Otro mito liberal que
los hechos desmienten
20 de febrero de 2017
Por Juan Torres López (Rebelión)
Una de las creencias más firmes de los
economistas liberales es que la inflación es el resultado de un crecimiento de
la cantidad de dinero en circulación y, sobre todo, que la creación de dinero
siempre genera subida de precios. Una creencia tan fuerte como para que uno de
los economistas liberales españoles más brillantes, Juan Ramón Rallo, la lleve
al subtítulo de su último libro, Contra la Teoría Monetaria Moderna. Por qué imprimir dinero sí genera inflación (Deusto
2017).
Se puede decir
que esta última afirmación es una creencia porque los datos, la evidencia
empírica e incluso el sentido común, como indicaré más adelante, muestran sin
lugar a dudas que no es eso lo que ocurre en la realidad.
El economista Richard Vague, ejecutivo
bancario, inversor e investigador académico, ha estudiado lo ocurrido desde
1960 en 47 países cuyo PIB representa el 91% del mundial y sus datos no dejan
lugar a dudas (pueden verse con detalle en su texto original: Rapid Money Supply Growth Does Not Cause Inflation).
Vague ha definido
diferentes escenarios posibles de expansión monetaria (tomando distintas tasas
de crecimiento de la oferta monetaria y periodos de tiempo) y los ha
relacionado con lo ocurrido en los índices de precios de todas esas economías
en el largo periodo estudiado. Sus conclusiones no dejan lugar a dudas.
En la inmensa mayoría
de los casos, después de periodos de gran crecimiento de la oferta monetaria no
se han producido episodios o fases de alta inflación y, por otro lado, cuando
se han producido fases de alta inflación resulta que en la gran mayoría de las
ocasiones no han estado precedidas de incremento de la oferta monetaria. Y eso
ha ocurrido tanto en países grandes, medianos o pequeños. No es cierta, por
tanto, la creencia de los economistas liberales: no es verdad que el aumento de
la oferta de dinero (y mucho menos imprimir dinero, como dice Rallo) genere
inflación.
El estudio de Vague ha
ido más allá y también echa por alto otras creencias paralelas de los
economistas liberales. En concreto, ha demostrado que tampoco es cierto que el
aumento de la deuda pública, la caída de los tipos de interés o el aumento del
balance de los bancos centrales generen inflación. En la gran mayoría de los
casos, cuando todo ello se ha producido no ha habido después fases de alta
inflación y, cuando ha habido periodos de alta inflación, en la mayoría de los
casos no han estado precedidos ni de crecimiento de la deuda pública, ni de
caídas en los tipos de interés ni de aumentos en el balance de los bancos
centrales.
Los hechos desmienten
la creencia liberal pero también lo hace, como decía más arriba, el simple
sentido común.
Para que el incremento
de la masa monetaria (y mucho más el del dinero legal al que alude Rallo)
genere inflación deben darse inexcusablemente las siguientes condiciones:
a) Que el incremento del dinero no se quede en
los balances de los bancos sino que se traslade a la economía.
b) Que el incremento del dinero que se
traslade a la economía no se ahorre o se dedique a amortizar deuda sino que se
gaste en consumo de bienes y servicios.
c) Que haya pleno empleo de los recursos y no
oferta ociosa.
Sólo si se dan estas
tres condiciones es cierto que aumentar el dinero en circulación producirá una
fuerte e indeseable inflación.
Una prueba clara de
todo ello es lo que ha pasado en los últimos años cuando las autoridades
monetarias tanto en Estados Unidos, como en la Unión Europea o en
Japón, han aumentado hasta límites impresionantes la cantidad de dinero sin que
haya generado inflación.
En Estados Unidos, por
ejemplo, la base monetaria (depósitos de los bancos privados en la Reserva Federal
más el dinero legal en manos del público) creció en cuatro meses, de septiembre
de 2008 a
enero de 2009, 898.000 millones de dólares, es decir, prácticamente lo mismo
que aumentó desde 1940 a
2008.
Si la creencia de los
economistas liberales fuera cierta los precios tendrían que haberse disparado
hasta cifras astronómicas en ese periodo y lo cierto fue, sin embargo, que de 2008 a 2010 se produjo
deflación en Estados Unidos, es decir, que bajaron los precios (más o menos
desde un 4% anual a finales de 2008 al -2% a mediados de 2010).
La pregunta que cualquier persona se hará a la
vista de lo que acabo de decir es por qué los economistas liberales defienden
esta tesis, a pesar de ser tan contraria a la realidad y al sentido común. Lo
he explicado brevemente en otras ocasiones (por ejemplo aquí: Lo que hay detrás de la política liberal contra la inflación)
y con más detalle en mi último libro Economía para no dejarse engañar por los economistas (Deusto
2016) así que ahora sólo dejaré una pista: siempre que se aplican políticas
económicas fundadas en esa creencia liberal equivocada da la casualidad de que
quienes salen beneficiados son los grupos sociales de mayor renta y riqueza.
Los errores en economía no sólo tienen causas sino también propósitos.
Fuente: http://www.rebelion.org/
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