La Argentina “del cambio”: inflación y baja
de salarios
7 de mayo de 2016
Por Rolando Astarita
Devaluación,
aceleración inflacionaria –aumento de tarifas en primer lugar- y salarios que
se quedan: es el proceso clásico por la que se está operando una gigantesca
transferencia de riqueza desde los trabajadores a la clase dominante. Recuerdo
lo que planteé en una nota anterior, apenas subió Macri:
“Ahora el peso de laclase
dominante está puesto en las paritarias. Lo dijo Macri en su tan elogiado
discurso ante la
Unión Industrial Argentina : ‘hay que bajar la conflictividad
gremial, que es permanente’. O sea, los sindicatos tienen que ‘tragarse’ la
suba de precios. Tengamos presente que este año la inflación estaría entre el
28 o 30%, y todo indica que se aceleraría con la devaluación y la suba de las
tarifas. En el mismo sentido, referentes de las cámaras empresarias (por caso,
Mendiguren, del partido de Massa) dicen que las paritarias no deben tomar en
cuenta la inflación pasada, sino la esperada. El ministro
de Trabajo agregó que los aumentos deben otorgarse ‘según productividad’ (otro
argumento clásico de los empresarios en tiempos de crisis y ajuste). En
consecuencia, por todos lados se presiona para que se imponga, pacto social
mediante, un techo a los incrementos salariales. Para esto se recurre a la
amenaza de toda la vida: si no aceptan, habrá desocupación. ‘Tienen que cuidar
el empleo’, les dijo Macri a los trabajadores. Es el mismo argumento-amenaza
que esgrimía, hasta hace poco, Cristina Kirchner. Así, todo discurre según el
necesario orden causal del orden capitalista. Por supuesto, nadie habla del
trabajo precarizado, ni de los millones de subocupados, o de los que ni
siquiera buscan trabajo porque están desanimados. La otra arma con que cuenta
la clase dominante es, como siempre, la siempre presente burocracia sindical” (aquí).
Los números de inflación y pobreza
Pasados cuatro meses desde que escribí esa nota, podemos poner
algunos números. Según el IPC San Luis, la suba de precios en los tres primeros
meses de 2016 fue del 10,2%. Según el IPC Ciudad de Buenos Aires, en el primer
trimestre el aumento fue del 11,4%. No están todavía los datos de abril, pero
las consultoras privadas lo ubican entre el 7% y 7,5%, por lo menos. De manera
que solo en los primero cuatro meses de 2016 los precios subieron aproximadamente
un 18% o 19%. La inflación de marzo 2015 a marzo 2016 fue del 37,3% para el IPC San
Luis y 35% según el IPC CABA. La
CGT Moyano calcula una inflación desde abril 2015 a abril 2016 del 40%. A
esto hay que sumar, por lo menos, el aumento del 10% de nafta y gasoil, y
190% de telefonía fija de mayo; y el aumento dispuesto para junio del 66% de
subtes, y 15% de prepagas. Cada uno de estas subas tendrá efectos sobre otros
precios.
Anotemos también que la Canasta Básica Total
(para estar por encima del nivel de pobreza) según la CGT Moyano es hoy de
$11.832 para la familia tipo; según FIEL es $10.580. El Observatorio de la Deuda Social Argentina ,
de la UCA, con una CBT mucho menor ($7033 en diciembre 2015) proyecta que
la tasa de pobreza fue del 34,5% (13,8 millones de personas) en el primer
trimestre de 2016; y la tasa de indigencia llegaría a 6,2% en abril (esto es,
2,3 millones de personas que pasan hambre). La pobreza a finales de 2015
afectaba al 29% de la población y la indigencia al 5,3%.
Los aumentos salariales en curso
Pues bien, prácticamente todos los convenios que se están firmando
establecen aumentos de salarios muy por debajo de lo que ha sido la inflación
en los últimos 12 meses. La excusa es que los acuerdos salariales se hacen
teniendo en cuenta la inflación esperada; lo cual significa “tragarse” la
inflación pasada. Por caso, supongamos un gremio que acordó un aumento en 2015
de 25%. Dada la aceleración de la inflación, a marzo de 2016 tiene un pérdida
del salario real de entre 10 y 13 puntos porcentuales (según se considere la
inflación anual a marzo del 35% o 38%). Si ahora establece un aumento salarial
del 20% por seis meses desde marzo -siendo la inflación solo de abril del
7% o 7,5%- habrá perdido en septiembre el equivalente a la inflación desde
mayo, o junio, hasta septiembre. Si en septiembre se establece una nueva
suba salarial “según inflación esperada”, se sanciona definitivamente la caída
salarial. Algo similar ocurre si, por ejemplo, se firma un aumento salarial a
enero o febrero de 2017 por el 30%, y se ha firmado en 2015 por el 25%. Si la
inflación de 2016 es del 30% (una previsión conservadora por lo explicado más
arriba), no se recupera lo perdido en los 12 meses pasados. Si la
inflación en 2016 supera el 30%, y los salarios vuelven a fijarse en 2017 según
inflación esperada, la pérdida será mayor. Veamos ahora algunos de los
convenios firmados:
Tabaco: 32% retroactivo al 1º
de febrero de 2016 y hasta enero de 2017.
Papel y Cartón: 20% hasta septiembre.
Sanidad: 20% en mayo; 9% en agosto; 6% en octubre.
UOCRA (construcción): 22% en un solo pago hasta septiembre.
Gráficos bonaerenses: 25% desde el 1º abril a septiembre.
Empleados de comercio: 20% hasta septiembre
Carne: 20% en dos tramos por 6 meses.
UTA (choferes de colectivos): 29% por 12 meses.
SMATA (mecánicos): 7,5% para enero-marzo y 11% para abril-junio.
Seguros: 20% desde enero y 12% de julio a diciembre.
Papel y Cartón: 20% hasta septiembre.
Sanidad: 20% en mayo; 9% en agosto; 6% en octubre.
UOCRA (construcción): 22% en un solo pago hasta septiembre.
Gráficos bonaerenses: 25% desde el 1º abril a septiembre.
Empleados de comercio: 20% hasta septiembre
Carne: 20% en dos tramos por 6 meses.
UTA (choferes de colectivos): 29% por 12 meses.
SMATA (mecánicos): 7,5% para enero-marzo y 11% para abril-junio.
Seguros: 20% desde enero y 12% de julio a diciembre.
En muchos casos se han dispuesto algunas cifras fijas, que no
alteran este panorama de base. Por supuesto, la situación de los
trabajadores informales es mucho peor.
Precisemos también que los
salarios en términos reales ya no aumentaban desde 2012, y en 2014 sufrieron
una caída, también impulsada por la devaluación y la inflación. En la
primera ronda de convenios laborales en 2014 los sindicatos firmaron aumentos
salariales de menos del 30%, (26,5% los metalúrgicos, 29% empleados de
comercio, 30% bancarios) y en dos o tres cuotas. En la segunda ronda de
paritarias hubo aumentos promedio del 33%, dado el nivel de suba de precios;
con algunas adecuaciones, los salarios aumentaron en promedio 34 o 35%. Sin
embargo, la inflación en 2014 fue del 39% (IPC San Luis); a lo que hubo que
agregar la no actualización de ganancias. De manera que el Observatorio Social
de la CTA Autónoma
(Pablo Micheli) registró una caída del salario real de casi el 4%; diversas
consultoras registraron una caída del salario del mismo orden.
Por otra parte, no es cierto que los salarios reales hayan
aumentado significativamente en la última década. Lo hicieron con respecto al
punto más bajo de la depresión de 2001-2, pero no en relación al nivel pre
estallido de la crisis. El
salario real deflactado con el IPC de Ecolatina en 2006 llegó al nivel de
octubre de 2001. Luego, en 2007 aumentó 3,4%; en 2008 bajó 4,9%; en 2009 subió
0,9%; en 2010 bajó 0,1%; en 2011 subió 3,1%; en 2012 subió 2,7%; en 2013 bajó
0,2%; en 2014 bajó 4,7%. El resultado es que desde 2007 a 2014 aumentó solo el
0,2%. Según la CTA (Micheli) en ese período aumentó un 1,6%. Son cifras
prácticamente de estancamiento.
En una perspectiva más general, según el profesor Javier
Lindenboim, del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo de la
UBA, aunque en la década 2002-2012 hubo una mejora del salario, no se mejoró
con respecto a los 1990; y los niveles de precariedad laboral en 2012 eran
similares a los de 1992. Es desde
esta situación global –salarios a nivel de los 1990, pobreza a mayores niveles,
precarización laboral de largo plazo- que se está desarrollando el ataque
contra la clase trabajadora.
Cuestionar de raíz esta ofensiva contra el trabajo
Como sucede siempre con las devaluaciones y los procesos
inflacionarios que le siguen, lo que se está produciendo es una redistribución
de los ingresos en favor del capital. En este punto, el Estado y las
patronales están de acuerdo en lo fundamental: los salarios deben
aumentar menos de lo que aumentan los precios. La presión sobre los asalariados
no pasa ahora solo por los despidos en curso, sino también por el chantaje de
no invertir. Pero también se amenaza con un horizonte de intensificación
inflacionaria –responder a los aumentos salariales con más y más aumentos de
precios- y devaluaciones si los trabajadores persisten en querer recuperar lo que
ya comió la
inflación. Frente a esta amenaza, la lucha sindical debería
trascender a la lucha política. Es que está planteado un conflicto que afecta a
los intereses de las dos clases sociales fundamentales, capitalistas y obreros.
Las direcciones sindicales burocráticas, y la conducción peronista, por
supuesto, jamás van a dar ese paso. Harán cualquier cosa menos cuestionar las
relaciones de propiedad capitalista. Pero las crisis –y las políticas de la
clase dominante para salir de la crisis-son precisamente las coyunturas en las
que, más que nunca, es necesario comenzar a cuestionar el orden social
existente.
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