Algunos somos comunistas
23 de mayo de 2016
Por Alberto Garzón (http://agarzon.net)
El comunismo se ha puesto de moda. No del modo que predijeron Marx
y Engels en el Manifiesto
Comunista, pero sí de alguna forma tal que ha provocado que las tertulias
políticas, en los grandes medios de comunicación o fuera de ellos, vuelvan a debatir
sobre esta tradición política. Es más, tres partidos políticos -PP, Ciudadanos
y PSOE- agitan ahora la bandera del anticomunismo con objeto de atacar las
posiciones políticas de la alianza entre Podemos, IU y las confluencias. Suena
a burda y recurrente maniobra para usar el miedo como arma electoral, pero esta
vuelta a las viejas consignas reaccionarias no deja de ser sintomática.
Hace unos años la filósofa Jodi Dean escribió que el resurgir del peligro comunista se estaba produciendo porque los
mercados habían fracasado. Me parece algo cierto. El anticomunismo emerge como
una suerte de defensa ante los propios fracasos, los del sistema de mercado y
el capitalismo. De hecho, no deja de sorprender que tras décadas de
neoliberalismo y tras la más grave crisis económica desde la Gran Depresión , se
vuelva a agitar el fantasma del anticomunismo. Al fin y al cabo, el desempleo,
los desahucios y el miedo a pasar hambre se han multiplicado como resultado
natural del capitalismo y de sus crisis. Tantos años asustando con que los
comunistas nos quitarían las viviendas y al final hemos comprobado que han sido
los bancos privados, protegidos y representados por trajeados hombres de negro,
los que nos han robado la vivienda, el trabajo y el futuro de nuestras familias.
El geógrafo David Harvey ha insistido a menudo en que el interés
por el marxismo y la economía política retrocedió durante los años sesenta y
setenta porque las preocupaciones de la sociedad, y especialmente de la
izquierda, se habían trasladado hacia las cuestiones culturales. Había un
creciente interés sobre las temáticas vinculadas a la alienación y sobre las causas posibles de que
la clase obrera no quisiera hacer la revolución socialista, dejándose de lado
el análisis económico. Es más, la mayoría de los marxistas occidentales eran
filósofos y muy pocos atendían la cuestión económica, como puso de relieve el
clásico estudio de Perry Anderson sobre el marxismo occidental. En aquel
contexto socio-histórico típico del fordismo y del consumo de masas una obra
como El Capital, que
describe fríamente al capitalismo en sus fundamentos más elementales, parecía
alejada de los problemas políticos de la época. Pero eso, insiste el propio Harvey, ha
cambiado en las últimas décadas. Y está en lo cierto. Hoy una obra como El Capital explica con sorprendente precisión por
qué y cómo nos bajan los salarios, nos despiden, nos recortan la sanidad y la
educación o nos obstaculizan la organización en sindicatos. Hoy el capitalismo
está mucho más desnudo, y es fácil ver cómo la razón económica del capitalinunda
nuestras vidas y nos obliga a emigrar, a pelear por migajas o a aceptar
salarios de subsistencia como si fueran privilegios. Hoy el marxismo tiene, de
hecho, más actualidad que hace cuarenta años.
En este sentido, Harvey es de los que se han sumado históricamente a conectar los ideales del Manifiesto Comunista con los expresados en la Declaración de los Derechos Humanos. Esta es una vía que permite reconectar al socialismo con la tradición republicana y que, al mismo tiempo, permite volver a situar el foco político en los problemas de la gente y no en debates litúrgicos y ceremoniales propios de las religiones.
Hablar de Derechos Humanos y vincularlos al marxismo no es casual. Por dos motivos. En primer lugar, porque el socialismo fue la única tradición política que mantuvo viva la llama de los Derechos Humanos desde 1794 hasta 1948, y gracias a la cual se conquistaron los derechos políticos y sociales que caracterizan a nuestras sociedades democráticas modernas. En segundo lugar, porque la agresión del capitalismo es tan brutal y salvaje que, bajo las actuales condiciones históricas, defender los derechos humanos es impugnar el sistema capitalista mismo.
Sobre esto insistimos mucho durante las movilizaciones del 15-M al subrayar que no somos antisistema, sino que el sistema es antinosotros. No es cierto que durante aquellos días de 2011 el miedo hubiera cambiado de bando, al menos no tanto como coreábamos. Pero lo que sí cambió de bando fue el sentido común. En mitad de la agresión neoliberal defender una vivienda, cuya conquista como derecho se sobreentendía como parte del sentido común, se convertía ahora en un acto revolucionario –y, por cierto, ilegal. Esto también es fácil verlo hoy cuando comprobamos que
Dice el catedrático de Literatura Juan Carlos Rodríguez que «lo
que debería resultar más sorprendente es sin embargo lo que menos sorprende».
Se refiere al hecho de que deberíamos asombrarnos ante un sistema que es capaz de dejar
sin trabajo a más de un millón y medio de hogares y sin vivienda a centenares
de miles de familias, por citar dos ejemplos. Sin embargo, hemos naturalizado
esos dramas estructurales. Decimos la
vida es así y seguimos a
otras cosas. Pero no es la
vida, sino esta vida. Concretamente esta
vida bajo el capitalismo. Bajo
un sistema regido por un principio básico de maximización de ganancias y que
mercantiliza todo a su paso, desde los objetos hasta los seres vivos y los
recursos naturales. Un sistema, llamado capitalismo, que nos esclaviza a un
nuevo Dios llamado mercado que opera con
caprichosos y cambiantes deseos de rentabilidad.
Este es el asunto más incontestable acerca de la actualidad del comunismo. Allá donde haya explotación, habrá lucha, y donde haya opresión, habrá resistencia. No importarán las etiquetas, ni tampoco la diversidad de los sujetos. Allá donde la explotación derive en miseria, desigualdad, desahucios, carencias básicas y otros obstáculos para el desarrollo de una vida en libertad, habrá contestación. En breve, siempre que exista el capitalismo como sistema existirá el comunismo como idea, movimiento y alternativa.
PS: El título del presente artículo es,
queriendo, idéntico al que utilizó
Carlos Fernández Liria a
los pocos días del 15-M para decir, aproximadamente, lo mismo que yo ahora.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=212530
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