Redes sociales e
ideología
8 de marzo de 2018
Por Marcelo Colussi (Rebelión)
En algún Congreso sobre Medios Alternativos se
decía que “La evolución de la
Web, el surgimiento de los medios
alternativos, las redes sociales de Internet, así como los blogs y wikis, crean
nuevas posibilidades para la comunicación social y política. Este nuevo
escenario comunicativo a nivel internacional demanda cada vez más la creación
de condiciones para maximizar su aprovechamiento”. Sin caer en
empobrecedores maniqueísmos ni valoraciones moralizantes, ni tampoco en
triunfalismos exagerados que pierden la verdadera dimensión de las cosas,
digamos que toda esta amplia batería de nuevas tecnologías ofrece interesantes
posibilidades si lo pensamos desde una perspectiva transformadora, quizá
revolucionaria incluso, al mismo tiempo que no se pueden desconocer sus
peligros latentes. El reto está en ver cómo se navega en esas aguas y se puede
llegar a buen puerto.
Las llamadas Tecnologías de la Información y
Comunicación -TICs- son especialmente atractivas, y con mucha facilidad pueden
pasar a ser adictivas (de la real necesidad de comunicación fácilmente se puede
pasar a la “adicción”, más aún si ello está inducido, tal como sucede
efectivamente). En una investigación que se hizo vez pasada en Guatemala sobre
este tópico se preguntó a jóvenes usuarios de estas tecnologías -de distinta
extracción social, de ambos sexos, con edades de entre 17 y 25 años- si al
estar haciendo el amor reciben una llamada a su teléfono celular, ¿qué harían?
Muchos y muchas (alrededor de un 75%) respondieron que, sin dudarlo,
contestarían. No hay dudas que estamos ante un importante cambio de actitudes.
Estamos invadidos por una cultura del uso de
lo digital; se nos ha dicho incluso, interesadamente o no, que la llamada
“Primavera árabe”, por ejemplo, se provocó por la catarata de mensajes de texto
transmitidos en los teléfonos móviles y por el uso de las llamadas redes
sociales. ¿Las nuevas revoluciones, entonces, se construirán sobre la base de
realidades virtuales que movilizan a las masas? En Guatemala los movimientos cívicos
anticorrupción del 2015 que terminaron sacando del poder a presidente y
vicepresidenta se generaron casi exclusivamente a través de redes sociales
(luego se supo que hubo ahí una monumental manipulación, habiéndose creado
cantidad de perfiles falsos desde donde se lanzaron las convocatorias).
Dejamos aquí el análisis político pormenorizado
tanto del movimiento de los pueblos árabes como lo que se jugó en Guatemala,
porque no es el espacio adecuado para tratarlo, pero no podemos menos de
indicar que estas nuevas modalidades comunicacionales tienen una fuerza
decisiva.
En la actualidad vivimos una cierta entronización de lo digital que puede
llevarnos a verlo como panacea. De todos modos, más allá de la interesada
prédica que identifica a las TICs con una nueva pretendida solución universal,
no hay dudas que tienen algo especial que las va tornando imprescindibles.
Estar “conectado”, estar todo el tiempo con el
teléfono celular en la mano, estar pendiente eternamente del mensaje que puede
llegar, de las redes sociales, del chat, constituye un hecho culturalmente
novedoso. ¿Quién perteneciente a una generación anterior a la actual
respondería afirmativamente a la pregunta arriba citada, respecto a la
intimidad de su vida sexual y el uso de un teléfono?
La definición más ajustada para un teléfono
celular (lo mismo se podría decir de las TICs en general) es que, poseyendo el
equipo en cuestión -teléfono, computadora, acceso a internet- se está
“conectado”, que es como decir: “estar vivo”. Definitivamente todas estas
tecnologías van mucho más allá de una circunstancial moda: constituyen un
cambio cultural profundo, un hecho civilizatorio, una modificación en la
conformación misma del sujeto y, por tanto, de los colectivos, de los
imaginarios sociales con que se recrea el mundo. Eso nos abre forzosamente la pregunta:
¿constituyen también un arma política? ¿Son un instrumento más para el cambio
social? La revolución socialista (pensemos que eso, aunque hoy día esté
supuestamente “pasado de moda”, sigue siendo una posibilidad), ¿puede
beneficiarse de estos instrumentos?
Lo importante a destacar es que esa
penetración que tienen las TICs no es casual. Si gustan de esa manera, es por
algo. Como mínimo se podrían señalar dos características que le confieren ese
grado de atracción: a) están ligadas a la imagen, y b) permiten la
interactividad en forma perpetua.
La imagen juega un papel muy importante en las
TICs. Lo visual, cada vez más, pasa a ser definitorio. La imagen es masiva e
inmediata, dice todo en un golpe de vista. Eso fascina, atrapa; pero al mismo
tiempo no da mayores posibilidades de reflexión. “La lectura cansa. Se prefiere el
significado resumido y fulminante de la imagen sintética. Ésta fascina y
seduce. Se renuncia así al vínculo lógico, a la secuencia razonada, a la
reflexión que necesariamente implica el regreso a sí mismo”, se quejaba
amargamente Giovanni Sartori (1). Lo cierto es que el discurso y la lógica del
relato por imágenes están modificando la forma de percibir y el procesamiento
de los conocimientos que tenemos de la realidad. Hoy por hoy la tendencia es ir
suplantando lo racional-intelectual -dado en buena medida por la lectura- por
esta nueva dimensión de la imagen como nueva deidad.
Junto a eso cobra una similar importancia la
fascinación con la respuesta inmediata que permite el estar conectado en forma
perpetua y la interactividad, la respuesta siempre posible en ambas vías,
recibiendo y enviando todo tipo de mensajes. La sensación de ubicuidad está así
presente, con la promesa de una comunicación continua, amparada en el anonimato
que confieren en buena medida las TICs. (Muchos “tímidos” consiguen pareja por
su intermedio. Eso es un hecho. Además, a partir de ese anonimato, cualquiera
se puede permitir cualquier cosa, opinar, decir lo que jamás diría cara a cara,
insultar, provocar, etc., etc.).
La llegada de estas tecnologías abre una nueva manera de pensar,
de sentir, de relacionarse con los otros, de organizarse; en otros términos:
cambia las identidades, las subjetividades. ¿Quién hubiera respondido algunas
décadas atrás que prefería contestar el teléfono fijo a seguir haciendo el
amor?
Hoy día la sociedad de la información, por
medio de estas herramientas, nos sobrecarga de referencias. La suma de
conocimiento, o más específicamente: de datos, de que se dispone es fabulosa.
Pero tanta información acumulada, para el ciudadano de a pie y sin mayores
criterios con que procesarla, también puede resultar contraproducente. Puede
afirmarse que existe una sobreoferta informativa. Toda esta saturación y
sobreabundancia de ¿información?, y su posible banalización, se ha trasladado a
la red, a las TICs en general, inundando todo. De una cultura del conocimiento
y su posible apropiación se puede pasar sin mayor solución de continuidad a una
cultura del divertimento, de la superficialidad. Las TICs
permiten ambas vías. Se ha hablado, entonces, de intelicidio. Parecería que las
redes sociales contribuyen mucho a eso: el olvido (¿o la muerte?) del
pensamiento crítico. La opinión política, el análisis pormenorizado, la
reflexión profunda se va reemplazando por untuit de 150 caracteres.
Si bien las TICs se están difundiendo por toda
la sociedad global, quienes más se contactan con ellas, las utilizan, las
aprovechan en su vida diaria dedicándole más tiempo y energía, y
concomitantemente viéndose especialmente influenciados por ellas, son los
jóvenes. Es evidente que la globalización en curso uniforma criterios sin
borrar las diferencias estructurales; de ahí que, diferencias mediantes, las
generaciones actuales de jóvenes son todas “hijas de las TICs”, o “nativos
digitales”, como se les ha llamado. “Aquello
que para las generaciones anteriores es novedad, imposición externa, obstáculo,
presión para adaptarse -en el trabajo, en la gestión, en el entretenimiento- y en muchos casos temor reverencial,
para las generaciones más jóvenes es un dato más de su existencia cotidiana,
una realidad tan naturalizada y aceptada que no merece siquiera la
interrogación y menos aún la
crítica. Se trata en efecto de una condición constitutiva de
la experiencia de las generaciones jóvenes, más instalada e inadvertida a
medida que se baja en la edad” (2)
En esa dimensión, lo importante, lo
definitorio es estar conectado y siempre disponible para la comunicación. De
esa lógica surgen las llamadas redes sociales, espacios interactivos donde se
puede navegar todo el tiempo a la búsqueda de lo que sea: novedades,
entretenimiento, información, aventura, etc., etc. En las redes sociales,
usadas fundamentalmente por jóvenes, alguien puede tener infinitos amigos. O,
al menos, la ilusión de una correspondencia infinita de amistades. En esa
línea, creemos importante no dejar de hacer notar que la superficialidad no es
ajena a buena parte de la cultura que generan las TICs. De ahí que debe verse
muy en detalle cómo estas tecnologías comportan, al mismo tiempo que grandes
posibilidades, también riesgos que no pueden menospreciarse. La cultura de la
ligereza, de lo superficial y falta de profundidad crítica puede venir de la
mano de las TICs, siendo los jóvenes -sus principales usuarios- quienes repitan
esas pautas. Sin caer en preocupaciones extremistas, no hay que dejar de tener
en vista que esa entronización de la imagen y la inmediatez, en muchos casos
compartida con la multifunción simultánea (se hacen infinitas cosas al mismo tiempo),
puede dar como resultado productos a revisar con aire crítico: “en términos mayoritarios [los jóvenes usuarios de TICs] adquieren información
mecánicamente, desconectada de la realidad diaria, tienden a dedicar el mínimo
esfuerzo al estudio, necesario para la promoción, adoptan una actitud pasiva
frente al conocimiento, tienen dificultades para manejar conceptos abstractos,
no pueden establecer relaciones que articulen teoría y práctica”. (3)
Pero si bien es cierto que esta cibercultura abre la posibilidad
de esta cierta liviandad, también da la posibilidad de acceder a un cúmulo de
información y a nuevas formas de procesar la misma como nunca antes se había
dado, por lo que estamos allí ante un fenomenal reto.
Los medios
alternativos de comunicación -como el presente, en el que se está leyendo este
texto, y que hacen uso de la red, de todas estas nuevas herramientas digitales-
son un granito de arena más en la larga y continuada lucha por un mundo mejor.
Hoy, caído el Muro de Berlín, y con él muchas esperanzas, no hay dudas que el campo popular está
un poco (bastante) falto de ideas claras, de referentes precisos en la batalla
por esas transformaciones. Los ideales de algunas décadas atrás, si bien no han
desaparecido, quedaron golpeados. La fabulosa ola neoliberal que todavía nos
sigue afectando ha significado un golpe muy grande para la izquierda, para el
campo popular, para la ideología de la transformación.
En ese marco, la cultura digital que ha
llegado con una fuerza fabulosa, abre un reto: obviamente, en tanto tecnología,
no es “buena” ni “mala”. Plantearlo así es sumamente reduccionista, equivocado
en definitiva. Pero no se puede dejar de considerar cómo funciona, quién la
maneja, qué papel juega para los grandes poderes globales como negocio y como
mecanismo de control social. La posibilidad de construir ahí un espacio
alternativo está abierta.
Eso, sin dudas,
implica una lucha (¿hay acaso algún aspecto de lo humano que no la implique?),
pues los grupos de poder utilizan este instrumental con fines de
conservadurismo, para que nada se altere. Y por cierto que lo saben hacer muy
bien. De hecho cada vez más asistimos a un uso mentiroso de estas posibilidades
tecnológicas. Por lo pronto, en forma creciente y en todas partes del mundo, la
práctica política se basa en el más repugnante engaño bien montado,
mercadológicamente ofrecido. “ En la
sociedad tecnotrónica el rumbo lo marcará la suma de apoyo individual de
millones de ciudadanos incoordinados que caerán fácilmente en el radio de
acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo
efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar
la razón ”, pedía el
polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinsky. Y así es, pues cada vez más
asistimos a la creación de los llamados “perfiles falsos” en las redes sociales
por parte de los políticos y/o las usinas ideológicas para hacer creer lo que
no es (que los políticos tienen muchos seguidores, que la población los ama,
que está de acuerdo con su accionar, inoculando ideología, diezmando el
pensamiento crítico. ¿Queda claro por qué lo de intelicidio?). ¿Por qué una
gran cantidad de personas en todo el mundo repite lo que repite sin
cuestionárselo? Que en Venezuela hay una narcodictadura, por ejemplo; que los
misiles nucleares norcoreanos son peligrosos para la paz mundial, pero no así
los estadounidenses, solo para poner algunos patéticos ejemplos. El engaño
sigue estando presente en el ejercicio del poder, y las redes sociales
(atractivas, envolventes, fáciles de usar) lo permiten muy ampliamente. O más
aún: lo estimulan a niveles exponenciales.
No debemos dejar de tener en cuenta que se han
abierto ciertos canales para una relativa democratización de la información. En
cierto sentido, todos podemos dejar nuestra marca en la red de redes, decir,
denunciar, hacer evidentes ciertas cosas. Pero no hay que olvidar que ese
fabuloso espacio virtual también está hiper controlado por los enormes poderes
de siempre, que el tráfico satelital no lo maneja el campo popular, que
tecnológicamente dependemos de unos pocos servidores que manejan ese tráfico.
La ilusión de creer que la revolución se agota en una pantalla es un peligro. Bienvenidas las
tecnologías digitales, sin duda. Aprovechémoslas, conozcámoslas en profundidad,
saquémosle el máximo posible de provecho. Pero estemos conscientes que la
organización popular, que la revolución socialista no son cuestiones puramente
técnicas. La tecnología, si no está al servicio de la causa del Ser Humano como
especie, sigue siendo un mecanismo de dominación.
Los medios
alternativos de comunicación son un elemento más de un prolongado combate
popular en pro de un mundo con mayor justicia, combate que por cierto no ha
terminado aún, que ha perdido quizá la batalla de estas últimas décadas, pero
no la guerra.
____________________
NOTAS
1.
Sartori, Giovanni. Homo
videns. La sociedad teledirigida. Ed. Taurus. Barcelona, 1997.
2.
Urresti, Marcelo. Ciberculturas
juveniles. La
Crujía Ediciones. Buenos Aires, 2008.
3.
Estévez, C. La
comunicación en el aula y el progreso del conocimiento , en Urresti, Marcelo. 2006.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238790
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