América Latina: tensión neoliberal y
territorialización del poder
9 de septiembre de 2015
Por: Emiliano Terán Mantovani
(...) continúa
Alternativas, correlación de fuerzas y territorialización del
poder: la centralidad de las luchas desde abajo
Aunque se puedan producir las condiciones ―que siempre serán
temporales― para llevar adelante una gestión política articulada de las formas
de lo público, entre el Estado y una masa crítica popular contrahegemónica
organizada ―siempre en diferentes grados―; aunque se resalte la importancia de
trastocar y transfigurar la forma Estado “desde adentro” de la maquinaria; lo
que consideramos fundamental es quitarle centralidad política a
la idea de que hay que, en primera instancia, ocupar el Estado.
En la medida en la que un movimiento político desde abajo,
efervescente, numeroso, potente, otorga centralidad en su lucha a la toma de la
esfera estatal, se introduce en un campo asimétrico en el que puede,
paradójicamente, ocupar al Estado, mientras que
el Estado, lo ocupa a él. Si el Estado es también una relación
social (dominante), entonces en sus formas se producen tipos de subjetividades,
corporalidades, territorialidades, redes moleculares de poder, las cuales son
finalmente funcionales a la reproducción del capital. Se genera pues, algo que
pudiésemos llamar una dominación productiva,
a partir de sus estructuras de relacionamiento y sus formas de racionalidad.
El reconocimiento del Estado como máquina de dominación, no
supone un desentendimiento o abandono del mismo, del campo de lo público,
cuando se trata de pensar horizontes anti y post extractivistas, rentistas y
capitalistas. No solo porque el Estado no va a desaparecer de la noche a la
mañana, sino también porque su función en la escala del sistema interestatal
mundial y la
División Internacional del Trabajo y la Naturaleza, puede
variar políticamente, es relativamente maleable, dependiendo de diversas luchas
domésticas. Es decir, no solo se configura un duopolio cooperativo entre Estado
y Mercado, sino que se pueden desarrollar diferentes niveles de contradicción
entre ellos, que podrían ser más o menos favorables a procesos de luchas
locales, lo cual puede ser aún más vital y relevante en los débiles
Estados-nación periféricos. Se trata de la contradicción planteada por David
Harvey entre la lógica del capital y la lógica territorial[40].
Pero lo fundamental, con miras a abrir o mantener las
posibilidades de reproducción de una política popular de lo común –resistencia
y constitución–, es el estado de la correlación
de fuerzas en un espacio-tiempo específico, la síntesis que se
produce en el completo campo de la política (que puede ser en un país, pero no
únicamente), y que está determinada por las fuerzas y probabilidades de cumplir
sus objetivos, por parte de los actores que disputan en dicho campo –para lo
que nos compete, las subjetividades contrahegemónicas–. A esto lo podemos
llamar la composición política.
Esta composición política pues, está fundamentalmente
determinada por las luchas desde abajo. Todo
proceso contrahegemónico de horizonte social emancipatorio, se mueve y produce
a partir de la lucha popular ―es su factor constituyente y originario―, la cual
puede generar una recomposición que mejore las condiciones de disputa, la
gestión común de la vida y las posibilidades de transformación social. Esto
aplica en particular para el Estado, que posee “internamente” su propia
composición política que lo define, y que puede ser reformulada para que ejerza
un rol más favorable al proceso reproductivo de lo común.
Es la lucha popular territorial el punto de partida, llevada
adelante para reproducir la vida, sin que esto implique, de ninguna manera, el
abandono de ámbitos más amplios de disputa política, de escalas municipales,
biorregionales, nacionales, continentales o incluso globales. Se trata de la configuración
y el ejercicio de otras soberanías, de posibilidades para la autonomía material
de pobladores y pobladoras, de producción de narrativas propias, que en primera
instancia no admitan límites exteriores y anteriores a su propio despliegue y
decisión –como lo ha propuesto Raquel Gutiérrez Aguilar[41]–,
y que no detienen su movimiento territorial para esperar una supuesta
“resolución histórica” de la contradicción Estado /movimientos sociales,
orientada a la conformación de un imaginado «Estado integral».
La territorialización del poder se alimenta de esos otros códigos y
formas de hacer contrahegemónicos, de las cotidianas deserciones que producen
los pueblos desde abajo, presentes en movilizaciones de diversos tipos, como la
de los pueblos indígenas bolivianos o las expresiones cooperativas del chavismo
popular urbano. Lo importante es pues, mantener
el deslinde vital entre lo público y lo común, entre lo que se
instituye y lo constituyente.
Si las luchas masivas tienden inevitablemente a declinar, a
agotarse, después de una ola ascendente y efervescente, y con ello, la
composición política se hace más adversa a la producción y reapropiación de lo
común, y el Estado se hace más reaccionario y conservador, la única alternativa
ante esto es procurar el florecimiento territorial de lo común, de la
comunalidad –vista como estabilización de lo común–, que permita que los
procesos de lucha social, la configuración de alternativas y transformaciones,
se hagan más orgánicas.
Si el Estado es también una creencia colectiva, es
fundamental construir nuevos sentidos comunes, nuevas creencias sociales que
busquen desplazar a la conciencia colectiva de su inevitabilidad, al fetiche
del Estado, a su capacidad de abstractalizar el
poder, a su esencia trascendente, para en cambio territorializar la posibilidad
emancipatoria.
Bogotá, septiembre de 2015
Emiliano Terán Mantovani es sociólogo e investigador del Centro de
Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), autor del libro "El fantasma de la Gran Venezuela ",
mención honorífica del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2015.
Fuentes consultadas
Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/172285
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