El clasismo
(discriminación de clase) que
aparece en el lenguaje
dominante en España
23 de febrero de 2018
Por Vicenc Navarro
Público.es
En el año 2011, uno de los más interesantes críticos de la
sabiduría convencional en el Reino Unido, Owen Jones, escribió un libro CHAVS: The Demonization of the
Working Class (CHAVS: la
demonización de la clase obrera) en el que describió la discriminación tan
marcada que existía en aquel país en contra de la clase trabajadora, mostrando
cómo tal discriminación aparecía en todas las dimensiones de la sociedad
británica, incluyendo en el lenguaje hablado y escrito en las instituciones del
establishment político-mediático del país. Dicho
establishment constantemente utilizaba en su lenguaje expresiones, al referirse
a la clase trabajadora, que eran claramente ofensivas. Tal lenguaje se reproducía también
entre las clases más pudientes de la sociedad, desde la burguesía y pequeña
burguesía, hasta amplios sectores de las clases medias con educación superior.
Este libro, claramente de denuncia, tuvo un
impacto considerable no solo en el Reino Unido (país con un sistema monárquico,
donde las fuerzas conservadoras han tenido siempre un gran dominio en las
instituciones llamadas democráticas) sino en muchos otros países a los dos
lados del Atlántico Norte. El
libro, sin embargo, pasó prácticamente desapercibido en España en los mayores medios de información, excepto en algunos
círculos muy limitados en los que tal libro se presentó como una curiosidad.
La causa de este silencio es fácil de ver,
pues en España la
discriminación en el lenguaje y en las actitudes contra la clase trabajadora es
tan extensa y generalizada, y está tan imbricada en las instituciones del
establishment político-mediático español (y en los mayores medios de comunicación), que la gente apenas se da
cuenta. Como ocurre con
otras formas de discriminación (como el sexismo y el racismo), cuando estas
están muy generalizadas, el que discrimina ni siquiera se da cuenta, pues lo
considera como un hecho natural.
El clasismo en el lenguaje de los distintos
idiomas que existen en España (castellano, catalán, euskera y gallego).
El mayor indicador de dicha discriminación es
que incluso el término clase trabajadora ha casi desaparecido en la narrativa
política del país. En realidad, lo que
pasa en España demuestra la veracidad del bien conocido principio en los
análisis politológicos de las sociedades capitalistas de mayor desarrollo
económico que señala que un indicador del poder de la clase dominante en un
país es que a mayor fuerza
y poder mediático y político de tal clase, menor uso existe de las categorías
de clase social por parte de los medios
(incluyendo académicos) de información para analizar la realidad que nos rodea. El caso español es paradigmático.
Casi nadie utiliza la expresión “clase
trabajadora” y todavía
menos expresiones como “lucha
de clases”. La expresión
de dichos términos en las rarísimas ocasiones en las que se utilizan crea
inmediatamente en las tertulias o donde sea, una reacción de rechazo,
hostilidad o algo peor. Y
ello a pesar de que la evidencia de que hay clases sociales (burguesía, pequeña
burguesía, clase media y clase trabajadora) en España y de que estas clases
tienen intereses distintos y, en muchas ocasiones, opuestos, es abrumadora . (Un ejemplo de ello es que las
rentas derivadas de la propiedad y gestión del capital –las rentas de la clase
capitalista- han ido creciendo en este país a costa de las rentas del trabajo
–las rentas de la clase trabajadora-).
La redefinición de las clases sociales
En España ya no se utilizan ni tales
categorías ni tales términos. En
su lugar, se habla de tres clases: la clase alta, la clase baja y, en medio,
las clases medias, donde estamos supuestamente la mayoría. Al utilizar dichos términos se asume
que la clase trabajadora o bien se ha transformado en clase media, o se
considera que el mejor término para definirla es clase baja. En realidad, en
muchos centros del establishment político-mediático español (incluyendo en
Catalunya) constantemente se define a la clase trabajadora como “clase baja”,
término que es profundamente ofensivo, pero ni siquiera es percibido como tal
(una cosa es decir clase de rentas bajas –lo cual no es ofensivo- y otra decir
clase baja –que es ofensivo-). En esta nueva categorización, España se ha
convertido en una sociedad de
castas: la superior, la media y la inferior.
La subjetividad como justificación del uso de
tales términos
Supuestamente la mayoría de la población se
define como clase media. En realidad, en estadísticas oficiales de los
ministerios y de las consejerías de la Generalitat se utilizan incluso
subcategorías, hablando de clase alta, clase media-alta, clase media-media,
clase media-baja y clase baja. Ello sería entendible si se quisiera agrupar a
la población por niveles de renta. Pero si fuera así deberían llamarse “grupos
de renta”, no clases sociales, pues lo que define la clase no es el nivel de
renta, sino, entre otras variables, el origen de estas rentas.
La justificación que se utiliza en muchas
ocasiones para decir que la mayoría de los españoles son de clase media es el
argumento de que así se define tal población cuando se le pregunta a qué clase
pertenece. Pero la pregunta es tan sesgada “¿Es usted de clase alta, de clase
media o de clase baja?”, que hace inevitable que la gente así se defina. A
nadie le gusta definirse como clase baja. Si se le pregunta al mismo ciudadano si
es de clase alta, de clase media o de clase trabajadora, la respuesta es
probable que varíe. En
encuestas que se han hecho dando como opciones de respuesta estas preguntas,
resulta que hay más personas en muchos países a los dos lados del Atlántico
Norte que se definen de clase trabajadora que de clase media . Predeciblemente no tales encuestas
se han hecho en España.
El clasismo en las investigaciones económicas
y sociales en las universidades españolas
Tal clasismo tiene lugar en todas las
instituciones de la sociedad, incluyendo en los centros académicos, donde el porcentaje de
estudiantes procedentes de la clase trabajadora es siempre menor que el
procedente de las clases más adineradas. Pero tal discriminación aparece
también en los centros de investigación. Por ejemplo, en estudios de análisis
económico raramente se utilizan datos producidos por los sindicatos (por
considerarlos poco rigurosos) y, en cambio, se utilizan normalmente datos de
instituciones bancarias cuya credibilidad (como la crisis financiera ha
demostrado) debería ser muy limitada. Estos
centros financian gran parte de la investigación económica en España, con los
resultados conocidos. Ningún centro académico español predijo la Gran Recesión. Y
gran número de economistas “especializados” en temas de vivienda no predijeron
la burbuja inmobiliaria.
Los insultos del jugador del Club de Fútbol
Barcelona, Sr. Piqué como ejemplos de clasismo
Un caso reciente de clasismo se produjo cuando
un jugador del Fútbol Club Barcelona, el Sr. Piqué, intentó ridiculizar a su
adversario, el Club Deportivo Espanyol, definiéndolo como el “club de fútbol de
Cornellà”, una de las ciudades donde vive gran parte de la clase trabajadora
catalana. En realidad el Sr. Piqué, producto típico de la burguesía catalana
(la que vive en las zonas acomodadas de Barcelona y cercanías) arrogante y
narcisista, al que le encanta ser el enfant
terrible (el ídolo de muchos
seguidores del Barça insultando a otros equipos a los cuales considera sus
adversarios o enemigos), estaba diciendo que el Club Deportivo Espanyol era un
club mediocre, al estar en un barrio o comunidad obreros. Al llamar al Espanyol el “club
de de futbol de Cornellà”, indicaba que nada bueno podría esperarse de un club
que está en un barrio obrero. Y lo que es incluso más llamativo esque ninguna de las críticas que tal
personaje recibió en los mayores medios
de información hizo referencia a la naturaleza claramente clasista de sus
declaraciones . Imagínese que hoy en día hubiera
intentado ridiculizar a un equipo diciendo que era un equipo de mujeres. La
sabiduría convencional lo habría denunciado como machista, digno del oprobio
general. Solo Joan Coscubiela, que fue en su día Secretario General de
Comisiones Obreras de Catalunya, lo definió y lo denunció como un ejemplo claro
de clasismo. Por lo demás, un silencio ensordecedor sobre el clasismo del Sr.
Piqué. Así es hoy Catalunya y el resto de España.
Una última observación. Debido a mi actitud
crítica de la sabiduría convencional de este país mis escritos no son
bienvenidos en los mayores medios de
información y persuasión de este país. De ahí que me permita pedirle al lector
que coincida conmigo en que la discriminación en contra de la clase trabajadora
(el clasismo tan cotidiano) es una de las mayores lacras en España, distribuya
extensamente este artículo.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238197
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