Ni el extractivismo ni
la marea roja:
el capitalismo global es la catástrofe de Chiloé
10 de mayo de 2016
Por Lucás Miranda (Rebelión)
Para explicarse la actual crisis
socio-ambiental en Chiloé hay que entender que un mismo efecto puede tener
varias causas, que esa variedad de causas pueden retroalimentarse produciendo
sinergias, causas gatillantes y latentes y que el complejo causal, a su vez,
puede tener una causa común. Voy adelantar el final del cuento: los créditos de
la catástrofe se los lleva principalmente el capitalismo global. Este tipo de
respuestas impacientan al oportunismo que -como señalaba Lenin- se caracteriza
por no saber esperar, buscando siempre la línea de menor resistencia. Pero es
la respuesta que hay que dar si es que pretendemos dejar de aplicar paliativos
para poder apalear de una vez al vampiro que se alimenta del trabajo vivo y
destruye la naturaleza.
El protagonista invisible de esta catástrofe ha operado a
través de dos secuaces visibles: el calentamiento global y la industria
salmonera. Analizaremos cómo estos personeros del capital operan por separado y
en conjunto.
Como ha señalado el
Colegio de Biólogos Marinos[1] el calentamiento global ha producido aumento de
las temperaturas oceánicas, acidificación del agua, eutrofización de aguas
interiores y en el año 2015 y 2016 un fenómeno del niño exacerbado que la NASA ha
denominado ‘Godzilla’. La intensidad del fenómeno del niño ha aumentado la
temperatura de las costas del pacífico en 3°, lo cual disminuye el oxígeno
disponible y afecta la supervivencia de las especies de agua fría que habitan
las costas de Chile. Este aumento de la temperatura habría sido un factor
gatillante de una floración excesiva de la microalga del tipo Chattonella spp., en la región de los lagos y Aysén en
enero y febrero del 2016. Esta microalga fue la responsable de la muerte de los
peces silvestres y salmones en cultivo en ese período, ya que consumió el
oxígeno disponible, produciendo una condición anaeróbica que mató por anoxia en
los peces, además de ser tóxica para estos. Por otra parte, esta microalga
malogró el funcionamiento mecánico del sistema respiratorio de los peces.
Posteriormente en abril, las mismas causas climáticas globales habrían
gatillado el florecimiento excesivo de la microalga Alexandrium Catenella, la cual produce la marea roja. Esta
alga no mata a los mariscos, sino que introduce en ellos una toxina que no se
erradica por su cocción y que se denomina Veneno Paralizante de los Mariscos
(VPM).[2] Ambos florecimientos de microalgas han reducido drásticamente los
recursos marinos de los que viven los pescadores, mariscadores y la población
chilota, produciendo la crisis socioambiental que hoy vive Chiloé.
Pero hay otro responsable de la situación de
los chilotes: la industria salmonera. Aún si no hubiera una relación causal
entre el vertimiento de cerca de 5.000 toneladas de salmones en estado de
descomposición y la actual destrucción de la fauna marina, esta industria tiene
responsabilidad en la crisis socioambiental de Chiloé. Como ha señalado
Nayadeth Arriagada[3], hay investigaciones que muestran que los desechos
orgánicos producidos por la industria salmonera (como fecas y alimentos no
digeridos) genera el desarrollo de bacterias que consumen el oxígeno que
requiere la fauna marina para vivir. La industria salmonera chilena produce
cerca de 40 kilos de salmón por cada metro cúbico de agua, siendo lo que
recomienda SERNAPESCA 15 kilos y por cada 1000 kilos de salmónidos produce
cerca de 800 kilos de desechos, de manera que los desechos arrojados
contribuyen a la condición anaeróbica de distintas zonas del mar chileno en donde
la posibilidad de vida marina disminuye.
Por otro lado, la
industria salmonera ha generado una creciente eutrofización en la región de los
lagos y Aysén. La eutrofización significa un aumento de los nutrientes que hace
crecer la biomasa pero disminuye la biodiversidad. El
principal limitante para la producción de mareas rojas y otras Floraciones de
Algas Nocivas es la cantidad de nutrientes disponible en el mar, sobre todo el
nitrógeno en agua salada. Este nitrógeno ha sido aportado principalmente por el
alimento usado en la industria salmonera. Por ello, como señala Héctor Kol “NO
ES SUFICIENTE la variable climática para iniciar un Bloom [florecimiento] de
algas….hacen falta nutrientes. Y la industria salmonera los aporta con creces:
un kilo de alimento para salmones aporta en Nitrógeno total la misma cantidad
que las aguas servidas propias de 15 personas.”[4] La tesis de Kol es que el
fenómeno del niño exacerbado fue un gatillante para la mega floración que ha
producido la condición anaeróbica en el mar y que ha matado peces, mariscos y
crustáceos, pero la causa latente es la eutrofización o acumulación de
nutrientes producidos por décadas de desarrollo de la industria salmonera a un
ritmo indiscriminado. Esta situación de carencia de oxígeno y florecimiento de
algas nocivas que ha aniquilado la fauna marina chilota ha dejado sin sustento
a los pescadores y recolectores.
Pero la industria
salmonera, al utilizar -según Arriagada- entre 5 y 10 kilos de peces silvestres
para producir un kilo de salmón, también deja por esta vía sin sustento a los
pescadores, los cuales ante esta miseria marina han buscado trabajo en la misma
industria salmonera que hoy, en plena crisis, los arroja nuevamente al
desempleo. Por último, el uso excesivo de antibióticos por parte de las
salmoneras ha generado genes de resistencia a los antibióticos en los salmones,
los cuales también se han desarrollado en los peces silvestres cercanos a las
salmoneras. Mediante el consumo del salmón y la exposición de los trabajadores
salmoneros esta resistencia se puede transmitir al ser humano, haciendo -según
Arriagada- que las infecciones causadas por bacterias resistentes a los
antibióticos produzcan 2,5 veces más mortandad que la producida por una
bacteria no resistente y aumentando los días de hospitalización en un 30%.
De este modo, incluso si el vertimiento de
5.000 toneladas de pescados en estado de descomposición no es lo que causó la
varazón de mariscos y la muerte de peces actual, la industria salmonera ha
cultivado las condiciones latentes para que el fenómeno del niño godzilla
gatillara una mega floración de microalgas. Por otra parte, en el caso de que
efectivamente el vertimiento de los pescados hubiera contribuído a la actual
varazón y muerte de la fauna marina, lo que observamos es una relación
sinergética entre la depredación producida por la industria salmonera y el
cambio climático: el cambio climático que ha exacerbado el fenómeno del niño
habría gatillado el florecimiento excesivo de microalgas Chattonella spp., en enero y febrero, matando a los
salmones en cultivo. Este acontecimiento, sumado a la displicencia de la
industria salmonera por todo lo que no aumente sus ganancias y la complicidad
del Estado de Chile con este nicho capitalista, ha hecho posible el vertimiento
masivo de salmones en estado de descomposición. Y existen motivos para creer
que estos desechos han al menos contribuído a la varazón de mariscos producida
a finales de abril, puesto que las microalgas que producen la marea roja
normalmente no matan a los mariscos que asimilan sus toxinas.
Tenemos, pues, que tanto el calentamiento
global como la industria salmonera, por cadenas causales independientes y
cruzadas, son los responsables del actual desastre socioambiental en Chiloé.
Pero la paternidad de ambos factores destructores de la sociedad y de la
naturaleza le corresponde al capitalismo global. Por una parte, el capitalismo
global en todas sus versiones, desde China a EE.UU pasando por Europa y los
países en desarrollo, tiene al mundo en el borde de una catástrofe climática
global. La variación y mortandad de la fauna marina es sólo una de las
expresiones de esta inminente catástrofe, uno de cuyos ensayos hoy se realiza
en Chiloé. Por otra parte, la industria salmonera es producto del desarrollo
capitalista que busca nichos de acumulación, produciendo condiciones laborales
miserables, inestables y devastando la naturaleza en complicidad con el Estado.
De este modo, hay una vuelta larga y una vuelta corta para llegar a una misma
causa central: un modo de producción en donde la racionalidad local
maximizadora de ganancias produce una irracionalidad global maximizadora de
catástrofes.
La lucha hoy debe
también recorrer ambos trayectos. La izquierda que enfatiza sólo la
responsabilidad de la industria salmonera y desconoce el rol causal del cambio
climático, comete un grave error. Ese error se convierte en complicidad con el
orden actual cuando no se ve en el capitalismo mundial la causa del desarrollo
de la industria salmonera, sino que en una supuesta versión perversa del
capitalismo (el “extractivismo” o el “neoliberalismo”). Con ello esta izquierda
sugiere que habrían versiones benignas del capitalismo que no hubieran
provocado la crisis socioambiental en Chiloé, nutriendo ilusiones sobre las que
florecerán nuevas catástrofes. Pero por otro lado, hay quienes -como Adolfo Velásquez,
responsable de la declaración del Colegio de Biólogos Marinos y director de una
consultora que produce informes para salmoneras- atribuyen toda responsabilidad
al cambio climático exculpando a las salmoneras. Con ello, producen argumentos
para apaciguar la lucha que los chilotes hoy dan en la isla y que ha
reconocido, correctamente, a la industria salmonera como un enemigo al cual
atacar con todas su fuerzas. Frente a ambas unilateralidades, es necesario recalcar
que de la lucha que hoy se da contra las causas inmediatas y locales debe ir
naciendo una lucha que sea la tumba del capitalismo global, si no queremos que
éste se convierta en la tumba de la humanidad.
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