La Venezuela de hoy y
de mañana
29 de mayo de 2017
Por François Houtart (alainet.org)
La idea de una revisión constitucional sobre bases más populares es, en principio, buena pero significa un proceso a medio y largo plazo, cuando los problemas existenciales son a corto plazo. Antes del fin del proceso, la gente puede cansarse frente a las dificultades de la vida cotidiana. Éstas provienen seguramente del boicot y de la especulación de parte del capital local y del imperialismo, pero también de procesos ordinarios en periodos de escasez: mercado negro, acaparamiento de productos, cambios de producción en función de la ley del mercado, usura de los intermediarios, pero también de la corrupción de agentes del Estado.
Sin embargo, hay un peligro de "fetichización" de la ley (aquí de la constitución) que tiende a identificar el texto jurídico con
Finalmente, hay un peligro de no-participación de la oposición que dejaría el proceso solamente en manos de los ya convencidos, sin hablar de un posible rechazo por una mayoría de la población.
Por eso, muchas otras medidas parecen necesarias: renegociar la deuda
externa que extrae miles de millones de dólares del país, cuando existe
escasez, sabiendo evidentemente que hay el peligro de hacer subir el riesgo
país, ya el más alto del mundo; revisar la deuda interna que termina por ser un
financiamiento de la oposición; repensar el arco minero del Orinoco, que quiere
arreglar el problema de las minas ilegales, pero que también es un regreso al
pasado neoliberal, con concesiones a las grandes multinacionales y pagos de
compensaciones por expulsiones del tiempo de Chávez; actuar sobre la
distribución todavía en mano del capital local (una decena de grandes empresas
que manipulan la escasez) ya que la producción y las importaciones han
relativamente mejorado; frenar la especulación financiera que junto con la
hiperinflación, permite a ciertos grupos constituir fortunas enormes al costo
del bien público y aumenta la fuga de capitales (una suma estimada a más de 300
mil millones de dólares); luchar contra la corrupción interna (incluyendo al
ejército) que obstaculiza la distribución de bienes que el Gobierno compra al
exterior; etc.
Un grupo contrario a la oposición, pero crítico de ciertas
políticas gubernamentales se desarrolla, con propuestas concretas, pero con el
peligro de ser identificado, en un clima de confrontaciones extremas, como
peligroso o por lo menos utópico y no como proponiendo alternativas dignas de
ser consideradas.
Sin embargo, para defender su legitimidad, el gobierno tiene que evitar errores que la ponen en duda y que alimentan las campañas de denigración de la mayoría de los
En fin de cuenta, se trata en primer lugar de una confrontación de clases. Las manifestaciones de la oposición lo indican claramente: el tipo de barrios donde se organizan y el público que participa. Una parte de la clase media urbana, muy afectada en su poder de consumo por la caída de la renta petrolera (hoy un repuesto mayor de un carro vale lo mismo que cinco automóviles hace 4 años) juega un papel de apoyo a las clases altas que quieren recuperar el poder político. Estas últimas se juntan a grupos utilizando la violencia (la mayoría de las víctimas son chavistas). Pero existe también un descontento fuerte en las clases subalternas a la base del proceso bolivariano, por el deterioro de las "misiones" por falta de financiamiento y por corrupción (sectores de la salud, de la educación, de los mercados populares, que todavía existen como estructuras, pero con menos contenido real).
Si la mortalidad infantil y la mortalidad en partos aumenta, es el resultado de varios factores combinados: la lógica del capitalismo de monopolio mundial que manipula los precios de las "commodities", el boicot interno de los que tienen todavía una hegemonía económica sobre la distribución y finalmente la corrupción interna y no es seguro que la mejor respuesta fue despedir a la ministra de Salud que reveló las cifras.
La gran dificultad está en manejar el largo plazo con el corto. Álvaro García Linera ha escrito que una revolución que no asegura (por cualquier razón que sea) la base material de la vida del pueblo, no tiene mucho futuro y los adversarios lo saben muy bien.
La conferencia episcopal ha elegido su campo (la oposición) y produce textos de gran pobreza intelectual, cuando el Papa no dudó en criticar la oposición por su falta de deseo de diálogo.
En Venezuela, como en todos los países pos-neoliberales de América
latina, se trata de refundar el proyecto de izquierda y no solamente de adaptarlo.
Es la única manera de ser fiel a la meta original de emancipación popular y de
reorganización de la sociedad que suscitó tantas esperanzas y tanta admiración
en el mundo entero y que, en Venezuela, tiene todavía bases en las iniciativas
comunales. Es también el camino para salir progresivamente de la renta
petrolera o minera, fruto de producciones altamente destructivas del ambiente y
en total contradicción con un proyecto postcapitalista.
La adopción de una visión holística de la realidad para definir un
nuevo paradigma de existencia colectiva de la humanidad en el planeta, que sea
de vida y no de muerte, como el capitalismo (muerte de la madre tierra y
economía sacrificial de millones de seres humanos) es una base necesaria. Eso
implica otra relación con la naturaleza; no basada sobre la explotación sino
sobre el respeto y la posibilidad de regeneración; no apoyada sobre el
extractivismo, forma capitalista de la extracción y no construida sobre la
renta de productos altamente destructivos del ambiente y finalmente alterando
el clima mundial.
Es lo que podemos llamar el Bien Común de la
Humanidad o el Ecosocialismo o de cualquier otro nombre que permite sintetizar el
contenido. La conquista de esta meta exige transiciones que tomarán tiempo y
que precisamente gobiernos de cambio tienen que definir, cada uno en sus
fronteras.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=227209
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