La hipocresía de otorgar un Nobel
¿de la Paz?
a Juan Manuel Santos
7 de octubre de 2016
7 de octubre de 2016
Por Carlos Aznárez
Resumen
Latinoamericano.-
"Es un reconocimiento al duro trabajo y a la muy importante iniciativa del
presidente Santos", dijo la portavoz del Comité del Nobel de la Paz,
cuando procedió a anunciar quien era el elegido de este año para esa
distinción, cada vez más devaluada.
El
sistema sabe a quien premia y en qué momento lo hace. Como ocurriera con la
designación, en anteriores períodos, de esos dos grandes ejecutores de la
política de exterminio contra el pueblo palestino, llamados Shimon Peres
y Rabin. O el mismo galardón que le entregaron a Barak Obama, para que pueda
ampliar impunemente la guerra en Medio Oriente o mantener en funcionamiento la
base de torturas de Guantánamo.
Por más
que se disfrace de lo que no es y que en este último tiempo haya hecho
esfuerzos para cambiar de look y vestir de blanco a todo su gabinete, Santos
tiene un largo recorrido como impulsor de las estrategias guerreristas del
establecimiento colombiano.
Compartió
gobierno con Alvaro Uribe Velez y fue partícipe con este en la aplicación de
políticas genocidas contra el pueblo colombiano. Desde el cargo de Ministro de
Defensa, el ahora Premio Nobel dirigió las Fuerzas Armadas desde 2006
hasta ayer nomás (mayo de 2009) en tareas de "limpieza" y
"tierra arrasada" contra los guerrilleros de las FARC y el ELN.
Solo
basta recordar su compromiso con regar el territorio con cadáveres de
campesinos y campesinas a los que se conoció como "falsos positivos".
Hombres y mujeres que ni siquiera pertenecian a la insurgencia pero que en su
afán de extirpar las protestas reivindicativas y sembrar terror, el ejército
los secuestraba, les ponía un uniforme verde oliva, les plantaba un arma y los
asesinaba. Los medios del sistema
hacían el resto identificandolos como "subversivos" o
"integrantes de las bandas terroristas".
Como en
la época de la "conquista del Oeste" estadounidense, cuando los
soldados cazaban como animales a los indios y luego de asesinarlos les cortaban
una oreja para luego exhibirla y recibir recompensa, los uniformados del
ejército de Santos fotografiaban los cadáveres de los "falsos
positivos" y por cada uno de ellos había una compensación económica extra.
Otra
perla en el curriculum sangriento de Santos es la "Operación Fénix "
por la cual la fuerza aérea colombiana violó la soberanía ecuatoriana, y
bombardeó a mansalva el campamento del comandante de las FARC Raúl Reyes en la
zona de Sucumbíos. Se trataba de una operación conjunta con el asesoramiento
del Mossad israelí y tareas de inteligencia de la CIA norteamericana, que fue
ejecutada cuando los guerrilleros dormían y poco pudieron hacer para evitar las
bombas mortíferas de varias toneladas y la operación posterior a cargo de
helicópteros artillados que balearon a mansalva a los sobrevivientes.
De esta
manera, el ahora Nobel de la Paz y su colega Uribe Vélez, ambos halcones
guerreristas, se sacaban de encima a uno de los hombres que precisamente
estaban avanzando en la idea de abrir negociaciones entre las FARC y el Gobierno
y para ello había hecho contactos internacionales que pudieran ayudar en esa
tarea.
No sólo
murió Reyes en ese acto de barbarie sino que también masacraron a otros 22
guerrilleros. La matanza se extendió a algunos estudiantes mexicanos de la UNAM
que visitaban el campamento fariano, mientras que otros quedaron gravemente
heridos.
Tiempo
después, cuando Santos llega al gobierno prosigue con la estrategia uribista de
golpear antes que nada al Secretariado de las FARC, y es durante su gestión que
son asesinados el Mono Jojoy y el máximo jefe fariano Alfonso Cano, contando en
cada oportunidad con la ayuda de servicios israelíes y norteamericanos.
El
paramilitarismo, también es un factor a tener en cuenta en la historia
santista, ya que cuando gobernaba Uribe alcanzó su máximo nivel operacional,
aterrorizando a punta de balas y motosierras a la población civil. Prevalecía
el concepto, y Santos participaba del mismo, de "quitarle el agua al
pez", masacrando sin piedad a grandes núcleos poblacionales, sobre todo
campesinos, que pudieran constituirse en semillero de la guerrilla. Así
decenas de miles de personas fueron ejecutadas por las Convivir, las
Autodefensas de Colombia, o las Aguilas Negras, todos rótulos utilizados por el
terrorismo paramilitar.
En
conclusión: no caben dudas de que este Nobel de la Paz a Santos viene con
premio agregado ya que le llega en un momento en que su imagen de "blanca
palomita de la paz" se había chamuscado parcialmente después de los
resultados negativos del plebiscito. Es entonces que urgía "darle una
manito" que le permitiera seguir en carrera y poder presionar a las FARC
para renegociar los acuerdos firmados después de pactar estos cambios
sustanciales con su socio Alvaro Uribe Velez. Qué mejor que un Premio Nobel
para que el presidente Santos se sienta reconfortado y con fuerza para mostrar
a la opinión pública que resulta importante sumar al uribismo "a la
paz".
Los
rasgos de hipocresía que aparecen casi siempre tras las bambalinas de estas
distinciones internacionales son más que odiosos. Sirven para asegurar la
impunidad de los violadores de todos los derechos humanos, los gratifican y
blanquean socialmente. Más aún, les otorgan más poder para imponer sus
criterios de "paz" a la contraparte, buscando que, como en este caso,
sea la insurgencia la que esté obligada a aceptar cambios tramposos impuestos
precisamente por quienes han hecho de la guerra una constante en la vida del
pueblo colombiano.
Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/10/07/la-hipocresia-de-otorgar-un-nobel-de-la-paz-a-juan-manuel-santos-por-carlos-aznarez/
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