La crisis ha abierto
nuevas oportunidades para el despojo
La apropiación privada
de la riqueza común
20 de enero de 2016
Por Manuel Guerrero Boldó (El Salmón Contracorriente)
Actualmente, nociones como privatización o mercantilización están
cobrando un protagonismo renovado en el contexto de crisis sistémica en el que
nos encontramos. Sectores como la educación, la sanidad, la vivienda y los
servicios públicos, así como el ámbito militar y el gubernamental, con la
frecuente práctica de la externalización o subcontratación de servicios, se ven
sometidos a estas lógicas capitalistas.
“Todo producto es un cebo con el que el
individuo trata de atraerse lo esencial de otra persona: su dinero. Toda
necesidad, real o potencial, es una debilidad que hará caer al pájaro en la
trampa”
Karl Marx
Karl Marx
El fenómeno no es nuevo, es una condición
necesaria para la construcción y/o consolidación del poder de clase. Sin
embargo, tal como señala David Harvey,
“solemos reducir el problema de la acumulación por desposesión a la incapacidad
para aplicar, poner en práctica y regular satisfactoriamente el comportamiento
de los mercados” [1].
En los siglos que nos preceden, el hombre y la
naturaleza pasaron a denominarse fuerza de trabajo y tierra respectivamente
para ser acogidos en el mercado. Como apuntaba Karl
Polanyi, el hombre ya podía comprarse y venderse universalmente
a un precio llamado salario. Por su parte, el uso de la tierra comenzó a
mercantilizarse con un precio llamado renta. Se creó la ficción de que la mano
de obra y la tierra se producían para ser vendidas; todo ello iniciado por medios coercitivos y extralegales en un proceso
enunciado por Marx como “acumulación originaria”. En éste
se fundó el divorcio entre los medios
de producción y los productores directos. Las tierras comunes se verían
parceladas, cercadas (enclosure) y enajenadas en el mercado mediante el
despojo a unos campesinos que se vieron obligados a abandonar la tierra (su medio
de producción) y a vender su fuerza de trabajo por un salario en este nuevo
mercado dedicado a la mano de obra.
En el siglo XIX, las clases medias eran
portadoras de unos intereses comerciales que fundamentaron la incipiente
economía de mercado. Dichos intereses coincidían con la necesidad y el deseo
general de producción y creación de empleo; lo que hacía pensar en un círculo
virtuoso de expansión de los negocios, generación de empleo para todos y rentas
para los propietarios. Sin embargo, aspectos como la explotación en el trabajo, la
contaminación y la deforestación, la destrucción de las costumbres, el
deterioro de la calidad de vida, etc., no eran tenidos en cuenta más allá del
cálculo de las ganancias. El liberalismo económico se comenzó a imponer como
principio organizador de la sociedad desde la creencia casi mística en la
merced global de aquéllas.
Mediante la acumulación por desposesión, los
trabajadores y trabajadoras y su antiguo medio de producción, la tierra, serían
explotados libremente por el capital. Estas formas de desposesión, que fueron
cruciales para la creación del capital, no se detuvieron aquí, se han
perfeccionado y han sido protagonistas hasta nuestros días.
Por citar algunos ejemplos: colonialismo,
neocolonialismo basados en la apropiación de activos (en muchos casos, recursos
naturales), el acaparamiento de tierras, la práctica de los desahucios o el
programa político e intelectual inspirador del giro neoliberal de los años
setenta del siglo XX que nos afecta hoy; expresado con gran lucidez por Lewis
F. Powell en su
“Memorándum confidencial: Ataque al sistema americano de libre empresa” para la
Cámara de Comercio de EEUU. Rescatar algunas de sus líneas, puede resultar
esclarecedor: “[…] Hay que reconocer honestamente que los hombres de empresa no
han sido enseñados o equipados para conducir guerras de guerrillas contra
quienes realizan propaganda contra el sistema y buscan insidiosa y
constantemente sabotearlo. […] Pero no se debe posponer la acción política más
directa, a la espera de que el cambio gradual en la opinión pública se efectúe
a través de la educación y la información. El mundo empresarial debe aprender
una lección aprendida hace mucho tiempo por los trabajadores y otros grupos de
presión.
La lección es que el poder político es
necesario; que ese poder debe ser cultivado con perseverancia, y que, cuando
sea necesario, se debe usar con agresividad y determinación –sin vergüenza y
sin la renuencia que ha sido tan característica del mundo empresarial
estadounidense. […] No debería haber ninguna vacilación en atacar a los Naders,
los Marcuses y otros que persiguen abiertamente la destrucción del sistema. No
debería haber el menor titubeo para presionar con fuerza en todos los ámbitos
políticos para que se apoye al sistema empresarial. Tampoco debería haber
renuencia en sancionar políticamente a quienes se le oponen” [2].
No cabe duda de que,
con la ventaja que nos da el paso de los años, este llamamiento a la lucha de
clases, se podría llegar a calificar casi de profético. Actualmente, se ven
amenazadas con la disminución o supresión, varias formas de propiedad común
como la educación, el sistema público de pensiones o la sanidad.
Estos son algunos ejemplos de actualidad en
los procesos de acumulación por desposesión que se promocionan desde el Estado
gracias a su monopolio en la definición de la legalidad o el uso de la violencia. Llegado
el caso, estos procedimientos pueden ser legitimados/respaldados, también, por
instituciones supranacionales. El endeudamiento y el uso del sistema de crédito
como otro contundente instrumento de acumulación por desposesión, se ha
mostrado con toda su crudeza en la exigencia alemana de privatización parcial
del puerto del Pireo y de los 14 aeropuertos regionales como condición al
tercer rescate de Grecia.
No debemos olvidar una máxima defendida por Milton
Friedman y la
mayoría de los economistas neoclásicos: “a cada uno de acuerdo con lo que
producen él y los instrumentos que posee”. El problema de esta afirmación
reside en que, en el capitalismo, los poseedores de los medios
de producción son, normalmente, distintos a quienes los manejan.
Notas:
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=207997
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