Militarizan una lucha histórica
TERRORISMO DE ESTADO EN LAS HERAS
Por Alejandro Guerrero
Todas las caretas, ajadas ya por el uso, han vuelto a caer: el que se
hace llamar “hijo de las Madres”, el que hizo descolgar el retrato de
Videla en el Colegio Militar, el Presidente “nacional y popular”, ha
impuesto en su provincia un régimen formal de terrorismo de Estado.
“Si las Madres de Plaza de Mayo se han quedado sin trabajo en Buenos
Aires, que vengan acá”, ha dicho el presbítero Luis Bicego, cura párroco
de Las Heras, quien tiene más de cien personas refugiadas en su
parroquia (“el único lugar seguro... por ahora”, añadió). Esa iglesia
está rodeada por tropas policiales y de Gendarmería.
El
lunes 13 de febrero, ya eran 19 los trabajadores detenidos por la muerte
del oficial de policía Jorge Sayago, desparramados en distintas unidades
carcelarias de casi todos los confines de la provincia, torturados,
golpeados, amenazados bárbaramente durante el viaje, como sucedió, por
ejemplo, con el menor Alexis Gómez, a quien le sacaron medio cuerpo de
la camioneta que lo trasladaba y le prometieron, mientras los canas
intercambiaban risotadas entre ellos, arrojarlo a la ruta desde ese
vehículo que circulaba a más de 100 kilómetros por hora. El chico llegó
a Pico Truncado en tal estado que la propia policía debió suministrarle
atención médica para no tener un problema mayor.
El
domingo 12 de marzo, efectivos de Gendarmería irrumpieron en una
asamblea de trabajadores de la petrolera Indus y detuvieron allí a nueve
compañeros. La soldadesca no mostró orden de arresto alguna, que fueron
exigidas inútilmente por los abogados (entre ellos los de Apel y de
otras organizaciones). También sin orden judicial, la Policía y
Gendarmería detienen personas por la calle, y sólo después la jueza
Graciela Ruate de Leone firma la orden de captura, por lo cual el
párroco exige juicio político contra ella.
“Desde los tiempos de la dictadura no se veía algo así”, subrayó el
presbítero. No le falta razón: desde el fin de semana Las Heras está sin
Internet y han desprovisto de señal a los teléfonos celulares, de modo
que el pueblo quedó incomunicado. Algo muy parecido a la recordada
“Noche del Apagón”, en Jujuy, cuando la dictadura secuestró a la
comisión interna y a todos los activistas de Altos Hornos Zapla que no
habían logrado huir. Ahora, el mismo gobierno que bate el parche por las
caras tapadas con que marchan algunas organizaciones piqueteras, envía a
reprimir al temible GOE (Grupo de Operaciones Especiales) de la policía
santacruceña, todos sin identificación y encapuchados con pasamontañas.
En
cuanto a la muerte de Sayago, el mismo Bicego declaró: “Para encontrar a
los verdaderos culpables hay que mirar la película desde el comienzo. ¿Y
cuál fue?: el justo reclamo de los trabajadores”. El cura agregó: “Yo
primero le echo la culpa de todo lo que pasó y de la muerte del policía
a quien dio la orden de detener a (Mario) Navarro (delegado petrolero).
Eso provocó la bronca. Luego ¿quién dio orden de reprimir aquella noche?
¿y quién da ahora la orden de detener a la gente? Porque detrás de la
jueza hay alguien que está empujando...”.
Un
desastre provocado
En
ese punto, conviene recordar que la noche de la pueblada la concejala
oficialista Roxana Totino, quien intentó mediar cuando empezó la
represión, fue golpeada por la policía. En otras palabras: alguien había
tomado la decisión política de reprimir y no sólo de reprimir; además,
se quería provocar un desastre como el que ocurrió. A Sayago sus
compañeros lo dejaron extrañamente solo y nunca podrá saberse de dónde
le llegó el tiro y el fierrazo que lo mató, sobre todo cuando ya se ha
hecho pública una interna policial feroz, tan feroz como la interna
política que ha fracturado al bloque oficialista en la Legislatura
provincial (por ejemplo, se eligió a un vicepresidente de la Cámara y al
día siguiente, después de la ceremonia y los discursos, fue reemplazado
por otra diputada amiga de Kirchner y enfrentada con el gobernador
Acevedo, lo cual indica pugnas mayores en la trastienda del asunto).
La
noche en que los trabajadores de Las Heras liberaron a Navarro, recuerda
Bicego, “estuvo medio pueblo. Entonces... ¡que detengan a medio
pueblo!”. El párroco también subraya que fue una noche neblinosa, que no
se veía casi nada, que del video en poder de la Side no pudo extraerse
dato alguno. En definitiva, no hay ni puede haber pruebas contra nadie.
Entretanto, las empresas aprovechan el terror estatal, la militarización
general, para incumplir todos sus acuerdos con los trabajadores y, aún
más, pretenden que ese terror destruya cualquier asomo de organización
sindical y política de sus obreros.
En
respuesta a Bicego, la nueva ministra de Gobierno de la provincia, Elsa
Capuchinelli, le ha pedido al párroco que se ocupe “de las cosas de
Dios, no de las cosas de la Tierra”. Las cuestiones terrenales, según
parece, consisten en poner al aparato represivo del Estado en condición
de esbirros de las petroleras, de las grandes depredadoras de las
riquezas naturales del país, y aterrorizar para eso a los trabajadores y
a toda la población.
El
asunto tiene su lógica. El conflicto de Las Heras, un pueblo
aparentemente perdido en la zona desértica del norte santacruceño, tiene
una particularidad histórica: está desarrollando una lucha formidable,
ejemplar, contra la flexibilización laboral y contra el impuesto al
trabajo que afecta a 700 mil trabajadores del país. En otras palabras:
la huelga apunta al corazón de la política antiobrera del gobierno. Por
eso exhibe tan claramente hasta dónde es capaz de llegar Kirchner en
materia de represión, por eso desnuda la miseria terminal de las
burocracias de la CGT y la CTA, por eso muestra la necesidad imperiosa
de una central obrera independiente de burócratas, patrones y gobierno.
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