¿Puede la clase media
enfrentar
con éxito al capital concentrado?
1 de enero de 2016
Por Carlos A. Larriera (Rebelión)
La pequeña burguesía, o sea la clase media, no
puede ser dirigente, tiene que seguir a otro. Es un problema histórico,
universal.
El kirchnerismo es un movimiento
mayoritariamente de clase media. Desde su origen, el amplio espectro de la Juventud Peronista
(JP) de los '70, hasta su realidad actual, caracterizada por el intento de
llevar esas ideas a la práctica desde el gobierno. Néstor Kirchner (NK) y
Cristina Fernández de Kirchner (CFK) han sido altamente consecuentes con esa
ideología, y han tenido mucho coraje al intentar plasmarla desde el gobierno,
lo que con palabras más actuales han denominado "crecimiento con inclusión
social". A largo plazo como mínimo es un proyecto utópico pretender lograr
ese objetivo dentro del capitalismo, dentro de la democracia burguesa. Pero es
una aspiración que no es exclusiva del kirchnerismo, sino que ha abarcado
históricamente a toda la clase media y gran parte del movimiento obrero.
En cierto modo se puede afirmar que el pueblo
en general sólo puede visualizar cualquier perspectiva de mejoramiento en las
condiciones de vida dentro de los marcos del capitalismo.
Gran parte de la población creyó o quiso creer
que el kirchnerismo podía dirigir ese proceso hasta su completa realización. A
pesar de la derrota electoral lo sigue creyendo. Muchos piensan que simplemente
es suficiente con ganar las elecciones parlamentarias del 2017 y las presidenciales
del 2019. Pero la lucha real va mucho más allá de una contienda electoral
pacífica y respetuosa de las instituciones formales de la democracia burguesa.
El kirchnerismo, en lo sustancial, no es lo
mismo que el peronismo de Perón. Su estrategia es distinta. Pero tiene la
limitación de su carácter de clase. Tiene otros límites, pero tiene límites.
Perón quería encorsetar y controlar al movimiento obrero. Esa era su estrategia
central. Para la kirchnerismo la estrategia central es lograr, aunque manteniendo
la conciliación de clases, un pleno crecimiento con inclusión social en el
marco de una permanente ampliación de los derechos democráticos. El
kirchnerismo tomó la parte de reformas sociales del primer peronismo como el
eje de su política, pero incorporando también centralmente las ampliaciones
democráticas.
Lo novedoso y extremadamente positivo del
kirchnerismo es que ha despertado un auténtico deseo de mejoramiento de las
condiciones sociales en la sociedad, un resurgimiento de la política en el seno
del pueblo, movilizando a gran parte de la juventud, pero también a los viejos
peronistas de todas las edades.
La mitad más uno por lo menos ha percibido que
se puede vivir mejor y en gran medida, cómo es vivir mejor, porque ha vivido
esa mejoría bajo el kirchnerismo.
Han surgido o se han incorporado muchos
cuadros en el kirchnerismo, como Kicillof y Recalde, entre muchos otros, y
serias organizaciones como La
Cámpora. En todas partes asumieron un compromiso generalizado
de optimizar la cultura, la educación, la ciencia y tecnología, y se produjo
una incorporación de gran parte de la población a la política activa, junto con
una significativa elevación de la conciencia sobre cómo funciona el mundo,
aunque limitada y contradictoriamente al incluir, por ejemplo, la
reivindicación de la conciliación de clases.
El problema es que todo se hizo confiando en
la conducción de NK y CFK. En buena medida esto implica que "ellos hacen,
nosotros acompañamos". Distinto a nosotros hacemos (y al mismo tiempo nos
comprometemos y corremos todos los riesgos, nos jugamos).
También el apoyo a CFK tiene un gran
componente de clase media, por su composición social y por el deseo de que se
siga avanzando y avanzando, "pero que lo haga CFK con nuestro apoyo".
Lo que los hechos están poniendo a prueba es
la cuestión de la dirección y la estrategia del movimiento social. Quién
dirige, con qué estrategia, cuáles son los pasos a seguir para lograr ese
objetivo estratégico, los pasos que tiene que dar el pueblo, en forma
conciente.
Dado su carácter de clase es probable que el
kirchnerismo insista en manejarse dentro de los límites actuales de la
democracia burguesa y se oponga a todo avance de la lucha de clases. En esta
perspectiva el movimiento de masas se encontrará con la necesidad de superar a
sus dirigentes. Se necesitará la incorporación activa de la clase obrera a la
lucha política.
Este riquísimo período histórico nos muestra
la realidad en vivo y en directo, en los hechos, en la vida cotidiana, en la
calle, en el rol del kirchnerismo, en la política real del macrismo, o sea en
el rol de la clase media progresista por un lado, y por el otro en la política
de la gran burguesía cuando ha logrado obtener el gobierno.
La ofensiva del gobierno macrista,
representante directo del capital concentrado internacional, no se puede
frenar, y mucho menos derrotar solamente con la clase media. Se necesita la
fuerza, la organización y la conciencia política del proletariado.
Que la clase obrera participe de la lucha
política implica necesariamente un avance en la lucha de clases, un
resquebrajamiento de la conciliación de clases tan defendida por el
kirchnerismo. Pero no hay otro camino.
Si el movimiento kirchnerista, su base y sus
mejores dirigentes fueran consecuentes en la lucha, es probable que llegue un
momento en el que avancen en la lucha de clases entrando en conflicto con los
dirigentes kirchneristas reticentes a superar los límites de la actual
democracia burguesa.
Ante esta probable situación lo que hay que
evitar es que el actual movimiento popular, que no está compuesto sólo por
kirchneristas, se quiebre, se sumerga en la derrota.
Es necesario que los verdaderos socialistas, y
todo el pueblo en general, lleven adelante la unidad de acción con este
movimiento que ha surgido valorando la política kirchnerista de realizar obras
que beneficien al pueblo. Su sentido principal es altamente progresivo, a pesar
de su reivindicación de la conciliación de clases.
Obviamente, los socialistas denunciamos a todo
el capitalismo, incluido el kirchnerismo, participamos de todas las luchas,
impulsamos todas las consignas económicas, sociales y democráticas. No
esperamos a ver qué hace el kirchnerismo para actuar. Desarrollamos la lucha de
clases. Pero esto incluye la unidad de acción con los movimientos sociales
progresivos cuando en los hechos dan pasos en la lucha contra el capital.
Si los socialistas nos prohibiéramos efectuar
la unidad de acción con movimientos que reivindican la conciliación de clases
nos condenaríamos a no luchar junto a ningún movimiento de masas, a permanecer
separados de las masas, a no influir en las políticas de masas. Esto es así
porque ningún movimiento de masas espontáneo es completamente clasista, todos
en alguna medida se manejan dentro de la conciliación de clases. Si fuera de
otra manera estos movimientos nacerían prácticamente socialistas, cosa que no
sucede en la práctica.
No hay que caer en el error de razonar en
términos de la ideología de un movimiento sino de su política concreta, del
carácter de la lucha que desarrolla ese movimiento. Las ideologías que no
responden a la realidad tarde o temprano desaparecen, y las causas materiales
que mueven a las masas las empujan a seguir avanzando.
Lo que sucede es que el mundo es uno solo. El
mundo no es un relato socialista, kirchnerista, o derechista. El mundo es el
que fabrica la ideología.
Y las "ideologías" de la lucha de clases y del
socialismo son creadas por la realidad del mundo. En la Argentina hoy estamos
en una situación excepcional. A los ojos de todos, aunque algunos no lo quieran
ver, la necesidad de luchar contra el capital concentrado, aunque sea sin
intentar expropiarlo, sin revolución social, aunque sólo se pretenda vivir un
poco mejor bajo la democracia burguesa, no se puede lograr sin avanzar aunque
sea unos pasos hacia la lucha de clases. Esto no implica de ninguna manera
llegar a la lucha de clases abierta, ni mucho menos llegar al socialismo, pero
toda conquista concreta del pueblo que logre frenar un poquito la ofensiva del
capital concentrado son medidas que implican un avance en la lucha de clases.
La clase obrera puede y debe tener actividad
política.
En esta coyuntura la lucha ideológica y
política del socialismo con populismo se debe realizar junto con la unidad de
acción contra el capital concentrado, y más en profundidad contra el
capitalismo de conjunto.
Una solución de fondo no se puede lograr sin
revolución social, pero hoy la unidad de acción de todo el pueblo es
imprescindible, sin temor a dar pasos que impliquen avanzar en la lucha de
clases.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=207360
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