Crisis:
tendencias y alternativas
21 de octubre de 2016
Por Pablo González Casanova
El sistema de dominación y acumulación en que vivimos -conocido
como Capitalismo- tiene como atractor principal: la acumulación de poder y
riquezas. En su comportamiento actual, para lograr sus fines el sistema emplea
todos los modos de producción que lo precedieron. Combina el trabajo asalariado
con el esclavismo, y uno y otro con el trabajo del siervo y con las nuevas
formas de tributación y despojo, que hoy se ocultan en deudas impagables y
réditos usureros, que los acreedores cobran con bienes y territorios por las
buenas o por la fuerza.
A los países
endeudados, cuando les llega la hora de pagar y no tienen con qué, los hacen
acumular deuda sobre deuda y pagar más y más intereses hasta que por fin los
embargan y los obligan a desnacionalizar y privatizar propiedades nacionales y
estatales… es decir, los despojan. Esa es la nueva acumulación primitiva o por
desposesión en una de sus muchas variantes. Todo ocurre en un conocido proceso
por el que los gobiernos deudores someten sus decisiones, su dignidad y sus
políticas a las corporaciones y complejos acreedores, que son quienes realmente
mandan.
Los políticos colaboracionistas creen que ser un buen político es
obedecer a esos que mandan, es enriquecerse con los que mandan, y es llegar a
ser como los que mandan. Piensan que así es la vida, y hasta dicen y se dicen,
que la historia también es así, y que quienes no entienden los cambios actuales
se están aferrando a un pasado que ya no existe, y se ocultan los avances con
sus necios prejuicios.
Piensan también que en este mundo, aunque no lo digamos, todos
somos sinvergüenzas, pero que ellos -los políticos distinguidos, y que mandan
queramos o no- son más inteligentes y eficaces que quienes los critican. Ganas
tuvieran sus opositores de ser como ellos. Así piensan.
Todo lo anterior
parecería anecdótico si no sirviera para darnos cuenta que la crisis que
vivimos es una crisis económica, moral, intelectual, política y social. Es una
crisis que abarca todas las actividades de la vida humana, incluso las del
conocimiento de lo que pasa y de lo que va a venir en el mundo y el país, en
que sus trabajadores de tierra, mar y aire, sus campesinos, agricultores y
mineros, sus comunidades indígenas y no indígenas, sus sectores medios y sus juventudes, tendrán más posibilidades
de defenderse, y de ganar, si a una organización de organizaciones sectoriales,
regionales, fabriles, comunales, barriales, añaden la
organización desde abajo y con los de abajo de su voluntad colectiva y
personal; la organización de su conocimiento y del saber, la organización de su
conciencia para mejor lograr lo que los trabajadores y los pueblos quieren, y
para impulsar -lo que es fundamental- el fortalecimiento y organización de
nuestra moral de lucha, de nuestra moral de cooperación, de compañerismo, y,
también, de concertación de voluntades tanto para resistir, como para luchar, y
construir las relaciones y estructuras de otro mundo posible y necesario en
que, con la democracia-como poder del pueblo- éste organice la vida y el
trabajo para alcanzar esa emancipación, esa libertad y ese respeto a las
diferencias de raza, edad, sexo, religión, filosofía, para las que la humanidad
dispone hoy de conocimientos y técnicas que consoliden la emancipación humana,
Si los sueños del pasado se quedaron en sueños -y los sueños, sueños son-, hoy,
con las técnicas de organización de que disponemos y una fuerte moral
colectiva, se pueden realizar, si no cejamos en nuestra decisión de lucha y nos
organizamos en redes, en coordinadoras, en colectividades, en colectivos, en
comités de fábrica, de barrio, de calle y en otros enlaces presenciales y a distancia,
que constituyan un nuevo tipo de partido capaz de construir las bases de otro
mundo posible.
Hoy, podemos hacer
que nuestra lucha solidaria de pueblos y trabajadores viva ese paso de lo ideal
que se vuelve real. Sí se puede. Y aunque estemos en plena tormenta, o por eso
mismo.
La crisis en que
vivimos es una crisis que rompe muchas de las tendencias que se daban, en
particular las que buscan su solución dentro del actual sistema de dominación y
acumulación capitalista, con sus mentirosos actos caritativos, generosos,
humanitarios, y hoy, hasta dizque para salvar la tierra que ellos mismos están
con su entrañable codicia, destruyendo.
Las grandes crisis de este sistema de dominación y acumulación
movido por el afán de poder, de riquezas y utilidades no sólo obedecen a que
baja la tasa de utilidades de las compañías, o a que hay problemas de
sobreproducción o de subconsumo. No sólo se deben a especulaciones de unos
cuantos banqueros que quiebran a miles de deudores, como la crisis que se
desencadenaron en 2008 y que sirvió de detonador de la que el mundo todavía no
sale.
Las crisis se producen también deliberadamente por las
corporaciones financieras para maximizar su poder, sus riquezas y utilidades,
para debilitar a los trabajadores y hacerlos que pierdan sus derechos y bajen
la fuerza de sus demandas y, que hasta para comer se sometan a toda suerte de
tiempos, ritmos, riesgos, salarios de hambre, enfermedades seguras, y daños
incurables.
Las crisis provocadas, inducidas, sirven a la vez para que las
grandes corporaciones hagan negocios a costa de medianas y pequeñas empresas, y
hasta de países a lo que sacan fuera de los mercados nacionales e
internacionales, o a los que entre deudas, presiones y colusiones someten,
suplantan o integran a sus propias compañías privadas, -como es el caso del
petróleo mexicano-, o de inmensas regiones del territorio nacional que pasan y
pasarán a ser “enclaves coloniales”. Las crisis inducidas se enfocan también
contra los servicios públicos que los grandes capitales quieren privatizar a
toda prisa, o en incesantes acometidas, como ocurre con las universidades, los
hospitales, las pensiones… y con la educación toda, que buscan desmoronar para
transformarla en negocios de unos cuantos. En los servicios públicos codiciados
incluyen hasta las pensiones y jubilaciones y el conjunto de la seguridad
social. Todas esas actividades en vez de ser una carga fiscal aumentan sus
haberes y poderes. Así como patrones de la educación forman estudiantes mental
y materialmente eficaces y eficientes para los servicios que requieren, y como
patronos de los hospitales estimulan tratamientos y medicamentos que duran
tanto como lo que permiten los recursos y seguros de los clientes…
Empeñados en tan fieros empeños, los grandes patrones ni por asomo
piensan en las personas a las que despojan y ponen en la calle, sanos o
enfermos, y que de la noche a la mañana se quedan sin recursos para sus gastos
elementales de salud, educación, pensiones, producción, comunicación,
servicios, alimentación y hasta de agua para beber. Es más a quienes se vuelven
vendedores de la calle, cuidadores de automóviles, boleros, plomeros, relojeros
les quitan sus trabajos con persecuciones de la policía o con productos que ya
no tienen compostura, o que “compactos” salen de las grandes fábricas y cuando
una pieza no sirve se van a la basura.
La variada ofensiva afecta a grandes y pequeños países, campos y
ciudades, montes y lagos, ríos y mares, suelos y subsuelos, lo cual significa
una creciente disminución de los empleos y de las fuentes de trabajo, medidas a las que acompañan con macropolíticas de represión y
corrupción que no sólo incluyen la violación de los derechos nacionales sobre
el territorio, la población, la soberanía, sino los derechos humanos que ellos
mismos dicen defender y que de por sí ya están muy limitados.
Entre sus agresiones destaca el incesante ataque a los derechos
agrarios de las comunidades, y el despojo por narcos y mafiosos de los recursos
y las tierras de ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios. La ofensiva no
sólo incluye los derechos sociales y los de agricultores y campesinos sino los
derechos sindicales, y los derechos ciudadanos… Es más a la devaluación de la
moneda, a la inflación creciente que prepotentemente juraron controlar, añaden
la congelación de salarios en moneda y especie, o en servicios y mercados antes
subsidiados y hoy desaparecidos o por desaparecer a favor de la megaempresas
que todo lo producen y todo lo venden hasta las semillas de que la vida no
nace, y los remedios que desatan
pandemias.
Mientras eso y más ocurre -y al mismo tiempo- los hacedores de
tanto daño, y que a tantos dañan, se pasean y pavonean haciendo como que son
grandes señores, respetables funcionarios, responsables y seguros empresarios, eficientes
y eficaces hombres de Estado. A su pública apariencia añaden un doble teatro
que también pone en crisis la realidad… desapareciéndola… ¡La realidad no
aparece!
De un lado si el éxito de la dominación en crisis se debe a la
cooptación y colusión de cuadros y clientelas subordinadas y subrogadas que
circulan a través de todo el sistema gubernamental abierto y encubierto, de
otro se debe al arte maravilloso de la televisión, de la propaganda a la
sociedad de consumo, combinada con mezclas, alianzas y amalgamas de una
macropolítica de corrupción y represión que funciona desde los grandes mandos
de la globalización neoliberal y “desde la sombra” hasta los gobiernos y grupos
criminales abiertos y encubiertos que juegan sus respectivos papeles entre autonomías
y sujeciones, entre soberanías y servidumbres, amalgamadas o coludidas…. Con
razón muchos autores no sólo hablan de una crisis del capitalismo sino de una
crisis de la civilización.
Algo de eso es lo que está pasando aquí y en el mundo que domina
el complejo empresarial-militar-político y mediático de Estados Unidos y de la Unión Europea , con
sus redes de aliados, socios y subordinados de una globalización que se
distingue de la política imperialista anterior, por lo menos en dos terrenos:
Uno consiste en que más que dominar a los Estados-Nación desde un centro
rector, las sedes imperiales están organizando una burguesía global, cuyos
enlaces consolidados reciben el apoyo necesario para enriquecerse y acumular,
siempre que del ingreso nacional total, las corporaciones se queden con la
mayor parte. A esas medidas que organizan la lucha de clases global, quienes de
veras mandan añaden otras por las que regularmente dominan a sus socios
periféricos. Consisten éstas en darles “luz verde” en la corrupción y la
represión, una corrupción y represión de las que se benefician en grande las
Metrópolis y que la banca mundial oculta, cuando en realidad son ellas y ella
quienes hacen del narcotráfico y el terrorismo uno de los principales negocios
del “enlace globalizador” de las corporaciones financieras, armamentistas,
mineras, agroindustriales, constructoras, y de los variados servicios que les
dan para la construcción de infraestructuras y meganegocios en las ciudades y
territorios de la periferia, al tiempo que los gobiernos nativos adquieren
cuantiosas deudas interiores-exteriores, que no destinan al desarrollo del
país, sino a la importación de materiales y productos que los prestamistas
producen y de que se deshacen en ventas negociadas para el descomunal enriquecimiento
y la buena marcha de las corporaciones y sus deudores. La creciente deuda
externa no se emplea así para adquirir bienes de producción que les hagan
competencia en medio de la crisis sino para la adquisición de bienes de consumo
que las corporaciones no tienen a quien vender.
A tan nuevas y renovadas medidas se añade otra más que es
importante señalar y es la que concierne a la organización global de la lucha
de clases, que corresponde a la impresionante novedad de los llamados “golpes
de estado blandos” aplicados sobre todo contra los llamados “gobiernos
progresistas” o “de izquierda”. En la lucha global de clases se usan, con
beneficios sin cuento, los vínculos entre el crimen organizado y el gobierno
local, asesorado e informado éste por el gobierno global y apoyados
abiertamente por las burguesías nacionales. En la lucha se combinan las guerras
“internas”, reales, con las virtuales, con o sin uso de los militares, y
mediante la combinación de la inflación con el desabasto, de la publicidad y la
propaganda con los agentes provocadores… La novedad prevaleciente se basa en el
uso de las contradicciones de clase de pueblos y trabajadores que tiran a los
gobiernos progresistas con el apoyo del poder legislativo y el judicial y a
veces con el del segundón en el poder ejecutivo, todo en medio de un ejército
que defiende el orden legal existente... La globalización es otro imperialismo,
muy otro, en Occidente y también en Oriente; en el neoliberalismo de aquí y en
el estatismo no menos sofisticado de allá.
En cuanto a los gobiernos que luchan eficaz y eficientemente en
las redes de lo socios comprometidos y leales, la globalización neoliberal
apoya su fidelidad siempre que le den más y más de lo que les piden o que no
incurran en desobediencias. En ambos casos se les amenaza con denunciarlos y,
si es necesario, cuando ya no le sirven, las propias corporaciones y complejos
apoyan las denuncias de latrocinios y crímenes, y les aplican los calificativos
de “gobiernos fallidos” o de “gobiernos canallas”. Así es el arte de gobernar
“eficientemente”, así se ejerce una llamada “democracia” que ha sido
privatizada por las grandes corporaciones y utilizada por clase política para
ocupar puestos jugosos de elección popular y disponer de las ventajas y concesiones
de que se sirven sus jefes políticos y clientelas.
En México el sistema político, con sus sindicatos y organizaciones
del antiguo sector popular, obrero y agrario actúa en un mundo fantasmagórico
en que las mutuas acusaciones de corrupción o violencia criminal, individual y
colectiva, generalmente son inconsecuentes, y “allí quedan” -en meras
denuncias-; mientras los partidos políticos, a más de sus luchas internas y de
sus alianzas desideologizadas entre los que se dicen de derecha o de izquierda,
más que presentar y defender un programa alternativo socialdemócrata, o
reformista, o que retome como programa la Constitución que ya se deshizo, se
dedican a acusaciones personales de latrocinios, crímenes, y flaquezas, con un
agravante más: que cuando presentan un programa para la solución de los
problemas nacionales y sociales, su candidatos, una vez elegidos casi siempre
se olvidan de las promesas, y muestran, con variados tonos, su pobre y
elocuente deterioro moral.
En medio de tan grave situación se dan dos circunstancias a nivel
mundial que hacen cada vez más necesaria la organización de los pueblos y los
trabajadores: la amenaza a la vida en la tierra si el capitalismo subsiste, y
el horror sistémico que vive la humanidad con la actual organización del
trabajo y de la vida.
Para la solución de todos esos problemas y para el establecimiento
de una democracia desde abajo y con los de abajo, el papel de los trabajadores
va a ser crucial y a su presencia como actores fundamentales de la emancipación
quiero dedicar unas palabras finales, a reserva de referirme en otra ocasión al
reciente Congreso Nacional Indígena y del EZLN con su extraordinario acuerdo de
consultar a sus comunidades sobre la posibilidad de librar la lucha electoral
con todos los mexicanos que se sumen al proceso emancipador, y que para ello
funden el poder del pueblo mexicano. Los trabajadores cumplirán en éste y en
todos los proyectos emancipadores un papel fundamental para su organización y
éxito.
De hecho, todos los problemas referidos incluyen la presencia
activa de los trabajadores en su sentido más amplio, que es el correcto y, al
mismo tiempo hay otros problemas que directamente les conciernen y de que me
gustaría hablar, así como, de los retos que se les presentan para una organización
y una lucha que puedan hacer de la clase obrera y del pueblo trabajador, uno de
los actores que con su vanguardias construya la democracia, es decir, la
soberanía del pueblo sobre la de monarcas, oligarquías, burocracias y
corporaciones.
La crisis está afectando en el mundo y en nuestro país a los
trabajadores como a la inmensa mayoría de los seres humanos y amenaza con
afectarlos como a todos los seres vivos y al planeta tierra. Esto es
científicamente exacto. Pero por lo que se refiere a los trabajadores, algunos datos y cifras pueden ser muy ilustrativos, y son
esenciales para darnos cuenta de la urgente tarea de organizarnos y de las
mejores formas de hacerlo.
Empleo un estilo telegráfico para dar cuenta de algunos. Según la Organización Internacional
del Trabajo 25 millones de personas son víctimas de trabajo forzado. Según la “Walk Free Foundation”
el número de esclavos en México es de 376,800 personas. Los peligros de
desempleo por la robotización y el uso de nuevas tecnologías y de “sistemas
inteligentes” varían en las distintas regiones y en una misma región. El riesgo
de la automatización del trabajo en los países de la OCDE alcanza 9%. Parece
estar subestimado… Una investigación de la Universidad de Oxford calcula que
los trabajos en alto riesgo de perderse alcanzan al 47% en Estados Unidos. En
todos estos casos se habla de trabajos que pueden ser automatizados en una
década o dos. La mayoría corresponden a transportes, labores de producción y
también de trabajo administrativo y de oficina. Otra amenaza más se refiere a
los desplazados por la violencia, que según el Consejo Noruego para refugiados
en México llegan por lo menos a 281,400 internos con unos que son masivos -es
decir de 10 o más familias-, y en que destacaron 15 estados. De 2007 a 2011 se estima que
pasaron a Estados Unidos ll5mil personas de las 254 mil que querían entrar sólo
en Ciudad Juárez. Como la ayuda a los campesinos ha sido totalmente abandonada
de acuerdo con la política neoliberal globalizadora 11millones trescientos mil
mexicanos se encuentran en la extrema miseria, cifra proporcionada por Consejo
Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el CONEVAL. Entre
trabajadores, periodistas, estudiantes, líderes comunales y muchos otros, como
víctimas se registran más de 100, 000 homicidios intencionales de 2006 a 2012, según el
Informe Especial de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o
arbitrarias. Según cifras estimadas de organizaciones de la sociedad civil el
promedio anual de migrantes indocumentados que ingresa a México puede llegar a
400 mil. Y hay migrantes que llegan de Asia, África, el Caribe, Sudamérica, que
tratan de pasar a Estados Unidos como indocumentados por ciudades del Este y el
Oeste. La emigración actual es inmensa; la del futuro tiende a ser mayor.
No puede uno ignorar que todos estos datos son muy “incómodos”
para los ricos y los poderosos y para quienes los encubren y ensalzan, o
simplemente, no quieren oír nada del mundo desagradable. Pero son muy
importantes para quienes creemos que otro mundo es posible y luchamos poco o
mucho para que hasta lo que parece imposible sea posible como decía aquél
letrero del 68. Y querríamos terminar este recuento
refiriéndonos a los jóvenes que son quienes van a vivir en el futuro inmediato
como trabajadores manuales e intelectuales. Sobre todos ellos pesa el peligro
de la privatización de escuelas y universidades. Al conflicto magisterial que
la llamada reforma educativa alentó se añaden crecientes daños y amenazas a las
escuelas y universidades públicas. En ambos niveles, niñez y juventud viven
problemas que parecen identificarse con una política expresa -y no sólo
indirecta-de desarrollo del subdesarrollo. No debemos nada más enfrentar esa
política sino acrecentar las fuerzas de pueblos y trabajadores y de las
organizaciones que con ellos y para ellos luchan por otra organización del
trabajo y de la vida.
Ser trabajador es
ser obrero, campesino, empleado, profesor, ingeniero, médico, abogado, y
profesionista en el uso de las manos y la inteligencia. Si
en los trabajadores productivos se encontró por la teoría crítica al
protagonista de la emancipación, la historia fue mostrando varios hechos
significativos que es necesario llevar a la conciencia y a la acción. Uno de ellos
es que a los trabajadores de la producción industrial se tienen que añadir hoy
los de la agricultura, los de las comunidades, los desplazados, los sin papeles
y también los de la distribución, los transportes y servicios, así como los
trabajadores que viniendo de las clases subalternas y de los sectores medios viven en carne propia y en su conciencia, la
irracionalidad de un sistema dominado por quienes están enfermos de poder,
utilidades y riquezas, a tal grado que se ocultan el estado universal de
barbarie y de inmoralidad que el sistema dominante impone, amenazando hoy la
existencia de la propia vida de sus beneficiarios y la de sus descendientes,
hechos todos que no son producto de mentes deprimidas a las que acusan de
catastrofistas, sino de quienes, junto con los pueblos y los
trabajadores organizados en su moral de lucha, de cooperación y de
compartición, lidiaremos y venceremos.
19/10/16
- Pablo González Casanova es Ex rector de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).
Texto presentado en el Foro Público: “Crisis Global y Nacional:
Las Perspectivas Estratégicas de L@s Trabajador@s”.
Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/181131
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