lunes, 4 de enero de 2016

"Proponemos espacios originales y flexibles de coordinación y acción común de todas las fuerzas transformadoras del mundo y muy especialmente de sus componentes antisistémicos, anticapitalistas, pro-socialistas".

Globalización del gran capital y
nuevo internacionalismo revolucionario.
2  de noviembre de 2005
Por Narciso Isa Conde 
Entre las reflexiones más importantes y los desafíos más trascendentes del movimiento revolucionario continental y mundial está lo relacionado con la teoría y la práctica del internacionalismo en el presente planetario.
Los déficits en ese plano son realmente preocupantes.
En nuestra América hablar de internacionalismo es hablar de antillanismo, de latinoamericanismo, de latinocaribeñismo.
Es emular a Hatuey, Tupac Amaru, Martí, a Emeterio Betances, a Duarte, a Luperón, a Bolívar, Morazán, Artigas ,San Martín, Máximo Gómez....
En el mundo actual hablar de internacionalismo revolucionario es emular y enriquecer a Marx, a Engels, a Lenin, a Trosky, a Rosa Luxemburgo, a Gramsci, a Mao, a Ho Chi Ming y al inmenso Ché Guevara.
Pero es hablar de todo esto en el contexto del capitalismo y del imperialismo de hoy, en el marco de su globalización neoliberal, partiendo de las luchas actuales y sus actores y asumiendo la recreación teórica y los cambios en la práctica política que exigen las luchas actuales, los nuevos proyectos de democracia, las nuevas variantes del tránsito revolucionario y las nuevas propuestas del socialismo surgidas de las experiencias fracasadas del Siglo XX y de las evoluciones del orden capitalista en pleno Siglo XXI.
La globalización neoliberal y la guerra infinita practicada desde la unipolaridad militar a favor de EU son componentes esenciales del internacionalismo de las derechas y ultraderechas.
Y a esto es preciso oponerle un internacionalismo que no dejará de ser proletariado, pero que debe ir mucho más allá de los(as) proletarios(as): deberá agrupar a todos(as) los(as) que enfrentan el capitalismo altamente concentrado y sus designios de muerte y sufrimiento, en cada país, en cada región, en cada hemisferio y en el mundo actual.
Las grandes masas excluídas.
Los sectores medio arruinados.
Los defensores de la vida y la naturaleza.
Las mujeres patriarcalmente y socialmente oprimidas.
Las etnias y nacionalidades oprimidas, discriminadas y marginadas.
Las comunidades abandonadas.
Las poblaciones bombardeadas o desplazadas.
Todos los sujetos dominados y oprimidos .
Todos los actores de las luchas contra la globalización neoliberal y contra las diversas modalidades de expresión.
 
Límites de las luchas locales y nacionales.
Es cierto lo del “techo bajo” de los procesos nacionales, sobre todo en países pequeños. El aislamiento al escenario nacional de los cambios se constituye en perspectiva en un factor adverso al movimiento transformador y favorable a la contrarrevolución imperial e interna. Los procesos localizados en naciones aisladas o en zonas limitadas son más fáciles de ahogar, asfixiar, revertir o estancar.
Una estrategia imperial obliga a una estrategia revolucionaria continental y mundial, sin desmedro de la diversidad y las particularidades nacionales.
Hay que coordinar más las luchas.
Hay que sincronizar más las luchas. 
Hay que articular y darle más simultaneidad a los procesos liberadores en todo el continente y en todo el mundo.
Hay que construir nuevos espacios para un internacionalismo revolucionario innovador, para una orientación común de la diversidad revolucionaria.
La aspiración a una humanidad liberada del mal de la explotación, capaz de autodeterminarse, de autogobernarse y dirigir conscientemente su destino ha sido un elemento sustancial de la identidad moral del movimiento obrero, de las fuerzas populares y de la izquierda.
 
El internacionalismo fue una consecuencia necesaria de una concepción del mundo que pretende transformar la injusta y desigual estructura social poniendo el acento en la necesidad, para lograr estos objetivos, de la unidad de los trabajadores y los pueblos oprimidos del planeta. 
Hay que decir que esta aspiración ha sido muchas veces una proclamación, más o menos justificadora o testimonial, que una práctica real y una acción plenamente consecuente.
En la presente etapa, la crisis de la izquierda ha supuesto una disminución dramática del carácter internacionalista del movimiento, cuando paradójicamente hay una aceleración de los procesos de mundialización del capitalismo. 
 
La globalización: el internacionalismo del gran capital
Estamos frente a una nueva fase de la internacionalización del capital altamente concentrado y ante una potenciación del internacionalismo de las fuerzas que lo representan y lo hegemonizan. 
Esa realidad ha sido acelerada por los efectos del tránsito hacia un nuevo patrón de acumulación y gestión basado en la microelectrónica, la informática, la robótica y otros formidables adelantos tecnocientíficos secuestrados por los grandes consorcios privados y por los mecanismos estatales bajo su dominio.
En esta fase concurre también un extraordinario proceso de concentración del poderío económico, social, cultural-ideológico-comunicacional, político y militar del capital imperialista y de su sistema de dominación integral. 
Vivimos la era de las grandes fusiones empresariales, de la conformación de potentes redes transnacionales de la concentración de la comunicación en escogidas y potentes cadenas internacionales, de una altísima concentración y no menos elevada movilidad y volatilidad del capital especulativo (con capacidad para quebrar economías nacionales y apropiarse de enormes recursos activos en cuestión de segundos y minutos).
Vivimos y sufrimos la etapa de las privatizaciones masivas de los patrimonios estatales, sociales y nacionales a favor del capital transnacional, de la conformación de los megamercados “libres” vía el derrumbe unilateral de las barreras proteccionistas en los países dependientes; de la puesta en práctica de un intenso proyecto de uniformización y totalitarismo cultural bajo control estadounidense a escala planetaria.
Estamos sometidos a una espectacular modernización de las fuerzas militares y de su capacidad de despliegue y destrucción a escala global bajo el signo de la unipolaridad. 
 
Sufrimos, en consecuencia, una franca subversión de la legalidad internacional y del marco institucional creado con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, y una espeluznante impunidad de la imposición ?por vías administrativas, políticas y económicas, por vías militares, por acciones punitivas y represalias diversas? de los intereses de las cúpulas capitalistas, de los grandes Estados bajo su control, de las fuerzas dominantes en los EE.UU.... todos ellos situados por encima de los derechos vitales de casi toda la humanidad y por los derechos universalmente consagrados. 
 
El internacionalismo de las poderosas minorías dominantes se expresa hoy más brutal y descaradamente que nunca, por encima incluso de las dificultades que entraña la tripolaridad económica y la globalización fragmentada por la competencia entre las grandes potencias capitalistas.
Unas veces la concertación de la tríada (EU, Japón, Alemanida o Union Europea), otras las fuertes tendencias transnacionales del capital, y otras la imposición de la unipolaridad político-militar a favor de EE.UU. y las subordinaciones forzadas, determinan su avasallador accionar contra los más débiles, contra naciones periféricas, contra regiones subordinadas o subordinables en mayor grado y contra las fuerzas del trabajo, del campo popular y de las capas medias y hasta contra las fuerzas del capital no beneficiarias de la nueva reestructuración del sistema.
Vivimos la era de la declinación del Estado-nación (sobre todo de sus expresiones más débiles) y del tránsito hacia nuevos poderes supranacionales que resultan de la combinación de los poderosos componentes que se conforman por encima y más allá de los países en particular y que resultan de las concertaciones entre los Estados más fuertes que constituyen sus bases originarias; cuando de la prepotencia y los afanes de EEUU en pos del imperialismo totalitorio. 
A la subversión de la legalidad vigente le acompañan los procesos de refundación y de formación de determinados mecanismos supranacionales: ONU, OTAN, BM, FMI, OMC, etc., en los cuales las hegemonías se comparten o se arrebatan y las competencias se complementan con las concertaciones entre los siete grandes países (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Canadá, Italia e Inglaterra), o con las subordinaciones de ellos o gran parte de ellos al poderío militar estadounidense.
El marco conceptual que nutre la globalización neoliberal se convierte así en el nuevo ideario del internacionalismo burgués y de la complicidad del gran capital transnacional.  
 
Necesidad de un nuevo internacionalismo revolucionario
En tal contexto, en el mundo de hoy el reto de las izquierdas, de los revolucionarios y de las fuerzas de la transformación y del progreso, es realmente de dimensiones planetarias y a todas luces titánico.
El nuevo internacionalismo de las cúpulas capitalistas del mundo exige de un nuevo y revitalizado internacionalismo de todos / as los / as oprimidos / as y afectados / as. 
Si más global es el dominio del gran capital más global deberá ser la respuesta necesaria para liberarnos de él.
Y esa respuesta, a partir de lo acontecido en los países del llamado socialismo real, necesita de un esfuerzo creativo que recoja sus lecciones, explique las causas de ese colapso y reformule el proyecto emancipador a fin de restaurar la esperanza, de elevar la subjetividad estropeada, de revitalizar el ideal socialista. 
Lo que acontece en el presente: la quiebra de las promesas formuladas desde el capitalismo después del colapso del bloque socialista, el fracaso progresivo del orden neoliberal, el empeoramiento de las condiciones de vida en el planeta, sienta las bases para esa trascendente recreación.
El planteo de Chávez sobre la necesidad de pensar y debatir lo relativo al socialismo del siglo XXI, estableciendo la debida diferenciación con los proyectos fracasados de Europa oriental, le devuelve actualidad a esa trascendente construcción.
 
No hay ningún orden político-jurídico o económico-social sin alternativa. Menos aún el que hoy hunde a la inmensa mayoría de los seres humanos en la pobreza, la explotación, la exclusión, la incertidumbre, la desertificación, la contaminación...
 Pero además, lo decisivo, lo radical de esta situación, es que el internacionalismo hoy no puede consistir sólo en identidad o en aspiración moral sino que debe concretarse en una opción política real. Para decirlo con claridad, o la izquierda es capaz de dotarse de un programa y de una práctica social efectivamente internacionalista o será derrotada en cada país, y globalmente por el capitalismo. Este es el gran desafío.
  
Sujetos potencialmente alternativos
En primer término procede identificar los sujetos potenciales con posibilidad de enfrentar y superar los efectos y el dominio de esa globalización neoliberal en los escenarios locales, nacionales y regionales y finalmente en el propio escenario mundial que ella todavía hegemoniza: esto es, las contrapartes del nuevo internacionalismo burgués.
 
Cada escenario precisa de una coordinación, de una unidad y de un accionar común, enmarcadas siempre dentro de la óptica y del proceso de articulación de un potente y diverso torrente mundial.
 
La coordinación de sujetos golpeados, explotados, oprimidos, excluídos, afectados y la creación de sus referentes políticos transformadores, son precondiciones obligadas para la conversión de sus potencialidades en fuerza realmente activa, impugnadora, forjadora de contrapoder y de poder.
 
Nos referimos:
 
 A fuerzas del trabajo explotado, a sus dos géneros (masculino y femenino) sometidos con intensidad diferenciada por el capitalismo neoliberalizado.
 
 Las fuerzas del trabajo expulsadas de la esclavitud asalariada, excluidas del sistema económico, lanzadas al desempleo, a la incertidumbre y al desamparo.
 
La juventud que llega a la edad laboral y no encuentra fuente de trabajo remunerado.
 
Las mujeres ligadas al trabajo doméstico no remunerado.
 
 Las mujeres súper-oprimidas por un capitalismo neoliberal y patriarcal.
 
La diversidad social que integra el mundo de la llamada economía informal.
 
Los campesinos sin tierra y sin medios de producción.
 
Los pequeños y medianos propietarios o empresarios urbanos y rurales en proceso de ruina.
 
Los empresarios que producen para el mercado interno y han sido golpeados por la apertura y el impacto de las mal llamadas “areas de libre comercio.”
 
 Las etnias oprimidas y discriminadas y los pueblos originarios excluidos y maltratados.
 
Las naciones en proceso de recolonización, especialmente sus fuerzas sociales y políticas excluidas de las decisiones del poder dominante.
 
La niñez abandonada y maltratada.
 
 Los / as envejecientes despreciados / as y abandonados / as.
 
El llamado Tercer y Cuarto Mundo, excluidas sus elites privilegiadas.
 
Los y las protagonistas de las diversas corrientes culturales, artísticas, creativas afectados / as por la uniformidad cultural que se nos quiere imponer y por el totalitarismo ideológico en desarrollo.
 
 La gran parte de la humanidad afectada por la desertificación, la contaminación, el calentamiento de la Tierra, la depredación de su flora y de su fauna, y todo el deterioro ecológico en marcha.
 
Las diversas fuerzas sociales y políticas que reclaman participación poder de decisión, y cese del autoritarismo y de la exclusión política.
 
Dentro de esa variedad, dentro de ese abanico, claro está hay que poner un énfasis especial en el rol determinante de las fuerzas del trabajo, es decir, del campo anticapitalista, proletario, popular en toda su diversidad de genero, etnias y edades.
 
Los sujetos potenciales son pues más vastos y diversos que los asumidos en la concepción revolucionaria internacionalista que dominó nuestro pasado. Incluye, pero a la vez supera, el sujeto que inspiró aquel grito emancipador en el plano de la solidaridad internacional: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”
 
Más aún el capitalismo actual exige de un internacionalismo que incorpore y a la vez rebase con creces la divisa ¡Proletarios y pueblos oprimidos del mundo, uníos!, de aquella primera fase del imperialismo.
 
De lo potencial a lo real
Pero el reto no es sólo la creatividad y la innovación en ese aspecto si no en cuanto a los esfuerzos e iniciativas que posibiliten lograr en esos sujetos la conciencia de identidad de intereses a escala regional y local, y la articulación a referentes políticos emancipadores, así como también su movilización, su conversión en movimientos sociales, en movimientos político-sociales, en organizaciones que formen contrapoder y poder con programas comunes destinados a enfrentar los diversos ejes de la dominación imperial a escala local, nacional, regional y mundial; destinados a construir un poder alternatico y a producir la ruptura y la toma de la maquinaria del Estado con la creatividad que las nuevas circunstancias demandan.
 
Todo ello desde espacios de coordinación específicos y tendiendo a lograr una izquierda militante articulada y profundamente compenetrada de la necesidad de potenciar el internacionalismo revolucionario y de convertir la solidaridad en tarea cotidiana, creando a la vez los espacios flexibles que posibiliten darle permanencia a su coordinación a escala regional y mundial.
 
Esto último pasa por darle aliento, fortalecer y potenciar todos los foros o encuentros establecidos de la izquierda continental y de sus diferentes corrientes, por establecer los puentes intercontinentales y finalmente por conformar los espacios mundiales de articulación.
 
Y esto es especialmente necesario, incluso imperioso, en el caso de la izquierda transformadora, anticapitalista, antisistémica y definidamente socialista.
 
Cuando se habla hoy en tantos debates, eventos, jornadas,... de mundialización, globalización o de integración territorial, con frecuencia se olvida que estamos hablando del Poder, de dominio y de lucha de clases en el ámbito mundial, de imposición de intereses y de determinantes modalidades de opresión.
 
Los procesos de reestructuración en curso dentro del capitalismo actual han significado y están significando un gigantesco proceso de concentración política y económica a escala mundial. Y esta asimetría de poder se está reflejando dramáticamente en términos de intervención político-militar en todo el planeta.
 
Nada pone mejor de manifiesto esto que los acontecimientos que se han producido en la antigua Yugoslavia en Afganistán y en Irak. Después de la reunión de Washington conmemorativa del 50 aniversario de la fundación de la OTAN, se confirma que el dramático problema de Kosovo ha sido sólo un pretexto para crear las condiciones para refundar la OTAN y poner en práctica un nuevo orden político-militar multinacional hegemonizado por los EE.UU.
 
  La OTAN, o sea EE.UU. como fuerza militar a partir de esta reunión es quien decidirá quién cumple o no los derechos humanos y, lo que es más importante y peor, se convierte en poder punitivo a escala planetaria. Quien es terrorista y quien no.
 
Previamente los patrones que se imponen desde el FMI, el BM ?matizados por las contradicciones de la diversidad imperial? y las acciones militares contra Panamá, Somalia, Irak... evidencian una vocación hegemonista más drástica que nunca y ahora sin los pretextos esgrimidos en el período de la “guerra fría”.
 
El 11 de Septiembre marcó el momento de inflexión para desplegar esa estrategia guerrerista terrorista, siendo Afganistán e Irak sus primeros blancos de ataque, pero apuntando también contra Cuba y el norte de Sudamérica(Venezuela, Colombia, Amazona...).
 
Las respuestas en Irak ha sido vigorosa evidenciando que a pesar de su poderío unipolar no son inderrotables. En Afganistán tampoco han logrado estabilizar la ocupación.
 
Solo la unidad, la coordinación creciente de las fuerzas políticas y militares revolucionarias la determinación de desplegar todas las energías acumuladas, podría o disuadir a EU de una aventura similar en nuestra América o empantanar sus fuerzas militares en la región hasta infringir una aleccionadora derrota política.
 
Dentro del conjunto de las grandes potencias capitalistas, comprometidas todas con la globalización del neoliberalismo –sobre todo cara al mundo dependiente- los EEUU ejecuta un plan de reconquista militar del planeta (de sus zonas de más importancia geoestratégica y regiones ricas en recursos naturales) basada en su supremacía militar y en su estrategia de guerra infinita, de terrorismo de Estado.
 
Esto emplaza, por razones de vida o muerte a construir una estrategia alternativa desde los pueblos.
 

Solidaridad: actitud insoslayable
 
En este punto conviene detenerse en un aspecto puntual: la solidaridad. La solidaridad internacional es inseparable del quehacer de la izquierda y de su vocación internacionalista. Durante decenios la izquierda latinoamericana ha mostrado una gran sensibilidad solidaria con proyectos revolucionarios y progresistas sometidos a la injerencia agresiva de Estados Unidos. Hoy la izquierda no puede vivir de espaldas a los movimientos reivindicativos populares, no importa cuáles formas adopten.
 
No cabe dudas que no se puede ser integralmente de izquierda si no se enfrenta radicalmente la cuestión del bloqueo imperialista contra la isla, y si no se defiende el derecho de los cubanos y cubanas a decidir su propio futuro al tiempo que tal actitud conlleve la defensa de los valores de ese proceso emancipador, en tanto proceso de orientación socialista, en tanto revolución popular y en tanto avanzada de la liberación social y nacional en América y el hemisferio occidental.
 
Puerto Rico, Las Malvinas y todas las posesiones coloniales nos convocan a la solidaridad sin limites.
 
Nuevas amenazas de intervención militar se ciernen sobre Colombia, mientras el accionar contrarrevolucionario no cesa en su propósito de aplastar o desestabilizar la revolución cubana.
 
Otros casos insoslayables en cuanto a requerimientos solidarios imperiosos son los referidos a la autodeterminación de los pueblos venezolano y colombiano y a la defensa de las fuerzas que ambos países encarnan las alternativas a los podridos sistemas políticos impuestos durante decenios y las estrategias neoliberales aplicadas durante la última década. En Ecuador y Bolivia no cesan las luchas sociales en medio de una evidente deterioro del orden dominante.
 
Venezuela, Colombia, Bolivia y Ecuador, escenario de una nueva ola transformadora, con sus procesos sumamente originales y esperanzados, pasan a ser blancos fundamentales de poder imperialista estadounidense asociado a los derechos locales. A ese se agregan los cambios políticos progresistas en Brasil y Uruguay.
 
La perversa manipulación estadounidense del narcotráfico, de los derechos humanos, de la supuesta defensa de la democracia, han sido potenciada para justificar las iniciativas contrarrevolucionarias en marcha, llegando incluso a escudarse en esos temas para trasladarse a puntos cercanos (Ecuador, Colombia, Perú...) sus bases en Panamá y tratar de ampliar su agresividad militar en la zona y su capacidad intervensionista a través de la creación de una fuerza militar multinacional bajo mando. En Haití esa fuerza pone a pruebas nuevas formas de intervención.
 
Redefiniciones y nuevas iniciativas
 
Esta realidad impone una redefinición sustancial de lo que conocemos por internacionalismo revolucionario, en el sentido de acentuar su importancia y relevancia, sobre todo si las clases y los sectores sociales subalternos quieren intervenir para realmente transformar este nuevo orden que se está configurando, hoy por hoy a sus espaldas y contra sus intereses.
 
Argumentamos pues la necesidad de un referente internacional de la izquierda capaz de actuar como sujeto político en el ámbito global, lo que exige una recreación de la utopía revolucionaria, una reformulación del proyecto socialista.
 
No se trata de ir hacia otra Internacional o de construir un partido político internacional como se diseñó en el pasado.
 
Lo que proponemos es la articulación de un conjunto plural de sujetos políticos revolucionarios, movimientos sociales y organizaciones civiles y culturales contestatarios en torno a un programa de acción común que permita definir las grandes opciones democráticas y revolucionarias, movilizar la opinión pública internacional y organizar la solidaridad entre los trabajadores, los pueblos y las naciones con el objetivo de alcanzar una Humanidad justa en una tierra habitable y previa derrota de la nueva modalidad opresiva del capitalismo.
 
Lo que proponemos son espacios originales y flexibles de coordinación y acción común de todas las fuerzas transformadoras del mundo y muy especialmente de sus componentes antisistémicos, anticapitalistas, pro-socialistas.
 
Lo que proponemos es oponerle a la ofensiva globalista del gran capital la contraofensiva de las fuerzas alternativas capaz de frenar su prepotencia militar, su nefasta acción económica imperial y su prepotencia avasalladora; capaz de reimplantar la legalidad internacional y de apuntalar un orden mundial justo y equitativo.
 
En la misma medida en que se constituye un sujeto social revolucionario más diverso y complejo, también es necesario construir un nuevo internacionalismo, amplio, diverso y radicalmente transformador, así como los mecanismos de condición para llevarlo a la practica.
 

Problemas de la unidad y la coordinación alternativa. (...)

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