La colusión de las
corporaciones y los gobiernos
4 de septiembre de 2018
Por Santiago González
Vallejo
(Rebelión)
Esta globalización que estamos viviendo está desbordando las
instituciones. Sabemos que las fuerzas y dinámicas que hemos dejado que se
desarrollen, aun conociendo poco a poco sus efectos, han creado inestabilidad,
ineficiencia y desigualdad. Los movimientos de capital navegan, vía
informática, con valores superiores a la economía real. Los paraísos fiscales
drenan recursos públicos y aminoran las políticas distributivas. Los
detentadores multimillonarios de riqueza son pocos, cada vez más ricos, y con
gran poder.
Y esto es así,
porque las reglas –incluyendo las omisiones- favorecen la apropiación y
acumulación de beneficios y que éstos se incrementen a costa de pymes,
trabajadores y ciudadanía.
Se ha favorecido el poder corporativo que puede chantajear a
estados, trabajadores y ciudadanía. Las grandes corporaciones, los fondos de
inversión, lo sabemos, tienen más tamaño (y poder) que muchos estados. Pero es
que, además, los estados, grandes y pequeños tienen gobiernos y
administraciones influenciados por los poderes corporativos, en sus medidas y
legislaciones. De hecho, las leyes y presupuestos públicos o políticas gravitan
en función de intereses económicos y el interés general se retuerce en función
de específicos lobbies e intereses empresariales que los gobiernos de turno
intentan convencernos que coinciden con los intereses de toda la ciudadanía.
¿Por qué en un
país hay sectores oligopólicos que obtienen grandes beneficios a costa de
otros? Si
se favorece al sector eléctrico, por ejemplo, o al sector bancario, es a costa
del resto de los sectores. Si se permite financiarse a costa de los
proveedores, se favorece a la gran distribución frente a productores y sector
agrario. Si se baja el tipo de IVA a las bebidas azucaradas desde el tipo
normal a un tipo reducido, se favorece a unos fabricantes. Si se premia el
comercio internacional y no se acota la elusión fiscal se perjudica a las
empresas locales cumplidoras. O si la concepción de necesidades de inversión
son infraestructuras, todo serán carreteras, aeropuertos y trenes, puentes y
viaductos, favoreciendo a constructoras y sector financiero, retrayendo
recursos públicos de los impuestos del resto de los sectores y ciudadanos que
podrían ir a otros gastos o inversiones. Si se bajan impuestos o gastos, o se
suben unos y otros, ¿qué impuestos y gastos son los privilegiados, a quiénes se
favorece o perjudica?Estas directrices ‘nacionales’ cada vez más están restringidas por los acuerdos que se hacen en la esfera internacional. La globalización ha hecho que las normas se hagan en muchos casos en Bruselas, en Nueva York o cualquiera de las sedes donde se hagan acuerdos internacionales. Todos esos acuerdos comerciales, fiscales, climáticos,… se hacen en ámbitos intergubernamentales. Por eso, es tan importante en cómo se constituyen y formalizan los organismos internacionales y qué cauces de participación tienen para que se expresen e incidan la ciudadanía y los agentes sociales.
Sólo hay un organismo internacional,
Pues bien, todos esos ámbitos de negociación económica que eran
intergubernamentales, excepto la OIT, están adquiriendo un sesgo cada vez más
empresarial. Y en todas partes, las alianzas gobiernos y empresarios están a la
orden del día. Si los gobiernos responden a intereses concretos y el interés
general se modula por el interés de las grandes empresas de sus países y hacen
una alianza, si el discurso de la pyme está abducido por la gran patronal, es
más urgente reclamar más espacio a la ciudadanía y a la defensa de los
trabajadores.
Un ejemplo
del sesgo hacia la gran empresa se puede ver en Las grandes empresas ocupan la discusión de los tratados comerciales y de inversión. Los gobiernos subsidiariamente sólo se preocupan de contactar, ser influidos y defender los intereses de las empresas que residen o puedan invertir en su territorio y ni siquiera buscan el equilibrio y mejoras de estándares laborales, sociales y medioambientales o de persecución de la elusión fiscal de esos grandes beneficiarios del comercio. El sesgo empresarial se está reproduciendo en otros organismos. Desde la Secretaría de Estados Iberoamericanos que tiene entre sus eventos sólo una Conferencia Empresarial (antes tenía otra sindical y al final de ambas conferencias había una reunión conjunta empresarial y sindical que incidía o podía incidir en una mejora de las relaciones sociales), hasta otros muchos organismos.
Estamos viviendo en una guerra empresarial donde
los gobiernos, trabajadores y la ciudadanía somos escudos y rehenes,
productores y consumidores, en una inestable dinámica donde la discusión sobre
la apropiación de la riqueza, la esperanza y calidad de vida se nos quiere
hurtar evitando nuestra intervención y su sustitución por opacas transacciones
de intereses de una élite. Y frente a eso hay que reivindicar y conseguir más
espacio decisorio para la ciudadanía y sus trabajadores.
Santiago González
Vallejo. Economista de USO
Mundo Obrero. Número
318
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=246054
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