Solicitud de “antiimperialismo”
vacía
de contenido
En anteriores notas, y el alguno de mis libros, polemicé con la
idea, sostenida en muchos sectores de la izquierda, de que Argentina es un país
sometido a una dominación colonial (o semicolonial, o neocolonial; sobre este
tema, puede consultarse aquí, aquí, aquí, aquí). En esta pequeña nota
vuelvo sobre las consecuencias de esas diferencias para el discurso y la
táctica política. El “disparador” es la propuesta de declaración presentada por
el legislador del Partido Obrero – Frente de Izquierda, Gabriel Solano, a la
Legislatura de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires para que esta repudie la
visita de Christine Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional.
La declaración propuesta dice que se persigue “… un propósito
colonial y ajustador, para avanzar, en acuerdo con el gobierno de Macri,
contra las conquistas laborales, los salarios, las jubilaciones y el gasto
social, en pos de asegurar los beneficios capitalistas y el pago de la deuda
externa usuraria”. También afirma que los ataques a los jubilados, el pacto
fiscal con las provincias, el impulso de la reforma laboral, y otras medidas
“fueron dictadas por el FMI y asumidas como propias por el gobierno macrista y
los gobernadores que mayormente responden al Partido Justicialista.” Y termina
lamentando que la visita de la presidenta del FMI no haya sido repudiada por
esta Legislatura “pero confiamos en que el pueblo argentino saldrá a la calle,
como lo hizo en las jornadas de diciembre, para evitar la política colonial y
de ajuste capitalista que el FMI y el Gobierno quieren acordar contra nuestro
pueblo” (véase http://www.po.org.ar/comunicados/politicas/la-presidenta-del-fmi-viene-a-dictarle-a-macri-el-libreto-del-ajuste).
De
manera que, según esta propuesta, Argentina está sometida a una relación
colonial, y el FMI impone (“le dicta el libreto”) a la clase dirigente las
medidas que debe adoptar. Un discurso que está en línea con la idea (de
Trotsky) de que la burguesía de un país como Argentina “es una clase
semi-gobernante, semi-oprimida” (véase “Not a Workers and Not a Bourgeois
State?”, 1937-8). La Corriente de la Dependencia, muchos marxistas
“tercermundistas” y todo tipo de progresistas comparten este criterio, aunque
discrepen en lo que atañe a las capacidades “antiimperialistas” de la clase
capitalista nativa. Así, algunos dirán que los capitalistas “nacionales” deben
integrar “el frente por la liberación nacional” y otros, más radicalizados,
asegurarán que esta burguesía es “cobarde para enfrentar al imperialismo”. En
cualquier caso, la idea que recorre estos discursos es que existe un “enemigo
principal” foráneo, responsable de, al menos, muchos de los males y
padecimientos de la clase trabajadora y las masas populares. De ahí también que
se plantee la posibilidad de la “unidad de acción antiimperialista” con las
corrientes nacionalistas, burguesas o pequeño-burguesas. Y si la Legislatura se
niega a votar la patriótica declaración, ello se explicará por la
“claudicación” de los partidos burgueses frente a sus deberes nacionales.
Desde el enfoque que defiendo, todo esto no tiene sentido. El gobierno de Macri,
los gobiernos provinciales, las cámaras empresarias, los partidos burgueses
argentinos, esto es, la clase dominante argentina, aplica las medidas del
“ajuste” no porque se lo ordene el FMI, o alguna otra institución extranjera,
sino porque las mismas están en la lógica de la respuesta capitalista a las
crisis económicas. Actúan en defensa de
sus intereses, y en todo esto la patria tiene poco que ver. Macri no necesita
que Lagarde “le dicte el libreto” para subir las tarifas o retrasar los
salarios en relación a la
inflación. Tampoco la UIA o la SRA para reclamar las reformas
laborales. En otros términos, Macri, la SRA, la UIA, los legisladores de
Cambiemos y del PJ, y similares, no son “semi-oprimidos” por el FMI, o por
cualquier otro poder extranjero (ni semi, ni un cuarto, ni un décimo
oprimidos). Es claro, por otra parte, que el FMI, el Banco Mundial, la
OMC, la OCDE y otras instituciones acuerdan, en los lineamientos fundamentales,
con la actual orientación del gobierno argentino. Acuerdan porque son parte de
la superestructura global del capital, y buscan mejorar las condiciones de la
explotación globalizada del trabajo. De ahí la natural convergencia con los
explotadores nativos.
Esta
convergencia tiene múltiples manifestaciones. Por ejemplo, cuando el FMI aboga
por políticas que garanticen el pago de las deudas, no solo vela por los
intereses de los acreedores extranjeros, sino también por los intereses de los
acreedores argentinos. Asimismo, los capitales que fugan de Argentina no lo
hacen obedeciendo mandatos de algún poder colonial, sino porque consideran
conveniente participar de esa manera de la explotación globalizada del trabajo.
En este marco, por supuesto, pueden darse tensiones y choques. Pero se trata de
diferencias absolutamente secundarias frente a la contradicción central y
dominante, la que existe entre el capital (de cualquier nacionalidad) y el
trabajo (de cualquier nacionalidad).
Por
eso es absurdo pedirle a los partidos de la clase dominante que firmen
declaraciones como la propuesta por Solano. Es como reclamarle al papa que se
haga ateo; no tiene sentido. De hecho, absurdos de este tipo llevan agua al
molino del nacionalismo y ponen la mira en el lugar equivocado. Más todavía,
incluso si alguna fracción burguesa o pequeño-burguesa firmaran semejantes
“pronunciamientos”, ello no representaría ningún avance en términos de conciencia
socialista. Con el costo adicional de embellecer a los oportunistas siempre
dispuestos a posar de ardientes defensores de la patria. Hay que hablar
claro: los partidos mayoritarios de la Legislatura no van a repudiar al FMI
porque el FMI es parte de la misma naturaleza social que ellos. Y la táctica
socialista nunca puede consistir en pedirle peras al olmo.
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Solicitud de “antiimperialismo” vacía de contenido
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Fuente: https://rolandoastarita.blog/2018/03/16/solicitud-de-antiimperialismo-vacia-de-contenido/
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