Chavismo, crisis histórica y fin de ciclo:
repensarnos desde el territorio.
4 de enero de 2016
4 de enero de 2016
Por Emiliano Teran
Mantovani (Rebelión)
Los resultados electorales del 6-D 2015 en Venezuela parecen ser
el síntoma de un proceso de estancamiento y reajuste conservador que se ha
estado desarrollando ante nuestros ojos. Lo que tenemos ahora es la
oficialización de un nuevo escenario institucional en el cual, dos de los
sectores políticos más reaccionarios de los que disputan el poder en el país –
neoliberales mutantes o edulcorados, y neoliberales
uribistas [1] –, y como bloque, en América Latina,
se harán del control de mecanismos de decisión formal y de sectores del aparato
estatal, buscando allanar el camino para la expansión de procesos de
acumulación por desposesión.
Este desplazamiento político parece apuntar
pues, a una estrategia de remodelación radical de toda la arquitectura
progresista de la
Revolución Bolivariana , amenazando más abiertamente los medios de subsistencia de la población trabajadora y
a la naturaleza.
Estas visibles amenazas, junto con una serie de mitos,
slogans y tabúes políticos que se terminaron de romper a partir del 6-D, han
estimulado un debate descarnado, plagado del ¿qué hacer? en una situación excepcional. La sensación de
distanciamiento que tienen las bases sociales chavistas respecto a las cúpulas
gubernamentales, junto con esta sensación de desmoronamiento y restauración
conservadora, invitan, con mucha fuerza, a discutir nuevamente, todo, desde abajo.
El poder desde abajo: ¿condiciones para la
configuración de un nuevo ciclo político de luchas en Venezuela?
Si algo parece que siempre se le ha reclamado
al proceso político venezolano reciente, ha sido su falta de organicidad en
facetas claves: no ha habido suficiente gente deseando la comuna, no se ha
logrado configurar un sólido entramado cultural e ideológico para salir del
rentismo y " construir el socialismo ", no se ha constituido un
núcleo material productivo suficiente para darle sustento al proyecto y apuntar
a la muy nombrada independencia. El proyecto ponía mucho énfasis desde arriba
para lograr los grandes objetivos nacionales del socialismo. Pero tal vez
convenga admitir que, en los momentos de mayor esplendor de los de abajo, sean
en pequeñas o grandes expresiones (ej. 13/04/2002), la política general
fue la de contención y administración de la potencia popular –que en los primeros
años del proceso parecía decir ¡queremos todo!, ¡podemos con todo!
Nuestra hipótesis es que, luego del ciclo histórico de luchas
populares en Venezuela entre 1935-1970, se inició otro a partir de 1987/1989,
el cual podría haber culminado entre 2005/2007. La hegemonía del Petro-Estado a
partir de 2004/2005 comenzó a cambiar las formas de la producción política y
las movilizaciones de calle del bloque contrahegemónico se fueron
corporativizando, regulando y mermando. Entre 2008/2009 (crisis económica
global), pasando por 2013 (año del fallecimiento del Presidente Chávez), hasta
este caótico cuasi-trienio (marzo 2013/2015), el proceso ha evolucionado del
estancamiento a la entropía (como caotización sistémica). Algo parece haberse
quebrado y podrían generarse las condiciones para la configuración de un muy
complejo nuevo ciclo de luchas populares.
Chavismo, subjetividad y contrahegemonía en
el devenir de una tormenta política
Nunca es suficiente recordar una y otra vez
que toda la producción de una política progresista viene precedida, y es sostenida, de
luchas concretas desde abajo – de esta forma, Chávez y la Revolución Bolivariana
son paridos y recreados numerosas veces por las fuerzas sociales de calle (27-F
1989, 13-A 2002, dic-ene-feb 2002-2003, etc.) –. El futuro de la «Revolución Bolivariana »,
de las posibilidades de mantener políticas sociales favorables a las clases
trabajadoras, de salir del rentismo petrolero, del Partido Socialista Unido, o
en general de cualquier agenda de izquierdas, progresista, o de
transformaciones con un horizonte emancipatorio, se constituyen, en primera
instancia, por estas luchas populares.
Pero estas luchas populares desde abajo no tienen por qué ser
pensadas sólo en abstracto. Luego de casi 100 años de desarrollo del
capitalismo petrolero en Venezuela, desde fines del siglo pasado se han
producido las condiciones para la fertilización del proceso de producción de
subjetividad contra-hegemónica más potente y masivo tal vez de la historia
republicana del país, y esto ha ocurrido alrededor de códigos comunes que han
girado en torno a un complejo proceso identitario que podemos llamar chavismo.
En otros
espacios hemos planteado por qué creemos que
la narrativa originaria del chavismo se fue configurando desde abajo, que el
chavismo se ha constituido como una comunidad política y afectiva, y que es una
identidad en disputa – y por tanto tiene facetas contradictorias –, en la cual
se ha producido un progresivo desplazamiento de sus potencialidades
emancipatorias y una neutralización de su fuerza expansiva contrahegemónica por
parte de una trama burocrático corporativa.
A pesar de los múltiples ataques y agresiones
que ha sufrido, sea por la reaccionaria oligarquía tradicional, o bien por la
élite burocrática que se ha hegemonizado en el Petro-estado, el chavismo sigue siendo una fuerza
viva. Y esto es así, no principalmente por sumarse más de 5 millones y
medio de votos al Gran Polo Patriótico Simón Bolívar. El chavismo nunca ha
sido una invención electoral, o una identidad vacía, inoculada de arriba hacia
abajo, sino fundamentalmente el índice de un proceso histórico de producción de
subjetividad.
La ontología del chavismo, su base
fundamental, se sostiene aún, sobre dos pilares:
n
una base discursiva definida – un imaginario –, esencialmente
anti-neoliberal, que enarbola un ideal nacionalista-popular, de reivindicación
histórica de los sectores excluidos, de justicia social. Es una construcción política
literalmente progresista; y
n
una potencia material –una fuerza bio-política colectiva –, desafiante,
levantisca, turbulenta, ciertamente contradictoria, pero irresistible, movible,
expansiva y niveladora, que se inscribe en lo que parece ser una especie de
tradición histórica de lucha popular en Venezuela.
Ambos pilares de la ontología del chavismo
representan la base orgánica de un largo proceso histórico de producción de
subjetividad contrahegemónica, de la cual no se puede anunciar ligeramente su
muerte o su “adiós”, como múltiples voceros, fundamentalmente reaccionarios y
cercanos a la coalición de la MUD, lo han hecho principalmente después de la
derrota electoral del 6D.
De ahí que, el chavismo popular, el contrahegemónico, el
”salvaje”, ha sido, es, y seguirá siendo el principal objetivo de la guerra
permanente contra el proceso de transformaciones que se ha producido en Venezuela en
las últimas dos décadas. Éste es la clave en esta partida de ajedrez, porque es
el elemento vivo que podría en realidad efectuar un « golpe de timón » o
detener la ola restauradora. Por esta razón, el inicio de la crisis económica
global (2008+) y de la burocratización del proceso allanan el camino para una
estrategia conservadora de disolver la Revolución Bolivariana ,
carcomiéndola por dentro, como un cuerpo canceroso –en consonancia con lo que
hemos llamado la metástasis de capitalismo
rentístico –, en
una disputa vital que se ha estado produciendo sobre el tejido social
venezolano, impactando significativamente a esa comunidad política que llamamos
chavismo.
Si resaltamos que los procesos e
identificaciones políticas no son en ningún modo estáticos y que numerosas
transformaciones han ocurrido no sólo en el período 1989-2015, sino incluso en
este caótico cuasi trienio 2013-2015, debemos destacar dos ideas que consideramos
determinantes en estos tiempos de cambios e incertidumbre:
a.
el agotamiento de un ciclo político histórico no supone
necesariamente, o de manera lineal, el fin de un ciclo de luchas populares. Un
ciclo político histórico –que se puede periodificar y delimitar geográficamente–
se refiere fundamentalmente a un período en el cual predominan modos de hacer
política, discursos y símbolos, regímenes de gubernamentalidad (Foucault), modalidades en la
acumulación capitalista, que eventualmente empiezan a dejar de funcionar como
lo habían venido haciendo, y comienzan a abrir las puertas al surgimiento de
otros patrones generales de producción política – de ahí que en nuestros
tiempos se haya abierto este debate sobre fin de ciclo en América Latina – .
Sin embargo, un ciclo de luchas populares desde abajo, determinado por ciertos
patrones de lucha, de subjetividades, marcos reivindicativos, y en especial,
por su pertinencia en las transformaciones históricas – masividad, potencia,
proporcionalidad en una correlación de fuerzas general – , puede atravesar
estos ciclos, producirlos, o también ser producidos por estos [2] .
El agotamiento del “ciclo progresista”, no representa el final de una historia de luchas, sino la continuación de la misma bajo nuevas condiciones, determinadas por complejos factores de carácter sistémico. Esto podría también abrir un nuevo carácter de pertinencia histórica de las mismas, con nuevas modalidades, narrativas y formatos. Por esto, un posible agotamiento del período dela « Revolución Bolivariana
» –como tipo de gubernamentalidad, de modalidad de acumulación de capital, de
marco de movilizaciones sociales – no necesariamente supone el agotamiento del
chavismo como canal de conexión de múltiples luchas desde abajo. Más bien
cabría evaluar si, ante un eventual avance restaurador abiertamente neoliberal
en el país, la población en general comienza a resistirla a partir, en buena
medida, de los principios de la “cultura chavista” desarrollada en los últimos
años.
El agotamiento del “ciclo progresista”, no representa el final de una historia de luchas, sino la continuación de la misma bajo nuevas condiciones, determinadas por complejos factores de carácter sistémico. Esto podría también abrir un nuevo carácter de pertinencia histórica de las mismas, con nuevas modalidades, narrativas y formatos. Por esto, un posible agotamiento del período de
b.
La Revolución Bolivariana no podía convertirse
sólo en fuerza de estabilidad, conservación e “irreversibilidad”. Las
transformaciones histórico-sociales son inevitables. Además vivimos una
profunda crisis civilizatoria, y podríamos estar presenciando una
desestructuración histórica del sistema-mundo tal cual lo conocemos. Esto a fin de
cuentas, conviene pensarlo también ante los peligros de un anclaje o
esencialización respecto a una idea del chavismo. Si el neoliberalismo
post-consenso de Washington ha venido mutando en sus mecanismos de acumulación,
si continúan emergiendo nuevas formas de dominación y nuevos tiempos se
configuran para América Latina y el Caribe, y si van cambiando las condiciones
materiales de vida de numerosas personas, de la misma manera se va
transformando la producción de identidades políticas. Cabría entonces evaluar
cómo el proceso de emergencia de subjetividades que se ha producido en torno al
chavismo se está transformando en el devenir de esta tormenta política.
También podemos preguntarnos, ¿qué posición
ocupa el chavismo popular como una fuerza inherentemente contrahegemónica y aún
orgánica, que potencialmente resiste al capital y a la opresión de los poderes
fácticos, en la desgastada dicotomía gobierno-oposición? O bien, ¿Cómo
gobierna, si lo hace? ¿Y a qué se opone, si lo hace?
Algunas coordenadas de la crisis: amenazas
para los pueblos y la naturaleza
Quisiéramos destacar puntualmente algunas
amenazas y tendencias que se abren o intensifican en este punto de bifurcación
en el que nos encontramos:
a) Uno de los detonantes fundamentales de la
actual caotización del capitalismo rentístico venezolano es sin duda la crisis
económica mundial, y su persistencia en el tiempo (2008-actualidad). Sus
factores causales no sólo no han desaparecido, sino parecen intensificarse. Estamos
ante el agotamiento de los elementos que atenuaban esta crisis reciente, y
conviene analizar las perspectivas de un "estancamiento secular" –
adiós al crecimiento sostenido en el largo plazo [3] –.
¿Cómo impactará a las dinámicas de acumulación y a los procesos de
conflictividad interna en Venezuela una subida de las tasas de interés como la
que realizó la Reserva
Federal de los Estados Unidos por primera vez en una década [4]? ¿Cómo la profunda crisis global
se vincula con una eventual desestructuración del patrón energético global, tal
y cómo lo conocemos? ¿Cómo se conecta esto con las perspectivas de los precios
del crudo y las vías para solventar la crisis económica en el país? Como lo ha
propuesto el economista Michel Husson, aunque no se sabe dónde se podría
producir un punto de ruptura (¿la bolsa, la banca, la deuda, el tipo de
cambio?), “la perspectiva de una nueva crisis parece casi inevitable” [5] .
La pregunta clave podría ser, ¿qué forma pueden tomar los ajustes en esta nueva
fase de acumulación?
b) El desarrollo de nuevos esquemas de
dominación en el neoliberalismo post-consenso de Washington, supone una
participación más activa del Estado en los procesos de acumulación, a
diferencia del principio ortodoxo del « Estado mínimo ». No es prudente pensar
que los sectores más reaccionarios que intentan una restauración conservadora
en Venezuela y América Latina vayan necesariamente a desmantelarlo todo. Más bien, podrían
usar parte de las estructuras y la institucionalidad construida y reconstruida
en el proceso bolivariano para intentar garantizar una facilitación a la
acumulación de capital y al mismo tiempo tratar de afianzar un modelo de
dominación más viable.
c) La crisis de largo plazo del capitalismo
rentístico (1983-ACT.), en su fase de alta caotización, ha configurado el caldo
de cultivo para intentar (re)abrir un proceso de ajuste y flexibilización económica.
Nuestra hipótesis es que, ante la insostenibilidad del modelo histórico de
acumulación nacional, el pico de las reservas convencionales de crudo en el
país y las transformaciones en los patrones de acumulación en la economía
global, el proyecto de «desarrollo nacional», en cualquiera de sus versiones,
apunta a un cambio importante
y prolongado en la territorialidad del capitalismo rentístico venezolano,
como forma de solventar la crisis del modelo y de gobernabilidad . Esto es, una significativa
reorganización geoeconómica del territorio alrededor del extractivismo,
teniendo como polos a la Faja del Orinoco, el Arco Minero de Guayana junto a
otros enclaves mineros del país, y las importantes fuentes de gas offshore [6] .
Las implicaciones de un proceso de transformaciones de este tipo, en el marco
de un modelo histórico de profundas desigualdades sociales, devastación
ambiental y dependencia sistémica, serían trascendentales.
d) Los factores globales y nacionales antes
mencionados parecen favorecer a una intensificación de las contradicciones
sociales y de la conflictividad política en el país. El « Pacto de Punto Fijo »
(1958) conformó las bases materiales para una gobernabilidad a partir del auge
de la economía mundial y de los precios del petróleo en la posguerra, pero
sobre todo, cuando el modo de acumulación capitalista rentista petrolero
todavía tenía un margen de reproducción “equilibrado”. ¿Cuál es la base
material para un pacto político y social nacional basado en un modelo que no
puede ya reproducir sus circuitos económicos vitales de manera sostenible?
e) Esta caotización sistémica, pero sobre
todo, la guerra permanente que se ha dirigido contra las fuerzas populares para
revertir el avance de los factores contrahegemónicos de la Revolución Bolivariana ,
han golpeado muy fuertemente al tejido social venezolano. Esta tal vez sea una de las
amenazas más determinantes para el proceso de transformaciones de los últimos
años, y tal vez estemos en presencia de la crisis institucional más severa
de toda Suramérica (instituciones sociales, instituciones políticas formales,
instituciones económicas), a lo cual es fundamental poner nuestra atención.
Repensarnos desde el territorio: la ecología política del
chavismo
Una de las paradojas de la Revolución Bolivariana
ha sido que, mientras se otorgaban a las luchas populares algunas banderas de
reivindicación radicales, generalmente no se concretaba una territorialización del poder que posibilitara la constitución
masiva del proyecto. Esto significa que las pulsiones y las energías se
orientaron fundamentalmente a grandes ideales (el Socialismo del Siglo XXI),
factores metafísicos y trascendentales, tiempos pasados y futuros, y a formas
mediadas de poder, y muy poco a reproducir desde abajo, en el aquí y el ahora,
esta radicalidad emancipatoria.
Si recordamos las luchas sociales del primer
siglo republicano (de principios del siglo XIX a principios del XX), éstas
estaban movidas fundamentalmente por un deseo de recuperar la riqueza concreta
(principalmente la tierra). Con el desarrollo del capitalismo rentístico, y con
el perfil urbano que toma la territorialidad y la subjetividad del venezolano,
las pulsiones de las luchas populares se han dirigido hacia la riqueza
abstracta (básicamente, la renta del petróleo), y esto sigue siendo así en la
actualidad.
Discutir nuevamente, todo, desde
abajo, al calor del sacudón del giro electoral reciente, es una ocasión
para repensar estos procesos históricos, y los ocurridos en la Revolución Bolivariana
en los últimos años, y tratar de recuperar el centro de la producción política
en el territorio, en la
superficie. Esto de ninguna manera implica un aislamiento o
abandono de las luchas a escalas nacionales o estatales, que serán
trascendentales en el futuro. Más bien nos hace recordar que una de las
expresiones más radicales del « mandar obedeciendo » en Venezuela en los
últimos años se produjo el 12 y 13 de abril de 2002, mostrando cómo los de
abajo sacuden las bases de un movimiento de restauración conservadora y
reinician un proceso instituyente hacia arriba. La vuelta popular
contrahegemónica a Miraflores ahora, en estos tiempos, cobra el sentido de la
exigencia a que los de arriba hagan parte del planteado « golpe de timón » y
que se recupere la esencia reivindicativa del proyecto.
Pero si entonces la lucha popular territorial
fuese el punto de partida político de cualquier agenda, a cualquier escala
geográfica, la pregunta clave parece ser cómo comenzar a reterritorializar las
luchas sociales en Venezuela, que podrían estar configurándose en un nuevo
ciclo histórico; cómo resignificar el chavismo originario sobre sí mismo, sobre
la materialidad de sus cuerpos, de sus entornos, de sus cotidianidades.
Necesario es recuperar la centralidad de los medios
de reproducción de la vida en
la agenda de lucha popular – y no sólo atender a los medios
de producción, como lo ha planteado Silvia Federici –. Ahí se juntan y se
encuentran todos los de abajo: chavistas convencidos, chavistas desencantados,
exchavistas, opositores de las clases trabajadoras, « ni-nis » de los barrios
urbanos, pero también esas subjetividades un tanto más alejadas de nuestra
modernidad petrolera como los pueblos indígenas, que no obstante se vieron de
una u otra forma involucrados en el proceso de cambios. La subjetividad popular
del chavismo nació precisamente de la negación radical que el capital – en su
forma rentista – hace a las personas de sus medios
de reproducción de la vida.
Tal vez ahí, en primer lugar, deba reencontrarse.
No hay socialismo sin agua, no hay autonomía política ni
resistencias sostenibles (resiliencia) a una restauración conservadora sin
autonomía material, no hay proyecto emancipatorio sin las posibilidades de
acercarnos a la gestión de la vida y el territorio. Esto es lo que hemos
llamado la ecología política
del chavismo contrahegemónico.
Los tiempos animan para reimpulsar agendas
populares de transformación. Sobre esto propondremos para cerrar:
Ø En Venezuela básicamente en la actualidad no
hay un referente ético que nutra el discurso político. Ante la metástasis de la
corrupción y el descrédito que salpica los proyectos políticos, es necesario
hacer un claro deslinde: ¿qué supone, por ejemplo, para las bases populares del
chavismo, denunciar a una burocracia corrupta y decir ¡no en nuestro nombre!? Y
luego, ¿cuál es el proyecto colectivo que surge de esta reivindicación ética?
Ø Es necesario reconocer que un proyecto de lo
común en Venezuela tiene sus particularidades: no tiene, por ejemplo, los
rasgos generales de las comunidades indígenas como en Bolivia, Ecuador o
Guatemala, siendo en cambio fundamentalmente de perfil urbano. Son pues, formas
de comunidad muy movibles, diversas, volátiles y en permanente reformulación.
Estas son las bases sobre las cuales debemos partir para pensarnos desde lo
común.
Ø Luchas desde abajo aisladas no tienen
pertinencia histórica. En este sentido, la proliferación de redes de
organizaciones populares y plataformas de movimientos sociales es vital. Hay un
interesante saldo de experiencias, saberes y organización que ha dejado la Revolución
Bolivariana. Tenemos demasiado para aprender unos de otros,
de los de abajo, que conforman un tejido de saberes y haceres populares que
representan la base material para un proyecto emancipatorio: redes de
producción agrícola, producción cultural en barrios urbanos, formas de economía
cooperativa y solidaria, gestiones territoriales comunitarias en las ciudades y
en zonas rurales, y un largo etcétera. Esto está ahí. Ahora, ¿cómo lo
convertimos en una amplia red?
Ø Una agenda mínima popular compartida ¿hacia
dónde podría enfocarse?: una auditoría social de todas las cuentas de la
nación, incluyendo la deuda – el pueblo no tiene por qué pagar los desfalcos de
unos pocos – y la canalización de mecanismos nacionales de contraloría social
de las mismas ; la democratización de la ciudad y la « revolución urbana » es
una de las claves; redes interregionales de producción agrícola popular
vinculadas al consumo urbano; nuevas formas de gobernanza nacional-territorial
– ¿cómo fomentar la comuna en tiempos turbulentos? –; acceso y cuidado de los
bienes comunes para la vida, con especial atención en el agua; sostenibilidad
energética a partir de experiencias piloto (como en la propuesta de los TES en el Zulia ); salarios dignos y
protección a trabajadores y trabajadoras ante la precarización laboral;
auditoria social de los proyectos extractivos –principalmente en la Faja del
Orinoco– y moratoria de los proyectos mineros en el país; igualdad de género y
respeto a la sexo-diversidad en todas las instituciones sociales; redes
sociales de promoción de saberes populares, comunes y tradicionales como
plataforma de construcción de modos de vida alternativo; y redes sociales de
seguridad y protección social-territorial.
* Emiliano Teran Mantovani es sociólogo e investigador
en ciencias sociales, y hace parte de la red Oilwatch
Latinoamérica
Fuentes consultadas
BBC Mundo. “¿Qué significa que la Reserva Federal de
Estados Unidos suba las tasas de interés por primera vez en una década? 16
diciembre 2015. Disponible en: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/12/151216_economia_aumenta_tasas_interes_estados_unidos_fed_lf . Consultado: [29/12/2015].
Correo del Orinoco. “Ley de Actividades
Petroquímicas abre puertas a nuevas inversiones”. 31 diciembre 2015. Disponible
en:http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/ley-actividades-petroquimicas-abre-puertas-a-nuevas-inversiones/ . Consultado: [31/12/2015].
Fondo Monetario Internacional. “La
incertidumbre y fuerzas complejas entorpecen el crecimiento mundial”. Boletín
del 06 de octubre de 2015. Disponible en: http://www.imf.org/external/Spanish/pubs/ft/survey/so/2015/RES100615AS.htm.
Consultado: [29/12/2015].
Husson. Michel. “ Las coordenadas de la crisis
que viene”. Rebelión. 14-11-2015. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205638.
Consultado: [15/12/2015].
Teran Mantovani, Emiliano. “Las espirales del
debate sobre extractivismo y los nuevos tiempos para América Latina”, en:
Carosio, Alba (comp.).Tiempos para pensar. Investigación social y
humanística hoy en Venezuela. Tomo I. CLACSO-CELARG. Venezuela, 2015.
pp.423-429. Disponible en:http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20151211124235/Tiempos_para_pensar_TOMO1.pdf.
[1] Hemos
planteado que en América Latina existen actualmente al menos cuatro proyectos
en disputa que marcarán nuestra dinámica geopolítica en los próximos años: el
uribismo, el lulismo, el Socialismo del Siglo XXI y un proyecto popular que
hemos denominado ‘pluricomunista’. Para más detalles de esta categorización,
véase: “Las espirales del debate sobre extractivismo y los nuevos tiempos para
América Latina”, en: Carosio, Alba (comp.). Tiempos
para pensar. Investigación social y humanística hoy en Venezuela.
[2] Piénsese
que la desmovilización que determina un cierre de ciclo de luchas en Venezuela a
principio de la década de los 70 (iniciada con la llamada “pacificación” de
Rafael Caldera), está en consonancia con la estabilización del ciclo político
histórico iniciado en 1958 con el Pacto de Punto Fijo. Nuestro interés
fundamental es hacer esta distinción entre ciclo
político histórico y ciclo de luchas desde abajo,
aunque estén profundamente conectados el uno con el otro. En todo caso, queda
abierta una rica discusión historiográfica sobre criterios y modos de
periodificación.
[3] Incluso
el FMI parece haberse unido a esta idea. Véase: Fondo Monetario Internacional.
“La incertidumbre y fuerzas complejas entorpecen el crecimiento mundial”.
[4] BBC
Mundo. "¿Qué significa que la Reserva Federal de Estados Unidos suba las tasas
de interés por primera vez en una década?"
[5] Husson.
Michel. “Las coordenadas de la crisis que viene”.
[6] El
31 de diciembre pasado (2015), en el marco de la aprobación de la Ley Orgánica para el
desarrollo de Actividades Petroquímicas (30/12/2015), el ministro de Minería y
Petróleo, Eulogio Del Pino, hacía referencia a la gran certificación de
reservas para la minería en el país, el llamado «Proyecto Magna Reserva
Minero», el cual tendrá una extensión más grande que la Faja Petrolífera
del Orinoco. Del Pino planteaba que “Vamos a romper la tradición de un país
monoproductor”, y hacía un llamado al sector privado para impulsar el Plan de
Desarrollo Minero 2016-2018. Sobre esto, véase: Correo del Orinoco. “Ley de
Actividades Petroquímicas abre puertas a nuevas inversiones”.
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