¿Atrapada sin
salida?
Argentina
dependiente
en crisis
transicional
13 de junio de 2019
13 de junio de 2019
Mariano
Féliz
Argentina atraviesa una crisis económica de larga data. Casi una década de estancamiento y recesión han puesto en alerta a los sectores dominantes. Los partidos del orden no encuentran salidas, pues no comprenden la naturaleza profunda de la crisis actual. Los sectores populares enfrentamos los límites del desarrollo dependiente y una bifurcación histórica.
La economía argentina se encuentra
atrapada en una profunda crisis. Crisis transicional hemos dicho en otro lado.
Una crisis que parece poner en juego la forma de ser del capitalismo argentino,
su lugar en el mundo, su papel en la división internacional del trabajo.
La segunda
mitad de la primera década de los 2000 mostró la fragilidad del capitalismo
dependiente en Argentina. La crisis de 2008-2009 prendió las alarmas sobre un
proyecto hegemónico que, apenas parecía consolidarse, comenzaba a enfrentar
barreras, primero, y, luego, límites difíciles de superar. En los diez años que
sucedieron a esa primera crisis en la nueva fase neodesarrollista, la acumulación
de capital se hizo inestable al tiempo que pasaba del estancamiento a la
depresión. ¿Pero qué le pasa a la economía argentina? ¿Cuál es el fundamento
específico de su crisis transicional?
I
A través de
la era neoliberal, el capitalismo dependiente argentino configuró una nueva
forma de reproducción ampliada. Sobre una base industrial dependiente pero
relativamente extendida bajo control trasnacional, se consolidó un nuevo patrón
de acumulación de tipo extractivista. La primera década del siglo XXI vio la expansión
del complejo agroindustrial de la soja transgénica, el avance de la megaminería
a cielo abierto, la colonización de la producción del hábitat y la vida
cotidiana por la financiarización, y más recientemente la expansión de la
explotación hidrocarburífera por la vía de la fractura hidráulica. Este proceso
es dominado y atravesado por la irrupción del capital trasnacional. Además, la
nueva etapa incluía una nueva configuración de políticas que mantuvieran la
superexplotación del trabajo de las mujeres en la reproducción social y el
cuidado. Las políticas de transferencias de ingresos condicionadas (del Plan
Jefes y Jefas a la
Asignación Universal por Hije) vieron articular un mercado de
trabajo hiperprecarizado con la necesidad de sostener la reproducción social a
escala familiar y comunitaria en el marco de un Estado de bienestar que
desarticulaba las políticas universales de inclusión social.
II
Esta nueva
configuración de la estructura de producción de valor y reproducción social en
Argentina consolidaba una nueva base extractivista sobre la histórica
estructura industrial dependiente. La industrialización -llamada por
sustitución de importaciones- entre 1940 y 1960 había podido consolidarse sobre
la base de un patrón de superexplotación de la fuerza de trabajo remunerado
(mayormente masculinizado) y no remunerado (mayormente feminizado). En efecto,
en torno a la expansión de la base industrial local, un capital crecientemente
trasnacionalizado pudo subsistir a partir de un desarrollo urbano “desigual y
combinado”: en torno a asentamientos informales, pésimos sistemas de transporte
de pasajeros para las clases populares y condiciones de empleo de creciente
precariedad. Ese desarrollo industrial pudo consolidarse en un marco
internacional dominado por la irrupción de las multinacionales norteamericanas
en un mundo capitalista en plena reintegración comercial, financiera y
productiva luego de la segunda guerra.
III
En la etapa
actual, a posteriori de la reestructuración neoliberal, la transnacionalización
capitalista y la irrupción de China e India en el mercado mundial colocan a
países de industrialización dependiente -como Argentina- ante una disyuntiva.
Argentina enfrenta este nuevo mundo con su economía articulada por una base
industrial trasnacionalizada y crecientemente articulada al nuevo vector
extractivista.
Por un lado,
el ciclo capitalista local es traccionado por la presión creciente que genera
la formación de renta extraordinaria asociada a la extracción de riquezas
naturales y formas de financiarización de la producción de la vida. Esta situación
exacerba las tensiones históricas de la contradicción entre el capital agrario
(extractivista) y el capital industrial. La ampliación contemporánea de las
bases de apropiación de plusvalía bajo la forma de renta extraordinaria se
convierte en una presión permanente sobre el conjunto del capital productivo en
el resto de las ramas, en especial en las industrias manufactureras. Estas
últimas se ven imposibilitadas de competir por el financiamiento frente a los
elevados niveles de rentabilidad extraordinaria de las ramas extractivistas y
acentúan la presión para la superexplotación laboral (en las fábricas y en las
casas).
IV
En paralelo,
por otro lado, el conjunto del aparato industrial enfrenta la irrupción de las
manufacturas del eje China-India. El capital en esos territorios avanza con su
producción realizada en condiciones de trabajo ultra precarizadas, escalas
productivas inconmensurables y crecientes esfuerzos para el desarrollo de
nuevas tecnologías para la extracción de plusvalía. Esa irrupción golpea de
lleno a una economía como la Argentina donde el ciclo del capital manufacturero
se encuentra plenamente integrado a la economía global. En una posición
intermedia entre las economías poco industrializadas de la región y el hegemón
subimperialista regional (Brasil), el capital en la Argentina enfrenta esa
batalla en desventaja. El pueblo trabajador argentino conserva -a pesar de
todo- una base de derechos conquistados en sus luchas, derechos que el capital
busca diluir para pegar un salto de competitividad. La resistencia popular
frente a esa ofensiva es la contracara de la incapacidad industrializadora del
proyecto neodesarrollista y la aceleración de la desindustrialización en la
etapa reciente de profundización del ajuste bajo el macrismo.
V
La crisis transicional se presenta como expresión del último
límite del capital dependiente en Argentina. No parece haber alternativas. Los
sectores dominantes pretenden acelerar el ajuste y la explotación laboral y de
las riquezas naturales. Para ello, buscan avanzar sobre los derechos laborales
(reforma laboral y previsional) y destruir los remanentes del precario estado
de bienestar. El salto adelante en términos tecnológicos y productivos es para
ellos inviable y no deseable. El ajuste acelerado no es causa sino consecuencia
de la crisis transicional, del anacronismo histórico del proyecto del capital
en Argentina.
Para el pueblo la opción es clara: revolución o barbarie capitalista, como decía Rosa. La salida desarrollista (el oxímoron del “crecimiento con inclusión” del kirchnerismo) ya fue olvidada, y esos sectores buscarán una transición políticamente ordenada para conducir el ajuste estructural en marcha. El pueblo organizado tiene como única opción resistir y proyectar una salida revolucionaria, que ponga la reproducción ampliada de la vida en el centro. Estamos ante una bifurcación histórica. Como siempre, sólo el pueblo podrá salvar al pueblo.
Para el pueblo la opción es clara: revolución o barbarie capitalista, como decía Rosa. La salida desarrollista (el oxímoron del “crecimiento con inclusión” del kirchnerismo) ya fue olvidada, y esos sectores buscarán una transición políticamente ordenada para conducir el ajuste estructural en marcha. El pueblo organizado tiene como única opción resistir y proyectar una salida revolucionaria, que ponga la reproducción ampliada de la vida en el centro. Estamos ante una bifurcación histórica. Como siempre, sólo el pueblo podrá salvar al pueblo.
Fuente: http://www.dariovive.org/atrapados-sin-salida-argentina-dependiente-en/
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