Editorial
Lucha de clases y
clases en lucha
Revista Periferias
Año 23 –Nº 22
Primer semestre de 2014
El orden capitalista enfrenta
nuevamente una crisis mundial y lo hace reforzando la iniciativa por la
liberalización económica, contra los trabajadores, la sociedad popular y la naturaleza. Contra
los trabajadores, porque el capital necesita renovar la condición esencial de
la explotación del hombre por hombre. Condición necesaria para hacer funcionar
el régimen de producción y valorización, aún con los límites derivados de una
tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que por todos los medios posibles
el capital contrarresta. Por un lado se promueve la extensión de la
salarización, con China e India a la cabeza, y detrás otros países “emergentes”
con gran cantidad de población empobrecida y dispuesta a vender su fuerza de
trabajo sin importar ingresos ni condiciones de seguridad social o laboral. Por
otro lado se intenta desmejorar las condiciones de empleo y salario en países
con tradición histórica de organización de sus trabajadores. El intento pasa
por eliminar o disminuir derechos laborales conquistados en luchas históricas
de los trabajadores, entre los que destaca la ofensiva en la OIT y en nuestros
países contra el derecho de huelga. La des-sindicalización y desorganización de
los trabajadores es un objetivo buscado por el capital en sus diferentes
formas.
Contra la sociedad de los de abajo, ya que la
precariedad laboral se difunde por imperio de la dominación capitalista en la
pérdida de derechos sociales de la mayoría empobrecida de la población. Se trata
de una ofensiva por la mercantilización de derechos a la salud o la educación,
la justicia y la seguridad, el transporte y la cultura, y en general, acciones
diversas que afectan variadas facetas de la vida cotidiana. Las relaciones
monetario-mercantiles son crecientes en el capitalismo contemporáneo,
imponiendo una lógica fetichista por el acceso al dinero y al consumismo. Es
una ofensiva que alimenta el individualismo y la cultura del sálvese quien
pueda, abandonando formas colectivas de solidaridad social.
La discriminación social masiva provocada agiganta
la brecha entre la minoría incluida en la satisfacción de necesidades y la
mayoría excluida. El dato relevante es la pauperización creciente de la mayoría
junto a la desigualdad que expresa la equivalencia de riqueza de la mitad de la
población mundial con solo 85 grandes fortunas. Contra la naturaleza, porque la
ofensiva capitalista demanda creciente explotación de los recursos naturales,
aun a costo del deterioro de las condiciones ambientales y la destrucción de
las condiciones materiales de la vida en el planeta. El modelo productivo
sustentado en la utilización de energía “no renovable” desde mediados del Siglo
XVIII empuja desarrollos tecnológicos agresivos hasta la destrucción sobre la
naturaleza, especialmente en la explotación de hidrocarburos “no
convencionales” vía fractura hidráulica. Para que estos procesos productivos
sean rentables se necesita mantener elevados los precios del petróleo y el gas,
entre otros precios, en los que destacan los de la alimentación y los
minerales. Es una situación estimulada por la especulación y militarización de
la sociedad contemporánea, fogueando una espiral destructiva sobre el hábitat.
El resultado es el cambio climático
que explica desastres presentados como “naturales”, siendo directa consecuencia
del modelo de desarrollo que impone la cultura productiva de nuestro tiempo.
Pero a esa iniciativa del capital se le contrapone la diversa iniciativa
popular, la que construye un nuevo ciclo histórico de lucha de clases luego de
la ruptura de la bipolaridad y la pérdida en el imaginario social de mayoría
sobre las posibilidades de construir un orden anticolonial, anti-patriarcal,
contra la discriminación y el racismo, anticapitalista, antiimperialista y por
el socialismo.
Bajo las nuevas condiciones del
ciclo de la lucha de clases, éstas, las clases sociales llevan adelante
experiencias de nuevo tipo, que hacen evidente la búsqueda de nuevos horizontes
de organización de la civilización contemporánea. La experiencia de las clases
sociales en lucha da cuenta de ambas y contrapuestas iniciativas, las de la
dominación por sostener y avanzar en el orden capitalista, y las de las clases
subalternas, muchas veces desde la resistencia, y otras a la ofensiva en la
búsqueda de un orden social que termine con el patriarcado, la discriminación
racial, el colonialismo y organice unas relaciones sociales de producción para
otro modelo productivo y de desarrollo. De estos temas damos cuenta en este
número de Periferias, especialmente en el dossier. Junto a las tendencias más
generales, pretendemos intervenir en la discusión sobre la conceptualización de
las clases sociales y pasar revista a experiencias trascendentes para construir
experiencias alternativas, entre las que se destaca la práctica de construcción
contemporánea en Cuba. Sobre la Argentina nos interesa destacar la novedad
política de la intencionalidad sistémica por suturar el desencuentro de la
sociedad con las fuerzas armadas. Una ruptura que se explica por medio siglo de
golpes de Estado y un acelerado proceso de terrorismo estatal que desembocó en
la dictadura genocida de 1976, cuyos efectos afectan a la cúpula militar. Siendo las fuerzas armadas un instrumento esencial del
poder, la normalización del capitalismo no solo supone mejorar el clima de los
negocios y la inserción global del capitalismo en la Argentina, sino y
especialmente recomponer la grieta de consenso con el poder de las armas.
Buenos Aires, 21 de
abril de 2014
Fuente: https://www.fisyp.org.ar/media/uploads/periferias.22.libro.08.06.2014.pd
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