¿Vuelta
a los 90 o comienzo de la segunda década del neodesarrollo?
30 de diciembre de 2015
30 de diciembre de 2015
Por Mariano Féliz
El ajuste de la nueva derecha
y un nuevo comienzo para las luchas populares.
Ha comenzado un nuevo ciclo político en la Argentina. En el
ocaso de la era kirchnerista llega al gobierno nacional la alianza política
‘Cambiemos’ de derecha empresarial hegemonizada por el PRO del presidente
Mauricio Macri (y secundado por la histórica Unión Cívica
Radial y otras fuerzas menores). Esta fuerza
política no ha venido a desarmar el proyecto neodesarrollista -apuntalado por
el kirchnerismo- sino a radicalizarlo, transformando sus límites en barreras
superables dialécticamente pero sin alterar sus fundamentos estructurales. El
ajuste macroeconómico iniciado el 10/12 es el primer paso en un programa
integral que buscará intensificar la extranjerización y el extractivismo, con
miras a proyectar un proceso de acumulación de capital liderado por la
exportaciones, la inversión transnacional y el endeudamiento externo.
Del neodesarrollo a su radicalización por derecha.
El proyecto de
neodesarrollo construido a lo largo de la década larga del kirchnerismo nació
sobre la herencia neoliberal pero la perfeccionó. En hacer eso, consolidó las facetas
extractivistas, financiarizadas y extranjerizantes.
El kirchnerismo no logró superar los límites del capitalismo dependiente
argentino, los que re-aparecieron a poco de andar. Luego de la era feliz del
‘capitalismo en serio’ (2002-2008), la economía política del capital comienza a
dejar de lado la faceta distribucionista que fuera acto reflejo frente a la
crisis neoliberal y la conflictividad social pos-2001. La última presidencia de Cristina Fernández inició el proceso
de ajuste heterodoxo y crisis transicional pasando por el inicio de la
‘sintonía fina’ a fines de 2011 (restricciones a la compra/venta de dólares),
la devaluación del verano de 2014 y el camino del reendeudamiento externo
(arreglo con el Club de Paris y el pago a REPSOL con títulos públicos por la
expropiación de YPF, etc.). El macrismo vino a completar ese proceso,
radicalizando el proyecto hegemónico.
Frente a los
límites del neodesarrollismo, el kirchnerismo forzó al máximo una estrategia
keynesiana para los tiempos difíciles, exigiendo aL pueblo trabajador
‘racionalidad y moderación’ en sus demandas. En lugar de atacar los fundamentos
de la crisis, operó sobre los efectos de la misma intentando desplazar en el
tiempo los límites del proyecto para llegar ganador a las elecciones
presidenciales de 2015. Esa estrategia enfrentó costos crecientes, con
inflación y estancamiento económico y salarial, déficit fiscal y externo cada
vez mayores. Por su parte, la contradicción entre un discurso que asociaba el
desarrollo al consumo individualizado y crecientemente mercantilizado, y la
realidad del deterioro en los niveles salariales, del estancamiento en el
empleo y de la precarización extendida y persistente de las condiciones de vida
alienó a una porción significativa de la base social del kirchnerismo que
comenzó a descreer de la estrategia oficial. A esto se sumaron candidatos
equívocos (Daniel Scioli, Anibal Fernández, entre otrxs) que sólo proponían
‘profundizar el modelo’ en crisis, construyendo así los fundamentos de la
debacle electoral (no hay otra manera de nombrar el drenaje de votos que sufrió
el kirchnerismo desde el 54% en 2011
a menos de 37% en octubre de 2015).
Cambiemos y la política
económica para el ajuste.
El triunfo de Cambiemos pone en práctica la radicalización de la
estrategia neodesarrollista, comenzando por la aceleración del ajuste
macroeconómico. Esa política, llamada eufemística y cínicamente ‘sinceramiento
de las variables’, pretende reordenar los parámetros de la política
macroeconómica en función de crear condiciones ‘más justas para el capital’.
La eliminación de la mayor parte de la regulaciones para la compra
y venta de divisas (‘cepo cambiario’) junto con la devaluación del peso y la
eliminación/reducción de los impuestos a las exportaciones de commodities
reasignará una enorme masa de recursos desde los sectores populares hacia el
conjunto del capital y en especial hacia las grandes corporaciones
transnacionales que controlan todas las ramas de la economía y el comercio
exterior.
El anticipo de esas medidas en la campaña electoral (por parte del macrismo pero también del sciolismo/kirchnerismo) ya había comenzado a construir ese desplazamiento por la vía de una aceleración inflacionaria anticipada. A partir de la realidad de las nuevas medidas económicas, la inflación no hará sino aumentar aun más.
El anticipo de esas medidas en la campaña electoral (por parte del macrismo pero también del sciolismo/kirchnerismo) ya había comenzado a construir ese desplazamiento por la vía de una aceleración inflacionaria anticipada. A partir de la realidad de las nuevas medidas económicas, la inflación no hará sino aumentar aun más.
A partir de allí,
el programa económico del nuevo gobierno buscará conformar un nuevo ‘clima de
negocios’ favorable al gran capital y resolver las barreras que el kichnerismo
acumuló (a lo largo de su estrategia de ajuste heterodoxo sin cambio estructural).
Las respuestas serán -por defecto- en favor de capital más concentrado y sus
costos serán pagados por lxs mismos de siempre (el pueblo trabajador):
·
Elevar las tarifas de energía y
transporte con menos subsidios (la declaración de la ‘emergencia energética es
el primer paso) a fin de promover la inversión por parte de las empresas
privadas/privatizadas;
·
Concluir las negociaciones con los
fondos ‘buitres’ (seguramente, pagando lo reclamado, parte en efectivo y parte
con más deuda) para facilitar un renovado acceso al financiamiento
internacional (mayor endeudamiento externo); esto permitiría desplazar en el
tiempo la ‘restricción externa’ aportando recursos para sostener la política de
dólar caro (‘competitivo’ como le dicen) pero bajo control (en ‘flotación
sucia’, con la intervención del Banco Central) y abrir al menos en los próximos
años un nuevo sendero de crecimiento;
·
Apuntalar este proceso profundizando
las inversiones en infraestructura ‘económica’ (caminos, ferrocarriles,
generación y distribución de energía, etc.) previstas ya en el proyecto de la
IIRSA (Iniciativa para la Integración de la
Infraestructura Regional Suramericana ) con financiamiento de
los organismos internacionales de crédito como el BID (algo que ya venía
ocurriendo en el ciclo kirchnerista);
·
Llevar hasta el final la apertura e
internacionalización de la economía, buscando cerrar el acuerdo de libre
comercio del Mercosur con la
Unión Europea (que hace tiempo es discutido bajo siete
llaves) y profundizando los vínculos con la alianza del Pacífico (y más allá,
con China e India como ejes);
·
Avanzar en una reducción progresiva del
gasto público (sobre todo a través de una política de aumento del gasto por
debajo de la inflación y reducción de subsidios a los servicios públicos) a los
fines de cerrar la brecha fiscal (déficit) y comenzar a limitar la emisión
monetaria;
·
Contener las negociaciones salariales
dentro de un sendero por debajo de la inflación real; esto lograría
simultáneamente (y junto con una política monetaria y fiscal más restrictivas)
bajar la inflación (como ocurrió a partir de mediados de 2014) y apalancar la
inversión privada en una nueva ecuación distributiva más favorable al capital.
Ese programa sintetiza la economía política del capital en los tiempos
de la crisis. Con
un sesgo de clase evidente, propondrá -si el pueblo organizado no logra
evitarlo- concluir la etapa de crisis transicional y recuperar el crecimiento
por un tiempo, que es lo único que el capitalismo puede ofrecer aun si a costo
creciente para el pueblo y la naturaleza.
¿Nuevo gobierno, nueva
hegemonía?
El macrismo avanza con pies de plomo, sabiendo que su gobierno
nació con legitimidad formal pero poca legitimidad política. Habiendo ganado
por escaso margen en la segunda vuelta electoral, carece de peso institucional
significativo en gobernaciones, diputados y senadores, intendentes y
concejales. Por ello, arrancó con mano de hierro, llevando al límite (y más allá) todos los poderes formales de una
Constitución hiper-presidencialista y delegativa.
Construye un
gobierno que parece el ‘comité de gestión de la burguesía’ (la democracia de
los CEO o CEOcracia como dice el compañero Miguel Mazzeo), pero difícilmente
pueda consolidar una nueva hegemonía sobre la base de un Estado a la Miliband,
simplemente colocando en las posiciones estratégicas a ex-empresarios o
representantes directos de las clases dominantes, como ha hecho por la mayor
parte en una primera instancia.
El macrismo sabe que la posibilidad de consolidarse dependerá de
la construcción hegemónica que pueda conformar incluyendo en la alianza
gobernante (aunque no necesariamente ‘en el gobierno’) a sectores sociales y
políticos que sean expresión de fuerzas sociales reales (partidos del sistema,
sindicatos, organizaciones sociales, ONGs).
El Estado es más
bien -a la Poulantzas- condensación de las relaciones sociales de fuerza, y el
macrismo buscará construir puentes pero también marcar límites (buscando anular
disidencias radicales), que le permitan avanzar en su programa intentando
construir un nuevo bloque en el poder bajo su liderazgo. Nada certifica que lo
logre. La convocatoria al ‘pacto social’ para Enero es un primer paso en ese
sentido. La represión selectiva y control de la protesta social (como acaba de
ocurrir con el caso de la lucha de lxs trabajadores de la productora de pollos
Cresta Roja) es un paso en el mismo sentido.
Organizarse para enfrentar el
ajuste y construir la alternativa.
Como siempre, el pueblo es el principal perjudicado inmediatamente
por el ajuste económico. Esto ocurre en el marco de la
herencia del kirchnerismo que consiguió fracturar y segmentar al movimiento
popular nacido de la resistencia al proyecto neoliberal. La batalla por venir
es aquella por la posibilidad de construir un frente político contrahegemónico
que supere la radicalización macrista del neodesarrollismo pero también al
programa kirchnerista de ‘reformas sin sacar los pies del plato’.
En un comienzo la
tarea será consolidar fuerzas sociales que pongan límites a la ofensiva del
capital. Comienzan a vislumbrarse intentos de rearticulación y coordinación
para preparar una nueva resistencia. El multitudinario Foro de los Pueblos del
12/12 y la movilización masiva del 22/12 son sus primeras expresiones. En el
camino de la lucha en las calles y la unidad de acción, habrá que avanzar en el
fortalecimiento de un frente político amplio que ataque el
programa macrista (y su alternancia reformista) pero que plantee alternativas.
Esas alternativas
tendrán que entrecruzar las diversas luchas contra el proyecto de
neodesarrollo, construyendo una economía política de lxs trabajadorxs que se
plantee como opción para el conjunto del pueblo. Sin ánimo de (ni espacio para)
agotar ese debate, esas opciones deberán incluir caminos para salir del
extractivismo y construir otra política macroeconómica y laboral, una nueva
estrategia de integración y desarrollo socio-productivo, y nuevos paradigmas
para la gestión de lo común (servicios públicos, riquezas naturales, educación
y salud, seguridad social).
Mariano Féliz es profesor de la Universidad Nacional
de La Plata e investigador, CIG-IdIHCS/Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas de Argentina. Militante de COMUNA (Colectiva en
Movimiento por una Universidad Nuestramericana) en el Frente Popular Darío
Santillán - Corriente Nacional.
Fuente: http://www.dariovive.org/?p=7792
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