miércoles, 4 de mayo de 2016

II. Examinemos el trasfondo de la corrupción y los despidos que son los actuales problemas instalados en la agenda pública. Reflexionemos sobre explicaciones de Rolando Astarita con el objetivo de ir tratando el cómo poner fin a nuestro trabajo subsumido en el Capital-Estado y salir de las discusiones que nos entrampan dentro del sistema.

Contra la desocupación, ¿cretinismo parlamentario?

23 de abril de 2016

Por Rolando Astarita

 

La oposición burguesa en el Congreso y la dirigencia sindical están promoviendo una ley de emergencia laboral por la que se establecería la doble indemnización y se prohibirían los despidos por un lapso de tiempo determinado. El dictamen del Senado la extendería por 180 días a partir de su promulgación, en tanto que el dictamen de la comisión de Legislación del Trabajo de Diputados la establece retroactiva al 1º de marzo de 2016 y la extiende hasta el 31 de diciembre de 2017.
Como no podía ser de otra manera, mucha gente está ilusionada con que el drama de la desocupación creciente –la recesión se está profundizando- puede frenarse, o revertirse, si se aprueba esta ley. Frente a esto, hay que decir las cosas con toda crudeza: los parlamentarios están engañando al pueblo con espejitos de colores. Es que la desocupación es inherente a la crisis capitalista. Más precisamente, el despido es el recurso del capital para achicar costos, racionalizar y aumentar la explotación de los que conservan el empleo. En un plano más general, la desocupación comprime el campo de acción de la ley de la oferta y demanda de trabajo “dentro de los límites que convienen de manera absoluta al ansia de explotación y afán de poder del capital” (Marx). En momentos en que la inflación está barriendo con los salarios, esta última cuestión pasa a primer plano. En otros términos, el aumento del desempleo es absolutamente funcional a la presión de las patronales y el Gobierno para que los trabajadores limiten sus demandas de recomposición salarial.
Esto explica que Mauricio Macri haya prometido vetar la ley, en caso que se apruebe. Es la expresión, cruda y descarnada, de los intereses del capital. Pero lo más importante es entender que el capital, de conjunto, defiende sus posiciones desde el poder que le otorga la propiedad de los medios de producción y de cambio frente a los millones que están obligados a trabajar como sus asalariados, o caer en la indigencia. Lo han dicho las cámaras empresarias –la Unión Industrial, la Cámara de Comercio, las agrupaciones de las Pymes y otras-: “si se aprueba la ley vamos a despedir igual o, en todo caso, no vamos a invertir”. Esta perspectiva no se cambia con ninguna ley que puedan parir los partidos burgueses de la oposición. Podrán existir tensiones –la necesidad del capital no siempre encaja con las necesidades de las fuerzas políticas burguesas- pero no pasará de ahí. En tanto el capital conserve la facultad de invertir, o no, chantajeará con la amenaza del despido y del hambre de los que nada poseen. Y ni los parlamentarios del capital, ni los burócratas sindicales, modificarán esta situación.
Todo esto se ve incluso en la discusión sobre la eventual ley. Por empezar, los diputados y senadores ya están considerando que las pequeñas y medianas industrias sean exceptuadas. Lo plantearon Mendiguren, del Frente Renovador, e identificado con la UIA; Marco Lavagna, también del FR; y Pablo Kosiner, diputado del Bloque Peronista, vinculado al gobernador Urtubey y presidente de la Comisión de Pequeñas y Medianas Empresas. Esto en un cuadro de situación en que el 35% de los trabajadores están precarizados. Por otra parte, los proyectos en curso no dicen palabra sobre las suspensiones, que han sido generalizadas en algunas ramas, como automotriz. Pero además, hablan de despidos “sin causa justa”. Lo cual abre numerosos agujeros, porque una empresa puede aducir, por ejemplo, que despide por razones de fuerza mayor e iniciar un procedimiento preventivo de crisis ante el Ministerio de Trabajo. Con lo cual el asunto se traba en litigios y procedimientos legales.
Naturalmente, los partidos de la oposición burguesa tienen mucho interés en sembrar ilusiones, y presentarse a sí mismos como defensores del pueblo humilde. Pero la realidad es que por la vía parlamentaria no hay forma de que “la crisis la pague el capital”. Es necesario romper con las ilusiones en el parlamentarismo burgués. Para esto, el primer paso es tomar distancia tanto del Gobierno como de las fuerzas burguesas de la oposición. Hay que apuntar al poder del capital y del Estado que defiende sus intereses. Y tomar conciencia de que sólo la movilización revolucionaria de los explotados podrá barrer de raíz este estado de cosas.


 ♣ Prohibición de despidos, Venezuela y 
un ejemplo instructivo

1 de mayo de 2016

Por Rolando Astarita
En una nota anterior planteé que es utópico pretender acabar, o reducir significativamente, la desocupación con una ley que prohíba los despidos (aquí). En esta nota amplío el argumento a partir del ejemplo de Venezuela. En este país rige desde mayo de 2002 una medida de inamovilidad laboral y doble indemnización. Según esta disposición, los trabajadores no pueden ser despedidos, desmejorados ni trasladados sin causa justa, calificada previamente por el inspector del Ministerio de Trabajo. El amparo se extiende a los trabajadores a tiempo indeterminado después del primer mes al servicio de un patrono; a los contratados por tiempo determinado mientras no haya vencido el término establecido en el contrato o, en el caso de que el contrato sea para una labor u obra determinada, mientras no haya concluido la totalidad o la parte de la misma que constituya su obligación.
En diciembre de 2015 la medida se prorrogó hasta diciembre de 2018. En esa ocasión Maduro dijo que el decreto “es el complemento de una serie de medidas para impulsar el trabajo y la producción nacional”. Los trabajadores temporarios u ocasionales no están beneficiados por la disposición (el 41% de los ocupados tiene empleos informales o precarizados). Además, los inspectores de Trabajo no están facultados para ordenar, como medida preventiva, la reincorporación del despedido durante el tiempo que dure el procedimiento. Aunque se establece que deberán proceder “con la mayor eficiencia y eficacia en salvaguarda y protección de los derechos laborales”.
Pues bien, dejando de lado el hecho de que la ley parece haber contribuido poco para “impulsar el trabajo y la producción nacional” (pobreza en el 73%, 17% de caída del PBI entre 2014 y 2017, retroceso de la industria y reprimarización de la economía, entre otros datos), tampoco ha permitido frenar los despidos. Las inspectorías (adscritas al Ministerio de Poder Popular) encargadas de aplicar los procedimientos por inamovilidad  son acusadas de permanecer en silencio cuando hay  denuncias de despido injustificado, o son inoperantes cuando las patronales no cumplen las órdenes de reenganche.
Los datos que tomamos del sitio de Provea, referidos a 2014, son elocuentes. Ese año, en el sector educativo se denunció el despido de más de 3000 docentes en ocho municipios del estado de Lara “por falta de matrícula y presupuesto”. En Valencia hubo protestas por la misma causa, con 800 trabajadores a los que no se les renovó el contrato; incluso el Sindicato Único Municipal de Empleados Públicos denunció que había trabajadores con más de tres contratos continuos, que ya debían haber sido incorporados a la nómina fija. En el Consejo Municipal de Zamora también hubo despidos.  En el Ministerio de Servicios Penitenciarios en dos años hubo más de mil cesanteados, violando la inamovilidad laboral e incumpliendo, posteriormente, las órdenes de reenganche. En el sector privado también hubo cesanteados. Por ejemplo, 250 obreros de la empresa Wrangler. En Pepsi hubo protestas por despidos. En la empresa Daka se despidió obreros en represalia por haber denunciado irregularidades ante la Inspectoría del Trabajo; después muchos fueron obligados a renunciar. Además, en muchas ocasiones las empresas se niegan a reenganchar a los trabajadores, y el Estado no hace cumplir las disposiciones. Por ejemplo, sucedió en la Hotelera Guaparo, en el municipio de Naguanagua; en la Alcaldía Metropolitana de Caracas ex trabajadores reclamaron el reenganche de 1.158 despedidos; en la empresa privada Mikro 760. Trabajadores despedidos de la empresa Carbones del Zulia tras 11 años de servicio como contratados señalaron que cumplieron todos los pasos pertinentes, incluida la consignación de la denuncia ante la Inspectoría del Trabajo, y no recibieron respuesta. A trabajadores de Puerto Cabello, estado Carabobo, que intentaban denunciar ante la Inspectoría del Trabajo las irregularidades en las empresas portuarias, no sólo se les impidió la entrada al ente sino que se les informó que la Inspectoría no contaba con suficiente personal para atender sus denuncias por el despido de 75 trabajadores de la Almacenadora de Contenedores (Almaco).
En Valencia, estado Carabobo, movimientos sindicales y consejos de trabajadores denuncian que las Inspectorías se parcializan hacia los patronos, apuntando que mientras se emiten cientos de calificaciones de despido, los pliegos conflictivos introducidos son “deliberadamente retrasados”. “Las demandas de los trabajadores son demoradas en detrimento del sector obrero, en una inaceptable parcialización hacia el patrono”, denunció el secretario de la Federación Unitaria Bolivariana de Trabajadores en Carabobo, Julio Polanco. (…) “Cada día se aprueban despidos en complicidad con las autoridades nacionales del Ministerio [del Trabajo] y sobre todo del viceministro Elio Colmenares, que es quien protege a estos funcionarios, cuando su deber es proteger a los trabajadores”, denunció en otra protesta por despidos –en diciembre– el diputado a la Asamblea Nacional (AN), Douglas Gómez. En octubre, los trabajadores entregaron al procurador del Trabajo, Ramón Huiza, un documento en el que exigieron la “depuración y transformación profunda” del Ministerio y sus entes adscritos. En el documento solicitaron respeto a la estabilidad en el trabajo, a la inamovilidad y a los fueros de Ley, así como el cese de la criminalización de la protesta. El director del Ministerio del Poder Popular para el Proceso Social del Trabajo (MPPPST) en el estado Carabobo, Miguel Aponte, criticó que algunos funcionarios defiendan los intereses de los patronos en detrimento de la masa laboral y se hayan convertido en “instrumentos de persecución a la clase obrera” (http://www.derechos.org.ve/pw/wp-content/uploads/07laborales1.pdf).
Agreguemos que según la Federación de Trabajadores de Anzoátegui (Fetranzoátegui), en 2015 se tramitaron en la entidad cerca de 6.000 casos de ambos procedimientos, “de los cuales al menos 25% no se ejecutaron debido a la lentitud con que operan las dependencias del Ministerio del Trabajo”. Tito Barrero, presidente de la organización sindical, dice que “la mayoría de los reenganches en la administración pública no se procesan. El que más incumple la inamovilidad es el Gobierno. Ejemplos hay de sobra, comenzando por el despido masivo de 22 mil trabajadores de Petróleos de Venezuela en 2002, entre ellos dirigentes sindicales y mujeres embarazadas”. Ana Yanez, dirigente de la Unión Nacional de Trabajadores (Unete) pidió al nuevo ministro de Trabajo Oswaldo Vera ‘que le meta el pecho a los múltiples casos de despidos, pues tanto del sector público como privado hay ordenes de reenganche que no se ejecutan y en las inspectorías no las hacen cumplir’. Y agregó que el decreto de inamovilidad laboral “se ha irrespetado en los últimos años por patronos públicos y privados’ (http://www.elmundo.com.ve/noticias/economia/laboral/unete-pide-al-nuevo-ministro-del-trabajo–meterle.aspx). En lo que va de 2016, el sindicato de Trabajadores de la Cantv (Teléfonos Venezuela) denunció que la directiva de la empresa estatal viene realizando despidos masivos de trabajadores en todas sus áreas, sin ninguna justificación. Trabajadores de la TV estatal también denuncian cesantías, Abastos Bicentenario despidió 660 trabajadores en un día, el diario El Carabobeño suspendió personal. La empresa Polar suspendió 6500 trabajadores, despidió 400 y amenaza con aumentar la cifra. Por supuesto, los trabajadores que están yendo a la calle porque hay empresas que cierran, ni siquiera tienen el recurso de apelar.

No estamos hablando de un gobierno “neoliberal y títere de los grandes grupos concentrados”, sino de la quintaesencia del “capitalismo de Estado nacional y popular” (y constructor del “socialismo siglo XXI”, para más datos). ¿Cómo es entonces que la ley de inamovilidad laboral no sólo no ha generado empleo y producción en Venezuela (van a ser 14 años de vigencia), sino ni siquiera puede frenar los despidos que se producen, en la práctica, por todos los poros de la economía? Obsérvese, además, que las denuncias se refieren a grandes empresas privadas, y al Estado. ¿Qué decir sobre lo que está sucediendo con los millones de asalariados que están precarizados?

Una vez más: acabar con el flagelo de la desocupación y las crisis no depende de leyes y parlamentos capitalistas, ni de los Estados, sean estos dirigidos por milicos y burócratas, o CEOs y políticos tradicionales. Para construir una perspectiva socialista es imprescindible romper ideológica y políticamente con todas las variantes burguesas. Hay que confiar sólo en la fuerza de la clase trabajadora y su movilización, y no en “Inspectorías” de burócratas que defenderán siempre el orden establecido. No hay atajos oportunistas (aunque se disfracen de “alta táctica política”) para solucionar los problemas de fondo que afectan a los explotados.
Fuente: https://rolandoastarita.wordpress.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario