Francia
Los chalecos amarillos
9 de julio de 2019
Por Christian
Mahieux
Les Utopiques
La ira
popular
El anunciado incremento del precio del combustible se suma a muchas otras subidas: productos alimentarios, vivienda, gas, electricidad,
Sí,
hace falta reducir el número de coches. Es necesario luchar contra la
contaminación, reducir los gases de efecto invernadero y el número de
vehículos. ¡El futuro del planeta pende de un hilo! Pero para tomar todas esas
medidas es necesario que se desarrolle el transporte público, en particular los
menos contaminantes, como el tren. Hay que reforzar los servicios públicos
tanto en la ciudad como en el medio rural. El gobierno ha hecho todo lo
contrario: se han suprimido estaciones, líneas del Servicio Nacional Francés de
Ferrocarriles (SNCF), se han cerrado hospitales, oficinas de correos, centros
educativos, etc. Para limitar el kilometraje en coche es necesario un
transporte público de calidad accesible a todos y todas, así como servicios
públicos en la totalidad del territorio nacional. Eso será mucho más eficaz que
aumentar el precio del combustible a aquellas personas que no tienen otra
opción que coger el coche para ir a trabajar, buscar un empleo o cumplir con
otras obligaciones de su día a día.
Así podría resumirse la actitud de numerosas fuerzas sindicales y políticas (4) tras la irrupción de los chalecos amarillos (5). Es cierto que la extrema derecha se puso manos a la obra desde el principio, pero hacerle hueco en el seno de un movimiento tal hubiese sido catastrófico. Los patrones expresaron su apoyo el 17 de noviembre; al día siguiente ya reclamaban la «vuelta a la normalidad»: ¡bajo ninguna circunstancia hay que poner en riesgo los beneficios! La verdad es que son los hombres y las mujeres de los «últimos eslabones de la cadena» quienes protestan. Las mujeres han tenido una presencia muy importante en el movimiento, mucho más que en gran parte de las acciones que organizamos las fuerzas sindicales o políticas.
Una
parte notable de las reivindicaciones coincide con lo que defendemos a través
de nuestros sindicatos. Otras entran en contradicción con nuestra lucha: será a
través del debate como conseguiremos convencer para que queden en punto muerto.
Hacerlo entraña constituirse en parte activa del movimiento en lugar de
comentarlo desde las gradas. Estamos a favor de que las negociaciones se
entablen bajo control directo de aquellos y aquellas que las han hecho posibles
gracias a sus acciones; la decisión de que los chalecos amarillos solo hablarán
con el gobierno a condición de que todo se retransmita en directo, nos dan pie
a valorar muy positivamente esta práctica. En las barricadas se pone en entredicho
la legitimidad de las delegaciones. Federalismo, asambleas generales, mandatos
limitados y controlados, convergencia de las luchas… sin hacer uso de nuestro
lenguaje militante, es eso lo que se está llevando a la práctica.
¡Que
los apoyos se limiten a apoyar sin tratar de controlar! La acción directa y la
autonomía del movimiento son las murallas más efectivas contra la apropiación,
así como factores desestabilizantes para las organizaciones que aceptan o
sufren presiones institucionales. Se presenta en este movimiento una ocasión de
volver a debatir, por una parte, el tiempo dedicado a las actividades sobre el
terreno, la reflexión, la elaboración de nuestras herramientas, y, por otra,
las reuniones acordadas por patrones o por los poderes públicos en encuentros
en los que se simula la democracia; o la preparación perpetua de unos comicios
que en nada contribuyen a la ruptura con el sistema.
Aquellas
y aquellos que han participado en huelgas saben que los movimientos más sólidos
son aquellos a los que se unen compañeros y compañeras que nunca antes habían
participado, compañeros y compañeras que votan a la derecha o, peor aún,
compañeros y compañeras para quienes el antirracismo o el feminismo no son
referentes. Es el momento de la lucha mancomunada, el intercambio de
experiencias, a veces la confrontación, todo lo cual nos hará avanzar.
Claro está, la realidad es más compleja que las simplificaciones a las que recurrimos demasiado a menudo. Es cierto que la extrema derecha ha tratado de infiltrarse en el movimiento, pero, ¿acaso no trató de infiltrarse en los sindicatos, incluso en los más combativos? Lo peor hubiera sido hacerle sitio. Tanto en las rotondas como en las manifestaciones de los sábados, los y las militantes sindicales han contribuido significativamente a la lucha contra la extrema derecha. Esta lucha ha sido eficaz gracias a la plena implicación de estos compañeros y estas compañeras con el movimiento: han podido explicar, demostrar y convencer. No se trataba de dar lecciones de purismo desde fuera. Lo mismo ocurrió con los insultos racistas, homofóbicos o sexistas (que no son prerrogativa de la extrema derecha): existen como en todos los movimientos masivos (incluidas las huelgas en el seno de empresas cuando no las desarrollan solo los y las militantes), y es necesario combatirlos de forma activa.
La violencia
La violencia en alguna de las manifestaciones ha suscitado numerosos comentarios. Sí, ha habido violencia inútil, pero no se pueden equiparar con la violencia del Estado, especialmente importante desde mediados de noviembre. Además, ¿qué es la violencia? ¿Escaparates hecho añicos, barricadas en las calles o miles de personas tiritando de frío o sufriendo el hambre en esta supuesta «normalidad»? La violencia más cruda, la que se ha convertido en sistémica, la que se ejerce de forma calculada, es la violencia del estado. Las personas que han resultado mutiladas y heridas graves y las detenciones violentas y arbitrarias ya se cuentan por miles. Tal y como ocurrió después de mayo del 68, la burguesía proclama una ley «anti-vándalos» que permite criminalizar toda resistencia, manifestación o desobediencia. Debe imperar el orden (su orden) a cualquier precio. Más allá de los círculos de militantes, muchos chalecos amarillos lo llevan comprobando desde hace seis meses.
La patronal
Una pequeña parte de la patronal prestó apoyo al movimiento en sus inicios, pero desaprobó su carácter continuado. Rápidamente quedó patente que la inmensa mayoría de los chalecos amarillos forma parte del proletariado: personas que lo único que pueden vender es su fuerza de trabajo y que no poseen medios de producción. Todo esto dentro de una diversidad: personas asalariadas con contratos indefinidos, pero sobre todo temporales o en interinidad, desempleadas, jubiladas o dedicadas a la artesanía… A falta de una clase social homogénea que cumpla todos los criterios preestablecidos, se trata de un movimiento popular cuyo núcleo principal es el proletariado de comienzos del siglo XXI.
La patronal no ha manipulado el movimiento de los chalecos amarillos, eso es ostensible. Lo evidencia el hecho de que sale bastante bien parado de estos seis meses de lucha. Las reivindicaciones se han concentra-do en torno al gobierno y los reproches y denuncias se han dirigido a «la clase política». Lo que ha echado leña al fuego han sido los anuncios gubernamentales (sobre el precio del combustible, etc.); el debate sobre la democracia fue la respuesta al desdén de los «políticos y políticas». Una cosa lleva a
El ejercicio de la democracia
¿El ejercicio o los ejercicios? Inventar y practicar la democracia a gran escala nos obliga, sin duda alguna, a imaginar soluciones diferentes y complementarias, según hablemos del colectivo de trabajo, de comunidades federadas, de una producción a nivel nacional o incluso del uso de las riquezas naturales. Si el principio de base es la asamblea general, ¿cómo garantizar su emanación cuando se trata de federarse? Mandatos imperativos, controles, revocatorios, sorteos, votación o consenso… la solución radica en la complementariedad de los métodos, no en la búsqueda de «la solución» milagrosa aplicable a cualquier situación o contexto. Muchos grupos de chalecos amarillos han trabajado estos y otros temas (entre ellos el referendo). Las «asambleas de asambleas» de Commercy y, más tarde, Saint-Nazaire son un ejemplo de ello. Cuidémonos, sin embargo, de dos trampas: dichas asambleas no representan al movimiento en su conjunto y los tex-tos emanados de las mismas no son una referencia para muchos grupos locales. Por el contrario, la democracia activa lleva presente desde noviembre en muchas ciudades, pueblos y barrios. Ahí, una vez más, nuestro sindicalismo tiene su lugar preciso (6).
Las patéticas tentativas por presentar listas electorales de los chalecos amarillos dejan patente que el sistema sigue siendo un potente imán para aquellos y aquellas que los medios de comunicación insisten en calificar de «líderes». Sin embargo, el rechazo a los mismos por el grueso de los chalecos amarillos confirma que otras opciones y esperanzas son posibles y ampliamente compartidas. La contribución de los chalecos amarillos a la renovación del debate sobre la democracia y, sobre todo, a que haya echado raíces en diferentes sectores de la población es innegable. Pero todos ellos descubren elementos a los que el movimiento obrero se lleva enfrentando mucho tiempo. Una de las resoluciones de la asamblea de Saint-Nazaire preveía por ejemplo «una semana amarilla de acciones a partir del 1 de mayo». Dejando el color a un lado, la formulación nos recuerda al lenguaje sindical más tradicional…
El sindicalismo
El movimiento deja patente la profunda exasperación de millones de personas que han ocupado rotondas, peajes o zonas comerciales y que se han manifestado todos los sábados por la tarde en toda Francia. A nivel nacional, las organizaciones sindicales se han quedado a la expectativa (7) durante un largo periodo. La unión sindical Solidaires pasó de una cierta reserva a un principio de apoyo tras los primeros sábados de manifestación; algunas uniones locales de Solidaires se pusieron a disposición del movimiento desde comienzos de noviembre, antes del posicionamiento a nivel nacional. Por parte de la CGT, hubo que esperar casi un mes. El 6 de diciembre, la CGT emitió un comunicado (junto con CFDT, CGT, FO, CFTC, CGC, UNSA y FSU) en el que se hacía hincapié en la condena de la violencia en las manifestaciones sin mencionar la violencia del estado, su policía y su ejército, como si la violencia no fuera en primer lugar social y debida a las políticas gubernamentales llevadas a cabo desde hace años (8). Unos días más tarde, la CGT lanzaba un llamamiento a jornadas de acción (9), haciendo referencia explícita a los chalecos amarillos.
El
movimiento de los chalecos amarillos proclama alto y claro que no desea que
haya ninguna apropiación del movimiento, ni política ni sindical. Existe una
profunda desconfianza hacia lo que la «neo-lengua» denomina,- los «órganos
constituidos». (10) Algunas organizaciones sindicales(11) enmarcan su
estrategia en el acompañamiento de las políticas neoliberales y al hacerlo
rechazan toda posibilidad de apoyo a un movimiento que pone en entredicho las
elecciones que estos sindicatos han defendido. Pero, ¿cómo comprender las
dificultades a las que se han enfrentado aquellos y aquellas sobre quienes
versa este artículo? Podemos poner sobre la mesa algunos elementos:
-La mayoría de las empresas en
Francia cuenta con menos de 20 trabajadores, y el movimiento sindical no
termina de cuajar en ese sector. Lo mismo ocurre con la mayoría de los
desempleados y desempleadas, los trabajadores y las trabajadoras interinas,
quienes tienen contratos temporales, los trabajadores y las trabajadoras de la
economía “uberizada”… todas esas personas cuentan con nutrida representación
entre los chalecos amarillos.- Lo que lleva sucediendo desde noviembre en casi la totalidad del país no tiene relación con
- Este movimiento se desarrolla al margen de las empresas. La debilidad de las uniones locales inter-profesionales ha contribuido a que los colectivos sindicales no lo comprendan correctamente. Sobre todo, teniendo en cuenta que, como ya se ha dicho, hay un problema con las exigencias manifestadas: incluso aunque desaparecieran rápidamente ciertas reivindicaciones reaccionarias y lo que se debate en las asambleas generales de los chalecos amarillos sea un reparto diferente de la riqueza, la crítica al sistema capitalista, la igualdad social o la democracia radical, sigue siendo cierto que apenas se ha interpelado a
- Numerosas organizaciones sindicales se han comportado de forma inapropiada, incluso cuando decidieron prestar apoyo a los chalecos amarillos: en lugar de invitarlos a unirse a las movilizaciones sindicales, ¿no sería necesario que el sindicalismo se pusiera al servicio del movimiento ya existente?
Una parte nada desdeñable de las dificultades para posicionarse concretamente en relación con el movimiento de los chalecos amarillos está indudablemente ligada a la reticencia a actuar en calidad de fuerza colectiva social y política, política y social. Porque se trata de un todo, y la organización sindical, debido a su componente de clase inherente a su composición, es una herramienta indispensable para actuar en estos campos.
Redactado a finales de abril, este breve artículo no pretende en
absoluto ser holístico. Podremos enriquecerlo acudiendo a otras fuentes; por
ejemplo, el número 11 de la
publicación Les utopiques, «Gilets jaunes: un mouvement
social» («Chalecos amarillos: un movimiento social») o Des clés pour comprendre
(«Claves para la comprensión») (en dos tomos).(13)
Notas
1) Christian Mahieux, miembro del comité
editorial de la revista
Les utopiques (www.lesu-topiques.org) y la publicación Cerises
(www.ceriseslacooperative.org). Forma parte de
la comisión internacional de la Unión sindical Solidaires (www.solidaires.org) y participa en la coordinación de la Red Sindical
Internacional de Solidaridad y de Luchas (www.labourso-lidarity.org).
2) Rápidamente, las barricadas se tornan en
ocupación de rotondas, apertura de peajes, en ocasiones «casas del pueblo» …
3) Este párrafo retoma un texto escrito a
finales de noviembre de 2018 para el mensual Cerises. Otros elementos de este
artículo también figuraron en dicha publicación, vinculada a la Red Se féderer pour
l’émancipation («Federarse para la emancipación») (www.ceriseslacooperative.org).
4) Aquí se hace mención a las organizaciones
que, en su diversidad, adoptan una perspectiva emancipadora de ruptura con el
sistema capitalista.
5) Indiferencia, análisis erróneo, incluso
desdén: las comunicaciones de ciertas organizaciones sindicales y políticas de
izquierda y extrema izquierda antes del éxito del 17 de noviembre son
vergonzantes.
6) Véase el número 10 de Les utopiques, «Sur
les chemins de l’émancipation, l’autogestion» («En los caminos de la
emancipación, la autogestión»), Ediciones Syllepse, primavera de 2018.
7) Citamos a la CGT y a Solidaires, pero la
FSU y la CNT han sido muy discretas para con este movimiento. La CNT-SO se
posicionó a su favor en enero.
8) Organizaciones de la CGT (uniones
departamentales y federaciones) des-aprobaron el texto firmado por la confederación
y se implicaron en el movimiento desde comienzos de diciembre.
9) Ni el 14, ni mucho menos el 18 de diciembre
tuvieron éxito, pero no se le puede reprochar a la confederación CGT
el haber tratado de impulsar una dinámica. Sin embargo, ¿podría debatirse
quizás la relación entre estos llamamientos casi místicos (reiterados el 5 de
febrero y en menos medida el 19 de marzo) y las dificultades del militantismo
sindical cotidiano en las empresas, servicios y localidades o incluso el estado
de los enfoques unitarios? Dos elementos determinantes para el éxito de las
huelgas.
10) Desde hace años, la propaganda del estado
y la patronal asemeja los sindicatos a «cuerpos constituidos» también llamados
«órganos intermediarios», cosa que no son. Un sindicato es una agrupación de
trabajadores y trabajadoras, sea cual sea su estatus y su actividad, que se
organizan para defender sus reivindicaciones y cambiar la sociedad; no se puede
hacer de ellos unos intermediarios para gestionar el orden capitalista.
Sabemos, claro está, que la neo-lengua se apoya para la imposición de sus
términos en las elecciones realizadas por muchas organizaciones sindicales que
se han institucionalizado. No es una cuestión de «base» o de «cumbre».
11) En diferente grado, se trata de la CFDT,
la UNSA, la CFTC o la CGC.
12) Ello no justifica los comentarios de
ciertas organizaciones políticas especialmente desdeñosas para con el pueblo
que protestaba.
13) www.syllepse.net
Les Utopiques N° 11, junio 2019
Libre Pensamiento N° 98, junio 2019
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