De la marea roja a la
marea humana. Cinco razones del movimiento social de Chiloé
10 de mayo de 2016
Por Tito Tricot (ALAI)
El archipiélago de Chiloé es de esos trozos de tierra que parece
desbocarse casi sin remedio al precipicio del mar. O, quizás, el mar trepa sin
suerte alguna a aquellas trizas de colinas y bosques antiguos. Un entramado de
tierra y mar que se mueve al ritmo de la magia, pero hoy lo estremece un
movimiento social: un movimiento sísmico de grado insospechado.
El gobierno jamás imaginó que el pueblo chilote se levantaría en
apoyo a la protesta de pescadores y mariscadores por sus reclamaciones en torno
a las consecuencias de la denominada marea roja. Se supone que ésta constituye
un fenómeno natural configurado por la proliferación desmesurada de microalgas
que contienen toxinas y que al ser consumidas por moluscos y éstos,
eventualmente, por humanos, pueden ser potencialmente letales.
Diversas organizaciones chilotas y nacionales, ponen en
entredicho el carácter natural del evento, puesto que el vertimiento de 5
toneladas de desechos –salmones y truchas en descomposición– que generan
químicos sulfhídrico de alto riesgo, por parte de la industria salmonera hace
un par de meses habría alterado significativamente el ecosistema y sino
producido, al menos agravado profundamente los efectos de la marea roja.
Pero lo que sucede actualmente en Chiloé trasciende lo episódico
y uno puede vislumbrar sin temor a equivocarse que la rebelión chilota de mayo
marcará un punto de inflexión en la historia política reciente del
archipiélago. Es en este marco general movimental que uno puede argumentar al
menos 5 razones por lo cual nada jamás será igual en Chiloé. La isla seguirá
siendo isla, pero nunca más será isla política, toda vez que las movilizaciones
han evidenciado:
Durante la crisis de la industria salmonera a causa del virus ISA, el primer gobierno de
Lo anterior, mientras tanto a los pescadores, mariscadores y sus familias, el ministro de economía le ofrece un magro bono de 100 mil pesos mensuales para bajovivir en condiciones humillantes. El ministro Jorge Burgos se burla de las demandas de los pescadores señalando que el gobierno no es de “billetera fácil”, cuando el gana 9 millones de pesos mensuales y, claro, siendo ministro de defensa –y antes– los gobiernos de la Concertación jamás fiscalizaron cómo se gastaban los recursos provenientes de
Segundo: Terrorismo medioambiental y racismo medioambiental
El Estado avaló, mediante sus instituciones –la Armada y Sernapesca, por ejemplo–la reciente descarga en marzo de salmón descompuesto y altamente tóxico en el mar. Pero no tan sólo eso, sino que por décadas el Estado ha entregado concesiones a las transnacionales salmoneras que han contaminado las costas interiores de la provincia de Chiloé. Además, el monocultivo intensivo ha llevado a cabo las fases más contaminantes del proceso productivo en sus costas, lagos y fiordos. Chile se ha transformado en el segundo productor y exportador de salmón en el mundo, pero las utilidades se las llevan las transnacionales, en este caso principalmente noruegas, mientras los trabajadores –subcontratados mayoritariamente– laboran en precarias condiciones. El medioambiente es víctima de terrorismo ambiental y de racismo ambiental porque habitando también allí Huilliche, su Ñuke Mapu y su Lafken ancestral, no son respetados. Al igual que en el territorio mapuche histórico donde el 70% de los vertederos se encuentra ubicado en comunidades. El terrorismo y racismo ambientales violan los derechos de la naturaleza, los derechos humanos, y los derechos colectivos de los pueblos indígenas.
Tercero: La existencia de una democracia a la fuerza o democradura
Como habitualmente acontece ante demandas sociales, el gobierno responde con amenazas, ya sea a nivel discursivo o factualmente, rehusándose a dialogar, salvo que se depongan las movilizaciones. Es decir, pr
Cuarto: Rol de la comunidad
Una de las características más relevantes del movimiento social chilote lo constituye el rol asumido por la comunidad en el despliegue de la organización, la construcción del discurso, y el accionar de las movilizaciones de los últimos días. Ha tendido a prevalecer, al igual que en otros movimientos en América Latina, una lógica más horizontalista, menos jerarquizada y apartidista. No es, por cierto, una comunidad homogénea, una especie de entelequia, sino que una conjunción de sectores sociales, económicos, organizaciones, emanada desde los barrios, cerros, campo, mar, puertos, pueblos, que se aglutinan en torno a espacios comunitarios que, o son recuperados, o se intentan recuperar en tanto comunidad identitaria, cultural, social, con demandas comunes. La comunidad se ha reencontrado consigo misma, ha redescubierto su energía, su teluridad, su memoria de siglos. Esto es lo que ha permitido que el movimiento se haya desplazado desde el canal Chacao hasta Quellón y que los chilotes hayan tenido la capacidad de cercar los pueblos, impidiendo el paso de la policía y desconcertando al gobierno. Además la fuerza movimental, que sobrepasó con creces las demandas de apoyo económico temporal a la familias directamente afectadas por la marea roja, desautorizó a algún dirigente que había negociado con las autoridades “por una mugre de plata”, como el mismo reconoció.
Quinto: Territorialización del movimiento y politización de la demanda
El movimiento chilote ha territorializado su demanda y sus movilizaciones; esto significa, no sólo que desde el mar pasó a la tierra con las reclamaciones de los pescadores artesanales como detonante, sino que la demanda adquirió una calidad chilota. Ya dejó de ser sólo una reivindicación económica, justa y legítima, sino que adquirió una dirección y horizonte político, por al menos dos razones. Primero, territorializar la demanda movimental implica mucho más que extender las movilizaciones –cortes de ruta, bloqueos, barricadas, manifestaciones– geográficamente. Significa entender el territorio, además de un lugar geográfico, como un espacio social que se construye y se le otorga sentido culturalmente. Es un espacio simbólico, identitario, que contiene memoria, historia y posibilidad de futuro colectivo. Es un espacio de disputa de poder. Por consiguiente, el movimiento chilote, lo declare o no, lo explicite o no, es un movimiento político.
Segundo. El proceso de territorialización de los movimientos en América Latina se ha verificado fundamentalmente a partir de la década de los noventa, y no solamente se relaciona con la tierra, los pueblos originarios o campesinos, sino que con la recuperación de territorios, sea en sectores rurales o urbanos. Esto puede apreciarse también embrionariamente en Chiloé con la participación de pescadores, buzos, profesores, feministas, estudiantes, pobladores, comerciantes, profesionales, algueros, organizaciones no gubernamentales, pueblos y comunas, como Ancud, Castro, Cucao, Chonchi, Curaco de Vélez, Achao, Dalcahue, entre muchos otros.
La territorialización de la demanda se expresa en el anclaje de la misma en una problemática específica: la crisis medioambiental en el archipiélago producto de la operación de la industria salmonera. Pero, además, es política, puesto que interpela a la responsabilidad del Estado y al modelo económico que ha viabilizado la depredación ambiental.
La politización de la demanda del movimiento chilote, se manifiesta en la disputa de poder territorial en las calles, aunque en el Petitorio de
- Dr. Tito Tricot es sociólogo, director del
Centro de Estudios de América Latina y el Caribe-CEALC.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=212085
sp;https://aquiaysen.wordpress.com/2016/03/11/la-agonia-del-mar-chileno/
No hay comentarios:
Publicar un comentario