Violencia colectiva
18 de octubre de 2016
Por Juan Pablo Neri
Pereyra (Rebelión)
Los últimos meses se han caracterizado por una recurrente y
perseverante violencia machista, cuyo extremo más notable fue el trágico
asesinato de Lucía Pérez, en Mar del Plata, con métodos medievales. La problemática
de los femicidios ha generado amplio debate y no tardó en ser engullida por la
propia institucionalidad del sistema de desigualdad. ¿De qué manera fue
engullida esta problemática? En el caso boliviano, a través de la promulgación
de una ley (348) para supuestamente castiga la violencia machista, pero al
estilo gastado del sistema judicial del Estado patriarcal: o sea, a través de
penalizar al agresor en cada caso concreto. Una solución por demás sistémica y
que no pretende en absoluto cambiar el sistema de desigualdad.
Por eso hay
que decirlo, la violencia machista no puede ser tratada como impulso individual
de sujetos desviados que transgreden un orden social supuestamente funcional y
justo. Las agresiones machistas que vienen teniendo lugar de manera más
frecuente son violencia
colectiva, que es producto de la sociedad patriarcal y sus suplementos: el
Estado y las relaciones económicas. No es una violencia que emerge de alguna
exterioridad primitiva de la sociedad, sino desde los adentros racionales de
Entonces, también me permito afirmar, aunque sin posibilidad de
establecer una comparación en términos cuantitativos porque para la estadística
gubernamental este tema recién ha adquirido una aparente relevancia, que es una
violencia en escalada. Es decir, la mayor recurrencia de hechos de violencia
contra mujeres no sólo tiene que ver con que ahora haya una mayor
contabilización de la misma, sino que hay una escalada de la violencia machista
justamente porque hay una mayor contabilización. Me explico, en una de sus
proposiciones para una explicación matemática de la ética, el filósofo Spinoza
expresaba: "Si imaginamos que alguien afecta de alegría a una cosa que
odiamos, seremos afectados de odio hacia él". La mayor visualización en
términos estadísticos de la violencia machista, a raíz de la promulgación de
leyes contra la violencia contra la mujer, no tiene en absoluto que ver con una
toma de conciencia feminista por parte de las estructuras de poder. Sino que es
la secuela de correlaciones de fuerza que resultan de una mayor recurrencia de
acciones políticas por parte de las mujeres. Esto no quiere decir que exista
una lógica de gobierno que obedece a la sociedad organizada. Sino que el Estado, a
través del gobierno, siempre busca desmovilizar toda acción política que
cuestione la legitimidad de sus estructuras. Esta es la lógica del Estado.
Siguiendo, aunque la respuesta gubernamental al fenómeno descrito
anteriormente sea el intento de sofocarlo a través de políticas concretas y
disfuncionales, la sociedad patriarcal tarda en comprender el carácter
sistémico de esta respuesta y, en consecuencia, reacciona pensando que tiene
lugar un agravio a los privilegios. Esto es lógico porque no existe ningún
canal de comunicación directa entre las ideas conservadoras y las mentes
conservadoras. Sino que ambas se configuran en el tiempo y a partir de procesos
sociales. Por lo tanto, la reacción se manifiesta de múltiples maneras: desde
reclamos colectivos furiosos como la intervención a la intervención de Mujeres
Creando en el SIART el pasado 11 de octubre; la intensificación de la difusión
de ideales sobre la sociedad patriarcal y recordando el “lugar” de la mujer, ya
sea a través de canales oficiales, como las intervenciones de altos burócratas,
o en espacios no gubernamentales como los medios de comunicación y las redes
sociales. Entonces
se genera, de manera no planificada o, por los menos, no enteramente
planificada, un amplio entramado reaccionario en el que participan de manera
consciente e inconsciente una multiplicidad de actores tanto institucionales,
como individuales carentes en el fondo de albedrío.
Se configura, por lo tanto, un entramado de violencia machista
colectiva, del cual también forma parte el Estado, y cuyo objetivo de fondo es
aleccionar y devolver a la mujer al lugar que le corresponde en la sociedad
patriarcal. No es violencia individual, aunque se pretenda diferenciar el
exceso la violencia física del agresor y el femicida, del resto de la sociedad. Es
necesario dejar de ser condescendientes. La violencia colectiva, en este caso
tiene un carácter conductual, ideológico y relacional. Esto es: son las mismas
ideas machistas y las mismas relaciones sociales patriarcales las que derivan en comportamientos que pueden parecer tan
distintos como la publicación de memes de humor machista en las redes, o la
interpelación entre amigos sobre el consumo o no de prostitución, hasta el
asesinato de una mujer con métodos medievales, entre otros. No estoy afirmando
que estos distintos comportamientos son equiparables, sino simplemente que
provienen de una misma matriz ideológica y relacional.
Juan Pablo Neri Pereyra es anarquista.
Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=218096
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