Greta
Thunberg,
“cambio
climático” y capitalismo
3 de octubre de 2019
Por Marcelo
Colussi
Este desgarrador ejemplo
es claramente demostrativo de cómo funciona el desastre ecológico en curso: no
hay habitante del planeta, en ningún punto, que esté al margen de las graves
consecuencias de los efectos que están teniendo lugar a partir de las
variaciones en el clima. La progresiva falta de agua dulce, la degradación de
los suelos y la consecuente merma en su fertilidad, los químicos tóxicos que
inundan el globo terráqueo, la desertificación creciente, el calentamiento
global, el adelgazamiento de la capa de ozono que ha aumentado un 1,000% la
incidencia del cáncer de piel en estos últimos años, el efecto invernadero
negativo que nos ahoga, el derretimiento del permagel, las interminables
toneladas de desechos no biodegradables que pululan por los océanos o la
posibilidad de un descalabro universal a partir de la contaminación genética
producto de los transgénicos son todas consecuencias de un modelo depredador
que no tiene sustentabilidad en el tiempo. ¿Cuánto más podrá resistirse esta
devastación inmisericorde de los recursos naturales?
Hoy día pasó a hablarse
repetidamente de cambio climático. Hay ahí una falacia, un engaño bien
pergeñado -de ahí que lo pongamos provocativamente entre comillas en el
título-. Presentarlo como “cambio climático” puede dar a entender que se trata de
un fenómeno natural, de una modificación espontánea de factores ambientales. La
realidad, sin embargo, es muy otra. No hay cambio climático sino desastre,
catástrofe medioambiental consecuencia del modelo de producción y consumo
vigente. Dicho de otro modo: es el capitalismo imperante, en tanto sistema
dominante a escala global, el que está produciendo estas tremendas
modificaciones que, como ejemplo, inundarán las Islas Maldivas, por decir lo
mínimo.
Pero las consecuencias
van infinitamente mucho más allá de la inundación de este paraíso tropical,
punto por excelencia de un turismo sofisticado. Millones y millones de personas
ya se están viendo gravemente afectadas: tierras que se vuelven incultivables,
ríos que se secan, aguas oceánicas que avanzan sobre los continentes,
insoportables ondas de calor que matan, tormentas inusitadamente devastadoras,
hambre, sed y desesperación constituyen el panorama global que ya se está
teniendo. Y que, si no se cambia el curso de los acontecimientos, amenaza con
tornarse mucho más grave.
Todo ello no es un simple
“cambio” natural; tiene causas bien precisas y claramente identificables, por
tanto, corregibles. Es el modo de producción que se impuso triunfal hace 200
años, hoy día absolutamente globalizado, centrado en una descomunal producción
para el mercado, haciendo que todo sea renovable, se vuelva obsoleto pronto y
haya que cambiarlo, fomentándose una alocada e insostenible cultura del consumo
y del derroche. Lo que sucede es que el planeta Tierra, fuente última de toda
la materia prima que la industria transforma y nos lo vende a través de
atractivos escaparates manipulándonos con frenéticas publicidades, tiene
límites. Y estamos llegando a ese límite infranqueable.
Ello lleva a pensar,
quizá con un aire de ciencia-ficción, que los responsables últimos de todo
esto, los propietarios de los grandes capitales que fijan las líneas maestras
de cómo va el mundo, sabiendo de toda esta catástrofe, probablemente ya tengan
su alternativa armada: una vida “perfecta” en algún punto fuera del planeta,
totalmente artificial, alejados de la decadente catástrofe mundana. Insisto:
sin saber si esto fuera posible, los responsables de la catástrofe -que no son
exactamente los gobiernos, sino los que mandan a los gobiernos: los monstruosamente
grandes mega-capitales globales- no parecen tener interés en detener el
desastre en curso. Mientras haya petróleo para explotar, esta modalidad
depredadora seguirá.
Desde hace algún tiempo
el sistema capitalista ha advertido la gravedad en juego. Algunos lo siguen
negando, pero en general hay cierto reconocimiento. Lo que sucede es que el
tema se banaliza, se pone el acento en la desaparición de los osos polares o
los ositos panda -sin negar que ello sea sumamente importante- olvidando la dimensión
de catástrofe humana presente. Y mucho de lo que se hace es llamar a la
población, como responsable del asunto, a tener conductas “menos agresivas”
contra el medio ambiente. De ahí que se desarrollan campañas de “conciencia
ecológica”: reciclar, no usar plásticos, emplear más la bicicleta, cerrar bien
los grifos, no utilizar pajillas para las bebidas, y un largo etcétera.
Todo ello es correcto,
pero no se tocan los fundamentos mismos de lo que está a la base: el sistema
capitalista depredador. Lo que puede llevar a pensar que no es posible un
verdadero cambio en la situación climática si no cambia el sistema. Por eso es
posible -¡y necesariamente urgente!- hablar de un eco-socialismo.
En medio de esta
discusión cobró una relevancia inusitada una joven sueca de 16 años de edad:
Greta Thunberg, que se ha hecho ya figura pública internacional. Con claridad
expresó recientemente: “Los que nos dirigen
no han entendido en absoluto la magnitud del problema. Están totalmente fuera
de lugar. Piensan que los pequeños ajustes, las pequeñas acciones, las pequeñas
cosas, pueden resolver el problema cuando nos enfrentamos a una gran crisis
existencial”. Lo que se ha dado en llamar “el fenómeno Greta” está
en auge.
Sin quitarle en lo más
mínimo relevancia a esta joven activista ambientalista, y sin caer en esa
infamia misógina y adultocéntrica de denigrarla por su condición de autista,
burlarse por su edad o ver su mensaje como algo trasnochado, cabe la pregunta:
¿por qué el sistema todo lo transforma en show?
Un problema tremendamente
complejo, grave, de consecuencias fatales si se quiere como es la CATÁSTROFE ECOLÓGICA
debido al capitalismo -y no un “cambio climático”, con lo que se aguada la
cuestión- tiende a ser presentado como espectáculo audiovisual, centrando todo
en la figura de una persona, evitando así ver la magnitud global del asunto.
Greta Thunberg, finalmente, puede ser usada como distractor.
Saludamos a esta joven
mujer que denuncia lo que acontece, y complementamos su mensaje con un llamado
a entender que no puede haber solución real -y no meros paliativos- en los
marcos de la producción y consumo capitalista.
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/202480
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