¿Por qué matan
impunemente
a periodistas en México?
22 de mayo de 2017
Por Arsinoé Orihuela (Rebelión)
Lo primero que urge entender es que México tiene una larga
historia de violencia de Estado en la construcción de la libertad de expresión.
A diferencia de algunas metrópolis occidentales, el ejercicio de los derechos
básicos en esta región del mundo es una lucha que sigue involucrando altos
contenidos de represión y sangre. La libertad de prensa/expresión es una
conquista social que el Estado no reconoce ni protege. El periodismo
independiente –que es el único periodismo auténtico– está en la orfandad institucional
e intensamente asediado por el binomio narcotráfico-Estado. (A modo de
paréntesis, cabe señalar que el concepto liberal de “libertad de expresión” es
insuficiente en nuestra época. Es urgente resignificar esa “libertad”, porque
en la era que corre, el principal “enemigo” de ese derecho no es el Estado,
sino los conglomerados privados que monopolizan la
producción-selección-circulación de información. Sin duda que el Estado es un
centro de autoridad que coarta esa libertad, pero no sin la acción acaparadora
de los actores particulares, cuyos dueños definen los contenidos de la prensa
con absoluta opacidad e impunidad. Por cierto que en materia de acaparamiento
mediático, México es primer lugar en concentración de medios de comunicación a
escala mundial).
Cabe recordar
que en 2016 se cumplieron 40 años del golpe a Excélsior , orquestado por el expresidente
priísta Luis Echeverría Álvarez, y que se tradujo en la reducción a añicos del
que hasta entonces era el periódico más importante de América Latina (bajo la
dirección de Julio Scherer García). La persecución persistió, y en 1982, el
sucesor presidencial de Echeverría, José López Portillo, atacó financieramente
a la revista Proceso(también
dirigida por Julio Scherer), y justificó el golpe con la tristemente célebre
frase “no pago para que me peguen”. En 1984, tan sólo dos años después de ese
ultimátum, Manuel Buendía, el otrora periodista con más presencia en la prensa
escrita, fue asesinado con cinco disparos en
Que México se convirtiera en un cementerio de periodistas responde
a un continuum histórico, y a la relación del poder con la prensa. En contenido,
esa relación no cambió sustantivamente. Persiste hasta nuestros días, pero con
un agravante en la ecuación: el “narcotráfico gobernante”. El periodismo en
México transitó de una relación patológica gobierno-prensa a una relación
gobierno-narcotráfico-prensa, infinitamente más tóxica y letal.
La evidencia
sugiere que la mayoría de los informadores ejecutados no forman parte del jet set periodístico en México. Los
“notables” del periodismo nacional están protegidos por el gobierno y el
narcotráfico. Trabajan para esos dos actores. El resto, los que practican el
periodismo auténtico (independiente), están a merced de los caprichos del maridaje
narcotráfico-Estado. Documentar el infierno en México involucra necesariamente
pisar los talones de ese binomio. En este país bañado en sangre, la
delincuencia organizada de Estado –señaladamente el narcotráfico– es la
institución dominante.Narcoperiodismo
Javier Valdez Cárdenas (que en paz descanse), extraordinario periodista y excorresponsal de La Jornada , advirtió sobre la insospechada proliferación del narcoperiodismo.
Por definición –decía Valdez–, el narcoperiodismo consiste en
redacciones infiltradas por el narcotráfico bajo dos modalidades: sin paga y a
sueldo. Los primeros, no remunerados, ejercen la profesión bajo amenaza de
muerte y sin ninguna libertad editorial (el sueño húmedo de los priístas). Los
segundos, esos que figuran en la nómina de algún cártel, responden a los
mandatos de los narcos, y definen los contenidos de la línea editorial en
función de las agendas criminales, aunque no pocas veces bajo coerción e
intimidación. En este entorno criminoso, el periodista tiene básicamente cuatro
posibles escenarios: el alineamiento con el editorial narco, el abandono de la
profesión, el exilio o la muerte.
El narcoperiodismo es la evolución natural de la relación histórica PRI-periodismo: del “no pago para que me peguen” al “pórtense bien” (que, en la entidad más peligrosa de América Latina para el ejercicio periodístico, significa “plata o plomo”).
Narcoguerra
La agresión a los comunicadores no es un daño colateral de
“ En los 20 años que duró la guerra de Vietnam (1955-1975) fueron muertos 79 periodistas, habiendo sido el conflicto armado con mayor cobertura de prensa en la historia y uno de los más letales, con una cifra de muertos que, según las fuentes, superó los 4 millones. La cifra contrasta vivamente con los más de 120 periodistas asesinados en México desde 2000, en una situación completamente diferente a la del sudeste asiático” (Raúl Zibechi en
La guerra habilitó la excepcionalidad que requerían las élites gobernantes para aplastar por la fuerza el derecho a la información y la libertad de expresión, y sin costos políticos. “Fue el narco”, excusan sistemáticamente los políticos cuando matan a otro periodista. La guerra amplió el horizonte de la corrupción e impunidad a niveles insoportables.
Narcoestado
El narcoestado tiene básicamente cuatro características definitorias:
1.
La institución dominante es la empresa criminal
(sobreempoderamiento del narcotráfico)
2.
La estatalidad se afirma esencialmente en términos militares
(militarización)
3.
El gobierno acude al terror para dirimir el conflicto social sin
agotar instancias institucionales (terrorismo de Estado)
4.
La política y la economía se organizan delincuencialmente
(narcopolítica-narcoeconomía)
La primera
víctima de este orden omnicriminal es la transparencia e información. Los
negocios que concurren fuera de la legalidad por regla requieren altas cuotas
de discrecionalidad. En México la gobernabilidad esta fuera de Por eso los asesinatos de periodistas permanecen envueltos en un manto de opacidad e impunidad. Porque no hay Estado que soporte la verdad que ellos conocen.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226900
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