Control del agua y
extractivismo-minero
7 de marzo de 2018
La acumulación y contaminación del agua son
manifestaciones de los imaginarios de conquista y desecho, donde se acepta y se
legitima los desastres como sacrificio reiteradamente en nuestras geografías.
Por Cristian Abad Restrepo
periodistas@laestrella.com.pa
4 de marzo de 2018
periodistas@laestrella.com.pa
4 de marzo de 2018
Las geografías del
extractivismo-minero se caracterizan por tres aspectos: la extracción de
minerales (oro, plata, cobre entre otros), la modificación del paisaje natural
y humano y el control sobre los ecosistemas, en específico el agua. Pero detrás
de todo el control e intervención están los imaginarios coloniales de la
naturaleza que han creado espacios de abundancia y de mucha riqueza. Quiero
decir, que donde existe minería de metales hay mucha agua en las cantidades más
que necesarias para la extracción.
Dice Perreault (2014)
que ‘la geografía de la minería –es decir, dónde existe y cómo funciona la
minería– es posible a causa de la producción de un ‘paisaje hídrico' que
abastece las minas con agua… La geografía del agua –cómo y dónde existe en la
naturaleza y cómo es gestionado el recurso a través de las infraestructuras
físicas y sociales– afecta en gran parte (y hace posible) la geografía de la
minería'.
Ahora bien, las
relaciones entre estas dos geografías producen dos fenómenos que a continuación
subrayo: escasez hídrica en contextos de abundancia mineral: la acumulación de
agua y la imposibilidad del consumo vital en contexto de abundancia hídrica: la
contaminación del agua. Miremos con más detalle estos aspectos.
ESCASEZ HÍDRICA EN
CONTEXTOS DE ABUNDANCIA MINERAL: LA ACUMULACIÓN DE AGUA
Para extraer los
minerales que están en las rocas es necesario un proceso de pulverización de
grandes extensiones de tierra, cuya escala implica tanto el tajo abierto como
el impacto sobre el uso del agua. La acumulación del agua tiene que ver con la
escala de acción del extractivismo-minero sobre el sistema de vida, al
incorporar el agua de muchas comunidades en sus sistemas de extracción,
desconociendo las condiciones de escasez de las aguas superficiales. Es decir,
los mínimos de agua para las comunidades localizadas en zonas áridas se
constituyen como los elementos básicos de subsistencia, que son amenazados por
la succión de los cuerpos de agua de manera elevada por parte de las industrias
extractivas y más si son aguas de excelente calidad (Isch, 2011).
Acumular agua y en
cantidades crecientes es una expresión del control territorial que ejercen las
industrias extractivas, cuyo resultado se expresa en un desequilibrio de los
ecosistemas (geografías del agua) y en la distribución desigual ecológica,
económica (Martínez, 2005) y cultural (Escobar, 2014) sobre el agua. Este
desequilibrio y desigualdad es consecuencia de considerar el agua como capital
constante al margen de la importancia socio-cultural y de la diversidad
epistémica que se tienen sobre ella.
En América Latina y el
Caribe existen muchos ejemplos de acaparamiento de las aguas. En México, por
ejemplo, el 38% de los proyectos mineros están ubicados en zonas de acuíferos
con disponibilidad precaria (estados de Sonora, Zacatecas y Michoacán),
afectando el acceso al agua de los pobladores y la manutención de sus economías
de subsistencia. En Chile el 50% de extracción de cobre está localizada en la
región de Antofagasta, que es una de las regiones con menor disponibilidad del
agua. En Colombia, la
mina El Cerrejón usa 17 millones de litros de agua
diariamente, en una región donde los habitantes tienen acceso a 0.7 litro por día.
El uso intensivo del
agua para el desarrollo de la actividad extractiva-minera es proporcional al
daño y a la contaminación de los ecosistemas.
La contaminación de
las fuentes de agua (superficiales y subterráneas) ha producido geografías de
la devastación por el alto impacto de los activos tóxicos (Machado, 2017) en
los territorios, privan do a las
comunidades de su uso cotidiano dado los efectos nocivos para la salud humana y
para la naturaleza, aun conviviendo con cuerpos de agua en extrema abundancia.
Dice (Isch, 2010) que ‘contaminar significa quitarle agua a poblaciones y
sectores sociales importantes… De esta manera, un sector acumula agua útil y
sana, mientras otro debe contentarse con menor cantidad y sobre todo con agua
insana'.
Un ejemplo ilustrativo
es el rompimiento de una represa de lodo tóxico que liberó 62 millones de m² de
lama de hierro en el estado de Minas Gerais en el 2015 en Brasil. El recorrido de la
avalancha fue aproximadamente de 650 kilómetros . Además de los 19 muertos, la
contaminación de las aguas afectó a pescadores, ribereños, agricultores,
pueblos indígenas, varias ciudades interrumpieron el abastecimiento de agua
entre otras afectaciones. La imposibilidad de reproducir la vida en esta zona
es consecuencia de la cristalización de llevar la naturaleza americana a su
límite, hacia la destrucción, porque una vez que se usa el agua en el proceso
extractivo, ésta es contaminada en cantidades crecientes.
El extractivismo-minero es una de las
actividades económicas responsables de la injusticia hídrica, de la
distribución desigual en el acceso al agua y de una deuda ecológica que crece
cada vez más en el continente. Estos tres aspectos son movilizados por lógicas
de la colonialidad de la
naturaleza. Es decir, la acumulación del agua y la
contaminación de la misma son aspectos altamente tolerados por la colonialidad
que rige el desarrollo extractivo-minero.
Sabemos y le sobran las
críticas al extractivismo-minero dado el acaparamiento de las aguas y de la
contaminación producida por los desastres. Sabemos del riesgo y de la
insostenibilidad de la colonialidad de la naturaleza (Alimonda, 2015), ¿qué es
lo que nos impide superar e ir más allá del desarrollo minero? Sin duda, es la
subjetividad extractiva como forma de vida que ha bloqueado la posibilidad de
ir más allá del desarrollo basado en minería moderna, a tal punto que los
monumentales desastres que ha experimentado América Latina y el Caribe quedan
en una simple anécdota superada. La
compañía Samarco , por ejemplo, posterior al desastre de
relave que acabó con la resiliencia de aquel ecosistema y pese a la destrucción
del territorio con su gente en Minas Gerais, Brasil, planea iniciar operaciones
en el mismo lugar. La única crítica fue cómo mejorar la gestión y mantener el
riesgo en niveles aceptables. Es decir, mientras la colonialidad minera
continúe, la deuda ecológica será más profunda, de allí la imposibilidad del
consumo vital de agua por la población en condiciones de abundancia hídrica.
Esa es la gran paradoja que la modernidad ha dejado como colonialidad en los
espacios de vida. Quiero decir, la acumulación y contaminación del agua son
manifestaciones de los imaginarios de conquista y desecho, donde se acepta y se
legitima los desastres como sacrificio reiteradamente en nuestras geografías.
En ese sentido, las geografías de la devastación y de la explotación son los
paisajes amados y deseados, puesto que son resultados de una mayor renta. La
modernidad produce escasez para los pueblos colonizados. Sólo la resistencia
contra-extractiva desde abajo, con la tierra y de la izquierda (Escobar, 2015)
podrá acabar con estas geografías de saqueo y con la escasez hídrica en
nuestros pueblos. Las luchas por el agua, el alimento y la vida, son los marcos
de la democracia ecológica (Shiva, 2004) que marcaran el futuro regional en el
continente.
MISIÓN Y VISIÓN DE
FLACSO
El Programa
FLACSO-Panamá busca dotar a la población de análisis sobre los principales
problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de
solución.
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El autor es geólogo.
Fuente: La
Estrella de Panamá Leer
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