El machismo «nos está costando la supervivencia como país, como
cultura, como seres vivos»
21
de julio de 2019
México: Discurso de Rubén Albarrán para el foro “Costos de la
masculinidad tóxica” en el Senado de la República.
Por
Desinformémonos
Respetuosos
y empáticos saludos, hijos de la chingada.
Por
favor, no se ofendan, no lo tomen personal, si bien me siento contento de estar
aquí en el Senado, no es a ustedes, trabajadores en este recinto, a quienes me
dirijo.
Estas
palabras van a todos, a mis hermanas y hermanos con los que comparto un proceso
histórico, geográfico y cultural.
Como
tales, y si han leído un poco de historia, ¿Cómo podemos negar que nuestro
padre fue violador, golpeador, drogadicto; nuestra madre, la chingada, violada,
golpeada, sumisa?
Y
nosotros, los hijos de la chingada, los chicuarotes, niños de la calle, niños
sin sentir amor, despreciando el calor y sabiduría de nuestra vejada y
menospreciada madre a manos de nuestro ausente, lejano e indiferente padre. He
allí, en poquísimas palabras, el génesis de nuestra corta historia como país.
Reconocer
quienes nos dieron vida como pueblo mestizo tiene una gran valía, pues se abre
la posibilidad de trascender aquello que nos formó. Acepto que así fue, pero no
tengo por qué ser aquello.
Perdono,
porque así mi corazón y el de aquellos que me hicieron daño se libera; pero no
olvido, pues al recordar me libraré de caer en los mismos errores.
¿Cuántas
veces sentimos ese enojo al leer en los libros de texto cómo nuestro padre
golpeó a nuestra madre? Así como en la película dirigida por Gael García, la
madre implorando: “¡no, por favor!” al padre que se alista para golpearla y
nosotros como hijos, desde la habitación, escuchamos aquel infierno de angustia,
miedo, encierro y desesperación.
Hablar
de los costos de la masculinidad tóxica en nuestra sociedad me parece ya una
premisa que proviene de esa misma masculinidad. Y está bien, pues aun cuando
deseo que haya muchas mujeres en este recinto, intuyo que han tenido que tomar
papeles masculinos para sobrevivir en este ámbito básicamente machista, como lo
es el de la política; hasta ahora.
Y está
bien, porque traducir a costos económicos es hablar en un lenguaje que pueda
ser entendido en estos círculos patriarcales. Gracias a este estudio, se le han
asignado valores monetarios a la violencia y al acoso sexual, escolar (se ha
omitido el ámbito familiar, privado, dentro del hogar) a la depresión, al
suicidio, al consumo de alcohol, a accidentes de tránsito. Pero ello no es más
que una traducción del verdadero problema. Es solamente pasar la factura del
hospital por la madriza que le pusieron a la jefa.
Ahora
nosotros, como padres y madres de este momento, debemos ser conscientes de que
esta cultura patriarcal y machista de la que provenimos no sólo nos ha costado
dinero; nos está costando la supervivencia, como país, como cultura, como seres
vivos. Si no concientizamos que estas actitudes machistas nos están
aniquilando, seguiremos repitiendo este patrón destructivo hasta que no quede
más nada.
Ese patriarcado es el mismo que permite
un abuso como el del derrame de 3 mil litros de ácido sulfúrico en el Mar de
Cortés sin ser castigado; ese padre golpeador que explota bosques y mares, que
pretende un mega proyecto transístmico y que disfraza su violencia con un paseo
dominical por un mal llamado Tren Maya para que a la familia se le olviden los
gritos y los golpes: un padre armado y cobarde que ya se alista a reprimir con
una Guardia Nacional en las calles, con el cinturón enredado al puño. Un padre
que invita a casa a sus cuates de la cantina, socios, jefes y demás pandilla
machista a que violen a las mujeres de casa: “¡cojan, violen, cosifiquen, hagan
una orgía de abusos, exploten todo lo que esta tierra brinda!”. “¡Hagan
minería, fracking, proyectos turísticos, carreteros, ferroviarios, implanten
transgénicos, contaminen el agua, el oxigeno, la tierra!”. “Embrutezcan a los
hijos con medios electrónicos hipnotizantes y con contenido igualmente tóxico,
que perpetúen esos patrones patriarcales y machistas; embrutezcan a los jóvenes
con la peor droga, la mas dañina, alcoholizándolos y haciendo negocios
millonarios con toda la miseria que esta adicción genera. Y la madre sumisa,
que no reacciona, no abandona esa relación tóxica».
Estas
palabras van dirigidas a los padres y madres, la parte masculina y femenina,
que viven dentro de cada uno de nosotros, que día a día nos dan vida y nos
crean como personas, luego como familia y sociedad:
“Pa, ya
no te pases, respeta a mi mamá, no la golpees, no abuses más de ella. No le
robes, ya estás viejo, agradezco me hayas dado vida, pero no seré más tú, seré
yo mismo. Ma’, gracias por traerme y darme cuerpo, pero ya reacciona, deja esa
relación tóxica, vive tu dignidad. Yo no permitiré que abusen así de mí ni de
mis hijos”.
Estas
palabras van para ese niño descuidado, abandonado, al que le pusieron pocos
límites, enojado y subdesarrollado que vive en todos nosotros:
“Hijo,
tus padres te dieron la vida, pero su relación es tóxica, no es obligación
repetirlos, tú puedes ser otro”.
Celebro
esos momentos de lucidez que cada vez son más constantes como el 8M, en el que
pienso que la mitad de la humanidad está despertando de esta toxicidad, o el
movimiento liderado por la niña activista Greta Thunberg, con el que estamos
diciendo un “ya basta” a los abusos de ese padre abusivo. Ojo, ambos
movimientos liderados por mujeres.
Nos
celebro a todos nosotros, hermanas y hermanos en quienes surge, nace una nueva
humanidad, que ya abandona esos tóxicos patrones patriarcales, que ya escucha
ambas partes, masculina y femenina que nos conforman, viviendo un equilibrio.
Ese
mundo machista ya da sus últimos suspiros.
La patria murió, ¡¡¡Que viva la MATRIA!!!
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Fuente: https://www.anred.org/?p=118894
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