Raquel
Gutiérrez A.:
“pensar las condiciones de
una política no estadocéntrica”
28 de julio de 2014
“pensar las condiciones de
una política no estadocéntrica”
28 de julio de 2014
Por: Emiliano Terán Mantovani
Opinión
Charlar con la socióloga,
matemática y luchadora social mexicana, Raquel Gutiérrez Aguilar, empaparse de
una visión que se nutre fundamentalmente desde las luchas populares, desde
abajo, y confrontarla con las experiencias y saberes producidos en el marco de la «Revolución Bolivariana »
venezolana, hace de este, un encuentro más que fructífero y retador. Con
Raquel, quien desde 2011 es docente en el Instituto de Investigación en
Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, compartiendo espacio con John
Holloway ‒con quien tiene una cercanía
teórica‒, y que además es una
investigadora muy poco conocida en Venezuela ‒país que nunca ha visitado‒, hemos conversado sobre asuntos medulares para América Latina,
como las claves para entender los procesos recientes en la región, dónde ubicar
y cómo mirar al Estado en las cartografías políticas de análisis,
interpretaciones del papel de los gobiernos progresistas en nuestros procesos
de transformación, y también algunos planteamientos sobre el chavismo y el
zapatismo.
ETM: Los procesos de transformación
recientes en América Latina han supuesto también, tanto un redimensionamiento
de las disputas epistemológicas para comprender nuestros procesos históricos en
la región, como la aparición de nuevos problemas, nuevos elementos, nuevos
sujetos. ¿Cuáles son las claves que propones para interpretar estos procesos?
RGA: Yo leo la historia reciente de
América Latina a partir de las luchas que se han protagonizado desde abajo, y
que fueron un conjunto de luchas muy potentes, muy decisivas, muy masivas, que
se fueron relevando. Podemos empezar justamente desde aquel «Caracazo»
inaugural, empezar a ver en los noventas el acuerpamiento y la potencia del
movimiento indígena ecuatoriano, que empezó a ocupar tierra, que empezó a
disputar decisión política, que empezó a cuestionar formas de exclusión, etc.
Pero después, a partir del 2000, vemos una ola enorme de movimientos en América
latina, la sucesión de caídas de presidentes. En Buenos Aires, por la lucha
bonaerense básicamente, por la lucha piquetera,
pero que era una lucha en toda Argentina, y que descarriló el proyecto liberal
menemista, obligando y empujando a una reconstitución posterior. Vemos la ola
de levantamientos y movilizaciones en Bolivia que desde el 2000 en Cochabamba,
después con los continuos cercos a la ciudad de La Paz que estableció el
movimiento Aymara, con la insurgencia cocalera de Evo, fue desgastando
totalmente el modelo neoliberal en Bolivia hasta su caída y hasta la posterior
llegada a la presidencia por Evo Morales, uno de los representantes importantes
de esos movimientos que protagonizaban la lucha. Y así podríamos seguir pasando lista. Esos
que mencioné son los casos más conocidos, los casos más estridentes.
Yo tengo la impresión de
que lo que se acentuó en esos momentos fue una capacidad de veto social, se fue
produciendo colectivamente una capacidad de veto. Se llegó un momento en el que
no era admisible una forma de ejercicio del gobierno, una forma liberal,
absolutamente pro-capitalista, y así fueron cayendo esos gobiernos. Entonces,
ese es un primer punto que me parece muy relevante. Es decir, detesto
expresarlo con claridad, las lecturas que parten de arriba hacia abajo, que
parten de la omnipotencia, omnisciencia y gran sagacidad generalmente de un gran
barón, porque esa es una acción de desconocimiento radical de ese protagonismo
de quienes ponen el cuerpo en los caminos, en los bloqueos, en las luchas, etc.
Hombres y mujeres, niños, ancianos y ancianas, sociedad movilizada, sociedad en
movimiento, ¿a partir de qué? A partir de sus heterogéneas y polimorfas tramas
asociativas, que llega un momento en que se politizan. Entonces, no estoy
desconociendo la relevancia de organizaciones estructuradas de manera más
canónica, de las figuras de agregación sindical, frentista, partidaria; estoy
al mismo tiempo tratando de plantear una línea para descentrarlas del
protagonismo, y ver, tomar interés y darle la importancia a eso, a lo cual no
se le da.
En la narrativa del gran
sujeto moderno que disputa al otro gran sujeto abstracto que es el capital ‒entendido como relación social, pero de alguna
manera inasible‒, se le contrapone otro gran
sujeto mítico en la figura de un caudillo, en la figura de un partido, en la
figura de una gran organización sindical, que lo que hace es empañarnos la
mirada para entender con mucha mayor claridad y con mayor profundidad este
conjunto de actividades cotidianas, sistemáticas, desparramadas, desagregadas
por el mismo capital, pero susceptibles de politización y de veto de aquello
que no les conviene. Esa es mi clave de interpretación de la realidad
latinoamericana, de ahí que yo nunca fui particularmente entusiasta por los
gobiernos progresistas, sin estar en contra de ellos. Simplemente, ahí no me
parece que está ni lo más interesante, ni lo más creativo, ni lo más capaz de
producir novedades políticas que trastoquen y subviertan las relaciones de
dominio del capital, me parece que eso está en lo otro. Y me parece también que
la subversión de las relaciones del capital, de su domino, de su control, de su
continua cadena de despojos e imposiciones, va de la mano con un sujetar
políticamente a las personas, a estas tramas comunitarias centradas en la
reproducción de la vida, polimorfas y susceptibles de asociación, que
intervienen diciendo “no”, pero después, cuando empieza el momento de la
positivización, son capturadas por acciones extranacionales. Y eso, siento yo,
que es algo que ha pasado sistemáticamente en los propios países con gobiernos
progresistas.
El gobierno venezolano,
honestamente, no conozco exactamente cómo pasa, pero tanto de los otros dos que
son sus “primos chicos", el señor Correa y el señor Morales, y los
gobiernos que ellos encabezan, me parece que han concedido demasiado en
términos de reconstrucción de formatos y leyes, formatos institucionales y
andamiajes legales absolutamente concordantes con el orden de acumulación del
capital. Con un orden de acumulación del capital un poco distinto que, por
ejemplo en el caso boliviano, limita y se trata de desatar de las corporaciones
trasnacionales más poderosas del mundo que anteriormente estaban ahí sujetando,
pero que vuelve a atarse a otro tipo de intereses, como los intereses de la
oligarquía brasileña.
Finalmente, la lucha
potente protagonizada por estas comunidades que se suelen insolentar, que se
insubordinan y que pueden abrir caminos de reconstrucción de la posibilidad de
convivir de otra manera, no tiene nada que ver con escoger entre modalidades de
la acumulación del capital, sin negar que hay algunas más profundamente
depredadoras de otras, pero sabiendo al mismo tiempo que a la larga van a ser
lo mismo, y van a caminar en el mismo camino. Porque finalmente –otra vez‒, la relación de los procesos de acumulación
del capital se basan en la devastación, se basan en la desposesión y se basan
en la
explotación. Entonces , partiendo de ahí ya tengo un panorama.
ETM: Creo que en la actualidad
tenemos signos muy claros de que estos recientes procesos de cambio de corte
progresista en América Latina parecen estar ralentizados o estancados, donde
además se han abierto espacios para que diversas fuerzas reemerjan y estén
disputándose, con más vehemencia, la hegemonía y el control político en varios
de esos países. Dado este escenario, ¿cómo visualizas el panorama de la región,
y en especial el de los gobiernos progresistas para los años venideros?
RAG: La cosa es que yo siento que estos
gobiernos progresistas en realidad se han dado un tiro en el pie, porque han
desconocido la fuerza de donde salieron, y han concentrado sus esfuerzos en los
últimos cinco o seis años en conseguir las condiciones organizativas y
políticas para cabalgar esos movimientos, para cooptarlos, para capturarlos
política y organizativamente, es decir, para limitar su capacidad beligerante y
sobre todo su posibilidad de relanzar objetivos políticos. Entonces, lo que ha
ocurrido es que ha habido un re-monopolización de la decisión sobre el asunto
general que excluye a los protagonistas que produjeron los propios gobiernos, y
que se coloca sobre ellos a título de esa cosa abstracta que es “la nación”
–que es la unidad ideal para la acumulación de capital‒, y se ha convertido en una especie de
“administrador general” de cosas, en vez de auspiciador de procesos
transformativos; y eso colapsa porque tiene un límite.
Los gobiernos
progresistas ahora están acosados desde varios lugares, se ven amenazados,
están siendo deglutidos por el capital chino en Ecuador ‒el “deglutidos” en sentido literal‒, y en el caso boliviano están siendo
acosados, por ejemplo, por las trasnacionales de la agroexportación, con las
que nunca se desataron. Y sí, tienen una creciente capacidad todavía en
Bolivia, un poco más fisurada en Ecuador, de establecer términos de control
sobre sus propias poblaciones, de generar procesos muy simulados ‒porque son copia y calca de la democracia
procedimental que hace diez años estábamos tratando de hacer caer, tratando de
habilitar procesos de producción de la decisión política mucho más vastos,
mucho más profundos‒; tienen esa capacidad allí,
pero cada vez menos tienen esa capacidad de confrontar ofensivas como la que
está atravesando Venezuela, cada vez están más incómodos para eso, cada vez son
más vulnerables, porque hay un error sistemático en esta cuestión de dónde
viene la fuerza, de quiénes son los protagonistas de la transformación social.
Hay una confusión tremenda, y es que los 300 o 400 años –porque si ponemos una
generalización de relaciones tendencialmente liberales y capitalistas a partir
de las reformas borbónicas del XVIII, digamos, para contar– hay históricamente
una tendencia a ese desconocimiento de la fuerza colectiva, una tendencia hacia
una individualización brutal, una tendencia hacia centrar la mirada en estos
procesos llamados modernizadores pero que son en realidad acciones brutales de
«despojos múltiples», porque son despojos múltiples en términos de riqueza
material y despojos de capacidad política.
Entonces, no me extraña
que estén desgastándose, viéndose más débiles, teniendo que conceder más cosas,
viéndose acorralados por otros intereses, etc. La fuerza no era de ellos, nunca
lo ha sido. Ellos fueron fuertes en tanto fueron expresión de ese conjunto de
tendencias y de anhelos que se pusieron en juego y no pueden dejar de serlo,
pero al mismo tiempo su intención fue tratar de dejar de serlo. Entonces, dan
“gato por liebre”, es tremendo porque se expropia la capacidad de producir
decisión sobre asuntos generales y se le devuelven bonos focalizados para
permitirte consumir un poco más. Eso no es algo que estuviera planteado en el
horizonte comunitario popular que yo creo que sí despegó, se hizo visible,
audible, perceptible en América Latina en la década pasada.
Y ahora tenemos una
revisión de los esfuerzos que ya hemos visto ocurrir, una revisión “trucha” ‒diríamos a lo peruano‒, una revisión pirata de una película que ya
vimos, porque ni siquiera es un esfuerzo por reconstruir unos Estados más o
menos parecidos a los tramos de bienestar que tuvimos en otros momentos, con
Estados realmente fuertes que emprenden acciones económicas realmente serias.
Tenemos una especie de Estados que negocian, que se arrogan en el mundo del
mercado que domina al mundo, en calidad de titulares de la posibilidad de
negociar lo que no es de ellos a partir de regímenes de concesión, por un lado,
igualito que los gobiernos liberales más horribles como el de Colombia y el de
México; y por otro lado, tenemos políticas de tutela a partir de programas
focalizados. Entonces, concesión y tutela, los dos grandes pilares que, al
menos en los países andinos de altura, quisieron destrozar y hacer caer estos
movimientos, los ves reinstalados por los gobiernos progresistas que sí,
mantienen cierto control y van a ganar las elecciones, con ese procedimiento
tramposísimo que es el procedimentalismo electoral, y más si estás ocupando el
aparato del Estado. Pero qué de aquellas grandes deliberaciones públicas, qué
de aquella apropiación de la capacidad de decidir y de incidir, qué de aquella
capacidad que la vimos existir. Bueno, por eso se dieron un tiro en el pie,
entonces caminan cojos y a ver hasta dónde llegan, y caminan despacito, en eso
va esa ralentización que tú ves, ese debilitamiento, así lo veo yo.
ETM: Si estos gobiernos son tan
funcionales al capital, ¿por qué el ataque imperialista que se ha dado
constantemente sobre estos países? ¿Cómo podríamos explicar esa contraposición?
Históricamente, uno ve que los sistemas más funcionales han sido más bien
sostenidos por los grandes capitales, evitando las conflictividades internas y
tratando de mantener justamente el orden. ¿Cómo tratar de entender, si son tan
funcionales al capital, que haya ese ataque de diversas formas?
RGA: O sea, los ataca el imperialismo
estadounidense, no los ataca el capitalismo ruso reconstruido: es su aliado. No
los ataca el capitalismo chino explotador: es su aliado. Entonces, lee a nivel
más amplio el conjunto de dinámicas, de confrontación geopolítica que nos
tienen al borde de la “N ”
guerra mundial, que nos tienen en vilo, porque se está amenazando una
confrontación muy drástica en momentos de una depresión en el propio corazón
del capitalismo industrial, que no acaba de terminar, que no termina, y eso
exacerba las contradicciones interimperialistas, como lo dicen los clásicos.
Pero es un recorte heredado de una lectura de los años 50, el pensar que el
imperialismo capitalista es solamente encarnado por los Estados Unidos, y de lo
que yo estoy hablando es de la relación del capital. Estos gobiernos
progresistas tienen de donde escoger, y eso es lo que han estado negociando.
Han estado negociando con el diablo habiéndose disparado en el pie, pues, por
eso es que están “remal”.
ETM: Si hipotéticamente, se abriera en
América Latina un nuevo proceso de reconstitución de un bloque popular sobre la
base del descontento social, donde se conjugaran los movimientos sociales con
los ciudadanos explotados, excluidos e indignados, y se abriera un nuevo camino
para la transformación profunda de las sociedades latinoamericanas, o al menos
de algunos países, ¿qué papel podría jugar el Estado, tomando en cuenta sus
propios límites estructurales, en la configuración de procesos sociales de
transición? ¿Qué rol juega no sólo en la dinámica interna de un país
determinado o de un bloque, sino en la geopolítica?
RGA: Pues, me haces una pregunta que
a mí me saca de mis cánones comprensivos. Yo no suelo pensar desde el Estado
porque no me interesa, y no es que sea un antiestatalismo furibundo, es que a
mí lo que me interesa es la lucha; porque lo que veo es que es en la lucha
donde se pone en juego la cosa, la posibilidad misma de producción, la
posibilidad misma de que tenga sentido tu pregunta. Entonces, lo que estoy
reflexionando desde el año 2009 cuando se empezó a sentir, a percibir ya el
aquietamiento de estos ritmos de transformación, se da sobre la base de dos
ideas centrales que me dan mucha luz: por un lado, el hecho de tener mayor
claridad y de seguir trabajando con una postura política de abajo que sea “no
estadocéntrica”, es decir, no estoy diciendo que sea antiestatal, a veces es
muy bueno tener un aliado en el Estado, pero ese no puede ser el objetivo
nunca. Si nos colamos de chanfle como en Bolivia colamos a Evo, de chanfle
absoluto, a la presidencia del gobierno, cuando se deciden las elecciones
presidenciales de 2005, las que gana Evo, tenías el país paralizado por
bloqueos en todos lados. La gente movilizada fue capaz de poner cercos en La
Paz, cercos en Sucre, cuando el congreso se traslada a otra ciudad para poder
sesionar y decidir las medidas contra la población. En fin,
ahí se desplomó, ahí quedó muy evidente que ya los que estaban gobernando no
podían gobernar, que se había quebrado un orden de mando.
Entonces, lo más importante
de ese momento, lo que yo he aprendido y eso es a lo que pongo mi esfuerzo, es
en pensar las condiciones de una política “no estadocéntrica”, que puede hablar
con el Estado, pero me interesa pensar y pulir la política desde lo “no
estadocéntrico”, es decir, cómo conservamos el lugar de enunciación y la
autonomía material, política y moral para continuar logrando establecer una
discusión política de altura con aquel que gobierne, sea quien sea. Y la
respuesta que voy encontrando, es que el punto de partida no puede ser la
recomposición de la acumulación de capital, o variar los términos de la
acumulación de capital, sino que tiene que ser el concentrarnos realmente en
entender y analizar el ámbito de la reproducción material de la vida social y
establecer desde ahí, desde las necesidades que estén produciéndose ahí, los
términos que tienen que guiar la actividad política de los que estén fuera del
Estado, y la posibilidad de mandatar a quien ocupa el Estado. Un poco así me
estoy imaginando la cosa.
Entonces, a partir de
eso, si tú me concedes toda esa premisa, pues yo te trato ahora sí de responder
a tu pregunta, pero es totalmente hipotética. ¿Qué cosas sí necesitamos y qué
cosas no necesitamos? Eso es algo que tiene que deliberarse socialmente. ¿Qué cosas
sí queremos y qué cosas no queremos? ¿Qué cosas podemos proponernos producir,
qué cosas no podemos no necesitar, y qué cosas podemos aplicar? Esa discusión
social no es una cuestión de expertos decidiendo, esa deliberación general,
para ir dando respuestas a esas preguntas, pues, sería la clave que me marcaría
el tono de con qué capital y con qué procesos de acumulación negocio y de cuál
comienzo zafarme. Así un poco me lo imagino, pero es una perspectiva.
A mí me da la impresión
de que la contradicción principal, fundamental, que vivimos en América Latina
es entre estas tramas comunitarias cada vez más despojadas de su posibilidad de
reproducir su vida material y estos consorcios trasnacionales. Entonces, la
cosa es cómo desde esta fuerza los repliegas, cómo te da tiempo ‒y que necesitas tiempo, esto es una cuestión
de escala y de ritmo, es una cuestión de tiempo también‒, cómo empiezas a producir, cómo se empieza a
producir colectivamente esta discusión, esta deliberación política sobre el
modo que queremos vivir, y de ahí se va mandatando a quien ocupe la figura o
lugar del Estado, de qué cosas sí se necesitan y qué cosas no. Así me imagino
yo el comunismo de nuestra era, no el Socialismo del siglo XXI, sino eso.
ETM: Tomando en cuenta que cada país
latinoamericano tiene sus diferencias, ¿cómo impulsar, desde estos sentidos que
analizas, un proyecto emancipatorio en países en los cuales, condiciones de
relativa fortaleza de las tramas comunitarias, de relativa organización social,
no están dadas en su punto? ¿Cómo hacer cuando estos tejidos comunitarios y las
formas de organización popular han sido severamente lesionados y desmembrados
por un proceso de destrucción, de despojo largo y prolongado? ¿Cómo podríamos
pensar en esos escenarios un poco más complicados?
RGA: Yo creo que estos pensamientos tienen un carácter muy particular y
son pensamientos que emergen desde situaciones, que están situados. Porque si
te estoy hablando de que yo trato de aprender de las luchas, que mi escalpelo
para entender las cosas es desde las luchas, es en medio de las luchas,
entonces esto no te lo sabría responder así en frío. Pero lo que yo pienso es
que las luchas potentes que ha habido en esos países en los momentos críticos,
son los que tienen que poder alumbrar otras posibilidades. Porque el
pensamiento que dice que no hay otra posibilidad que la que está siguiéndose es
un pensamiento conservador y cobarde. Entonces, esa esterilidad es de la que
hay que renunciar. ¿Y dónde están los momentos genuinamente fértiles para abrir
las posibilidades? En los momentos de quiebre, como decía Walter Benjamín, los
momentos en los que las contradicciones quedan iluminadas, los momentos en los
que las posibilidades también se delinean al menos como aspiración.
Bueno, qué pasó en esos
países, ¿de cuál hablamos? ¿De Venezuela? Qué pasó en el "Caracazo",
qué pasó en la defensa de Chávez durante el golpe de 2002, qué pasó en otros
momentos importantes de protagonismo de la población venezolana en su
heterogeneidad. No sé si ahí haya o no haya tramas comunitarias, pero lo que sí
sé es que tiene que haber algún tipo de forma asociativa, porque la gente no
vive sola. Que pueden ser formas asociativas despolitizadas, pero qué hicieron
esas personas, esos hombres y mujeres concretos en esos momentos, qué quisieron.
Yo lo que haría sería estudiar eso y capaz encuentro que hay lugares donde eso
no existe, pero capaz encuentro que sí hay.
ETM: En estos procesos de
transformación regionales, en sus diversos grados, donde resalta el bloque
diverso que supuso los planteamientos más radicales, más alternativos, como lo
fueron Venezuela, Bolivia y Ecuador, y algunas reivindicaciones populares en
otros países, finalmente, vemos que todos ellos terminan convergiendo y
reinscribiéndose en la máquina capitalista, todos terminan redimensionando los
modelos capitalistas/rentistas que son los modelos predominantes en América
Latina. ¿Cómo desconectarse de estos proyectos y en qué sentido el proyecto del
zapatismo puede ser aún una referencia para las dinámicas políticas emancipatorias
de nuestra región?
RGA: Yo sigo sintiendo que el zapatismo es
una experiencia tremendamente valiosa, sin que necesariamente tenga que ser
referencia. Yo siento que la experiencia zapatista y todos sus esfuerzos, y
ahora todos esos esfuerzos desde los últimos diez años de construir un
autogobierno, de establecer condiciones, de relanzar siempre su posibilidad de
autodeterminación, por supuesto territorialmente asentada y defenderla, lo que
son es un ejemplo de perseverancia, y en ese sentido, como ellos mismos dicen
siempre, a lo más que pueden llegar es a ser un espejo, no un referente, un
espejo para que otros problemas se vean en ellos y decidan como le hacen. Esa
es la cosa, otras voces han puesto al zapatismo como modelo, yo siento que los
zapatistas no se han puesto ellos mismos de modelo nunca. Ellos lo que hacen es
decir que sí y que no, y tratan de lanzar conversaciones con el resto, pero no
están tratando de ser una teoría general, no están tratando de pretender que
pueden resolver ellos todos los problemas. Toman un lugar bastante más humilde,
que yo creo que nos convendría tomar.
¿Por qué pretendemos
desde otro flanco ideológico, ocupar el mismo lugar al que han ambicionado las
élites dirigentes del capitalismo a lo largo de los siglos? ¿Por qué tendríamos
que ser como ellos? ¿Por qué tendríamos que aspirar a un lugar particular y
afirmativo, que es el lugar del Estado? ¿Por qué no mejor ensayamos una lucha
tenaz en términos particulares y vemos hasta donde llega, y otra, y otra, y nos
preguntamos por los problemas que tienen esas luchas en generalizarse y en
producir puentes que les permitan reforzarse mutuamente? A mí esas preguntas me
parecen más interesantes que cómo pueda ser el modelo de Estado X, porque eso
no lo sé, y porque además en el momento en que haces las preguntas desde ese
lugar, ocupas un lugar de enunciación que va a jalar tu propio pensamiento
hacia condescender y hacia establecer términos de reconstitución de mando, de
desconocimiento de protagonismo, etc., ya ha pasado muchas veces. Entonces, hay
que relanzar las preguntas, me parece.
ETM: ¿Cuáles preguntas propondrías tú,
por ejemplo?
RGA: La de cómo puede continuar la lucha, desde cómo pueden ser modos
más agudos, de cómo pueden haber articulaciones autónomas entre las luchas, de
cómo se puede pensar en la transformación a partir de la reproducción social de
la vida material –lo cual parece un oxímoron-, de cómo se puede descentrar el
asunto de entender la vida a partir de la reproducción del capital. Preguntas
políticas, preguntas epistémicas, preguntas de fondo. Esas son las que me
gustan, esas son las preguntas de la lucha.
ETM: Cuando uno piensa en la idea de
«agrietar el capitalismo» de Holloway, se pudiese decir que reconoce que los
proyectos populares emancipatorios se enfrentan a un sistema que está en cierta
forma omnipresente o intenta estarlo en la cotidianidad, en la territorialidad. Y
esta idea de agrietar el capitalismo pudiésemos llevarla, y disculpa que
insista, al carácter de relación social que también tiene el Estado. Si como
has dicho, el proyecto no debe ser estadocéntrico, pero reconoce que el estado
existe, ¿no habría una posibilidad también de admitir que hay que agrietar al
Estado?
RGA: Claro que hay que agrietar al
Estado, claro, pero el Estado no se agrieta solo. Hay que agrietar el Estado y
el Estado se agrieta desde afuera. Y si puedes colar a alguien para que ayude a
meter un barreno y haga palanca, pero tienes la fuerza para que cuando te
quiera pegar a ti con el barreno tú le dices: “oye, cálmate, te tocaba
palanquear para que se cayera lo que había”. Eso es un poco lo que siento. Es
que uno siempre está atravesado por la propia relación del capital también,
entonces uno siempre está desgarrado entre lanzar el vínculo con el resto de
una manera y otra, instrumentalizas o acuerpas, explotas o cooperas, pero
puedes hacerlo. Y no estoy tratando de reinstalar una especie de individualismo
metodológico porque yo siempre trato de pensar las cosas en términos
colectivos, pero lo que quiero decir es que siempre hay amplias matrices de
posibilidades, y que la estatal no es la única.
Entonces, vámonos
construyendo palabras, términos, categorías analíticas para ir distinguiendo
desde afuera del Estado cómo queremos que sean, si alguien tiene que estar
ocupando en el mando, en vez de estarles echando porras. Y eso no quiere decir
que tú te pongas en una condición de sistemático desafío, de sistemática
contraposición, de ninguna manera, pero la fuerza social capaz de protagonizar
la transformación social no puede renunciar a pensar con su propia cabeza, a
hablar sus propias palabras, porque si no le aventamos una película. Eso
siento. ¡Ya está muy rollero esto! (Risas)
ETM: Déjame hacerte un par de preguntas
más. ¿Cómo evalúas los procesos de consolidación o germinación de tramas
comunitarias en el marco de la última década en América Latina? ¿En los países
más tocados por estos procesos de cambio, han crecido, han florecido, o por el
contrario se han visto en retroceso?
RGA: Mira, las tramas están de por
sí. En los lugares en los que el capital ha avanzado tremendamente las tramas
se destejen, por supuesto que sí, pero las tramas se regeneran también en otras
partes. El problema duro que hay que ver es la despolitización creciente de esas
tramas, ese es el verdadero problema, ese el tiro en el pie, la despolitización
de esas tramas. Es decir, su cooptación, su sujeción, su enmarcamiento en
formatos de decisión ajena, la inhibición de su deliberación, etc. Lo que vimos
–que yo te destacaba con mucho gusto porque me tocó vivirlo, por suerte, en
América del sur‒, ese momento en el que se hace
evidente esa capacidad política de la gente común, es un momento mágico, es un
momento feroz, es un momento fuerte. Entonces, cómo es posible que hayamos
regresado al estado de despolitización, es la pregunta que me quita el sueño, y
cómo sería posible volver a contribuir a su politización. La tarea que yo tomo
para mí es la de ir tratando de tomar esa pregunta desde una especie de
razonamiento muy abstracto y tratar de contestarla, y son todas las cosas que
te he dicho, eso es lo que veo. Entonces, el entramado comunitario no lo veo
desbarajado, lo veo reconstruido, lo veo reconstruyéndose, pero sí lo veo
despolitizado, como en el caso mexicano.
ETM: Finalmente. Las luchas
contrahegemónicas populares, de la izquierda, antisistémicas –como quisiéramos
catalogarlas‒ en Latinoamérica están hermanadas, en el sentido de que todas son
producto del sufrimiento de la explotación capitalista, de la discriminación y
el despojo, el ataque a sus territorios. Pero uno nota al menos en los últimos
20 años que hay una divergencia marcada. Por ejemplo, por un lado está el
zapatismo como una especie de marca, de característica de cómo pensar la lucha;
y por el otro está el “chavismo”, entendiéndose como un proceso que está
enmarcado primordialmente en torno al Estado. Estas dos corrientes en algunos
escenarios parecen confrontarse, parecen contraponerse, no sólo interpelarse,
sino a veces hasta chocar y señalarse mutuamente. Si uno parte de la premisa de
que es fundamental la articulación de movimientos de lucha, ¿En qué horizontes
podemos articular estas dos líneas políticas, que en realidad están hermanadas
por las luchas anticapitalistas y antineoliberales que constituyen los
movimientos desde sus bases populares, pero que en algunos escenarios aparecen
como confrontadas, o satanizándose unas a las otras? Es decir, ¿Cómo podemos
rearticular estas dos luchas o estos dos campos en un sentido de lucha a escala
regional?
RGA: El zapatismo sí sé que es, el chavismo no me
queda muy claro. El chavismo me parece un término demasiado polisémico, porque
el chavismo puede ser la decisión de Maduro y su almohada, o la lucha generada
de todos los venezolanos sacando y peleando por algo que les compete y
deliberando entre sí lo que quieren o no establecer. Entonces, una tarea para
el chavismo, me parece, ahora que falta Chávez, es establecer los términos del
contenido desde esa expresión. Entonces, bajo el contexto actual me parece que
no se puede, no le veo, ¿por qué? Porque de un lado sí veo que está claro y uno
puede opinar lo que uno quiera del zapatismo, puede haber una guerra tremenda
de posiciones, pero está bastante bien dicho qué cosa hacen y qué cosa no. Y
han establecido a lo largo de muchos años su unidad y la han ido desarrollando,
han vuelto sobre ella, y la han relanzado. Pero digamos que me resulta más
comprensible, quizá porque soy mexicana y porque nunca he ido a Venezuela. Pero
la polisemia del término “chavismo” me parece abismal, porque hay que
preguntarse desde la pertinencia de una política no estadocéntrica, si esta
idea, en una de las acepciones del chavismo, puede ser compatible con uno de
los ejemplos contemporáneos más sistemáticos de plantear políticas estadocéntricas.
Pues no se puede. Ahora, lo que yo creo es que en el proceso y en la lucha
larga del pueblo venezolano hay muchos más contenidos que los contenidos
estadocéntricos que quedan explícitos por lo general, y que son destacados por
la prensa internacional, pero a veces también por el propio gobierno, como si
ellos fueran el ojo de Dios o los que hacen las cosas. Entonces, ahí mi interés
sería más bien tener posibilidad de saber qué más hay, eso me gustaría mucho,
entender las fuentes de la fuerza del pueblo venezolano que nutrieron a Chávez,
pero que Chávez no es la fuente.
Puebla, mayo 2014
- Emiliano Teran Mantovani es sociólogo de la Universidad Central
de Venezuela e investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo
Gallegos - CELARG
Fuente: http://www.alainet.org/es/active/75707
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