Corrupción y modelo de
desarrollo
29 de mayo de 2017
Por Julio C. Gambina (Rebelión)
El caso Odebrecht pone al desnudo el tema de
la corrupción, en el centro de la discusión brasileña en donde se despliega una
gigantesca protesta sobre episodios que salpican a los principales partidos y
líderes del sistema político.
La norma de la empresa en el otorgamiento de coimas no se limita
al territorio de origen, sino que se extiende a todos los ámbitos de acción de
un grupo económico de origen en Brasil y con expansión transnacional en la región. Es una empresa
translatinas, financiada como otras por el poderoso Banco de Desarrollo de
Brasil, BNDS, como parte de la política del Estado brasileño.
No es distinto a lo ocurrido en otras latitudes y en todo tiempo
pasado y presente. Es la historia de EEUU, de Alemania, de Japón y más reciente
con los tigres asiáticos. Es el camino de la Ford o la General Motors en
EEUU, de la Siemens en Alemania o cualquiera de las marcas de transnacionales
conocidas y consumidas habitualmente por nosotros, en la alimentación, el
transporte, los electrónicos, las comunicaciones o toda la actividad cotidiana
sostenida con desarrollos tecnológicos de punta.
Siempre está el Estado nacional del capitalismo para sostener y
empujar a sus capitales nacionales. En cada turno político, la vocación de
gobierno apunta a sostener a sus empresarios amigos y la corrupción es ese
camino de ida y vuelta entre gestores políticos de la sociedad y las grandes
empresas. El famoso robo para la corona.
Capitalismo y corrupción son dos caras de la misma moneda, y con
el caso Odebrecht y el ejemplo brasileño, que pronto puede llegar a la
Argentina, se desnuda la forma de funcionamiento de la sociedad contemporánea.
Queda clara la connivencia de los distintos poderes del Estado
para sustentar la lógica de las ganancias de las grandes empresas que dominan la cotidianeidad. Es
algo que asocia economía y política y que atraviesa a toda la sociedad y su
cultura. Por eso, en el 2x1 fue la sociedad movilizada la que disciplinó al
poder republicano de los tres poderes, cómplices en distintos momentos para
instalar niveles de impunidad.
En el 2x1 la movilización fue contra la impunidad de lesa
humanidad y con Odebrecht se necesita confrontar social y masivamente a la
corrupción instalada en la Argentina desde hace décadas.
Es más, el Grupo Macri está asociado a negocios con el Estado
desde hace décadas, más allá de las opciones políticas de los miembros más
visibles del holding. El padre y el hijo hicieron alarde de diferentes opciones
políticas en los últimos tiempos, algo que no les impide disfrutar de la
plusvalía apropiada por su carácter de monopolio.
Muchos claman por el fin de la corrupción y eso nos llevaría a
terminar con el régimen de la ganancia que asocia al Capital con su creación,
el Estado capitalista. Este, el Estado, actúa desde la división de poderes para
favorecer la inversión reproductiva de la lógica de explotación y valorización
para la acumulación y la dominación.
Claro que todo ello funciona articulando la producción, la
distribución, el intercambio y el consumo, en un círculo que intenta ser
virtuoso para quienes lo definen. La corrupción es el lubricante que favorece
la reproducción de estas funciones del orden económico y estimula el proceso
inicial que se resuelve en quien decide invertir para activar el proceso en su
conjunto.
Es lo que lleva a Macri a buscar inversores para activar la
economía, vengan de EEUU, Europa, Japón o China, y más allá de donde se realice
el ciclo completo de la distribución, el cambio o el consumo, especialmente en
un mundo sin fronteras según sostiene la política hegemónica en nuestras días, el
mal llamado neoliberalismo, que como dijimos muchas veces no es ni nuevo ni
liberal.
Los que deciden el ciclo económico son los inversores, la
burguesía, y Pedro Paz, querido profesor e investigador jujeño de Economía
Política, fallecido en 1989 sostenía que al no haber burguesía nacional en
Argentina que sustentara un proyecto capitalista local, ese lugar estaba
destinado a ser ocupado por el Estado Nacional, y que el peronismo desde 1946
había apuntalado ese modelo, con sustitución de importaciones para alimentar el
crecimiento de la clase trabajadora, una burguesía local y el consumo social
masivo, junto a la distribución fronteras adentro (mercado interno).
Pedro Paz acaba de ser homenajeado en la Universidad Nacional
de San Luis, en la Facultad de Economía, Derecho y Ciencias Sociales con sede
en Villa Mercedes. Se conformó allí un Centro de Pensamiento Crítico que lleva
su nombre. En la inauguración del 24/5/2017 se recuperaron esas tesis del
intelectual argentino que desplegó sus enseñanzas en la región latinoamericana,
corrido por dictaduras, golpes y clases dominantes asociadas a la corrupción y
a la muerte.
Claro que su recuerdo ocurre no ya en tiempos del desarrollismo y
su crítica, de políticas keynesianas para salvar al capitalismo ante la presencia
de una sociedad bipolar entre 1945 y 1975, los “treinta gloriosos”. Desde los
90 existe otro mundo, y la ofensiva capitalista contemporánea, desde 1973/76,
entre Chile y Argentina, no admite de reformismos, y el consumo está solo
pensado para las capas de más altos ingresos y la supervivencia para la mayoría
de la sociedad.
Por ende, el proyecto sobre modelo productivo y de desarrollo
tiene que pensarse bajo los parámetros de la dominación transnacional e
imperialista, o en perspectiva de independencia y liberación.
Acaba de pasar el 25 de mayo (1810), día de conmemoración de
revolución y estamos en vísperas del 29 de mayo (1969), día de recuperación de
una de las grandes revueltas obreras de la Argentina.
En ambas fechas se le puso límite a la
dominación, a la dependencia colonial en un caso, a la dictadura en el otro.
Ahora, en tiempos de debate electoral, quizá nos inspire la gesta libertadora
de aquellas efemérides y retomar debates de época para que el desarrollo no
reproduzca la lógica consumista del modelo productivo hegemónico.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=227187
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