Argentina: Agrotóxicos en la mesa
16 de mayo de 2017
El 63 % de las frutas, verduras y hortalizas
que se consumen en Buenos Aires y La Plata (20 millones de personas) contiene
agrotóxicos, según información del SENASA, extraída bajo la presión de un
amparo judicial interpuesto por “Naturaleza de Derechos” (en cuyo informe se
puede acceder directamente a los documentos del SENASA) (ref.1).
Inmediatamente, el SENASA comunica la
INOCUIDAD de este “hallazgo” y asegura que los niveles son mínimos, aunque no
informa los niveles detectados de cada veneno y si estos superaban o no el
Límite Máximo Permitido, que es la cantidad supuestamente inocua de cada veneno
en cada alimento. Los controles que conocemos fueron 1949, con 1219 casos
positivos en donde se detectaron residuos de agrotóxicos en frutas, verduras y
hortalizas. SENASA informó solamente insecticidas y fungicidas, los herbicidas,
como glifosato, atrazina, paraquad y 2.4D, no fueron notificados y son los
agrovenenos más utilizados en Argentina.
¿Qué cantidad de venenos tienen los alimentos?
El SENASA no lo dice, claramente esconde la
información, lo que es coincidente con su práctica productivista y no de
contralor y protección de la salud pública. Pero sabemos, por la información
que brindaban las cámaras empresarias de agrotóxicos, que Argentina en 2012
utilizaba 335 millones de kilos de pesticidas de todos los tipos (alcanzan 400
millones en 2016) y que el 3 % de estos se aplicaban en cultivos de cítricos, 1
% en cultivos de frutas de pepitas, 1 % en cultivos de frutas carozo y 5 % en
hortalizas (incluyendo papas)(ref.2).
Así fue que 10,5 millones de kilos de químicos
tóxicos se usan en cultivos de cítricos, lo que genera que el 94 % de los limones,
junto con el 92 % de las mandarinas y el 84 % de las naranjas, está contaminado
de clorpirifós, tiametoxan, imidacloprid, dimetoato, etc. Y también que 6,7
millones de kg se usan en frutas como manzanas y peras (contaminadas en un 86 %
y un 98 % en las pruebas del SENASA con clorpirifós, tiametoxan, etc.). Y que
16,75 millones de kilos se aplican en verduras y hortalizas, para que las
consumamos a pesar de contener venenos tan poderosos como el clorpirifós,
tiametoxan, abamectina, metamidofos, deltametrina, que contaminan el 92 % del
apio, el 63 % de las zanahorias, el 50 % de pimientos, el 44 % de los tomates,
e; 42 % de la rúcula y 34% de las lechugas [1],
según el SENASA.
En el mismo sentido que este Informe del
SENASA, un estudio de la Universidad Nacional de La Plata, sobre el banco
de alimentos de La Plata, también encontró frutas y verduras contaminadas en el
76,6 %, en esta oportunidad pudieron medir que una porción de ensalada mixta
para una persona contiene 600 ugr de plaguicidas, a los que llamaron los
condimentos no declarados (ref.3).
Con toda esta información, podemos concluir
que 33,9 millones de kilos de venenos se utilizan por año en los cultivos de
frutas y hortalizas en Argentina y que las personas que tienen una dieta sana y
equilibrada ingieren casi 1000 ugr por día de agrotóxicos con sus alimentos.
¿Son peligrosos para la salud humana?
Sin duda que sí; si bien son utilizados para
matar principalmente insectos, la dinámica celular e intracelular de estos
funciona de manera muy similar a la de los humanos, los mecanismos que
codifican el desarrollo embriológico y reproductivo son compartidos entre
insectos y animales (lo que nos incluye), incluso conocemos que el 60 % de los
genes que regulan el funcionamiento de células y órganos de nuestro cuerpo está
presente en el genoma de una mosca de la fruta o una chinche del tomate.
El resultado letal inmediato (agudo) que se
busca en agricultura (matar inmediatamente la mosca o la chinche) está
directamente relacionado a la dosis y la característica de la molécula del
veneno, pero muchos de sus otros efectos perjudiciales son independientes de la
dosis, se ejercen por su sola presencia en nuestro organismo y a mediano y
largo plazo (efectos subagudos y crónicos). Estos efectos son, entre otros,
genotoxicidad y disrupción endocrina. El SENASA cree que podemos ingerir
cotidianamente dosis mínimas o pequeñas sin ningún tipo de riesgo, lo que es
falso y ellos lo saben.
Por ejemplo: Clorpirifós es el insecticida que
el SENASA encuentra en todas las frutas y hortalizas sin excepción, es un
organofosforado vinculado, en estudios de dos universidades norteamericanas(ref.4),
a daño directo en el desarrollo cerebral de los niños cuando sus madres
embarazadas han sido expuestas al mismo (¿ingestión?); sus consecuencias van
desde trastornos del espectro autista hasta insuficiente desarrollo de la
capacidad intelectual; es incomprensible que el SENASA permita esta exposición
sin, al menos, advertir a las embarazadas argentinas. También está demostrada
la capacidad del clorpirifós de dañar el material genético de las personas e
inducir la generación de células mutantes que en condiciones especiales y
personales desencadenan cáncer (ref.5).
Además, clorpirifós comparte con los otros
fosforados (dimetoato, metamidofós) una potente y comprobada capacidad de
disrupción endocrina, es decir, capacidad de alterar o interferir con el
equilibrio del sistema endocrino de nuestro cuerpo, promoviendo hipotiroidismo
y cáncer de tiroides; trastornos metabólicos, diabetes y cáncer de páncreas;
trastornos reproductivos, esterilidad, abortos, prematurez, anomalías
congénitas, cáncer de mama, cáncer de ovario y cáncer de testículos, entre
otras enfermedades (ref.6).
Deltametrina y cipermetrina son los
insecticidas que la industria presenta como los más inocuos (permetrinas), sin
embargo, su carácter de disruptores endocrinos es inocultable y por esta razón la Unión Europea tiene
prohibida su utilización en los países miembros después de que en los estudios
de bioseguridad6, las ratas desarrollaran tumores (adenomas) en sus glándulas
endocrinas.
Abamectina es otro veneno encontrado en
nuestros vegetales comestibles y su toxicidad se vincula principalmente en que
reduce los niveles de testosterona y daña los túbulos seminales de los testículos6.
El otro grupo de insecticidas que ingerimos casi a diario está compuesto por
neonicotinoides (tiametoxan e imidacloprid), los insecticidas más modernos y
sistémicos (penetran dentro de la planta y circulan por su savia, lo que hace
inútil “lavar” la fruta), más de 5000 veces más tóxicos que el viejo DDT; son
tan tóxicos para la salud y el ambiente que a pesar de que Syngenta y Bayer los
fabrican en Europa y a pesar de estar tan restringidos en ese continente (ref.7), principalmente los
comercializan en todo el mundo y con la ayuda del SENASA argentino terminan en
nuestra comida.
Como si estos enormes riesgos fueron
insuficientes, nos encontramos con que los estudios del SENASA y de la UNLP
muestran la
presencia SIMULTÁNEA de varios de estos venenos en frutas y
verduras, su toxicidad no es sólo la suma de las mismas, sino que ésta se
multiplica por el efecto “coctel”, efecto conocido por los científicos pero no
por el SENASA.
Es ofensivo escuchar como el vocero del
SENASA, Ing. Alejandro Fernandez (ref.8),
minimiza estos peligros mintiendo, poniéndose al borde mismo del delito y
demostrando que sólo conoce los prospectos de propaganda de las empresas de
pesticidas, pero más indignante es ver cómo médicos de consulta de los medios de comunicación, como el Dr. Daniel Lopez
Rosetti, en Telefé Noticias, realiza también la misma defensa de la agricultura
tóxica como si nadie pudiera acceder a la información y fuéramos todos
estúpidos, ubicándose como cómplices de los peligros que se imponen -exponen a
la población mientras protegen los intereses de la industria de agrotóxicos que
año a año aumenta sus ventas en Argentina y contamina nuestro ambiente y afecta
la salud colectiva.
¿Qué podemos hacer para evitar los venenos?
Dejar de consumir frutas y verduras no es para
nada recomendable, es más, debemos aumentar su consumo, pero tendríamos que
familiarmente proveernos de proveedores seguros, orgánicos generalmente; de no
ser esto posible lavar con mucha agua los vegetales es lo indicado, de ninguna
manera optar por alimentos procesados o ultraprocesados industrialmente, porque
la calidad de los mismo disminuye notablemente.
Producir alimentos a base de venenos es un
procedimiento inaceptable que en los últimos 25 años se naturalizó (de la mano
de los cultivos de granos transgénicos), porque los empresarios y el SENASA no
los consideran como comida sino solamente como mercancías que significan dinero
y no los alimentos que necesitan los niños, los hombres y las mujeres de este
país para poder vivir y crecer sanos.
Debemos exigir al Estado que defienda nuestro
derecho a una alimentación sana y segura y que el SENASA deje de defender los
intereses de las corporaciones.
Referencias:
1- Naturaleza de
derechos. Abril 2017. Heladeras Fumigadas Argentinas. Informe de datos del
SENASA sobre Agrotóxicos en Vegetales. 2011-2016. Ver desde aquí
2- Reduas 2013. El
consumo de agrotóxicos en Argentina aumenta continuamente. Análisis de los
datos del mercado de pesticidas en Argentina. Ver
desde aquí
3- ALONSO LUCAS;
CONSTANZA BERNASCONI; ETCHEGOYEN AGUSTINA; DAMIAN MARINO; LETICIA PELUSO.
Plaguicidas, los condimentos no declarados. Jornada; XXIII Jornadas de Jovenes
Investigadores del Grupo Montevideo, UNLP; 2015.
4- Reduas 2011.
Clorpirifós, el Insecticida organofosforado más utilizado en la Argentina. Ver desde aquí
5- Li D, Huang Q, Lu M, Zhang L, Yang Z, Zong M, Tao L. The
organophosphate insecticide chlorpyrifos confers its genotoxic effects by
inducing DNA damage and cell apoptosis. Chemosphere. 2015 Sep;135:387-93. doi:
10.1016/j. chemosphere. 2015.05.024.
6- . Pesticide Action
Network Europe. Evaluación del impacto de pesticidas disruptores endocrinos.Ver
desde aquí
7- Reglamento de
Ejecución (UE) n ° 485/2013 Ver
desde aquí
8- Ing. Alejandro
Fernandez, SENASA. ¿Frutas y verduras tóxicas? 2017. TN. Ver desde aquí
Fuente: Al revés
No hay comentarios:
Publicar un comentario