendo sobre casi todos los gobiernos de la región, además de ser un territorio que alberga un repertorio casi infinito de recursos naturales de todo tipo. Más aun, América Latina por estar dentro del mismo continente que los Estados Unidos, es la región que ofrece el suministro de materias primas más cercano, previsible y seguro para ese país. Aspecto de vital importancia cuando las reservas mundiales de petróleo, gas natural, uranio y minerales industriales clave como el cobre y el cobalto empiezan a disminuir y la demanda de esos mismos recursos se está disparando. Además de que las fuentes alternativas de aprovisionamiento son cada vez más lejanas, problemáticas e inciertas, hecho que se puede observar en el Oriente Medio tras haber entrado en un ciclo de creciente inestabilidad política. Es difícil encontrar en pocas palabras tal muestra de sinceridad por parte de un vocero del imperialismo estadounidense, lo cual simplifica el asunto de comprender los objetivos supremos de la geopolítica del despojo, que se examinan en este libro.
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Para apropiarse de los bienes comunes de tipo natural que se encuentran en el territorio de Colombia y de nuestra América se emplean diversos instrumentos (lo que bien podría denominarse la “combinación de todas las formas de lucha” por parte del imperialismo y el capitalismo) legales, jurídicos, económicos, culturales, ideológicos, sociales, para legitimar el despojo y hacerlo tolerable y aceptable por parte de los habitantes de un determinado país o región dentro de un país. Pero se comprueba de múltiples maneras que el despojo “legal” y consentido no es suficiente, por lo que se recurre a las vías violentas de despojo, entre las que sobresale el uso de la fuerza bruta mediante la represión y la militarización de los lugares en donde se encuentra bienes comunes y existen potenciales o activas formas de rebelión y resistencia de sus habitantes, que entienden el sentido de la expropiación de sus aguas, tierras, minerales, bosques, biodiversidad y se niegan a aceptarlo. Estados Unidos y sus súbditos locales, como las clases dominantes de Colombia, tienen claro que para asegurar la apropiación de los bienes comunes no basta con las “garantías jurídicas” que le vienen otorgando desde hace varias décadas diversos estados del continente, mediante la firma de Tratados de Libre Comercio. No, la garantía de que sigan fluyendo la energía y la materia hacia el centro imperialista es militar, y para ello, los Estados Unidos ha construido un sistema de bases militares en el planeta entero, en los territorios culturales de nuestro país y en el resto del continente en particular. 

La justificación ideológica de esa tupida red de bases militares estriba en sostener que el mundo está lleno de riesgos y peligros, sobre todo después del 11 de septiembre de 2001, y requiere anticiparse y prevenir las amenazas, y para ello nada mejor que militarizar los territorios de donde pueden provenir esos peligros, entre los cuales se encuentra Colombia y nuestra América. Pretextos aparte, la realidad es que ese sistema de bases representa una forma de intervención e injerencia, al tiempo que se constituye en un gran negocio para empresas, civiles y militares, de los Estados Unidos. Como lo ha dicho Chalmers Johnson, un crítico estadounidense del militarismo, expansivo y brutal, representado por su propio país. Nuestro ejército despliega más de medio millón de soldados, espías, técnicos, instructores, auxiliares y contratistas civiles en otros países. Para dominar los océanos y mares del mundo hemos puesto en funcionamiento aproximadamente trece destacamentos de fuerzas navales alrededor de portaaviones […] Nuestras instalaciones en el exterior proporcionan beneficios a las industrias civiles que diseñan y fabrican armas para nuestros ejércitos o, como la ahora bien publicitada compañía Kellogg, Brown & Root, una filial de Halliburton Corporation de Houston, que ha obtenido un contrato de servicios para construir y mantener nuestros más lejanos puestos avanzados. Una de las tareas de tales contratistas es el mantener a los miembros uniformados del Imperio alojados en dependencias confortables, bien alimentados, entretenidos, y facilitarles agradables y económicas instalaciones de vacaciones. Sectores enteros de la economía estadounidense han llegado a depender del ejército para sus ventas2 . La presencia militar directa o indirecta de los Estados Unidos en el mundo alcanza tal dimensión, que hasta sus propios estrategas hablan de que ella deja una “huella”, que se complementa con la necesidad de estar presente en el “arco de inestabilidad mundial”, que “va desde la región andina (léase: Colombia), atraviesa el Norte de África y desde allí recorre el Oriente Próximo hasta llegar a Filipinas e Indonesia. Por supuesto, coincide más o menos con lo que se acostumbra a denominar el Tercer Mundo- y, quizás no menos importante, cubre las reservas principales de petróleo del mundo”. Pues bien, este libro y las infografías que lo acompañan se encargan de concretar sobre el terreno la forma como se materializa la huella militar de los Estados Unidos en los territorios culturales que componen al continente y a este país. Eso es lo que se revela en el mapa sobre las bases militares de Estados Unidos. Pero también se recalcan los efectos de esa militarización de origen externo, con la militarización interna que se despliega en Colombia –como efecto de la doctrina del enemigo interno y los intereses estratégicos del bloque de poder contrainsurgente, aliado directo con los Estados Unidos–, como se muestra en el mapa de los batallones minero-energéticos desplegados a lo largo y ancho del territorio nacional, para resguardar los pozos de petróleo, los oleoductos, las refinerías, los socavones de minerales, etc., como forma de garantizar que sigan saliendo las materias primas hacia el mercado capitalista mundial.
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Se pretende con este esfuerzo presentar los resultados de una investigación que ha querido rebasar en forma positiva los límites del mundo académico, en cuanto al lenguaje utilizado y a la forma expositiva, en un enmarañado mundo en que los viejos y nuevos conquistadores se encubren con diversas máscaras, y entre ellas una insoportable cantidad de siglas que dificultan la comprensión y oscurecen la exposición. Pese a ello, nos toca remitirnos a esas siglas para desentrañar lo que se encuentra detrás y no se ve a primera vista, cubierto como está por la aureola de nombres rimbombantes, que aturden el entendimiento de cualquier persona. No ha quedado más remedio que asumir el reto, con el objetivo de mostrarle al lector las caras del nuevo y viejo imperialismo y colonialismo, que suele usar para referirse al saqueo del agua y la biodiversidad de sofismas sobre “protección ambiental”, “defensa de los ecosistemas”, “conservación de especies en vías de extinción” y mentiras de ese calibre. Al respecto, se trata de mostrar que tras un lenguaje tan especializado se encuentra la estrategia de apropiarse de nuestra riqueza natural, aunque eso no se diga en forma directa. Qué mejor que presentar al despojo encubierto con discursos proteccionistas, con lo cual se busca desmovilizar a las comunidades directamente afectadas por el imperialismo ecológico. La profusión de siglas no puede ocultar el saqueo de nuestros bienes comunes, por eso, para facilitar la lectura, al final de cada capítulo se anexa un listado de las siglas utilizadas. Al mismo tiempo, y para no fatigar al lector con un cúmulo interminable de citas a pie de página o, lo que es peor, con paréntesis cada dos o tres líneas (como lo exige el método APA), que nos obligarían a llenar las páginas con centenares de paréntesis, se ha optado por citar solamente las referencias correspondientes a las citas textuales. El resto de la información que se ha utilizado, a partir de la cual se sustenta cada una y todas las afirmaciones que se hacen en esta investigación, se referencian en la bibliografía que aparece al final del libro.
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El contenido de cada uno de los capítulos de este libro se complementa con uno o varios de los nueve mapas que se encuentran al final del mismo. Lo recomendable es que cada mapa sea desplegado en el momento en que se lee el capítulo al que corresponde, y como se indica dentro del texto. Esperamos que esta cartografía crítica se convierta en un instrumento de reflexión, análisis y propuestas para afrontar las nuevas formas de dominación que se han configurado en los últimos tiempos. Lo que se busca es entender las formas de despojo de la geopolítica contemporánea, apoyados en un valioso instrumento como lo es la cartografía en una perspectiva crítica, porque también se nos quiere despojar de la memoria y del uso de la cartografía para develar el dominio y la expoliación. 

Esto lo hacemos a partir de la sugerencia de Eduardo Galeano, cuando sostuvo: “A lo largo de los siglos, América Latina no sólo ha sufrido el despojo del oro y de la plata, del salitre y del caucho, del cobre y del petróleo: también ha sufrido la usurpación de la memoria. Desde temprano ha sido condenada a la amnesia por quienes le han impedido ser”. No sólo es la amnesia histórica sino geográfica, porque la apropiación y saqueo del territorio viene acompañada de la expropiación de los saberes que permitan comprender la magnitud del despojo territorial que está en marcha o también brindarnos una representación de la realidad en la que predominan las imágenes dominantes en las visiones oficiales, como sucede normalmente con los mapas. En efecto, como afirmó el cartógrafo inglés John Brian Harley, “Los mapas se utilizaron para legitimar la realidad de la conquista y el imperio. […] Al igual que las armas de fuego y los barcos de guerra, los mapas han sido armas del imperialismo”. Y él mismo hace unas preguntas que ayudan a entender nuestra reconstrucción cartográfica: “¿Hasta dónde están preparados los cartógrafos de todo tipo de escuelas para ser políticamente activos en cuanto la alteración bajo las que trazan los mapas? ¿Qué tanto les preocupa el mundo que describen?”. Y él proporciona una respuesta heterodoxa, que asumimos de principio a fin en este libro y sobre todo en las infografías que lo acompañan: “Si en verdad nos preocupan las consecuencias sociales de lo que pasa cuando hacemos un mapa, también podemos decir que la cartografía es demasiado importante para quedar totalmente en manos de los cartógrafos”.


Impresión y acabados: Impresol Ediciones Ltda www.impresolediciones.com Impreso en Colombia, 2016
Fuente: http://www.rebelion.org/docs/222491.pdf

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