Territorios indígenas y
descolonización
Raúl
Prada Alcoreza
“…En este sentido, la defensa
de los territorios indígenas es parte de la lucha descolonizadora. Defender los
territorios indígenas de su desterritorialización extractivista, de su
despojamiento y desposesión por parte del capitalismo dependiente, es no
solamente pieza importante de la lucha anticapitalista, no solamente segmento
fundamental de la lucha anticolonial y descolonizadora, sino, sobre todo, es primordial
en la defensa de la vida.”
“…Al final, los lenguajes, los
discursos, las teorías, son instrumentos de la vida, para la vida, no solamente
para su permanencia y reproducción, sino, sobre todo, para su creación y
recreación; la invención y reinvención de la vida. Por eso mismo,
dentro de este ámbito, son herramientas de sobrevivencia, no en el sentido
elemental, reductivo, sino en el sentido complejo, amplio. Si unos discursos,
si unas teorías, ya no sirven para eso, se las desecha y se inventa otras, más
adecuadas. Los lenguajes, los discursos, las teorías, no contienen de pos sí
sentido alguno, verdades inherentes, esencias o sustancias metafísicas; los
sentidos emergen de las prácticas lingüísticas, discursivas, teóricas, de la gente. Lo indispensable
es usarlas como herramientas y no convertirlas en el lenguaje de la revelación,
en el discurso de la verdad, en la teoría del saber absoluto. Cuando se hace
esto, dejan de ser útiles para la vida, convirtiéndose, mas bien, en obstáculos
para la vida y la sobrevivencia; convirtiéndose en dispositivos de poder
institucionalizados. Lo que los convierte en fines, rebajando la condición
humana a ser un medio para preservar la revelación, la verdad y el saber.
Cuando ocurre esto, se desprecia la vida de la manera más veleidosa; se asume
que matar al infiel, al que se opone a la verdad, al enemigo, al ignorante del
saber absoluto, es la tarea principal, a nombre de la revelación, de la verdad,
sea esta la revolución, la libertad u otra finalidad, a nombre de la
“ideología” o de la
ciencia. Esta inversión de valores, usando esta frase para
ilustrar mejor, es un genocidio, así como un biocidio, también, en las
condiciones del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, es
un etnocidio…”
Patético exhibicionismo y
desesperación extractivista
El apego de los llamados
gobiernos progresistas al modelo colonial extractivista del capitalismo
dependiente es una clara muestra del carácter histórico-político de estos
gobiernos. No dejaron de ser Estado-nación subalternos; administradores de la
transferencia de los recursos naturales de las periferias a los centros del
sistema-mundo capitalista. Entonces son cómplices no solo de las dominaciones
imperialistas, sino de mantenerlo alimentándolo con las concesiones
extractivistas a las empresas trasnacionales; manteniendo, de esta manera, al
ciclo dominante y hegemónico del capitalismo vigente; extractivista y
financiero, inscribiendo la deuda infinita en los cuerpos de los pueblos
subyugados.
El exigir que las naciones y
pueblos indígenas entreguen sus tierras a la vorágine del capitalismo
extractivista es la patética desesperación de comediantes, que fungen de
líderes populistas, cuando, en realidad, desarman a los pueblos de su capacidad
de lucha, haciendo gala de su demagogia, que se sostiene en redes clientelares.
Es una clara muestra de lo distante que se está de la Constitución.
Constitución que, además de establecer el carácter
plurinacional del Estado, en transición, Estado plurinacional Comunitario y
Autonómico, establece los derechos de las naciones y pueblos indígenas
originarios. Por otra parte, deja claro el carácter ecologista de la Organización Económica
del Estado, al establecer la condición sustentable del “desarrollo”, definiendo
las condiciones no mercantilizables de los recursos naturales, destinados al
vivir bien. Este, el dispositivo gubernamental que exige a los pueblos entregar
sus recursos naturales, abrir las áreas protegidas, es un gobierno que ha
adoptado el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.
Territorios indígenas
En primer lugar, es
indispensable definir lo que se entiende por territorios indígenas. Cuando
queremos hacer esto, definir el concepto de territorios indígenas, nos
encontramos con distintos discursos que lo contienen; en cada discurso la
interpretación es distinta. En términos del uso político, territorios
indígenas, tiene que ver con las luchas de las naciones y pueblos indígenas por
recuperar y reconstituir sus territorios ancestrales. Ciertamente cuando
decimos esto, de recuperar y reconstituir, hablamos en el contexto de la
geografía política de los Estado-nación. Esto significa que la recuperación y
la reconstitución están circunscritas dentro de esta geografía. Generalmente se
habla de los territorios donde están asentados los pueblos indígenas. Entonces
se trata de la protección de los pueblos indígenas, de la defensa de sus
culturas, de sus lenguajes, de sus instituciones, de sus normas y
procedimientos propios. Para tal efecto, la lucha de los pueblos indígenas ha
buscado el reconocimiento de sus territorios por parte de los Estado-nación.
Naciones Unidas ha recogido las reivindicaciones, las demandas, sobre todo las
conquistas de los pueblos indígenas, después de décadas de luchas descolonizadoras.
Le ha dado un leguaje jurídico y ha extendido como derechos colectivos a todo
el orbe planetario. Muchos Estado-nación han firmado convenios internacionales,
que establecen universalmente los derechos de los pueblos indígenas. En este
sentido, los territorios indígenas son territorios reconocidos
internacionalmente y por los estados firmantes de los convenios
internacionales.
Vulnerar estos derechos
adquiridos, asumidos internacionalmente y por los estados firmantes, es violar
los derechos humanos, en su extensión colectiva. En otras palabras, es violar
las condiciones de posibilidad democrática, tal como han sido constituidas
hasta ahora. Es comportarse despóticamente ante estos derechos establecidos. Es
esto precisamente lo que pasa cuando se exige abrir las áreas protegidas a
concesiones extractivistas de empresas trasnacionales.
Cuando se hace esto, violar
derechos colectivos, con el desparpajo más grande, acusando, además, a los
pueblos indígenas que no quieren hacerlo, de inmorales, se patentiza no
solamente el despotismo más desvergonzado, sino que no se ha entendido nada de
nada. No se ha entendido la Constitución, no se ha entendido el sentido
primordial del llamado proceso de cambio, que es el de la descolonización. Tampoco
se ha entendido el significado histórico-político, en el presente, de la
democracia, del ejercicio de la democracia, que, de acuerdo con la
Constitución, es participativa, directa, comunitaria, pluralista,
representativa. Es como creer que basta con pretender ser indígena o parécelo
para legitimar cualquier cosa, incluso actos y acciones políticas que van
contra los derechos de los pueblos indígenas. Esto no es otra cosa que una
desorientación enorme respecto a las emancipaciones y liberaciones en la actualidad. Y lo más
grave, esto no es más que la continuación del despojo y la desposesión
colonial; primero, en el periodo colonial propiamente dicho; después, en el
periodo liberal, con las repúblicas; para prolongarlo con el periodo
nacionalista; posteriormente, asombrosamente, para perpetuarlo en el periodo
del llamado gobierno progresista, sobre todo con el denominado gobierno
indígena.
La definición del concepto de
territorios indígenas no queda ahí, en el uso político, “ideológico”, jurídico,
incluso técnico, en las oficinas de Naciones Unidas, en las ONGs y en las
instancias gubernamentales. Se ha desarrollado también como una concepción
teórica de territorios indígenas. Se habla, en este sentido, de territorios
indígenas, como espesores culturales; como ámbitos de relaciones entre
comunidades y ciclos vitales, del agua, del aire, del suelo, de los bosques, de
las cuencas. En una de las versiones de esta interpretación filosófica, el
concepto de territorio indígena adquiere el carácter de arquetipo, de
originariedad; se les atribuye esta connotación territorial a las comunidades
originarias. Sin embargo, hay que hacer notar que para los pueblos ancestrales
el territorio no es indígena o, mejor dicho, del pueblo indígena, que tampoco
se consideraba como tal, sino que se nombraba como gente, como humano, en la
lengua propia. El territorio no puede ser de alguien, persona o colectivo; la
comunidad es la que forma parte del territorio. Lo común, en este caso, no
corresponde solamente a los miembros de la comunidad o de las comunidades con
las que se comparte, sino también con los otros seres con los que se convive.
Como se puede ver, a pesar de
la importancia, la utilidad, “ideológica”, política, jurídica y cultural del
concepto, no deja de plantear problemas hermenéuticos la decodificación y la
interpretación del concepto. Problemas que hay que asumirlos plenamente,
precisamente por la importancia y significación histórica que tienen los
pueblos indígenas.
Otra semántica del concepto de
territorios indígenas tiene que ver con la perspectiva ecológica. Los pueblos
indígenas se encuentran en ecosistemas biodiversos vulnerables, forman parte de
estos ecosistemas. Claro que también forman parte de los ecosistemas, en
general, las ciudades, las poblaciones no indígenas; sin embargo, no hablamos
de esta pertenencia ecológica, en general, sino de la vinculación de los
pueblos indígenas con ecosistemas vulnerables, de las cuencas, de los bosques,
de los territorios todavía no suficientemente afectados por la integración
capitalista. En este sentido, territorio indígena adquiere una connotación
ecológica. Hay una versión light, por así decirlo, de esta perspectiva
ecológica, que es, mas bien, ambientalista; concibe a los territorios indígenas
como áreas protegidas.
Después de esta breve revisión
de parte de la polisemia de territorios indígenas – no podemos extendernos, por
el momento -, podemos ver que más que tratarse de un concepto, estamos ante una
distribución conceptual heterogénea. Distribución heterogénea que hace a una formación
no solo discursiva, sino política-cultural. Esta formación
discursiva-político-cultural se despliega en las sociedades contemporáneas, en
los Estados-nación, en el mundo, buscando ocasionar acontecimientos
emancipativos y libertarios descolonizadores. Por lo tanto, en este ánimo y
activismo, busca ocasionar enunciaciones que hagan inteligible el entramado de
relaciones sociales e institucionales, donde se disputan dominaciones y
contrapoderes.
En consecuencia, la formación
discursiva-político-cultural de la que hablamos, que nombraremos como
des-colonial – preferimos usar el término que asume Silvia Rivera Cusicanqui,
con la explicación del caso, que decolonial -, es una heurística y hermenéutica
de contra-poder, de prácticas discursivas-políticas-culturales contra-
hegemónicas.
En este sentido, la defensa de
los territorios indígenas es parte de la lucha descolonizadora. Defender los
territorios indígenas de su desterritorialización extractivista, de su
despojamiento y desposesión por parte del capitalismo dependiente, es no
solamente pieza importante de la lucha anticapitalista, no solamente segmento
fundamental de la lucha anticolonial y descolonizadora, sino, sobre todo, es
primordial en la defensa de la vida.
Escritor, docente-investigador
de la Universidad
Mayor de San Andrés. Demógrafo. Miembro de Comuna, colectivo
vinculado a los movimientos sociales antisistémicos y a los movimientos
descolonizadores de las naciones y pueblos indígenas. Ex-constituyente y
ex-viceministro de planificación estratégica. Asesor de las organizaciones
indígenas del CONAMAQ y del CIDOB. Sus últimas publicaciones fueron: Largo
Octubre, Horizontes de la Asamblea Constituyente y Subversiones indígenas.
Su última publicación colectiva con Comuna es Estado: Campo de batalla.Vamos a
hablar ahora de una distribución conceptual, relativa a los territorios
indígenas. La importancia de este mapa conceptual tiene que ver con la
problemática fundamental de las dominaciones, articuladas en las estrategias
capitalistas, asentadas en los diagramas de poder colonial. En este sentido, la
importancia radica en la significación histórica-política y cultural de las
luchas descolonizadoras y anticapitalistas; en consecuencia, la importancia
adquiere una connotación crucial en la defensa de los territorios indígenas.
El deber
El deber
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