Comunidades populares
urbanas
9 de enero de 2016
Por Raúl Zibechi (La Jornada)
La ciudad es uno de los puntos más endebles en
las propuestas y prácticas emancipatorias. En las recientes décadas hemos
asistido al despliegue de diversas iniciativas rurales, de la mano de
movimientos indígenas y campesinos, que han sido capaces de construir espacios
por fuera de la lógica del mercado y del Estado, aunque en ocasiones tengan
relaciones tangenciales con ambos. En las ciudades, por el contrario, las
construcciones colectivas son mucho más frágiles y menos duraderas.
Conocer al Movimiento de Comunidades Populares
de Brasil (MCP) es una inyección de optimismo y esperanza en medio de la crisis
política y de las amenazas que se ciernen sobre los sectores populares del
mundo. El MCP cuenta con unos 60 grupos, la mitad de ellos urbanos, de barrios
y favelas. Formalmente, nació en 2011 integrado por las comunidades
populares que habían creado, en 2001, una asociación nacional. En 2006 crearon
el periódico mensual Voz das
Comunidades y en 2008 la
Unión de la Juventud
Popular.
Pero el movimiento tiene, en realidad, 40
años, ya que sus orígenes se remontan a 1969, cuando en plena dictadura militar
la Juventud
Agraria Católica se transformó en Movimiento de
Evangelización Rural y, más tarde, en 1986, en Corriente Sindical de los
Trabajadores Independientes. El primer encuentro nacional del MCP decidió
trabajar en cinco sectores: económico, social, cultural, popular y sindical.
Uno de los trabajos del MCP está enclavado en la comunidad Chico Mendes ,
en el norte del municipio de Río de Janeiro, lindero con la Baixada Fluminense
que rodea la bahía de Guanabara. Se ubica sobre el Morro do Chapadao, tiene 25
mil habitantes y es fruto de una ocupación organizada en 1991. Gelson y
Jundair, quienes comenzaron su militancia bajo la dictadura, llevan dos décadas
en el barrio, donde comenzaron organizando campeonatos de futbol para varones y
mujeres.
Hoy cuentan con un grupo de apoyo escolar al
que acuden diariamente 70 niños con cuatro profesoras y un jardín infantil al que
van 20 niños y niñas, ambos apoyados por la propia comunidad sin financiación
externa. Funciona un grupo de compras colectivas, un grupo de producción que
fabrica productos de limpieza con base en aceites de automóviles reciclados y
un grupo de ventas, en los que están involucradas dos decenas de familias, que
incluyen una tienda de comestibles donde se abastecen unas 200 familias y un
almacén que vende materiales de construcción.
Pero el emprendimiento más novedoso es el
grupo de inversión colectiva, que luego de una década tiene 400 inversionistas
de la comunidad, más de 20 integrantes que administran un fondo de 700 mil
reales (unos 170 mil dólares). La mayor parte de los préstamos son para la
reforma de viviendas y para la generación de ingresos familiares y colectivos.
Gracias a los préstamos del grupo de inversión varios vecinos de la comunidad
pudieron comprar camionetas para transporte desde la terminal del Metro hasta la comunidad Chico Mendes.
Trabajan con dinero de los miembros del movimiento que invierten y realizan préstamos, pagan intereses muy bajos,
de 2 por ciento a los inversores, y cobran un poco más a los beneficiarios. No
acumulan capital y todo el dinero circulante está bajo control comunitario,
porque el dinero funciona como valor de uso, algo muy común entre los sectores
populares de nuestro continente, y no como valor de cambio.
El tener un grupo de inversión comunitaria hace que los miembros
del MCP no tengan necesidad de acudir a la banca para pedir préstamos con
intereses usurarios. De ese modo, las familias que necesitan mejorar su
vivienda o comprar bienes para poder trabajar cuentan con un mecanismo de
financiamiento por fuera del mercado, lo que les brinda mayor autonomía. El MCP
cuenta con 30 grupos de inversión que manejan en conjunto millones de reales.
En este punto, es necesario introducir un
debate. En una sociedad emancipada, o en el mundo nuevo, será imposible
erradicar el dinero. La moneda es anterior al capitalismo y no puede
considerarse sinónimo de capitalismo. Los zapatistas tienen sus bancos
controlados por las comunidades que prestan dinero a las bases de apoyo, lo que
no quiere decir que estén reproduciendo el capitalismo. La ventaja de crear
grupos de inversión como los que tiene el MCP es que sus integrantes no dependen
de quienes monopolizan el dinero, o sea, de los bancos.
Gelson y Jundair sienten que luego de dos
décadas de trabajo, la comunidad es más fuerte. Cuando se les pregunta por las
dificultades, dicen que la mayor es la formación de militantes. A esa tarea
dedican su vida, pero aunque han avanzado, en la comunidad Chico Mendes
el movimiento tiene medio millar de integrantes y apenas una decena de
militantes. Cuando se les pregunta por el tráfico y la violencia, responden: no son dificultades, es la realidad. En los
barrios populares de Brasil el primer problema es la policía.
El MCP trabaja para la formación de un frente popular mediante la
articulación de grupos de base autónomos, como Ocupa Alemao, que se ha
convertido en referencia entre los grupos de favelados de Brasil. A nivel teórico, Gelson
reivindica el marxismo y el cristian ismo,
y no oculta su simpatía por Mao. El movimiento tiene cuatro experiencias
históricas de referencia: la resistencia del pueblo guaraní, el quilombo de
Palmares en el siglo XVII, el movimiento popular de Canudos a finales del siglo
XIX y la lucha minera de Morro Velho en la década de 1930. En suma, la síntesis
de las luchas indígena, negra, obrera y popular.
Defienden la independencia de los partidos y trabajan por la autonomía
política y económica, que son los ejes del movimiento. Gelson asegura queel MCP
no es una organización, es un fermento. No quieren repetir un camino que ya no
sirve: movilizar, agitar, tomar el poder y construir el socialismo. Ser
fermento es estimular, desde adentro y desde abajo, que el barrio se convierta
en comunidad, creando poder popular. Después, veremos.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=207633
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