Chavismo, crisis histórica y fin de ciclo:
repensarnos desde el
territorio
4 de enero de 2016
4 de enero de 2016
Por: Emiliano Terán Mantovani
Los resultados electorales del 6-D 2015
en Venezuela parecen ser el síntoma de un proceso de estancamiento y reajuste
conservador que se ha estado desarrollando ante nuestros ojos. Lo que tenemos
ahora es la oficialización de un nuevo escenario institucional en el cual, dos
de los sectores políticos más reaccionarios de los que disputan el poder en el
país – neoliberales mutantes o edulcorados, y neoliberales
uribistas [1] – , y como bloque, en América Latina, se harán del control de
mecanismos de decisión formal y de sectores del aparato estatal, buscando
allanar el camino para la expansión de procesos de acumulación por desposesión.
Este desplazamiento político parece
apuntar pues, a una estrategia de remodelación radical de toda la arquitectura
progresista de la
Revolución Bolivariana , amenazando más abiertamente los medios de subsistencia de la población trabajadora y
a la naturaleza.
Estas visibles amenazas, junto con una serie de mitos,
slogans y tabúes políticos que se terminaron de romper a partir del 6-D, han
estimulado un debate descarnado, plagado del ¿qué hacer? en una situación excepcional. La
sensación de distanciamiento que tienen las bases sociales chavistas respecto a
las cúpulas gubernamentales, junto con esta sensación de desmoronamiento y
restauración conservadora, invitan, con mucha fuerza, a discutir nuevamente,
todo, desde abajo.
El poder desde abajo:
¿condiciones para la configuración de un nuevo ciclo político de luchas en
Venezuela?
Si algo parece que siempre se le ha
reclamado al proceso político venezolano reciente, ha sido su falta de
organicidad en facetas claves: no ha habido suficiente gente deseando la
comuna, no se ha logrado configurar un sólido entramado cultural e ideológico
para salir del rentismo y " construir el socialismo " , no se ha
constituido un núcleo material productivo suficiente para darle sustento al
proyecto y apuntar a la muy nombrada independencia. El proyecto ponía mucho
énfasis desde arriba para lograr los grandes objetivos nacionales del socialismo.
Pero tal vez convenga admitir que, en los momentos de mayor esplendor de los de
abajo, sean en pequeñas o grandes expresiones (ej. 13/04/2002), la política
general fue la de contención y administración de la potencia popular –que en
los primeros años del proceso parecía decir ¡queremos todo!, ¡podemos con todo!
Nuestra hipótesis es que, luego del
ciclo histórico de luchas populares en Venezuela entre 1935-1970, se inició
otro a partir de 1987/1989, el cual podría haber culminado entre 2005/2007. La
hegemonía del Petro-Estado a partir de 2004/2005 comenzó a cambiar las formas
de la producción política y las movilizaciones de calle del bloque
contrahegemónico se fueron corporativizando, regulando y mermando. Entre
2008/2009 (crisis económica global), pasando por 2013 (año del fallecimiento
del Presidente Chávez), hasta este caótico cuasi-trienio (marzo 2013/2015), el
proceso ha evolucionado del estancamiento a la entropía (como caotización
sistémica). Algo parece haberse quebrado y podrían generarse las condiciones
para la configuración de un muy complejo nuevo ciclo de luchas populares.
Chavismo, subjetividad y
contrahegemonía en el devenir de una tormenta política
Nunca es suficiente recordar una y otra
vez que toda la producción de una política progresista viene precedida, y es sostenida, de
luchas concretas desde abajo – de esta forma, Chávez y la Revolución Bolivariana
son paridos y recreados numerosas veces por las fuerzas sociales de calle (27-F
1989, 13-A 2002, dic-ene-feb 2002-2003, etc.) –. El futuro de la «Revolución Bolivariana »,
de las posibilidades de mantener políticas sociales favorables a las clases
trabajadoras, de salir del rentismo petrolero, del Partido Socialista Unido, o
en general de cualquier agenda de izquierdas, progresista, o de transformaciones
con un horizonte emancipatorio, se constituyen, en primera instancia, por estas
luchas populares.
Pero estas luchas populares desde abajo
no tienen por qué ser pensadas solo en abstracto. Luego de casi 100 años de
desarrollo del capitalismo petrolero en Venezuela, desde fines del siglo pasado
se han producido las condiciones para la fertilización del proceso de
producción de subjetividad contra-hegemónica más potente y masivo tal vez de la
historia republicana del país, y esto ha ocurrido alrededor de códigos comunes
que han girado en torno a un complejo proceso identitario que podemos llamar chavismo.
En
otros espacios hemos planteado por
qué creemos que la narrativa originaria del chavismo se fue configurando desde
abajo, que el chavismo se ha constituido como una comunidad política y
afectiva, y que es una identidad en disputa – y por tanto tiene facetas
contradictorias – , en la cual se ha producido un progresivo desplazamiento de
sus potencialidades emancipatorias y una neutralización de su fuerza expansiva
contrahegemónica por parte de una trama burocrático corporativa.
A pesar de los múltiples ataques y
agresiones que ha sufrido, sea por la reaccionaria oligarquía tradicional, o
bien por la élite burocrática que se ha hegemonizado en el Petro-estado, el chavismo sigue siendo una fuerza viva. Y esto es
así, no principalmente por sumarse más de 5 millones y medio de votos al Gran
Polo Patriótico Simón Bolívar. El chavismo nunca ha sido una invención
electoral, o una identidad vacía, inoculada de arriba hacia abajo, sino
fundamentalmente el índice de un proceso histórico de producción de
subjetividad.
La ontología del chavismo, su base
fundamental, se sostiene aún, sobre dos pilares: a) una base discursiva
definida – un imaginario – , esencialmente anti-neoliberal, que enarbola un
ideal nacionalista-popular, de reivindicación histórica de los sectores
excluidos, de justicia social. Es una construcción política
literalmente progresista; y b) una potencia material –una fuerza bio-política colectiva – , desafiante, levantisca,
turbulenta, ciertamente contradictoria, pero irresistible, movible, expansiva y
niveladora, que se inscribe en lo que parece ser una especie de tradición histórica
de lucha popular en Venezuela.
Ambos pilares de la ontología del
chavismo representan la base orgánica de un largo proceso histórico de
producción de subjetividad contrahegemónica, de la cual no se puede anunciar
ligeramente su muerte o su “adiós”, como múltiples voceros, fundamentalmente
reaccionarios y cercanos a la coalición de la MUD, lo han hecho principalmente
después de la derrota electoral del 6D.
De ahí que, el chavismo popular, el
contrahegemónico, el ”salvaje”, ha sido, es, y seguirá siendo el
principal objetivo de la guerra permanente contra el proceso de
transformaciones que
se ha producido en Venezuela en las últimas dos décadas. Éste es la clave en
esta partida de ajedrez, porque es el elemento vivo que podría en realidad
efectuar un « golpe de timón » o detener la ola restauradora. Por esta razón,
el inicio de la crisis económica global (2008+) y de la burocratización del
proceso allanan el camino para una estrategia conservadora de disolver la Revolución Bolivariana ,
carcomiéndola por dentro, como un cuerpo canceroso –en consonancia con lo que
hemos llamado la metástasis de capitalismo
rentístico –, en una disputa vital que se ha
estado produciendo sobre el tejido social venezolano, impactando
significativamente a esa comunidad política que llamamos chavismo.
Si resaltamos que los procesos e
identificaciones políticas no son en ningún modo estáticos y que numerosas transformaciones
han ocurrido no sólo en el período 1989-2015, sino incluso en este caótico
cuasi trienio 2013-2015, debemos destacar dos ideas que consideramos
determinantes en estos tiempos de cambios e incertidumbre:
a) el agotamiento de un ciclo político
histórico no supone necesariamente, o de manera lineal, el fin de un ciclo de
luchas populares. Un ciclo político histórico –que se puede periodificar y
delimitar geográficamente– se refiere fundamentalmente a un período en el cual
predominan modos de hacer política, discursos y símbolos, regímenes de gubernamentalidad(Foucault), modalidades en la
acumulación capitalista, que eventualmente empiezan a dejar de funcionar como
lo habían venido haciendo, y comienzan a abrir las puertas al surgimiento de otros
patrones generales de producción política – de ahí que en nuestros tiempos se
haya abierto este debate sobre fin de ciclo en América Latina – . Sin embargo,
un ciclo de luchas populares desde abajo, determinado por ciertos patrones de
lucha, de subjetividades, marcos reivindicativos, y en especial, por su
pertinencia en las transformaciones históricas – masividad, potencia,
proporcionalidad en una correlación de fuerzas general – , puede atravesar
estos ciclos, producirlos, o también ser producidos por estos [2] .
El agotamiento del “ciclo progresista”,
no representa el final de una historia de luchas, sino la continuación de la
misma bajo nuevas condiciones, determinadas por complejos factores de carácter
sistémico. Esto podría también abrir un nuevo carácter de pertinencia histórica
de las mismas, con nuevas modalidades, narrativas y formatos. Por esto, un
posible agotamiento del período de la « Revolución Bolivariana
» –como tipo de gubernamentalidad, de modalidad de acumulación de capital, de
marco de movilizaciones sociales – no necesariamente supone el agotamiento del
chavismo como canal de conexión de múltiples luchas desde abajo. Más bien
cabría evaluar si, ante un eventual avance restaurador abiertamente neoliberal
en el país, la población en general comienza a resistirla a partir, en buena
medida, de los principios de la “cultura chavista” desarrollada en los últimos
años.
b) La Revolución Bolivariana
no podía convertirse sólo en fuerza de estabilidad, conservación e
“irreversibilidad”. Las transformaciones histórico-sociales son inevitables.
Además vivimos una profunda crisis civilizatoria, y podríamos estar
presenciando una desestructuración histórica del sistema-mundo tal cual lo
conocemos. Esto a fin de cuentas, conviene pensarlo también ante los peligros
de un anclaje o esencialización respecto a una idea del chavismo. Si el
neoliberalismo post-consenso de Washington ha venido mutando en sus mecanismos de acumulación, si
continúan emergiendo nuevas formas de dominación y nuevos tiempos se configuran
para América Latina y el Caribe, y si van cambiando las condiciones materiales
de vida de numerosas personas, de la misma manera se va transformando la
producción de identidades políticas. Cabría entonces evaluar cómo el proceso de
emergencia de subjetividades que se ha producido en torno al chavismo se está
transformando en el devenir de esta tormenta política.
También podemos preguntarnos, ¿qué
posición ocupa el chavismo popular como una fuerza inherentemente
contrahegemónica y aún orgánica, que potencialmente resiste al capital y a la
opresión de los poderes fácticos, en la desgastada dicotomía
gobierno-oposición? O bien, ¿Cómo gobierna, si lo hace? ¿Y a qué se opone, si
lo hace?
Algunas coordenadas de la
crisis: amenazas para los pueblos y la naturaleza
Quisiéramos destacar puntualmente
algunas amenazas y tendencias que se abren o intensifican en este punto de
bifurcación en el que nos encontramos:
a) Uno de los detonantes fundamentales
de la actual caotización del capitalismo rentístico venezolano es sin duda la
crisis económica mundial, y su persistencia en el tiempo (2008-actualidad). Sus
factores causales no solo no han desaparecido, sino parecen intensificarse.
Estamos ante el agotamiento de los elementos que atenuaban esta crisis reciente,
y conviene analizar las perspectivas de un "estancamiento secular" –
adiós al crecimiento sostenido en el largo plazo [3] –. ¿Cómo impactará a las
dinámicas de acumulación y a los procesos de conflictividad interna en
Venezuela una subida de las tasas de interés como la que realizó la Reserva Federal de
los Estados Unidos por primera vez en una década [4] ? ¿Cómo la profunda crisis
global se vincula con una eventual desestructuración del patrón energético
global, tal y cómo lo conocemos? ¿Cómo se conecta esto con las perspectivas de
los precios del crudo y las vías para solventar la crisis económica en el país?
Como lo ha propuesto el economista Michel Husson, aunque no se sabe dónde se
podría producir un punto de ruptura (¿la bolsa, la banca, la deuda, el tipo de
cambio?), “la
perspectiva de una nueva crisis parece casi inevitable” [5] . La
pregunta clave podría ser, ¿qué forma pueden tomar los ajustes en esta nueva
fase de acumulación?
b) El desarrollo de nuevos esquemas de
dominación en el neoliberalismo post-consenso de Washington, supone una
participación más activa del Estado en los procesos de acumulación, a
diferencia del principio ortodoxo del « Estado mínimo » . No es prudente pensar
que los sectores más reaccionarios que intentan una restauración conservadora
en Venezuela y América Latina vayan necesariamente a desmantelarlo todo. Más
bien, podrían usar parte de las estructuras y la institucionalidad construida y
reconstruida en el proceso bolivariano para intentar garantizar una facilitación
a la acumulación de capital y al mismo tiempo tratar de afianzar un modelo de
dominación más viable.
c) La crisis de largo plazo del
capitalismo rentístico (1983-ACT.), en su fase de alta caotización, ha
configurado el caldo de cultivo para intentar (re)abrir un proceso de ajuste y flexibilización económica. Nuestra hipótesis
es que, ante la insostenibilidad del modelo histórico de acumulación nacional,
el pico de las reservas convencionales de crudo en el país y las
transformaciones en los patrones de acumulación en la economía global, el
proyecto de «desarrollo nacional», en cualquiera de sus versiones, apunta a un cambio importante y prolongado en la territorialidad del
capitalismo rentístico venezolano, como forma de solventar la
crisis del modelo y de gobernabilidad. Esto es, una significativa
reorganización geoeconómica del territorio alrededor del extractivismo,
teniendo como polos a la Faja del Orinoco, el Arco Minero de Guayana junto a
otros enclaves mineros del país, y las importantes fuentes de gas offshore [6]
. Las implicaciones de un proceso de transformaciones de este tipo, en el marco
de un modelo histórico de profundas desigualdades sociales, devastación
ambiental y dependencia sistémica, serían trascendentales.
d) Los factores globales y nacionales
antes mencionados parecen favorecer a una intensificación de las
contradicciones sociales y de la conflictividad política en el país. El « Pacto
de Punto Fijo » (1958) conformó las bases materiales para una gobernabilidad a
partir del auge de la economía mundial y de los precios del petróleo en la
posguerra, pero sobre todo, cuando el modo de acumulación capitalista rentista
petrolero todavía tenía un margen de reproducción “equilibrado”. ¿Cuál es la
base material para un pacto político y social nacional basado en un modelo que
no puede ya reproducir sus circuitos económicos vitales de manera sostenible?
e) Esta caotización sistémica, pero
sobre todo, la guerra permanente que se ha dirigido contra las fuerzas
populares para revertir el avance de los factores contrahegemónicos de la Revolución Bolivariana ,
han golpeado muy fuertemente al tejido social venezolano. Esta tal vez sea una de las amenazas más determinantes para el
proceso de transformaciones de los últimos años, y tal vez estemos
en presencia de la crisis institucional más severa de toda Suramérica
(instituciones sociales, instituciones políticas formales, instituciones
económicas), a lo cual es fundamental poner nuestra atención.
Repensarnos desde el
territorio: la ecología política del chavismo
Una de las paradojas de la Revolución Bolivariana
ha sido que, mientras se otorgaban a las luchas populares algunas banderas de
reivindicación radicales, generalmente no se concretaba una territorialización del poder que posibilitara la constitución
masiva del proyecto. Esto significa que las pulsiones y las energías se
orientaron fundamentalmente a grandes ideales (el Socialismo del Siglo XXI),
factores metafísicos y trascendentales, tiempos pasados y futuros, y a formas
mediadas de poder, y muy poco a reproducir desde abajo, en el aquí y el ahora,
esta radicalidad emancipatoria.
Si recordamos las luchas sociales del
primer siglo republicano (de principios del siglo XIX a principios del XX),
estas estaban movidas fundamentalmente por un deseo de recuperar la riqueza
concreta (principalmente la tierra). Con el desarrollo del capitalismo
rentístico, y con el perfil urbano que toma la territorialidad y la
subjetividad del venezolano, las pulsiones de las luchas populares se han
dirigido hacia la riqueza abstracta (básicamente, la renta del petróleo), y
esto sigue siendo así en la actualidad.
Discutir nuevamente, todo, desde abajo, al calor del sacudón del giro electoral
reciente, es una ocasión para repensar estos procesos históricos, y los
ocurridos en la
Revolución Bolivariana en los últimos años, y tratar de
recuperar el centro de la producción política en el territorio, en la superficie. Esto
de ninguna manera implica un aislamiento o abandono de las luchas a escalas
nacionales o estatales, que serán trascendentales en el futuro. Más bien nos
hace recordar que una de las expresiones más radicales del « mandar obedeciendo
» en Venezuela en los últimos años se produjo el 12 y 13 de abril de 2002,
mostrando cómo los de abajo sacuden las bases de un movimiento de restauración
conservadora y reinician un proceso instituyente hacia arriba. La vuelta
popular contrahegemónica a Miraflores ahora, en estos tiempos, cobra el sentido
de la exigencia a que los de arriba hagan parte del planteado « golpe de timón
» y que se recupere la esencia reivindicativa del proyecto.
Pero si entonces la lucha popular
territorial fuese el punto de partida político de cualquier agenda, a cualquier
escala geográfica, la pregunta clave parece ser cómo comenzar a
reterritorializar las luchas sociales en Venezuela, que podrían estar
configurándose en un nuevo ciclo histórico; cómo resignificar el chavismo
originario sobre sí mismo, sobre la materialidad de sus cuerpos, de sus
entornos, de sus cotidianidades.
Necesario es recuperar la centralidad
de los medios de reproducción de la vida en la agenda de lucha popular – y no
sólo atender a los medios de
producción, como lo ha planteado Silvia Federici – . Ahí se juntan y se
encuentran todos los de abajo: chavistas convencidos, chavistas desencantados,
exchavistas, opositores de las clases trabajadoras, « ni-nis » de los barrios
urbanos, pero también esas subjetividades un tanto más alejadas de nuestra
modernidad petrolera como los pueblos indígenas, que no obstante se vieron de
una u otra forma involucrados en el proceso de cambios. La subjetividad popular
del chavismo nació precisamente de la negación radical que el capital – en su
forma rentista – hace a las personas de sus medios
de reproducción de la vida.
Tal vez ahí, en primer lugar, deba reencontrarse.
No hay socialismo sin agua, no hay
autonomía política ni resistencias sostenibles (resiliencia) a una restauración
conservadora sin autonomía material, no hay proyecto emancipatorio sin las
posibilidades de acercarnos a la gestión de la vida y el territorio. Esto es lo
que hemos llamado la ecología política del
chavismo contrahegemónico.
Los tiempos animan para reimpulsar
agendas populares de transformación. Sobre esto propondremos para cerrar:
Ø En Venezuela básicamente en la
actualidad no hay un referente ético que nutra el discurso político. Ante la
metástasis de la corrupción y el descrédito que salpica los proyectos
políticos, es necesario hacer un claro deslinde: ¿qué supone, por ejemplo, para
las bases populares del chavismo, denunciar a una burocracia corrupta y decir
¡no en nuestro nombre!? Y luego, ¿cuál es el proyecto colectivo que surge de
esta reivindicación ética?
Ø Es necesario reconocer que un proyecto
de lo común en Venezuela tiene sus particularidades: no tiene, por ejemplo, los
rasgos generales de las comunidades indígenas como en Bolivia, Ecuador o
Guatemala, siendo en cambio fundamentalmente de perfil urbano. Son pues, formas
de comunidad muy movibles, diversas, volátiles y en permanente reformulación.
Estas son las bases sobre las cuales debemos partir para pensarnos desde lo
común.
Ø Luchas desde abajo aisladas no tienen
pertinencia histórica. En este sentido, la proliferación de redes de
organizaciones populares y plataformas de movimientos sociales es vital. Hay un
interesante saldo de experiencias, saberes y organización que ha dejado la Revolución
Bolivariana. Tenemos demasiado para aprender unos de otros,
de los de abajo, que conforman un tejido de saberes y haceres populares que
representan la base material para un proyecto emancipatorio: redes de
producción agrícola, producción cultural en barrios urbanos, formas de economía
cooperativa y solidaria, gestiones territoriales comunitarias en las ciudades y
en zonas rurales, y un largo etcétera. Esto está ahí. Ahora, ¿cómo lo
convertimos en una amplia red?
Ø Una agenda mínima popular compartida
¿hacia dónde podría enfocarse?: una auditoría social de todas las cuentas de la
nación, incluyendo la deuda – el pueblo no tiene por qué pagar los desfalcos de
unos pocos – y la canalización de mecanismos nacionales de contraloría social
de las mismas ; la democratización de la ciudad y la « revolución urbana » es
una de las claves; redes interregionales de producción agrícola popular
vinculadas al consumo urbano; nuevas formas de gobernanza nacional-territorial
– ¿cómo fomentar la comuna en tiempos turbulentos? –; acceso y cuidado de los
bienes comunes para la vida, con especial atención en el agua; sostenibilidad
energética a partir de experiencias piloto (como en la
propuesta de los TES en el Zulia );
salarios dignos y protección a trabajadores y trabajadoras ante la
precarización laboral; auditoria social de los proyectos extractivos
–principalmente en la Faja del Orinoco– y moratoria de los proyectos mineros en
el país; igualdad de género y respeto a la sexo-diversidad en todas las
instituciones sociales; redes sociales de promoción de saberes populares,
comunes y tradicionales como plataforma de construcción de modos de vida
alternativo; y redes sociales de seguridad y protección social-territorial.
Fuentes consultadas (...)
- Emiliano Teran Mantovani es sociólogo e investigador en ciencias sociales, y hace parte de la red Oilwatch
Latinoamérica
http://www.alainet.org/es/articulo/174501
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