El país en subasta
20 de enero de 2016
Por Arturo D. Villanueva
Imaña
(Rebelión)
(...) Por eso se entiende que el proceso de cambio y
transformación se haya reducido a crecer y progresar insaciablemente, como
objetivo único y final de la nacionalización, pero a costa de enajenar nuestros
recursos.
Asumida esta nueva lógica, el extractivismo,
el saqueo y principalmente la subasta del país, se convierten en el asunto
principal para el gobierno y el oficialismo. Se piensa que ésa es la única vía
para mantener el ritmo de crecimiento (de la economía, el PIB y el enorme gasto
por supuesto), para garantizar la estabilidad (ese tan efímero y codiciado
estado de gracia que es envidia en otros países, incluidos limítrofes). El
justificativo para esta mutación es el desarrollismo a ultranza, para
convertirnos en una potencia dicen, pero basado en el extractivismo salvaje y
la enajenación de nuestros recursos.
Tal es el fenómeno de autoconvencimiento y entrega a esta perversa
idea de conseguir cueste lo que cueste recursos de inversión y subastar el
país, que no se tiene reparo de ofrecer y vender hasta su imagen, para la
realización del Dakar. Es decir, se pone en juego hasta el carácter simbólico y
representativo del país. Muy en contrario de los principios, valores y
objetivos nacionales de la descolonización, el vivir bien, la relación
armoniosa con la naturaleza, los derechos de la Pachamama, etc., se prefiere
abanderar antivalores totalmente opuestos, de modo que Bolivia se convierta en
otro commoditie de transacción comercial y financiera
del mercado internacional. Otro souvenir mercantil que para verse en la
vidriera internacional, no sólo debe pagar a los patrocinadores, sino después
limpiar, arreglar y recoger la basura y los desastres provocados, para
prepararse a la próxima avalancha. Leer
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El Dakar plantea el
relato de
la "conquista de la naturaleza"
por la civilización
8 de enero de 2016
8 de enero de 2016
Por Eduardo Soler (Rebelión)
La importancia cultural del Rally Dakar
La sexta edición del denominado "Rally Dakar" (sic) en Sudamérica vuelve a
abrir el debate, pero sobre todo las protestas de un movimiento ambientalista
integral. Frente a quienes expresan que la competencia es insignificante, se
conocen sus impactos ecológicos y sociales directos. Además, tiene una
relevancia más profunda, a nivel cultural. El Dakar plantea el relato de la
"conquista de la naturaleza" por la civilización, la retórica de la
colonización del desierto, que está presente en el modelo extractivista.
Desde su inicio en el 2009, cuando la competencia desembarcó en
Sudamérica, las organizaciones ambientalistas se pusieron en alerta. Por un
lado, existen informes sobre los impactos ambientales y sociales, que incluyen
el paso de una gran cantidad de máquinas sobre un ecosistema frágil, como son
los áridos. Del mismo modo, hubo declaraciones de sociedades de arqueólogos
alertando sobre los daños que produce el rally en el patromonio cultural de los
pueblos originarios. La lista se expande en los testimonios de pobladores
afectados, así como es alarmante revisar la lista de muertos por accidentes
provocados por el dakar. Por ejemplo, en 2011 una persona
murió en Catamarca.
Sin dejar de considerar la relevancia de todo ello, además de
estos impactos puntuales, directos, insistimos en que la importancia del
"Rally Dakar" es cultural. El mismo nombre
nos da una pista de ello: aquí no estamos en Dakar, sino que la insistencia del
signo viene por la continuidad del modelo de la colonialidad. Y
desde la
Comunicación Ambiental , es fundamental considerar la
dimensión cultural como estructural en la crisis ambiental. Eso lo entienden
las organizaciones, ya que son las mismas las que luchan desde hace años contra
la sojización, contra la megaminería, contra el extractivismo en
general. Por eso cuestionar al Dakar no es insignificante, sino lo contrario,
sería ilógico no hacerlo.
El Dakar es una de las expresiones destacadas de esta concepción
que visualiza al automovilismo como un deporte. El punto es polémico, pero se
ha convertido en un deporte (otrora símbolo de la vida saludable), a una
actividad que no hace más que incentivar la fascinación por el automóvil. Y no
es una relación indirecta, en la Fórmula 1 los "equipos" son empresas,
son grandes corporaciones, como Mercedes Benz, Ferrari, Honda, Ford,
Toyota. ¿Acaso puede pensarse que empresas que dieron origen al fordismo y el
toyotismo son poco importantes? Para que estas empresas mantengan sus
ganancias, es necesario incentivar el extractivismo petrolero, en otras
palabras, el fracking.
Un título ejemplar de Página 12: el Dakar como
una guerra.
En este caso, en el Rally Dakar las marcas no
tienen comparativamente tanto protagonismo, pero sí están, y muy presentes.
Preparan sus modelos especiales, patrocinan, participan del show, que se
produce en "el desierto" pero llega a nosotros por los medios masivos. ¿Y qué es lo que muestra justamente
el "rally dakar"? La propia cultura "modernista", la
tecnología que "vence a la naturaleza", en este caso superando
"el desierto". El título que decidió hoy la edición de deportes de
Página/12 es ejemplar al resecto. La conquista del desierto por el automóvil (o la moto, o el cuatriciclo). Aquella
que aparece parodiada en una publicidad de "paseadores de autos", con
un sentido posmoderno.
A nivel social, no podemos entonces enfrentar
la seriedad que merece la crisis ambiental, si seguimos destinando (buena)
parte de la reserva de energía (material, fósil, pero también espiritual) a este tipo de competencias.
Puesto que si bien no es poco lo que gastan en combustible (en la propia
competencia, con los autos de los equipos, con el traslado desde Europa, y otras
partes del mundo civilizado, que se suman a los locales), también vuelvo al
argumento. El principal impacto -más allá del propiamente ambiental y social-
es cultural. Si este es nuestro deporte, si es nuestro espectáculo, si es
nuestra cultura -en fin- la crisis ambiental permanecerá.
Todo esto lo estoy escribiendo ahora, pero lo aprendí
personalmente durante un encuentro de reflexión sobre (contra) la megaminería,
en la palabra de unas pobladores de la puna en nuestro noroeste. Luchadora en
serio contra la megaminería, ella, nos contó entre risueña y orgullosa, como
había expulsado a algunos competidores del Dakar, que querían pasar por su
territorio. Mejor dicho, querían dañar la Pacha. Allí radica
entonces la unión en la lucha: el Dakar no está aislado, es parte de una idea
de la concepción entre esta conquista de la civilización sobre
el desierto. Las protestas nos vuelven a recordar, otra vez, que tal desierto
no está desierto, y que no quiere ser avasallado.
Ecoportal.net
Comunicación ambiental
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