Lenta fragua de un
nuevo ciclo en Brasil
28 de mayo de 2016
Por
Raúl Zibechi (La Jornada)
Mientras los grandes medios ,
los partidos y las centrales sindicales se focalizan en la crisis política y la
destitución de la
presidenta Dilma Rousseff , miles de jóvenes están viviendo un
proceso de autoformación como militantes anticapitalistas. Hacia fines de 2015
comenzó una oleada de movilizaciones de estudiantes secundarios de colegios
situados en barrios populares, que se tradujo en cientos de ocupaciones donde
jóvenes de 13 a
18 años establecen el autogobierno escolar.
En estas páginas han sido analizadas las
ocupaciones de 200 centros secundarios en el estado de Sao Paulo y la derrota
que los jóvenes propinaron al gobernador conservador Geraldo Alckmin, quien
debió dar marcha atrás en su proyecto de reorganizar el sistema educativo
cerrando colegios para ahorrar fondos públicos (http://goo.gl/fK4sU4). En los meses
siguientes, el movimiento se expandió a otros estados con demandas sobre la
merienda escolar y la calidad de las infraestructuras, en alianza con una parte
de los docentes.
Este mes de mayo hubo 65 centros ocupados en
Río de Janeiro, 110 en Río Grande do Sul y 49 en Ceará, a los que deben sumarse
los 25 que estuvieron ocupados en diciembre en Goiás. Las cifras tienen
oscilaciones importantes, ya sea por los desalojos que impulsan los gobiernos
estaduales o porque se suman nuevas ocupaciones. En total, desde septiembre
pasado fueron ocupados 500 colegios en cinco estados. El filósofo y militante
social Pablo Ortellado calcula un promedio de 30 a 50 jóvenes en cada
ocupación, por lo que sólo en Sao Paulo tuvimos
entre 6 y 10 mil activistas que se formaron en este ciclo (http://goo.gl/wgwtwm).
Si el cálculo es correcto, en los cinco
estados involucrados en las ocupaciones se foguearon entre 15 y 20 mil
militantes. “Son personas –destaca– que se formaron políticamente con la idea
de que es posible derrotar el poder del Estado cuando amenaza los derechos
sociales, de que esa lucha puede hacerse fuera de las instituciones”. Esta
camada de militantes, la mayor parte mujeres, va a fortalecer los movimientos
populares preparando un ciclo de luchas que no podemos saber cuándo va a
germinar.
Para llegar a esas conclusiones es necesario
ampliar la mirada temporal y bajar a los detalles, observar qué hacen los
jóvenes durante las ocupaciones, que siempre fueron escuelas de organización y
activismo.
La primera cuestión a tener en cuenta es que
la oleada de ocupaciones es hija de las movilizaciones de junio de 2013, cuando
alrededor de 10 por ciento de los brasileños salieron a las calles, más de 20
millones, en su inmensa mayoría jóvenes. Fue un tsunami cultural y político sin
el cual es imposible comprender la crisis actual. Las ocupaciones llevan la
impronta del estilo MPL (Movimento Passe Livre) que
protagonizó junio de 2013.
La segunda es menos visible porque se
relaciona con la vida cotidiana en las ocupaciones. En este punto hay enormes
diferencias, ya que algunas duran pocos días y otras se mantienen durante
meses. Lo común es la apropiación del espacio mediante el cuidado del centro,
la limpieza, pintura de aulas y áreas comunes, y en ocasiones haciendo pequeñas
reformas. Durante el tiempo que mantienen la ocupación, establecen comisiones
en las que participan todos los ocupantes: alimentación, comunicación,
actividades, estructura y seguridad, son las más frecuentes.
Suelen levantarse muy temprano, sobre las 6:30
en algunos colegios. Dedican mucho tiempo a recoger alimentos y productos de
limpieza que aportan padres, profesores, comerciantes y vecinos del barrio.
Quienes no cumplen sus tareas o incumplen las normas suelen ser castigados,
como en un colegio de Río de Janeiro, con una hora de retraso a la hora de
servirles el almuerzo.
Todos los días realizan asambleas, que pueden
extenderse durante horas, en las que se toman todas las decisiones. Las
relaciones con los medios suelen ser
problemáticas. Dafine, una joven de 15 años de un colegio de la periferia
paulista, comunicó a la periodista de El
País la decisión de la
asamblea en estos términos: Decidimos
que puede entrar. Pero recién a las 10:45. Sólo puede permanecer media hora y
no tomar fotos(http://goo.gl/vsg04O).
La tercera cuestión a destacar son las
actividades que organizan durante la ocupación: talleres, conferencias, estudio
en grupos, convocatoria a profesionales y artistas, con actividades casi
diarias que se amplían los fines de semana. Las ocupaciones son espacios de
debates intensos y permanentes, como parte del proceso de autoformación que
viven. Hacia afuera hacen actos en el barrio y en la puerta de los centros,
manifestaciones en áreas centrales y cortes de tránsito en las avenidas más
importantes. Ocupar es trabajar todo el tiempo.
Los jóvenes se apropian de los centros pero,
sobre todo, se apropian de sus vidas. En la ocupación de la escuela técnica
Paula Souza, en Sao Paulo, un grupo de jóvenes reflexionó junto al colectivo
Passa Palavra: “Las personas que participaron en el movimiento el año pasado
sufrieron un impacto muy fuerte en su vidas (…) cuando el movimiento termina no
quieren retornar a la misma vida de antes, quieren cambiar el mundo, ser
militantes” (http://goo.gl/eyupn1).
Para cambiar el mundo es necesario convertirse
en sujeto de la propia vida; dejar de ser espectador, incluso si el espectáculo
lo dan partidos de izquierda. La conversión en sujeto es un proceso subjetivo,
potente, de enamoramiento de la vida en colectivo. Las lecturas pueden ayudar,
como ayuda la participación en actos y manifestaciones. Pero es, en lo
fundamental, un proceso íntimo que se realiza en grupos acotados, con base en
relaciones cara a cara, donde fluye la mística de lo colectivo. Las ocupaciones
son espacio-tiempos apropiados para la autogestión y la creación.
Si queremos impulsar la lucha anticapitalista,
trabajemos en esa fragua, fortaleciendo la ética del compromiso sin esperar
nada. Lo otro es pretender que el mundo se cambia desde arriba.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=212754
No hay comentarios:
Publicar un comentario