Retos y dilemas frente
a la crisis sistémica
3 de febrero de 2017
Por Víctor Ríos (El Viejo Topo)
El panorama mundial se ha abierto este año con un aumento de las
incertidumbres económicas y geopolíticas; en Europa el tamaño de estas es
superlativo. La crisis europea adquiere tintes dramáticos. Que la guerra en
Ucrania se considere de baja
intensidad parece un sarcasmo
cuando ha causado ya más de 10.000 muertos desde abril de 2014. En 2016 las
violaciones contabilizadas al alto el fuego superan las 143.000, de las que más
de 78.000 lo fueron con armas pesadas. Se trata de una guerra silenciada. ¿Y
qué decir de la situación de las decenas de miles de demandantes de asilo que
siguen acampados en Grecia, Serbia, Turquía…? El fracaso colectivo de la Unión Europea
resulta tan estrepitoso cuan vergonzoso.
Otras cuestiones como las amenazas
terroristas, el auge de sentimientos de miedo, odio y xenofobia caldo de
cultivo del neofascismo, el aumento de la fractura social, el crecimiento de la
burbuja especulativa sobre las deudas públicas que amenaza con una nueva crisis
financiera y las sombrías expectativas electorales de este año en Francia,
Holanda y Alemania, contribuyen a dibujar un horizonte dominado por tendencias
poco halagüeñas.
Es un horizonte que inquieta e indigna a
millones de ciudadanos en Europa. Muchos de estos están dispuestos a no
resignarse, a actuar para contrarrestar los peores augurios, a defender
derechos amenazados y a buscar respuestas individuales y colectivas solidarias
con los que peor lo están pasando. ¿Cómo fortalecer esta disposición y
traducirla en fuerza social, cultural y política que pueda atraer a otros
tantos millones de ciudadanos sensibles y deseosos de contribuir al logro de
una vida distinta y mejor para ellos y para la mayoría de la sociedad?
Responder de modo adecuado y convincente a este interrogante parece cada día
más necesario y urgente.
Quizás la respuesta a esta pregunta tiene que ver con dos rasgos
que también caracterizan a la actual situación: la ausencia de una alternativa
sistémica creíble ante el malestar civilizatorio y la limitada credibilidad de las fuerzas organizadas que pretenden impulsar procesos de
transformación ante amplios sectores sociales a los que se aspira a defender,
representar y movilizar. Para enfrentar este déficit
de credibilidad en ambos
aspectos es preciso encarar algunos retos y dilemas en el plano programático,
estratégico y político-organizativo.
En el plano programático, se trata de enfrentar el clima cultural
según el cual es más fácil
imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, por decirlo con esta
gráfica expresión empleada por Jameson y Zizek. La tarea consiste en captar de
forma adecuada las transformaciones económicas en curso y los cambios operados
en las relaciones sociales y en las representaciones culturales mediante el
sistema político-institucional impuesto por el neoliberalismo. La comprensión
de que el sistema neoliberal y su modo de operar trasciende con mucho el ámbito
de sus políticas económicas es condición para acertar en las preguntas
fundamentales y los retos y dilemas a los que dar respuesta en el marco de su
crisis actual: vigencia de la contradicción capital-trabajo, presente en formas
distintas pero ocupando un lugar central; papel de los Estados-Nación y ámbitos
en los que se plantea el ejercicio de su soberanía…
Un buen diagnóstico nos permitiría abordar en
mejores condiciones los debates sobre las alternativas programáticas en sus
distintas escalas. Valga un ejemplo: el que gira en torno a propuestas como la
de la implantación de una Renta Básica Universal y su relación complementaria o
contradictoria con otras como el reparto del empleo y el trabajo garantizado.
Otro: el de los contenidos y ritmos de una transición energética basada en
patrones de sostenibilidad. En el ámbito europeo, el de las alternativas al
fracaso tanto de las actuales políticas como del modelo institucional de la Unión Europea. Y
en el marco de cada Estado, el de la elaboración de nuevos proyectos de país
que tengan en cuenta las respuestas a los dilemas anteriores y las sitúen en
propuestas de conjunto y programas de acción consistentes y viables a corto y
largo plazo.
Estos retos y dilemas programáticos vienen marcados por una
cuestión ineludible: la reflexión sobre la centralidad
de la recuperación de una democracia auténtica y de la soberanía popular en los distintos ámbitos
territoriales, del local al mundial. Una recuperación cuyas características y
contenidos deben abarcar todos los campos: económico, social, político y
cultural.
Pensar las condiciones para el ejercicio de la soberanía hoy es un primer paso
para abordar la reconstrucción de los vínculos sociales y sustanciar el
conjunto de una alternativa civilizatoria.
En el plano estratégico, la tarea consiste en la construcción de
unas nuevas relaciones de fuerza a partir de una delimitación clara de los
espacios y niveles de lucha en el territorio y de los objetivos prioritarios en
los campos de batalla cultural, social y político. La definición del carácter de los
antagonismos y de las jerarquías entre estos contribuirá a delimitar
los polos y los sujetos sociales en confrontación y ayudará a ver en qué medida
pueden resultar complementarias o antitéticas las apuestas por “construir clase
para sí” o “construir pueblo” planteadas por unos u otros. Lo mismo ocurre con
otras viejas dicotomías que siguen presentes, como el papel de la lucha social
y del trabajo institucional en la fase actual, o con la concatenación de
objetivos de corto, medio y largo plazo para lograr tanto victorias inmediatas
como visibilidad y presencia de las metas y horizontes de transformación más
globales.
En el plano político-organizativo el reto principal consiste en afinar
los instrumentos para la disputa de la hegemonía cultural y para la conformación
de un bloque histórico capaz de convertir a la mayoría social en sujeto activo de la construcción de un nuevo orden
económico y social. Para ello los instrumentos serán diversos. Uno de ellos es
la consolidación de fuerzas políticas capaces de formar parte de la lucha
social y cultural y a la vez de conseguir una presencia potente en las
instituciones- ayuntamientos, parlamentos, gobiernos nacionales… – para ir
dando respuesta a las demandas más inmediatas e ir consiguiendo victorias
palpables que preserven o amplíen derechos, mejoren la vida cotidiana de las
personas y generen confianza en la posibilidad de lograr los cambios deseados.
Una mayoría social con la que hay que contar para conseguir los respaldos
necesarios para transformaciones de mayor alcance que precisarán de un apoyo
sostenido.
La situación no es la misma en toda Europa. En
España existe hoy un extenso y variado tejido de colectivos sociales,
iniciativas culturales, asociaciones ciudadanas… que pueden implicarse y
aportar experiencias, reflexiones y propuestas a esta causa común. Y en el
ámbito político contamos con la presencia de fuerzas organizadas, cada una de
ellas inmersa en distintos momentos y procesos de debate y cimentación. La
construcción de espacios unitarios a su vez respetuosos de la diversidad de
quienes los conforman está a la orden del día.
Para que estos espacios e instrumentos se
fortalezcan es preciso que consigan suscitar
esperanza y credibilidad. Sabemos
que la credibilidad, la confianza, no se gana solo con buenas propuestas
programáticas. Se gana –y se pierde- también, con los comportamientos y
actitudes de los miembros y dirigentes de dichas fuerzas. Y para ello, nada
mejor que predicar con el ejemplo. No podemos olvidar que lo que está en juego
es la esperanza y la aspiración de millones de personas a conquistar una vida
digna en una sociedad libre, justa y sostenible.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=222426
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