Argentina
en Cuestión. MULCS: ¿Cómo está y como pensamos la “nueva izquierda” que tanto
necesitamos?
·
·
Aporte
del MULCS – Movimiento por la Unidad Latinoamericana
y el Cambio Social, escrito por Pablo Goodbar y Norberto Señor y presentado por
este último en la Escuela de Formación Política “Hugo Chávez” el 9/7/2019.
1.
En
la tradición política de nuestro país, cuando hablamos de «nueva izquierda»
hablamos de la década del 60. Nuestra “nueva izquierda”, que actuó en los 60 y
70, surgida al calor de la
Revolución Cubana , de los movimientos de liberación nacional
en los territorios dominados por el viejo imperialismo europeo (África, Asia,
Medio Oriente), adoptó al marxismo como guía de su accionar revolucionario,
influida en mayor o menor medida en sus diversas organizaciones por el legado
de Lenin, Gramsci, Rosa Luxemburgo y/o Trotsky; el ejemplo y los aportes de
Fidel y el Che, los de Mao y la gran revolución China, Ho Chi Min, Giap y su
estrategia de guerra de todo el pueblo vietnamita; y/o el fuerte
cuestionamiento al eurocentrismo del marxismo “oficial” con la recuperación de
Mariátegui y la construcción de un “marxismo latinoamericano”. Esa nueva izquierda
fue “nueva” en oposición a la izquierda histórica de aquellos tiempos, dominada
por la tradición política del PC (que profesaba las tesis de “coexistencia
pacífica” con el imperialismo y del “tránsito pacífico al socialismo”) y del
viejo, reformista y antiperonista Partido Socialista.
En la Argentina, esa izquierda surgida
de rupturas y debates también procreó una izquierda peronista revolucionaria,
con orígenes en la Resistencia peronista que fue abriendo diferencias cada vez
mayores con las prácticas del PJ, de las conducciones sindicales burocráticas,
y en última instancia con la estrategia del propio Perón.
Con limitaciones marcadas por su escaso
tiempo de desarrollo y, vinculado a ello, la dificultad de alcanzar un mínimo
grado de síntesis que permitiera mayores acuerdos en una estrategia común, fue
esa “nueva izquierda” la que puso en el orden del día de nuestro pueblo
trabajador la cuestión del poder político, intentando disputar con Perón el
sentido y los objetivos, de las luchas obreras y populares de esa etapa.
La dictadura militar genocida fue
centralmente dirigida a terminar con el peso de la clase trabajadora y los
sectores populares en nuestra sociedad, como parte del proceso estratégico del
imperialismo yanqui para nuestro continente, y a fortalecer al capital
financiero como sector hegemónico de nuestro capitalismo dependiente. Para
lograr esos objetivos, las dictaduras de nuestra región necesitaron derrotar a
la izquierda revolucionaria de los 70, a esa “nueva izquierda”, en la Argentina y
en la mayoría de los países de América del Sur, para llevar adelante ese plan
estratégico de dominación política.
2.
Entonces
cuando hacemos referencia a nuestra izquierda, a la izquierda de la que
formamos parte hoy, como una nueva “nueva izquierda”, hacemos referencia a una
tradición de rupturas, y a una tradición de continuidades.
¿En qué se diferencia nuestra “nueva
izquierda” de aquella de los 60 y 70? ¿Y cuáles serían las continuidades
posibles?
Nuestra “nueva izquierda” tiene sus
orígenes en un largo proceso de intento de recomposición popular después de la
tierra arrasada de la
dictadura. El énfasis en el trabajo de base, la construcción
en los barrios, el origen de los MTD y de las distintas formas en que
organizaron miles de trabajadoras y trabajadores expulsades del mercado
laboral, son una de las marcas iniciales de ese proceso de masas de ruptura con
el neoliberalismo dominante en la época del menemismo y luego, de la Alianza,
capaz de disputarle la territorialidad allí donde se enseñoreaba el punteraje
barrial, especialmente del PJ. También se nutrió, en el principio, de un
conjunto de compañeres con trayectoria intelectual, fuertemente críticos de la
experiencia de construcción del “socialismo real” contraponiéndole el planteo
de un “socialismo desde abajo”, con una muy alta valoración de un permanente
trabajo de inserción entre las masas que, bajo las consignas de “trabajo,
dignidad y cambio social”, en su experiencia de organización y lucha, de
piquetes y asambleas, fueran permeables a asumir esas ideas. Proceso que fue
acompañado de iniciativas en el terreno de la educación popular, en los
“bachis”, en cátedras libres y en la recuperación y fomento del arte y la
cultura popular en el accionar cotidiano.
Ese conjunto de valores, con una enorme
carga positiva para conformar una nueva identidad militante de izquierda, tiene
enlazados dos déficits: por un lado, las dificultades para abordar un plan
sistemático de trabajo político-sindical en el seno de nuestra clase
trabajadora ocupada (unida a cierto menosprecio del carácter estratégico de esa
tarea y a cierta idealización del trabajo en los movimientos territoriales de
base); y, en otro plano, cierta desvalorización de las experiencias de
organización revolucionaria que construyeron la clase trabajadora y los
sectores explotados en el mundo, mirando solamente los elementos de
burocratización y de limitación de la iniciativa y participación popular sin
contemplar la relevancia de construir formas permanentes de organización en
distintos planos (organización político-social de masas, organización política
con aspiraciones revolucionarias, frente de organizaciones políticas, y todas
las instancias organizativas que sean necesarias para conquistar el poder).
Por supuesto que la conquista de
recursos del estado para la supervivencia fue casi la única posibilidad de
existencia y desarrollo de las organizaciones, que en muchos casos condicionó y
condiciona su actuación política, fomenta métodos clientelares y reproduce otra
serie de vicios y miserias del capitalismo y su régimen político que en no
pocas experiencias, mellaron, deformaron o lisa y llanamente echaron por tierra
todo carácter transformador de las mismas. La cooptación posterior del
Kirchnerismo, también alentó el abandono de principios y proyectos a cambio de
espacios institucionales como socios menores de ese gobierno, y para algunes,
de cualquier otro.
Una evidente virtud de nuestra
izquierda, es que en ella el desarrollo del movimiento de mujeres y de
disidencias sexuales se abrió paso con mucha fuerza, y con un fortísimo
carácter popular y desde abajo. Se unió con bastante naturalidad al movimiento
territorial, el espacio que venimos ocupando desde hace casi dos décadas de
historia, y en buena medida fueron compañeras de nuestras organizaciones y
construcciones territoriales parte de quienes más colaboraron y colaboran en
construir un «feminismo popular», a un costado de debates más académicos y de
círculos reducidos de intelectuales feministas de los sectores medios.
3.
En
nuestra opinión, la «nueva izquierda» actual, de la que formamos parte necesita
animarse a reelaborar una perspectiva estratégica. A hacerlo desde el marxismo
revolucionario; con todo el empuje crítico y también revolucionario que el
movimiento “piquetero” y el de mujeres y disidencias ha incorporado y sigue
incorporando en nuestro acervo teórico y práctico; con mayor decisión de
intervenir sistemáticamente también en lo político-sindical y de sacar
experiencia de la construcción de organizaciones políticas que fueron capaces de
derrotar a las clases dominantes y el imperialismo. Reconstruir una estrategia
común, a partir de definiciones tantas veces expresadas: movimiento político
popular con vocación de masas y de poder, antiimperialista, anticapitalista,
feminista, popular, clasista, de fuerte impronta latinoamericana.
Por cierto, también debemos construir
un programa común, que se plantee superar las limitaciones históricas de la
experiencia del peronismo entre las mayorías obreras y populares de nuestro
país, y también la superación de limitaciones sectarias de la izquierda que hoy
es hegemónica en nuestra sociedad (las corrientes trotskistas, enmarcadas en el
morenismo y el PO).
Es muy importante que nos hagamos cargo
de entender que estamos atravesando una crisis de identidad, cuando una buena
parte de nuestra «nueva izquierda» se ha inclinado hacia el polo de la
reconstrucción «progresista» del peronismo, mientras desde la otra parte
entendemos que la superación del peronismo requiere otro programa y una nueva
identidad de masas, que recoja lo mejor de la historia obrera y popular en
nuestro país y en nuestro continente. A este punto, volveremos sobre el final.
4.
Vivimos
en los tiempos de Trump, los de la disputa hegemónica entre Estados Unidos y
China, que aspira a ser una superpotencia capitalista en el juego
internacional. El «proteccionismo» del Gobierno de Trump refleja esta disputa,
junto a la retórica guerrerista que pone al mundo al borde de un conflicto
armado de enormes dimensiones (p. ej. en estos días, con las amenazas a Irán
después de que ese país derribara un drone norteamericano que transitaba sin
autorización por el espacio aéreo iraní). El proteccionismo de la etapa Trump incluye la
recuperación del mercado interno y de la producción industrial en EEUU, el rechazo
a tratados de libre comercio (como el Tratado Asia – Pacífico), y la búsqueda
agresiva de recuperar mercados para la producción norteamericana, y por impedir
el avance de China y el BRICS en los mercados (guerra comercial y arancelaria).
El anuncio del Tratado de Libre
Comercio entre la Unión
Europea y el MERCOSUR parece ir en sentido contrario a esta
política del imperialismo yanqui, metiendo una cuña de los capitales europeos
en nuestra región, aunque aún no sabemos si lograrán aplicar plenamente este
acuerdo, muy perjudicial para los intereses nacionales y para nuestro pueblo
trabajador.
5.
Al
mismo tiempo, la etapa
Trump se caracteriza por una política agresiva de recuperar
terreno en lo que entienden como su patio trasero, nuestra América Latina. Esa
política incluye: sostener al gobierno de Macri (con un endeudamiento récord
con el FMI, promovido por EEUU), al golpe institucional y al gobierno fascista
de Bolsonaro en Brasil (un golpe clave contra China en el terreno geopolítico),
a la derecha colombiana como garante de contar con ese país como su inmensa
base militar continental y por supuesto, a la renovada política de bloqueo y
agresión económica y amenaza militar contra el proceso bolivariano en Venezuela
y el incremento del bloqueo a Cuba endureciendo la aplicación de la Ley Helms-Burton. La
etapa Trump implica el fortalecimiento de la OEA (ahora sin Venezuela) en
detrimento de la CELAC, la instancia regional que excluye a EEUU y Canadá. Por
cierto, esta política tiene también el objetivo de limitar la presencia de los
capitales chinos en el continente, y las inversiones estratégicas de esa
potencia capitalista en crecimiento.
6.
El
PJ como gran partido del orden en nuestro país ha sido siempre pragmático en su
política, en particular en su adaptación a los cambios de época a nivel
internacional. Comenzó con la Tercera Posición en los tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial ,
adoptó el discurso tercermundista de fines de los 60, hasta que estalló en su
interior la lucha entre revolucionarios y contrarrevolucionarios -que al amparo
de Perón actuaban en la
Triple A-. Mucho después de la dictadura genocida y el
retorno institucional con Alfonsín, encarnó el neoliberalismo en los tiempos de
Menem, que aplicó, con ayuda de las conducciones sindicales burocráticas, la
mayor transformación estructural contra la clase trabajadora y el pueblo en la
segunda mitad del siglo XX. Tras las rebeliones continentales que fueron
pariendo nuevos gobiernos y un cambio de época, con el PT de Lula y la sombra
de Chávez proyectada en la región, se sumó al discurso latinoamericanista. Hoy
la fórmula presidencial del Frente de Todos (que unifica a la mayoría del PJ
con distintas fuerzas de la centro-izquierda) va anticipando un nuevo cambio de
rumbo, adaptándose a Trump, y haciendo equilibrio con China. Del capitalismo
«en serio» de Néstor y Cristina Kirchner, ésta vira (“sinceramente” sin dudas)
hacia el elogio del proteccionismo yanqui en el discurso de presentación de su
libro.
La política es la política
internacional, decía Perón. Por supuesto, la frase es válida. Pero mientras que
para las perspectivas revolucionarias eso significa conocer los puntos débiles
del capitalismo para mejorar el análisis en la toma de decisiones, para las
tendencias reformistas implica saber cómo adaptarse a los tiempos, porque se
reconocen como un sector subordinado al capital financiero y a las potencias
imperialistas.
7.
Volviendo
a la necesidad de forjar la identidad de la “nueva izquierda” de hoy.
Observando muchas de las experiencias revolucionarias en nuestro continente que
provocaron fuertes derrotas parciales o duraderas a las clases dominantes y al
imperialismo (la revolución mexicana, la boliviana con fuerte presencia minera
a mediados del siglo pasado o el peso decisivo actual del indigenismo, y por
supuesto la cubana, la nicaragüense, la bolivariana en Venezuela, incluso la
“ciudadana” en Ecuador), han tenido como eje de su accionar, la lucha por el
poder estatal, para su concreción requirieron de inmensas puebladas y
rebeliones, renovaron total o parcialmente sus regímenes políticos mediante
procesos constituyentes, y se han apoyado o han parido amplios movimientos
políticos (precisamente cada una en su época y lugar “nuevas izquierdas”) que
lograron síntesis política o como mínimo una consistente unidad de acción, de
socialistas, comunistas y vertientes nacionalistas populares,
indolatinoamericanas y revolucionarias. No puede soslayarse tampoco el peso de
los liderazgos y su capacidad, muchas veces siendo parte de núcleos organizados,
sólidos y disciplinados dentro de esos vastos movimientos revolucionarios, de
imprimirle una dirección a esos procesos y concitar gran apoyo y protagonismo
de masas.
Ninguna revolución ha podido
desarrollarse sin encontrar un hilo conductor en la propia historia de cada
país, en la forma particular en que cada pueblo ha recreado su historia. Por
supuesto, la identidad nacional no significa aislamiento, negación de la
necesidad de aprender de las experiencias históricas, prácticas, de los
distintos procesos nacionales y continentales, ni debería significar
patrioterismo, segregación, ni xenofobia, sino todo lo contrario.
La
identidad nacional, la unidad de los pueblos de Nuestra América, y el
internacionalismo obrero y popular son elementos identitarios, de gran
relevancia, que desde elMULCS entendemos inseparables a la hora de
construir una organización política popular que se trace una estrategia de
poder.
8.
Tradiciones
políticas e identidades capaces de sintetizarlas. Así como Fidel y Chávez, son
probablemente quienes mejor simbolizan el antiimperialismo hoy en
Nuestramérica, el Che ha sido y es la figura que mejor expresa a nivel de masas
la unión de ese concepto, no solo con los de revolución y socialismo, sino
también con una ética y una moral revolucionaria ejemplares. Es en ese plano,
que en torno a la conducta y el nombre de Darío Santillán, se ha constituido
una referencia capaz de conformar una tradición político-social que ya expresa
a quienes construyeron el movimiento piquetero, pero también a las masas
luchadoras y solidarias de nuestro país. A las que cada 25 y 26 de junio se
conmueven en la estación y en el Pueyrredón (y en otros puentes y rutas de todo
el país) y conmueven la realidad política nacional. A las mujeres, las “doñas”
de las barriadas más humildes; a las feministas; a les “viejos” y “viejas” que
tratan de reconstruir una estrategia revolucionaria latinoamericanista y
socialista; a les educadores populares; y especialmente a las y los jóvenes
rebeldes más comprometidos con las necesidades de su pueblo. La coherencia con
los principios, los valores, la ideología y la conducta que encarnó Darío
(simbolizando a miles de luchadores populares) es y deberá ser un rasgo de
identidad irrenunciable de la “nueva izquierda” que necesitamos. Quienes
apelando a la identidad de Darío hoy apuestan a convivir en un frente político
con sus asesinos, no pueden tener futuro. El necesario amplio frente que reúna
a las distintas tradiciones de la izquierda, tiene y tendrá a Darío como una
referencia central, y a la dirigencia pejotista marcada a fuego por organizar
su asesinato y el de Maxi .
Eso nos
desafía y a la vez nos llena de fuerza y entusiasmo en el MULCS,
para caminar desde el Movimiento de los Pueblos, por un Socialismo Feminista desde
Abajo, y a la par de otras organizaciones
compañeras, la reconstrucción de una «nueva izquierda» que se proponga cambiar
todo lo que deba ser cambiado. Antiimperialista, feminista, popular,
anticapitalista, socialista, de masas, que sea parte de ese amplio frente de
las tradiciones de izquierda en nuestro país. Una izquierda que se proponga
partir desde la experiencia histórica de las masas populares con el peronismo,
proyectándolo a una ruptura de fondo con la dirección de las «burguesías
nacionales», cuya recreación es una propuesta sin posibilidades desde hace
muchos años. Una izquierda que tenga la política permanente de construir un
amplio frente de los distintos sectores de nuestro pueblo en lucha
(campesinado, pueblos originarios, movimientos ambientales, de mujeres y
disidencias sexuales, intelectuales, capas medias agredidas por el capital
financiero) y que reconozca a la clase trabajadora como central para empujar el
profundo cambio social, revolucionario, que necesita nuestra patria.
Con firmeza y con humildad, trabajamos
en esa perspectiva política.
Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/07/15/argentina-en-cuestion-mulcs-como-esta-y-como-pensamos-la-nueva-izquierda-que-tanto-necesitamos/
No hay comentarios:
Publicar un comentario