Nuestro derecho a la
vida
frente a la lógica capitalista
7 de mayo de 2016
Por Homar Garcés (Rebelión)
Todos defendemos nuestro derecho a la vida, pero apenas nos
preocupamos por comprometernos en acciones orientadas a la protección de
nuestra Madre Tierra, dejando que el porvenir de las futuras generaciones lo decida un
grupo corrompido de empresarios y gobiernos, cuyo único interés es la obtención
de grandes ganancias económicas a costa de la explotación irracional de la
biodiversidad y demás recursos del medio ambiente; condenándonos,
prácticamente, a una extinción total.
Se ha
observado, través de todas las épocas, que los seres humanos sienten una
fascinación especial en relación con la naturaleza en general, quizás la
afirmación de un lazo atávico que nos hace rememorar los tiempos en que la
humanidad era parte de un todo armonioso y no, como sucede en la actualidad,
separada y, hasta, aislada del resto de seres vivos con los cuales debiéramos
compartir este planeta aún maravilloso.
Sin embargo, nuestra conciencia es silenciada por la búsqueda siempre
insatisfecha de un estado de bienestar material impuesto por la lógica
capitalista. Así, incrementamos las altas tasas de ganancias de las grandes
corporaciones transnacionales que controlan el sistema capitalista mundial,
apenas reaccionando en contra de sus acciones depredadoras y destructoras,
(tanto de recursos naturales como de los derechos ancestrales de los pueblos
originarios); envueltos en un consumismo inducido que nos hace víctimas de una
inconsciencia, si se quiere, suicida.
Por ello, haciendo caso a las advertencias proferidas a tiempo por
científicos y ecologistas, tendríamos que interrogarnos si nuestro legado a las
futuras generaciones será entonces la visión apocalíptica de un paisaje yermo,
carente de todo vestigio de vida o, contrariamente, la posibilidad cierta de
cambiar de raíz el modelo civilizatorio que nos ha tocado vivir, rescatando
(hasta donde sea posible) la armonía perdida con nuestro entorno natural.
Frente a esta visión fatalista del planeta en las próximas décadas, de no hacerse algo con sentido de urgencia en favor de la preservación de la vida en general, tendríamos que hacer acopio de fuerzas y armarnos con esa cosmovisión magnífica (y escasamente entendida) de nuestros pueblos originarios, los únicos que han podido entender y defender la naturaleza desde mucho antes del surgimiento, la imposición y la expansión de la llamada "civilización occidental".
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