El TTIP es incluso peor de lo que
aparenta
13 de mayo de 2016
El
elemento central del TTIP es no sólo la reducción de aranceles (ya de por sí
muy bajos) entre los dos continentes, sino también la homogeneización a ambos
lados del Atlántico Norte de las regulaciones en las áreas de actividad
económica, que incluyen agricultura, seguridad alimentaria, productos
manufacturados y técnicos, servicios (incluyendo servicios financieros),
protección de la propiedad intelectual e intervenciones públicas (entre otras),
que afectan a la actividad económica privada de cada país.
Por Vicenç
Navarro
El pensamiento neoliberal hoy es el dominante
a ambos lados del Atlántico Norte. Tanto las ramas ejecutivas como las
legislativas del Estado federal de EEUU, así como la rama ejecutiva (el Consejo
Europeo), administrativa (la Comisión Europea ) y legislativa (el Parlamento
Europeo) del establishment europeo y también del Estado federal alemán (que
domina en general el gobierno de la Eurozona) están
controladas por partidos políticos, llámense conservadores, liberales, o
incluso socialdemócratas (en realidad, socioliberales), que están todos ellos
imbuidos de la ideología liberal. Y un elemento clave de tal ideología es
que para salir de la crisis en la que todavía estamos (tanto en EEUU como en
Europa) los países tienen que ser más competitivos, siguiendo la huella del modelo alemán, basado en las exportaciones,
siendo estas el eje del estímulo de la economía alemana. Esta visión ha
alcanzado los niveles de dogma, y como tal se reproduce a base de fe en lugar
de evidencia científica.
Esta fe ha llevado a que se hayan firmado gran
número de contratos bilaterales entre la UE y otros países, así como entre EEUU
y otros tantos países. En este mensaje, el estímulo del comercio es la solución
a la crisis económica que tenemos. Y ahora el reto mayor –según el pensamiento
neoliberal- es aprobar la joya de la corona, la Asociación Transatlántica
de Comercio e Inversión (el TTIP en sus siglas en inglés). Tal tratado se
promueve como elemento clave de la recuperación económica, pues facilitaría la
recuperación de las tasas de crecimiento económico que Europa solía tener, con
la consiguiente creación de empleo. Según la Comisión de Comercio del
Parlamento Europeo, “el TTIP podría impulsar la contribución de la industria
al PIB europeo, pasando de un 15% a un 20% del PIB en el año 2020, al facilitar
la entrada en el mercado estadounidense de pequeñas y medianas empresas,
pudiendo tener acceso a un mercado potencial (entre la UE y EEUU) de 850
millones de consumidores”. Es así como se presenta tal tratado por parte
del pensamiento hegemónico neoliberal que domina los establishments
político-mediáticos a ambos lados del Atlántico Norte.
El elemento central del TTIP (como lo ha sido
en tratados anteriores, como NAFTA –entre Canadá, EEUU y México-) es no sólo la
reducción de aranceles (ya de por sí muy bajos) entre los dos continentes, sino
también la homogeneización a ambos lados del Atlántico Norte de las
regulaciones en las áreas de actividad económica, que incluyen agricultura,
seguridad alimentaria, productos manufacturados y técnicos, servicios
(incluyendo servicios financieros), protección de la propiedad intelectual e
intervenciones públicas (entre otras), que afectan a la actividad económica
privada de cada país.
El secreto como característica del proceso de
elaboración de tal tratado
Una característica de la preparación de este
tratado es el secretismo que envuelve el proceso, secretismo que,
paradójicamente, es defendido por el equipo que prepara tal tratado por la
necesidad de proteger a ese equipo de la influencia de los lobbies de las
empresas afectadas por dicho tratado. Utilizo la expresión “paradójicamente”
porque la evidencia muestra claramente que es precisamente al revés. El secreto
favorece a los lobbies, que sí que saben lo que se está tramando, habiendo
redactado gran parte de los tratados. Los que no saben su contenido son los
ciudadanos y sus representantes de cada uno de los países.
Ello ha quedado claro a partir del último 1º
de mayo, cuando Greenpeace de Holanda publicó 248 páginas de los documentos
secretos que muestran que la realidad sobre tal tratado es incluso peor que lo
que los grupos escépticos habían señalado. Greenpeace Netherlands hizo un gran
servicio a las poblaciones a los dos lados del Atlántico Norte al recibir y
publicar tales papeles, que contienen los elementos más importantes de los
borradores de tal tratado. Lo que esas páginas muestran es el ataque frontal a las
medidas de protección del ciudadano que los gobiernos y los movimientos
sociales (desde las asociaciones ecologistas a los sindicatos) habían ido
consiguiendo a lo largo de estos años en los países de la UE. En breves palabras, lo
que estos papeles muestran es que:
1) Las reglas aprobadas para proteger el
medioambiente han desaparecido en tal tratado. Reglas tan sencillas (y a la vez
tan importantes) como el derecho de los países a proteger la vida humana, la
vida animal y la vida vegetal, han desaparecido. El bien conocido Principio de Precaución vigente en la legislación europea
permite a los Estados prohibir o limitar la distribución de productos o la
introducción de sustancias que pudieran causar daño a la salud humana o a la
vida animal y vegetal, incluso en el caso de que la comunidad científica no
haya dictaminado de una manera definitiva su efecto nocivo. Este principio es
distinto (en realidad, opuesto) al vigente en EEUU, donde el Estado no puede
intervenir hasta que no se haya probado definitivamente la nocividad de la
sustancia o de los productos. El TTIP adopta el principio vigente en EEUU,
desprotegiendo al ciudadano consumidor, trabajador o residente en un
territorio. Dejaría de ser práctica común en la UE, entre otras cosas, que se
escribiera el etiquetado en los productos alimenticios, por ejemplo, notificando
al consumidor que se trata de productos transgénicos. Y así, un largo etcétera.
2) Las reglas aprobadas para proteger a la
población frente al cambio climático (como la necesidad de mantener un
incremento de la temperatura por debajo de 1,5 grados, tal como se aprobó en la
Conferencia de París sobre el clima) no aparecen por ninguna parte en el TTIP.
Y sí, en cambio, aparecen normas para eliminar las reglas que obstaculizan y/o
frenan la importación de fuentes de energía altamente productoras de CO2.
El debilitamiento del poder público en su
potestad de proteger al ciudadano
3) El tratado debilita el papel de los Estados
para regular nuevas sustancias que puedan tener consecuencias desconocidas pero
preocupantes, como, por ejemplo, la introducción de productos químicos que
puedan afectar la producción hormonal en seres vivos.
4) Da gran protagonismo al mundo empresarial
privado para que participe en la elaboración de cualquier nueva norma o regla
que se establezca, señalando (en los papeles que no estaban destinados a
conocerse) el rol que muchas empresas ya han tenido en la elaboración de tales
normas. La persona que dirige el área de comercio de la Comisión Europea
ha respondido, cínica y antidemocráticamente, a las protestas de asociaciones
cívicas diciendo que “la Comisión no recibe su mandato de la población
europea” (ver el artículo de
Thomas Fazi “TTIP: We Were Right All Along”, Social
Europe Journal, 06.05.16).
5) Abre la puerta a un proceso constantemente litigioso, en el que cualquier empresa que considere que las regulaciones existentes en un país afectan negativamente sus intereses, puede llevar al Estado en el que existen tales regulaciones a los tribunales, controlados por agentes próximos al mundo empresarial, que paga a tales agentes. Frente a la enorme crítica sobre la composición y financiación de estos tribunales, estas han variado algo, pero no lo suficiente, porque el tribunal estará todavía sesgado a favor de que las empresas inicien el litigio, pues a mayores litigios, mayores los ingresos de tales tribunales. De ahí que el nuevo cambio en la composición de dichos tribunales, que estarán formados por jueces en lugar de árbitros legales, no resuelva el problema del sesgo de tales tribunales a favor de las empresas, estimulando que favorezcan la actitud litigiosa, en la cual el Estado puede perder muchos millones de euros.
5) Abre la puerta a un proceso constantemente litigioso, en el que cualquier empresa que considere que las regulaciones existentes en un país afectan negativamente sus intereses, puede llevar al Estado en el que existen tales regulaciones a los tribunales, controlados por agentes próximos al mundo empresarial, que paga a tales agentes. Frente a la enorme crítica sobre la composición y financiación de estos tribunales, estas han variado algo, pero no lo suficiente, porque el tribunal estará todavía sesgado a favor de que las empresas inicien el litigio, pues a mayores litigios, mayores los ingresos de tales tribunales. De ahí que el nuevo cambio en la composición de dichos tribunales, que estarán formados por jueces en lugar de árbitros legales, no resuelva el problema del sesgo de tales tribunales a favor de las empresas, estimulando que favorezcan la actitud litigiosa, en la cual el Estado puede perder muchos millones de euros.
La necesaria defensa de la democracia
En resumidas cuentas, este tratado es un intento descarado
de las grandes transnacionales de controlar las economías y las sociedades.
Ello explica la enorme oposición que está generando tal tratado. El porcentaje
que se opone a él ha pasado de ser en Alemania del 25% en 2014 al 45% en 2015.
Un tanto igual en otros países. En Francia, el 54% de la población vive en
localidades que se han declarado “TTIP free”, es decir, que no quieren que el
TTIP se aplique en su territorio. Y el gobierno francés ha señalado su
oposición a tal tratado. Lo que es lamentable es que en el Parlamento Europeo,
donde los conservadores y liberales tienen mayoría, la oposición al TTIP sea
muy débil. Y lo que es todavía peor es que los socialdemócratas, como síntoma
de su neoliberalización, apoyan también tal tratado.
En EEUU la oposición de las clases populares explica el gran
éxito del candidato republicano Trump y del demócrata Sanders, y el cambio de
actitud de la candidata demócrata Clinton que, de apoyarlo, ha pasado a
oponerse al TTIP. En España, el PP, el PSOE, C’s y Convergència lo apoyan,
mostrando una vez más que las fuerzas políticas que hacen gala de su
nacionalismo y amor a la soberanía nacional son las primeras en apoyar tratados
que eliminarían tal soberanía. Es necesario que se recuperen las soberanías
populares que frenen una globalización que beneficia única y exclusivamente a
las empresas transnacionales cuyos beneficios están basados en la pérdida de
derechos laborales y sociales que la población había adquirido.
- Vicenç Navarro es Catedrático
de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex
Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
12 de Mayo de 2016
Publicado por Nueva
Tribuna
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/El_TTIP_es_incluso_peor_de_lo_que_aparenta
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