Políticas contra el hambre
Representantes de la agricultura familiar,
legisladores y académicos reflexionaron sobre el rol del Estado y de las
asociaciones civiles en el desarrollo y la implementación de políticas públicas
necesarias para resolver la crisis alimentaria que atraviesa la Argentina. Agencia TSS – Se dice que la Argentina produce alimentos para 400 millones de personas. Sin embargo, en el país hay 15,9 millones de personas en situación de pobreza, según
“Este modelo,
que no solo no puede alimentar al mundo como promete, tampoco es capaz de
garantizar el derecho a la alimentación de nuestra población. El paquete
tecnológico de transgénicos, agrotóxicos y fertilizantes sintéticos genera
serios problemas en nuestros territorios, enferma y mata a nuestra población,
destruye bosques, selvas y humedales, y genera una concentración y extranjerización
de la tierra que pone en riesgo la posibilidad de producir alimentos a futuro”,
sintetizó el abogado Marcos Filardi, miembro de la Red de Cátedras Libres de
Soberanía Alimentaria.
Filardi habló durante un encuentro que
reunió a pequeños productores y representantes gubernamentales y académicos en
el salón Torquato Tasso de “Necesitamos planificar la alimentación en
Al respecto, la legisladora platense
“Hay una agricultura familiar muy vigorosa en varios sectores, como frutas, hortalizas, huevos, cerdos y cabras, que tienen una importante producción pero necesitan políticas públicas”, agregó Diego Montón, referente del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI)-Vía Campesina, y destacó la relevancia de que haya un protagonismo activo de las organizaciones de productores en el diseño e implementación de políticas públicas.
Economía anfibia
Durante los últimos años, a través de reiterados verdulazos en distintos puntos del país, los pequeños productores lograron introducir sus problemáticas en los platos urbanos y llevar al conjunto de la sociedad la discusión sobre la producción y distribución de los alimentos que se comercializan en el país. “Como organizaciones del campo popular, tenemos que hacer real
Montón recordó que el 13,5 % de las tierras son trabajadas por el 84% de los agricultores, mientras que el 1,5% de los establecimientos agroindustriales dominan el 80% del mercado interno y controlan el 93% de
“Hay sectores de la agricultura familiar que hoy proveen al mercado, como el yerbatero, cabritero y el de cerdos, y hay otros que necesitan ser fortalecidos porque fueron destruidos en estos últimos cuatro años, como los pequeños tambos”, ejemplificó Levaggi y advirtió que existen distintos tipos de productores que hoy están dialogando para trabajar en conjunto: “El macrismo logro unir a sectores que estábamos desperdigados y que nos fuimos uniendo con un propósito superador. Hay muchos que ya estamos abasteciendo, otros se tienen que fortalecer y hay sectores cooperativos medios en los pueblos que también podrían estar proveyendo hoy”, dijo Levaggi y aclaró que los sectores cooperativos de la agricultura familiar estan en condiciones de avanzar pero de manera gradual, ya que uno de los principales procesos que se dieron en el campo es el desarraigo.
“El agronegocio tiene un solo hilo conductor: aumentar el lucro y para eso
“Mi propuesta es que la economía sea anfibia, que discrimine qué va a ir al mercado global y qué se va a proteger de las economías locales arraigadas. Esto es lo que ha faltado en los progresismos que han sido devorados por el mercado global y se olvidaron el otro camino de reservar, custodiar y preservar la permanencia de la gente”, propuso la antropóloga y activista feminista Rita Segato, y detalló que para sostener la denominada economía de bienestar, los progresismos latinoamericanos se han valido principalmente de tres fuentes de recursos en las últimas décadas: la concentración de riquezas, la racionalización en las gestiones y la venta de commodities (minerales, soja, petróleo) a la economía mundial.
Segato también se refirió al rol de las personas en la construcciones sociales. En este sentido, explicó que la relación entre Estado y sociedad en América Latina no es la misma que en Europa. “Aquí llegó alguien y trasladó la gestión, pero mantuvo una relación de exterioridad con respecto a los territorios, que se mantienen ajenos a la vida de las personas, que lo saben y entonces construyen escondites: de formas de produccion, de saberes, una vida propia, protegida, una especie de clandestinidad de 400 años”, sostuvo.
La antropóloga consideró que la soberanía alimentaria requiere “una entrega de jurisdicción a la gente”, que la conecte con su historia alimentaria y productiva, y que el Estado trabaje para realizar esa historia de los pueblos con su historia, en qué contexto se come y qué significa el comer. De otro modo, “no se podrá sacar a los pueblos de la inanición a la que están siendo sometidos permanentemente por los estados coloniales. La gente tiene que construir sociedad, mejorar sus escondites, hacer sus propuestas y luego intentar defenderlas”, dijo Segato y dejó un interrogante abierto: “¿Podrá el Estado comprometerse a proteger los escondites de la gente y devolverle a la gente la gestión de su vida, añadiendo que ese escondite también es el de las mujeres, que son garantes de la memoria y de la diversidad genética?”.
Fuente: http://www.unsam.edu.ar/tss/politicas-contra-el-hambre/
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