sábado, 13 de mayo de 2017

Pensemos en el pueblo de Siria y en tantos otros que el capitalismo imperialismo arrasa.

¿Quién está destruyendo Siria?

13 de mayo de 2017


Por Philip Giraldi (Clearing House)

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Los estados árabes del Golfo, Israel y Turquía prefieren la anarquía a Assad.
La Carta de las Naciones Unidas, firmada por todos los estados y que prevalece sobre todos los demás tratados y convenios, establece que la organización tiene la obligación de “determinar la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión” y tomar la acción militar y no militar para “restaurar la paz y la seguridad internacionales”.
En 1946 los jueces en los juicios de Núremberg llegaron a la conclusión de que “iniciar una guerra de agresión... no es sólo un crimen internacional, es el crimen internacional supremo, que sólo difiere de otros crímenes de guerra en que contiene en sí el mal acumulado del conjunto”.
El artículo I de la Constitución de Estados Unidos establece que sólo el Congreso tiene autoridad para declarar la guerra, con el entendimiento de que según el Artículo II el presidente está facultado para responder a una “repentina” o inminente amenaza sólo si no hay tiempo para aprobar tal declaración. Una enmienda a la Autorización para el Uso de la Fuerza Militar (AUMF) modificada en 2016 otorga al presidente la autoridad para responder militarmente a las amenazas contra Estados Unidos, pero sólo si se hubieran originado por al-Qaeda y “fuerzas asociadas”.
Entonces, ¿cómo es que el 6 de abril Estados Unidos atacó a un Estado asociado de las Naciones Unidas que tiene un Gobierno soberano reconocido internacionalmente? Dicho Estado miembro no representaba una amenaza inminente, no había atacado a los Estados Unidos y no estaba en guerra con Washington. Tampoco ese Estado miembro consiente ni apoya a al-Qaeda o un grupo asociado y tampoco estaba bajo sanción del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por autorizar a cualquier otro Estado miembro para actuar en contra él. Al contrario, dicho Estado miembro estaba luchando activamente contra varios grupos terroristas como están definidos por el Gobierno de Estados Unidos cuando ocupó su territorio soberano.
Me estoy refiriendo, por supuesto, al ataque de misiles crucero sobre Siria, que muchos críticos tardíamente reconocieron que es ilegal tanto bajo la ley internacional como la de los Estados Unidos. Pero la ilegalidad en cuanto a la capacidad de hacer cumplir la ley, ha habido poco interés aparente por parte de las Naciones Unidas para plantarse frente a Washington y EE.UU. seguramente utilizará su veto en el Consejo de Seguridad para detener cualquier acción indeseable de parte de la ONU.  
Desde 2006 Estados Unidos ha estado apoyando varias intrigas para socavar y forzar un “cambio de régimen” en el Gobierno baasista de Siria, es decir, mucho antes de la llamada Primavera Árabe que puso protestas en las calles de Damasco. Más recientemente Washington ha estado armando y entrenando a los llamados rebeldes contra el régimen de Bashar al Asad, aparentemente con la esperanza poco realista de dar paso a algún tipo de transición a un régimen moderado prooccidental. La actual política de la Casa Blanca parece consistir en ejercer presión sobre ISIS y al Qaeda vinculado a al-Ansar, contra los que el Gobierno sirio está luchando y al mismo tiempo exigir la sustitución de Assad para permitir la reanudación de las conversaciones de paz de todos los partidos. Aparte de esos marcadores generales se ha prestado poca atención a lo que podría suceder el segundo día después de que Assad se haya ido. Las preocupaciones razonables de que el vacío creado podría ser llenado por islamistas radicales han sido ignoradas en gran parte.
Pero incluso si la política de Estados Unidos es confusa hay otros en la región que saben lo que quieren y están bastante seguros de lo que tienen que hacer para llegar allí. Arabia Saudí y Catar también han estado luchando una guerra no autorizada e ilegal contra Siria con muy poca reticencia de la comunidad internacional. Han sido hostiles al Gobierno de Siria por dos décadas y comenzaron financiando y armando a los disidentes en el interior del país tras el comienzo del conflicto en 2011. Su razonamiento es que Siria se ha convertido en un aliado de Irán y los chiíes libaneses, entre ellos Hezbolá, amenazan con crear un anillo en los territorios dominados por los chiíes que atraviesan el centro del Medio Oriente árabe y la autonomía de gobierno en Teherán, que los saudíes en particular ven como su enemigo regional. También es posible que la exportación de militantes del wahabismo saudí juegue un papel. Siria, que como antes Irak era tolerante con la mayoría de las religiones, a menudo es acusada tanto de inaceptablemente laica como de apoyar a los herejes.
A los saudíes les gustaría ver una Siria en la que los árabes suníes fueran dominantes, que presumiblemente condujeran a la discriminación de los chiíes, alawitas y cristianos, así como a una ruptura de los lazos políticos con Irán. En realidad una Siria rota probablemente resultará muy parecida al vecino Irak, con las minorías en problemas y una falta de control central efectivo. Pero eso estaría bien para Riad, ya que significaría que la alianza con Irán estaría, de hecho, disuelta. Si los sirios se beneficiarían del cambio es indiferente, por lo que se percibe a través de la óptica de los intereses saudíes.
A Turquía también le gustaría ver que Assad se ha ido y una Siria en el caos. El 25 de abril Ankara atacó objetivos kurdos en Siria e Irak, incluidos los miembros de la milicia YPG –Unidades de Protección Popular Kurdas (N. del T.)-, que son aliados entrenados y armados por Estados Unidos y contra ISIS. Se registraron veinte milicianos del YPG muertos. Los turcos afirman que prácticamente todos los grupos armados kurdos son terroristas, aliados en el problema de terrorismo doméstico de Turquía, el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK). Turquía teme sobre todo que Siria permita la creación de una entidad dominada por los kurdos a lo largo de su mutua larga y difícil frontera para defender. Quiere fuera a Assad, ya que lo ha acusado, tal vez con razón, de apoyar las incursiones de terroristas kurdos, pero opta por ignorar el hecho de que los problemas actuales con los kurdos fueron en parte iniciados por el Gobierno del entonces primer ministro Recep Tayyip Erdogan . El líder turco necesitaba un enemigo creíble por razones políticas internas, para desacreditar a un partido que era en gran parte kurdo y se oponían a él.
Turquía apoyó a ISIS en el pasado, incluyendo el tratamiento de sus heridos en los hospitales turcos y permitió que se reagrupasen en lugares seguros dentro de Turquía, sobre todo porque la banda terrorista es enemiga de los kurdos. También se ha afirmado, plausiblemente, que Ankara suministra el gas sarín que se utilizó en varios ataques contra civiles sirios que luego fueron atribuidos convenientemente al Gobierno de Damasco. El derribo de un cazabombardero ruso en diciembre de 2015 también puede haber sido un burdo intento de arrastrar a los EE.UU. y la OTAN a una guerra contra Assad y Moscú. Irónicamente, jugando en ambos lados, en un intento demasiado visible para derribar Assad ha destruido cualquier credibilidad que pudiera tener Erdogan. Y debilitando el control del Gobierno central de Siria y de facto entregar el poder a una gentuza de rebeldes y a las tribus locales, prácticamente garantizaría la aparición de un pequeño Estado kurdo. Pero, al parecer, Ankara no piensa mucho más adelante.
Por último está Israel. Este, a diferencia de otros adversarios de Siria, ha estado tratando de desestabilizar a su vecino desde hace más de 20 años y tiene poco o nada que ver con Irán o los kurdos. El plan Yinon de 1982, redactado cuando el político de extrema derecha Menachem Begin era primer ministro, fue diseñado en un documento titulado “Una estrategia para Israel en la década de 1980”. En él se sostuvo que estaría garantizada la seguridad de Israel sólo si sus vecinos tenían que ser de alguna manera forzados o inducidos a separarse y volver a sus circunscripciones tribales, étnicas y religiosas, que habían sido combinadas arbitrariamente en los Estados-nación individuales por las potencias imperiales después de la Primera Guerra Mundial. El plan Yinon incluía recomendaciones de una acción militar para alcanzar lo que podría no lograrse en forma clandestina, incluyendo una invasión israelí de Siria para atomizar el país en comunidades alauitas, drusas, sunitas y cristianas. Un mundo árabe fragmentado con la creación de un sistema de estados débiles “balcanizados” en la región, combinado con la reubicación de los palestinos en Jordania, eliminaría todas las amenazas a la supervivencia de Israel.
El Plan Yinon nunca se convirtió en la política oficial del Gobierno israelí. Pero podría ser visto como un modelo para las acciones regionales posteriormente llevadas a cabo por Tel Aviv, que han buscado persistentemente debilitar a los gobiernos árabes percibidos como demasiado poderosos o amenazantes. Un segundo documento, “Una ruptura limpia: Una nueva estrategia para asegurar la dominación”, le continuó en 1996, durante el ejercicio del primer ministro Benjamin Netanyahu. Fue escrito por un grupo de neoconservadores estadounidenses que incluían a Richard Perle, Douglas Feith, Paul Wolfowitz, y Meyran y David Wurmser. Abogaba por una política de preferencia para Israel y se centraba especialmente en Irak y Siria como enemigos. Una vez fue criticado por describir al documento como un respaldo a “una miniguerra fría en el Medio Oriente, abogando por el uso de los ejércitos cercanos para cambios de régimen, desestabilización y dominio”.
Más recientemente los funcionarios israelíes han dejado claro que preferirían tener “rebeldes moderados” en el control de Siria que al Gobierno de Assad. Según los informes han proporcionado atención médica a los militares heridos, posiblemente incluyendo a ISIS. Parecería que hay una tregua de facto entre el ejército israelí e ISIS, tal como esta milicia declaró una disculpa cuando uno de sus grupos asociados disparó contra unidades del ejército israelí en los Altos del Golán en noviembre.
Israel ha llevado a cabo una serie de ataques aéreos contra las bases y unidades militares de Siria. Y más recientemente un ataque con misiles cerca de Damasco el 27 de abril. También hay informes de que ya está utilizando sus nuevos cazas furtivos F-35 cazas proporcionados por Estados Unidos para misiones de combate contra Siria.

Israel preferiría tener una situación política fragmentada en su frontera en lugar de un Gobierno unificado y capaz. El primero constituye una amenaza fácilmente controlable mientras que el segundo, sin duda, continuará con sus esfuerzos para recuperar la mayor parte de los Altos del Golán, que Israel ocupó en 1967 y continúa ocupando hasta ahora. Así que la elección para el Gobierno israelí es muy simple y no incluye lo que sea que actualmente Estados Unidos podría estar imaginando. Está, de hecho, mucho más cerca de lo que Turquía y los saudíes quieren.

Daniel Larison advirtió con frecuencia de que EE.UU. está sobrecargado de aliados que lo son de nombre pero no en la realidad. En términos de intereses nacionales reales se debe observar que los saudíes, los cataríes, los turcos y los israelíes están actualmente (o recientemente) en la cama con los grupos terroristas que Estados Unidos se comprometió a destruir. Todos ellos han atacado ya sea directamente o por medio de sustitutos al legítimo Gobierno sirio que se opone a ISIS y al-Ansar en el campo de batalla. Turquía también ha atacado a milicianos kurdos aliados y entrenados por Washington.
Ciertamente la Administración de Trump no presionará a Israel para cambiar de rumbo cuando el presidente viaje a Jerusalén a finales de este mes. Por sobre cualquier otra cosa, Trump tendrá en cuenta que los republicanos en el Congreso han puesto en marcha una coalición denominada Israel Victory Caucus y que los 100 senadores han firmado recientemente una carta a las Naciones Unidas exigiendo que abandone su “sesgo anti-Israel”. Así que no hay espacio para desviaciones. Tampoco el Donald exprimirá al presidente Erdogan cuando llegue a Washington la próxima semana, por temor a que la ya extenuante y funesta política siria se vuelva aún más inmanejable. Y los saudíes están siempre allí detrás, prestos a usar su dinero como arma para comprar influencia y gestionar la narrativa.
Así que la respuesta a la pregunta “¿Quién está destruyendo Siria?” debe ser “casi todo el mundo”. Sin embargo hay diferentes motivos que hacen emerger regularmente a los actores principales para justificar la continua carnicería. Dados los comentarios que salen de los ministerios de Asuntos Exteriores y de Defensa en Washington, Riad, Ankara, y Tel Aviv, es más que un poco difícil discernir si podría haber una manera de salir de este atolladero. Por el contrario, parece que seguirá siendo como hasta ahora hasta que todos se cansen, declaren la victoria y vuelvan a casa.
Philip Giraldi, exagente de la CIA, es el director ejecutivo del Council for the National Interest .
Este artículo fue publicado por primera vez por The American Conservative
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226557

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