El Estado como garante
del poder transnacional
13 de octubre de 2016
En
los últimos años, el Estado se ha convertido en el principal garante de los
intereses de las multinacionales mineras, a través de la acción de los tres
poderes públicos: ejecutivo, legislativo y judicial. En nombre de la seguridad
jurídica y el “progreso”, las autoridades gubernamentales violan los derechos de las comunidades, para instalar proyectos extractivos en
sus territorios.
Por Guillermo Alamino para ANRed
Los años 90 marcaron un antes y
un después en materia minera del país. En esa década, Gioja gestó las
normativas neoliberales que regulan a la megamineria y, de esta manera, se
abrió una nueva etapa en la historia exportadora argentina. Beneficios impositivos,
prohibición al Estado para explotar yacimientos y un régimen ambiental propio
son algunas características del marco legal minero, promovido por el Banco
Mundial. Luego vinieron los Kirchner que continuaron con las políticas
reprimarizantes, en las que también están incluidos los agronegocios, el
fracking y la especulación inmobiliaria en los grandes aglomerados urbanos.
Además, se aprobó la
Ley Antiterrorista que legaliza la represión y la
judicialización de las luchas sociales. Se trata de la opresión en tiempos
“democráticos”. Tiempos de una democracia y un Estado que fue moldeado por
organismos financieros internacionales y dirigentes cómplices del despojo.
En este sentido, la inoperancia de las instituciones judiciales y
el poco interés de Uñac en responder a las solicitudes de la Asamblea Jáchal No
se Toca evidencian la presencia de un gobierno contaminado por las
corporaciones. Hasta ahora, Barrick ha salido impune de todos los delitos
ambientales o infracciones a la ley que ha cometido, como derrame de solución
cianurada en los ríos, instalación en zona periglaciar, carencia de un seguro
ambiental exigido por la
Ley General de Ambiente, entre otros. Los funcionarios no
ejercen su labor teniendo en cuenta las necesidades populares sino que,
contrariamente, colocan en primer lugar los pedidos de las corporaciones.
Barrick ejerce el poder real en la región. Es decir, el Estado se encarga de resguardar a las grandes
firmas, mientras las asambleas llevan a cabo la tarea de defender sus
respectivos territorios ante el desamparo de las sucesivas administraciones
públicas.
Esta problemática nos invita a reinventar la democracia, que se ha
transformado en una ficción donde el pueblo elije al próximo gerente de la
entrega de nuestros bienes comunes. Es una tarea urgente hacer frente a esta
realidad, porque la vida de miles de compatriotas está en juego. Hay que
ampliar la participación ciudadana en los asuntos públicos, con el objetivo de
asegurar un Estado que proteja al pueblo y su patrimonio público.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article12987
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