Las armas
del gobierno: violencia y radicalización neodesarrollista
12 de enero de 2016
Por Mariano Féliz* –
La radicalización del neodesarrollo avanza con paso firme. Con
pies de plomo, despidos y balas de goma. Atrás quedaron la democracia, la
constitución y las leyes (burguesas).
Libertad para el dólar, despidos para los trabajadores. Libertad
para los precios, límites para los salarios. El capital asume la gestión
directa del Estado para garantizar que el pueblo no podrá poner límites a su
voluntad de mando.
El gobierno de Cambiemos decidió que debía condicionar lo más
posible las luchas populares. Sabiéndose débil en lo político, salió a comerse
el partido golpeando primero. Las instituciones de la Constitución social
liberal de la Argentina son flexibles, siempre dentro del campo del derecho del
capital. La legalidad de las urnas es tomada por las fuerzas políticas de los
partidos del orden como derecho a la gobernabilidad. Los
‘primeros 100 días’ son vistos como cheque en blanco.
Los ministerios se llenan de CEOs y cada cual atiende su juego. La
conducción es difusa porque prima el ‘sentido común’ empresarial. No se
necesita conducción unificada ni tanta verticalidad. El peronismo es un partido
sin doctrina ni ideología, por ello funciona con rígida conducción. Es la única
forma de garantizar cierta coherencia de acción. El kirchnerismo ha operado (y
aún opera) en ese marco. El macrismo, por el contrario, parece más coherente en
la práctica, apoyándose en el ‘saber hacer’ del capital y sus gestores. El
pragmatismo prima, pero la coherencia viene del marco conceptual que se destila
de la sociedad hegemonizada por el capital.
El macrismo llegó
para imponer la radicalización del proyecto de neodesarrollo. Parte de la
herencia del kirchnerismo: una sociedad mercantilizada, transnacionalizada y
precarizada. En la ‘década ganada’ el gran capital consiguió consolidar su
hegemonía con el acompañamiento del Estado que volvió para conformar las
condiciones de la acumulación exitosa. El ‘desendeudamiento’, la inversión en
infraestructura económica, la promoción del saqueo en el campo (trangénicos),
la ‘montaña’ (megaminería) y las ciudades (barrios cerrados, especulación
inmobiliaria, masificación del transporte y consumo individualizado y
mercantil), contribuyeron a consolidar un nuevo patrón de acumulación basado en
una nueva inserción en la división internacional del trabajo. Para ello, el
Estado se convirtió en ‘caja de resonancia’ de la lucha de clases, instrumento
para la desarticulación del conflicto y su normalización conflictiva. La
naturaleza contradictoria de ambos procesos contribuyó a crear barreras
crecientes, marcadamente evidentes en el tercer gobierno kirchnerista. El giro
mundial provocado por la crisis en el centro aceleró la transformación de esas
barreras en crecientes desequilibrios.
En la nueva era que comienza el gobierno busca primero desactivar
esas barreras y construir un nuevo status quo que permita al capital recuperar
su capacidad de acumulación. El gran capital hace años comenzó a desplazar en
el tiempo sus contradicciones, frenando inversiones en la economía local y
acelerando la salida de capitales, buscando acelerar la ‘corrección’. El ajuste
heterodoxo del kirchnerismo operó como respuesta insuficiente pues fue
combatido por el pueblo trabajador, neutralizando sus principales efectos. La
lucha social evitó que la misma se tradujera en un mayor ajuste sobre las
condiciones de vida. Sin embargo, la capacidad organizativa del pueblo no
alcanzó la fuerza necesaria para poner en práctica una alternativa política.
A través del macrismo, el ajuste y radicalización del proyecto
hegemónico pasa a un nivel superior, buscando más eficacia. Para ello todos los medios
aparecen como válidos: DNUs, persecución ideológica y represión abierta. La
democracia, la ley y la república, aún en su limitada versión burguesa, pueden
ser dejadas de lado si así se juzga necesario.
El ataque contra las condiciones de reproducción social de lxs
trabajadorxs se acelera por varios frentes. Avanza el ajuste externo con la
devaluación, la eliminación de las restricciones al movimiento de capitales, la
supresión de las retenciones y la búsqueda de nuevo endeudamiento externo. En
paralelo, se acelera el ajuste fiscal. Se eliminan impuestos y subsidios al
consumo (retenciones, impuestos ‘internos’, reducción prometida del impuesto al
salario, subsidios al consumo de servicios públicos), se ataca el empleo
público de manera virulenta e indiscriminada y se condiciona el financiamiento
del gasto público por la vía del Banco Central. Se intenta marcar la cancha en
la disputa salarial proponiendo el ajuste por productividad y planteando la
amenaza del despido frente al reclamo ‘desmedido’. Se busca construir una nueva
matriz regulatoria que promueva la inversión del gran capital en áreas estratégicas
como energía, comunicaciones, minería, transporte, apoyados por el poder
inversor del Estado (ej., plan Belgrano, subsidios vía Ministerio de Ciencia y
Tecnología, etc.).
Si el avance es exitoso, el gobierno pretende consolidar en un
solo acto una nueva modalidad de producción y apropiación del valor creado por
los trabajadores. La radicalización del neodesarrollo pasa por construir un
shock inversor del gran capital transnacional con base extractivista, apoyado
en la redistribución del ingreso, la intensificación de la productividad y la
súper explotación, y el re endeudamiento externo.
Nuevas condiciones
de distribución ‘más justas para el capital’ serán el objetivo, sólo posible
aplastando la resistencia social. La articulación de las luchas del pueblo
serán la clave para frenar este proceso. Una articulación que se sustente en la
organización de la subjetividad popular en torno a las luchas concretas como
punto de partida para la disputa por el desarrollo. El enfrentamiento contra el
capital (y su poder en el Estado y los partidos del orden) en las calles, los
lugares de trabajo, en los barrios y el territorio, será la base del
surgimiento de un nuevo ciclo de lucha. Ese nuevo comienzo podrá poner en pie
el proyecto del 2001, el proyecto de radical transformación de la sociedad. Un proyecto
de cambio social que se proponga destruir los límites del neodesarrollo a
través de la superación dialéctica de sus presupuestos, a través de la
desarticulación de su modelo productivo, político y social. Nuestra batalla
será hoy por enfrentar el ajuste capitalista, el ajuste del neodesarrollo que
busca su intensificación. La disputa de hoy será el punto deberá permitir
superar el fetichismo del Estado social (y el desarrollo a través suyo) como
únicas alternativas posibles. El socialismo latinoamericano, bajo la forma del
buen vivir y la democracia con protagonismo popular, deberá volver al frente de
batalla.
* Profesor UNLP. Investigador CONICET-UNLP. Miembro de la Sociedad
de Economía Crítica. Militante de la Colectiva en Movimiento por una
Universidad Nuestramericana (COMUNA) en el Frente Popular Darío Santillán -
Corriente Nacional.
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¡Viviremos y venceremos !
Mariano FÉLIZ
Dr. en Economía. Profesor UNLP. Investigador CONICET.
Dr. en Economía. Profesor UNLP. Investigador CONICET.
Fuente: http://www.dariovive.org/?p=7805
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